Editoriales

lunes, 29 de febrero de 2016

Vicente Manterola Pérez: La voz de la Unidad Católica (vista por un liberal)

VICENTE MANTEROLA PÉREZ: LA VOZ DE LA UNIDAD CATÓLICA (VISTA POR UN LIBERAL)

Que las guerras carlistas fueron guerras eminentemente religiosas, como se vio forzado a reconocer un anticarlista como Menéndez Pelayo, es un hecho empírico contrastado. Cuando con mayor brío clamó el grito de la legitimidad fue cuando más fuerte atacaba la Revolución liberal, que hiciera pública adhesión al averno con aquella copla de

Muera Cristo
Viva Luzbel
Muera Carlos
Viva Isabel

Mientras asesinaban prontamente a decenas de religiosos en julio de 1834.

El desencadenante esencial de la III Guerra carlista fue la política anticlerical y la proclamación del principio impío de la libertad de cultos, que introducía en España el protestantismo y daba carta de naturaleza al enemigo que había ensangrentado, dividido y destruido la Cristiandad. Tuvo su impugnador en las Cortes al canónigo de Vitoria Don Vicente Manterola Pérez, diputado carlista por Guipúzcoa en las elecciones de 1869, que tuvo el honor de cantar las glorias de la Unidad Católica de España y la dignidad de abandonar las Cortes cuando se aprobó el principio opuesto de la libertad de cultos, marchándose al exilio para organizar el levantamiento carlista. Durante la guerra siguió siendo hombre de confianza de Don Carlos.

El discurso más brillante de Manterola  tuvo lugar el 12 de abril de 1869 como réplica al republicano Castelar, con motivo de la discusión de la nueva constitución española, declarado partidario “de todas las buenas libertades”, Manterola llamó la atención sobre los artículos 20 y 21, que debían ser objeto de debate. El primero porque, según su redacción, “el Estado en España no tiene religión, no cree en Dios”, reclamando que fuera proclamada la católica como la religión del Estado español. El artículo 21 porque sancionaba la libertad de cultos. 

Una vez abandonadas las Cortes para unirse activamente a la preparación del alzamiento carlista, Manterola publicó en 1871 tres folletos en apoyo de Don Carlos: "Don Carlos o el petróleo", "Don Carlos es la civilización" y "El espíritu carlista". En el primero alerta, que si no se quiere otra Comuna en España, es preciso que reine Don Carlos, el único baluarte contra la Internacional es el carlismo. En el segundo escrito, es notable, en particular, la impugnación que hace del capitalismo. En el tercero, llama la atención, la condenación del despotismo. 

Francisco Cañamaque, periodista liberal de la época, relata desde su óptica contraria este memorable discurso y no puede dejar de reconocer la fuerza de los argumentos de Don Vicente:

"Iba a librarse ruidosa y formidable batalla: la intransigencia contra la libertad, ayer contra hoy, el catolicismo contra el progreso. Todos la esperaban, nadie la sentía. El choque, sin embargo, debía ser terrible. Eran muchos siglos contra la audacia de uno contra los agravios de todos.

¡Qué hermoso espectáculo! España iba a decir el por qué de su rompimiento con la tradición, el motivo de su divorcio con la intolerancia, el derecho de conservar libres las ideas de su pensamiento y las preces de su conciencia.

Se presenta pidiendo plaza en nombre de la unidad católica un joven fuerte, vigoroso, de aire profano y atrevido. Viste el traje de la Iglesia, es sacerdote. Tiene los ojos negros y vivos, la tez morena, la boca grande, arqueadas las cejas, rapada como un quinto la cabeza. El todo de su fisonomía es varonil, pronunciado enérgico. Más que la de un sacerdote parece su cara la de un seglar animoso y fuerte. Preguntémosle como se llama: dice que es canónigo y que se llama Vicente Manterola.

En efecto, él es: teólogo, periodista, orador católico intransigente, político apasionado, enemigo irreconciliable, carlista en el llano y en la montaña, hombre instruido y de talento en todas partes.

