Editoriales

miércoles, 19 de septiembre de 2012

René de La Tour du Pin: Usura, capital y trabajo en la modernidad

Comprobar las consecuencias del desorden capitalista no podía bastar a La Tour du Pin. Quería aprehender las causas del sistema para acabar con éste. Y ¿qué encontró en la raíz del capitalismo? La usura.

En el lenguaje corriente, usura significa "cobro de un interés excesivo a razón del préstamo de un capital". Pero ésta es la definición del legalista o del moralista. El sociólogo tiene que considerar el fenómeno en sí. Dice La Tour du Pin: "Se alquila un objeto que se deteriora por el uso durante el tiempo de locación, tal como un caballo o una casa, porque se enajena realmente una parte de su valía que el locador no recuperará  cuando tome otra vez posesión de él: se prestan estos mismos objetos si es para un tiempo tan breve que su deterioración por uso sea imposible...El lenguaje ha conservado, por consiguiente, a la palabra "préstamo" su significado de servicio gratuito". Pero, si se alquila un objeto que será devuelto en su estado primitivo, hay usura.

Los moralistas bien pueden observar que el interés usurario se justifica dentro de ciertos límites cuando presenta el carácter de una indemnización de riesgo o no-empleo. Eso no cambia nada a la esencia de la operación: prestar a interés consiste en vender el tiempo, y el tiempo no es una mercancía. El capitalismo, régimen económico que funda su estructura en el préstamo a interés, cambia por tiempo una fracción del producto fabricado, vale decir del producto del trabajo. Cuando un capitalista "presta" cien mil pesos a un industrial para recibir un año más tarde ciento diez mil, consume el diez por ciento del trabajo de los productores sin dar nada en contrapartida, ya que el capital (no hablamos de los periodos anormales de inflacción) no se ha deteriorado.Ese interés es exactamente lo que Marx llama plusvalía: una parte del producto del trabajo que sirve para hacer vivir sin trabajar al capitalista. Así los productores mantienen una clase de inútiles improductivos, inútiles e improductivos por lo menos en el orden económico.

Ante tal comprobación los liberales suelen contestar que el capital es uno de los dos factores indispensables de la producción y es, además “trabajo acumulado”. Es inexacto, dice La Tour du Pin: “No es el arado el que trabaja, sino el labrador…No hay sino un agente de la producción, el trabajo, que produce con la ayuda de los agentes naturales que encuentra y los agentes artificiales que él mismo ha creado. Dicho de otro modo, el producto es trabajo multiplicado por trabajo…El capital es el producto de un trabajo anterior al que se considera en forma de mano de obra, nada más. No es “trabajo acumulado”. No es fuerza viva sino materia inerte”. De esto dinama que no se puede con derecho hablar del “salario del capital”. Este supuesto salario no es sino usura.

La situación es idéntica si se trata ya no de un préstamo en dinero sino de una asociación del capital y el trabajo bajo la forma de un préstamo de máquinas. El único "salario" legítimo de la máquina es su amortización, es decir la parte deducida del beneficio de la producción para mantener la máquina en buen estado y reemplazarla cuando esté desgastada; pero, en la realidad del sistema capitalista, no es el trabajador el que mantiene la máquina, sino la máquina la que mantiene al trabajador. Su dueño se apropia del producto del trabajo, paga al obrero un salario que ni siquiera, por lo general, le basta para mantenerse en buen estado y proveer a su propio reemplazo alimentando a sus hijos. La situación es, por consiguiente, al revés de lo normal. Es el trabajador quien se ha vuelto instrumento y es la máquina la que cobra el fruto de la producción. No hay asociación verdadera del capital y del trabajo, sino asociación de capitales que utilizan gratuitamente el trabajo de los obreros: gratuitamente, ya que, en el mejor de los casos, no se reconoce al proletario sino el mínimo vital que sólo le permite conservar su fuerza de producción.

Jaime María de Mahieu. Maurras y Sorel

sábado, 15 de septiembre de 2012

La Europa que suplantó a la Cristiandad

Los iconoclastas de la codicia se unieron a los iconoclastas de la ceguera y el furor

“Digo pues, que hicieron su aparición contra la Iglesia los integrantes de un grupo de ricos inmorales que esperaban sacar ventaja de una ruptura general en la organización popular de la sociedad… Una clase poco numerosa, extremadamente rica, contaminada del ateísmo que se oculta siempre en la segura riqueza disfrutada durante largo tiempo, comenzaba a apropiarse en demasía de la tierra inglesa… es verdad que el monopolio absoluto del suelo y la opresión del pueblo por parte de los terratenientes es un procedimiento puramente protestante. Nada análogo sucedió ni podía haberse concebido en la Inglaterra de la pre-reforma… (esta oligarquía) comenzaba a inmiscuirse en la administración judicial, a reemplazar al pueblo en la legislación local y a suplantar apreciablemente al rey en la legislación central…. rebelarse contra la Fe, que siempre ha mirado con reservas y ha restringido y reformado la tiranía de la riqueza”.

Hilaire Belloc. “Europa y la Fe”