El estreno en los cines españoles de la producción francesa «Vencer o morir» (Vaincre ou Mourir) este teniendo una buena acogida, incluso más allá del público que potencialmente pueda simpatizar con el hecho histórico que sirve de trasfondo de la trama. Hasta el punto que de la previsión inicial de estar en salas sólo durante una semana ha sido ampliamente superada y se ha llegado a contar en salas españolas (Barcelona) con una charla coloquio con su director, Vincent Mottez.
La producción de la película es más que digna, en consideración a los limitados recursos con los que se afrontó la misma. Abundan los planos cortos, bien salvados por una interpretación aceptable. Quizás le falte algo de ritmo a la acción y un hilo conductor un poco más coherente, así como contexto para los ignorantes del periodo histórico en que se desarrolla.
Sin embargo, destacaremos un punto de la producción que ha sido controvertido para quienes tenían pretensiones de un presunto cine católico basado en el puro sentimentalismo religioso. Hemos escuchado en diversos foros críticas al aspecto demasiado político de la cinta, echándose de menos que se mostrara más la parte del martirio. En el fondo estas críticas esconden una desnaturalización del martirio, un extravío intelectual y una debilidad moral, que sólo se justificaría históricamente el catolicismo por su capacidad para sufrir tormentos, al tiempo que los regímenes de Cristiandad serían algo meramente accesorio. Una actitud cripto cátara por lo que tienen de crítica de las realidades temporales que aspiraban a edificarse sobre la Fe, y que pese a no ser perfectas desde una mirada meramente positivista fueron muy superiores a las edificadas sobre el culto al líder carismático, al pueblo o a la humanidad.
La historia de la epopeya de la Vendée durante la Revolución no se entiende sin la encarnación temporal de las instituciones cristianas, coronadas por la Monarquía, pese a todos los errores incoados por la desviación del derecho divino en el pensamiento francés. La restauración del Trono animó a los vandeanos a mantener su lucha, y esa dimensión no está escamoteada en la película, pese al rabioso republicanismo que afecta a tantos católicos y patriotas en Francia.
Sirviendo a esas realidades temporales se ejercía una virtud religiosa y en la película se trasluce una Fe recia, alegre y trascendente, con pinceladas muy profundas, como el evidente paralelismo con la subida al Gólgota en el camino al paredón de Charette.
Repárese en estas realidades para valorar una película que hace un buen servicio a la política católica.