Mirad como empezó, qué elocuentemente: 

<< Yo, señores diputados, que vengo a decir la verdad, toda la verdad; yo, que os debo toda la lealtad de mi alma, no puedo menos de afirmar que he oído con el corazón profundamente lastimado, no lastimado tan solo, con el corazón destrozado con el corazón hecho pedazos y manando sangre, los cargos tremendos que se han dirigido a la Iglesia católica, cargos injustos, cargos gratuitos, cargos infundados. Debo, pues, señores, ante todo, vindicar a la Iglesia católica, para quién es toda la sangre de mis venas, todos los latidos de mi corazón, toda la energía de mi espíritu, todo mi ser, todo mi yo; y después descendiendo a los señores de la comisión, tratares de estudiar su obra partiendo de mi criterio católico; y estudiando su obra desde mi punto de vista católico, me permitiré decir que ese proyecto no me parece pueda satisfacer las necesidades imperiosas, las aspiraciones más legítimas del pueblo español, porque me parece que ese proyecto es mezquino, y vosotros sabéis que es grande y fue siempre grande el pueblo español. Ese proyecto no es bastante católico, y el pueblo español… ¡oh! El pueblo español es el pueblo más católico del mundo>>.

Este periodo, dicho con palabra fácil y desenvuelta, con calor y entusiasmo, terciado el manteo y en movimiento las manos, es un periodo que basta para acreditar a un orador. Demostró, pues, en tan breves palabras que sabía hablar; pero demostró también que, de naturaleza ardiente, sabía herir. ¿No es impropio en cualquiera, en un sacerdote altamente censurable, llamar mezquina a la obra de unas Cortes? Este fue el primer arañazo de sus garras, la primera manifestación de su apasionamiento. Ríos Rosas, que era uno de los autores de aquella mezquindad , a punto estuvo de tirarle el bastón y detrás del bastón el sombrero; pero se contuvo, reprimió un rugido y calló.

Desde sus primeros disparos Manterola no cesa de aludir acautelar; quiere medir su brillante palabra con la inimitable del gran tribuno. Defiende al catolicismo del cargo justísimo de enemigo de la libertad y de la ciencia, y sin recurrir más que a su buena memoria, afirma en los siguientes términos que la creación de los grandes centros del saber humano es obra de los Papas.

<< ¿Dónde estaba el protestantismos, señores diputados, cuando ya en el año 895 se fundaba la Universidad de Oxford? ¿Dónde estaba cuando se fundaron las Universidades de Cambridge el año 915, la de Pádua en 1179, la de Salamanca en 1200, la de Aberdeen en 1213, la de Viena en 1237, la de Montpellier en 1289, la de Coimbra en 1290? …

<< ¿Os fatigo, señores diputados? Es que las grandezas de la Iglesia católica abruman bajo su peso a todos los que las consideran…… >>

La nueva "esclavitud blanca" del liberalismo burgués

Este 26 de febrero se cumplía 88 años del fallecimiento del Verbo de la Tradición, don Juan Vázquez de Mella y Fanjul;  voz profética, que desde el carlismo ya denunció la nueva esclavitud social que producía el liberalismo y la imposición de la plutocracia, que hoy seguimos padeciendo. 

LA IGLESIA Y EL PROBLEMA SOCIAL. Juan Vázquez de Mella y Fanjul. (9 de noviembre de 1889)

... la economía individualista, con tanto calor defendida y propagada por los doctores del liberalismo como la panacea universal de los males sociales, ha venido de consecuencia en consecuencia a entronizar de nuevo la esclavitud en los talleres y en las fábricas.

Incapaz de conocer el fin, y, por lo tanto, la misión del Estado y la esfera de su acción, se alarma a la menor tentativa encaminada a reglamentar el trabajo y a impedir la explotación capitalista, como si viese aparecer el socialismo; y pide a los poderes públicos que se crucen de brazos conforme lo establece la famosa fórmula fisiocrática, y que dejen a las no menos famosas leyes naturales económicas el encargo de hacer brotar las armonías.

Y esas armonías, engalanadas con los ingeniosos sofismas de Bastiat, ya hemos visto de qué manera se convertían en una guerra sorda y despiadada, cuando no estallaban en colisiones sangrientas.
La economía liberal comenzó por romper todo vínculo moral entre patronos y obreros, y, en vez de depurar y perfeccionar las antiguas instituciones gremiales, las pulverizó, entregando a los trabajadores el cetro de una libertad que ha concluido por convertirlos, según la frase de Lasalle, en unos “esclavos blancos”.

Y así tenía que suceder; porque, desde el momento en que las relaciones entre patronos y obreros se fijan únicamente por la ley de la oferta y la demanda, el trabajo queda reducido a una mercancía y la persona humana que le realiza a una máquina de producción; es decir, a una cosa, lo mismo que en la sociedad pagana.

Así se cumple la regla de Cobden: Si dos obreros van detrás de un patrono, el salario baja; si dos patronos van detrás de un obrero, el salario sube. El contrato de trabajo se reduce a una compraventa, y el obrero no es más que una cosa que se adjudica, en el mercado de la libre concurrencia, al mejor postor. ¿Y en qué se diferencia esto de la esclavitud? Esencialmente, en nada.

Nostalgia de Vázquez de Mella, frente al conservadurismo pseudocatólico

domingo, 28 de febrero de 2016

Carlismo: El hombre concreto de la Tradición frente al individualismo y al estatismo liberal

CARLISMO: EL HOMBRE CONCRETO DE LA TRADICIÓN FRENTE AL INDIVIDUALISMO Y ESTATISMO LIBERAL

(…) el concepto de comunidad, entidad de convivencia sobre un territorio concreto, con explotación común de recursos y personalidad, instituciones y derecho propio. La red cotidiana de relaciones a ese nivel, entendida como un espacio dinámico donde negociar, admitir o contestar el dominio y la subordinación, distaba mucho de la de un partido, pero podía llegar a ser muy operativa en los momentos de gran tensión. Además, en las sociedades de la edad moderna un mismo hogar estaba sometido a jurisdicciones distintas y a los lazos no siempre tipificados oficialmente. Esta situación perduraba casi intacta en nuestro período.

El herrajero ubidiarra proletarizado por la competencia fabril, al que la ley ya no reconocía ni el estatus ni es el prestigio del maestro en su gremio, era a su vez feligrés de una parroquia condenada a la degradación como aneja; miembro de un municipio al que el Gobierno Civil presionaba para controlar el cumplimiento de un presupuesto, frente a las escasas partidas fijas y el recurso a derramas según criterios consensuados de la localidad; cabeza de un hogar que se concebía orgánico, con pautas de supervivencia guiadas por miras de linaje, frente al individualismo burgués; hombre de honor, conocido por sus hechos y apreciado por su palabra, valorada muy por encima de la identificación por cédulas personales y registros poblaciones que el Estado imponía; y posesor de derechos de uso de espacios en lo que lo público y lo privado se yuxtaponían, confundían o no se diferenciaban, del monte comunal a la sepultura eclesial. Con modificaciones, esto sucedía entre la inmensa mayoría del campesinado y de otros colectivos que indicaremos.

Nuestro personaje era asimismo sujeto fiscal acostumbrado a cargas por tramos sobre la riqueza inmueble, que recaían –siquiera en teoría- en un tercio sobre los inquilinos, con fiera resistencia contra las imposiciones directas sobre el patrimonio global; y comprador que admitía las sisas sobre alcoholes, carne vacuna y abacería para librar de tasas a los mantenimientos básicos; en ambos casos, con muy alto porcentaje de reversión a la caja concejil. Quizá era padre de un mozo en edad de acudir a filas, con probable destino al letal frente cubano si se permitiesen las quintas. Con todas sus salvedades –servicios a la Corona, etc.-, la exenciones fiscal y de sangre constituían una ventaja frente a las desigualdades del impuesto sobre consumos y las levas en las provincias carentes de normativa particular; las autoridades forales colaboraban en costear sustitutos para el ejército y eran muy poco injerentes en las decisiones distributivas de los municipios mientras se les aportase el monto convenido. Por fin, si un revés de fortuna dejara a nuestro artesano en la indigencia, tendría ayudas honrosas hasta salir del bache, sin la tacha de vagancia o incapacidad que caía sobre quienes se acogían a la nueva beneficencia burguesa.

Esa compleja organización constituía el Fuero: no el código escrito ni las lucubraciones ideológicas, sino la práctica en la que se había sido educado y en que se educaba. Hábilmente, los notables carlistas identificarían su eliminación con el liberalismo.

Clases populares y carlismo en Bizkaia 1850-1872. Págs. 14-15. Enriqueta Sesmero Cutanda. Universidad de Deusto.

martes, 9 de febrero de 2016

La libertad de expresión con Miguel Ayuso y Juan Manuel de Prada

Interesante entrevista al profesor Miguel Ayuso y al intelectual Juan Manuel de Prada, sobre diversos aspectos culturales, Pensamiento fuerte para un mundo en ruinas y decadente.

domingo, 7 de febrero de 2016

La Inquisición Española

Documental de la BBC británica, digno de ver. Interesante programa de Lagrimas en la Lluvia sobre la Inquisición. La defensa de la Verdad y la Justicia en las Españas áureas: la Santa Inquisición Pulsa Aquí

Fuego y Raya, un baluarte del pensamiento tradicional

Fuego y Raya Nº 10

Como es costumbre abre la revista la sección Artículos. El primero de ellos, obra de los profesores Miguel Ayuso y Juan Fernando Segovia (respectivamente presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, editor de la publicación, y director de la misma), hace un balance y traza una perspectiva comparada de los estudios sobre la «Democracia Cristiana» publicados en los cuatro números anteriores. Los dos últimos párrafos dicen así:

La impronta cristiana de estos partidos demócratas es tal vez su elemento más discutible: por su origen, están en contradicción con el magisterio de la Iglesia; en su formación intelectual se alimentan de las ideas descristianizantes del personalismo y el humanismo; en su desenvolvimiento van acogiendo las modas radicales del modernismo e incluso algunas extrañas como el marxismo y sus variantes. Finalmente, se tiene la impresión de que lo de «cristiano» es lo mismo que «democrático» pues la democracia es evangélica —como afirmaban ya los liberales católicos—. La identificación lisa y llana de democracia y democracia cristiana es una muestra más de la confusión moderna en el campo católico.

Varios de los colaboradores han sugerido que las mutaciones de los últimos años importarían el final de la democracia cristiana, como si hubiera alcanzado el pico de su evolución y comenzado un acelerado agotamiento. Es posible que así sea si nos atenemos a los datos electorales que indican su franco retroceso. Empero, parece haber ganado la batalla de las ideas: ha sido factor vital en la licuación de las fuerzas católicas más ortodoxas y se ha reproducido insensiblemente en la mentalidad católica, al punto que no es extravagante decir que hoy son mayoría los que piensan como democristianos aunque no tengan actividad política partidaria.

El segundo artículo es de Ricardo Dip, del Tribunal Supremo de San Pablo, y está en portugués: «1815-1822: Do Brasil Independente ao Brasil Separado». En él se explica cómo el Brasil, heredero de las tradiciones cristianas de la Hispanidad, descubierto y desarrollado bajo la cosmovisión lusitana, ya se había convertido en independiente en 1815, cuando se consagró la unión real entre Portugal, Brasil y los Algarves. La «independencia» proclamada en septiembre de 1822, en cambio, fue una ruptura de la unidad moral y política entre Brasil y Portugal.

El dossier central empieza a publicar las actas del seminario internacional «Maestros del Tradicionalismo hispánico de la segunda mitad del siglo XX», que tuvo lugar en Madrid en septiembre de 2014. Comienza con tres maestros ultramarinos (desde el punto de vista de la España peninsular): el brasileño José Pedro Galvão de Sousa, por José J. Albert Márquez; el argentino Rubén Calderón Bouchet, por Luis Mª de Ruschi; y el estadounidense Frederick D. Wilhelmsen, por Miguel Ayuso.

El Documento en este número 10 de Fuego y Raya es del pensador y catedrático José Pedro Galvão de Sousa (1912-1992): La Carta de la Princesa de Beira entre las fuentes para el conocimiento de la teoría tradicional de la legitimidad del poder en España, comunicación presentada en la III Semana da História en 1981, sobre la famosa «Carta a los Españoles» (1864) de la hermana de Don Miguel de Portugal y viuda de Don Carlos V de España.

La revista, de 176 páginas, se cierra con las reseñas bibliográficas, cinco en esta ocasión, sobre tres obras colectivas (en español e inglés) y otras dos, una en polaco del profesor Jacek Bartyzel sobre el Carlismo, y otra en inglés sobre el carlista norteamericano Brent Bozell Jr.

Pueden consultarse  sumario y otros datos del número 10 de Fuego y Raya, PULSANDO AQUÍ