Editoriales
miércoles, 29 de diciembre de 2010
La lucha carlista en el Reino de Valencia durante el franquismo.
lunes, 27 de diciembre de 2010
ZU BETI GURE BIHOTZEAN
Nueve disparos rompieron el silencio de la tarde en la biblioteca municipal de Ondárroa. Era el 27 de diciembre de 1978. Y quien quebrantó tan abruptamente el silencio, descerrajando nueve tiros cobardemente sobre su víctima desarmada, se dejó abierto el libro; el libro que fingía estar leyendo, el libro que no leía, el libro que no leyó y con el que disimulaba sus designios criminales.
Cuando encontró la ocasión favorable, el pistolero perpetró su cobarde asesinato, apretando el gatillo a bocajarro y su pistola alevosa escupió nueve balas del 9 milímetros Parabellum sobre su víctima. Después de cometer su atentado, el sicario se dio a la fuga.
Exánime, en el suelo, yacía José María Arrizabalaga Arcocha, Jefe de las Juventudes Tradicionalistas del Señorío de Vizcaya, que había entregado su alma a Dios. Jose Mari no tuvo tiempo para coger en sus manos la cadena del Rosario que siempre llevaba consigo.
Jose Mari era un bizarro ejemplar de la raza vasca. Un auténtico vasco que no tenía que falsificar sus apellidos para serlo. Un verdadero vasco que había mamado desde la cuna el amor a la Santa Religión y a España. Y por eso lo mataron los esbirros del extranjero.
A las cinco y media de la tarde la parroquia de Santa María de Ondárroa estaba a tente bonete. Una muchedumbre de vecinos se había congregado para el funeral. Con la rabia concentrada, alguno sin poder contenerse las lágrimas, la feligresía asistió al funeral: todos eran familiares y vecinos de Ondárroa y, entre los asistentes, no faltaban tampoco vecinos nacionalistas.
Sobre el féretro, la bandera rojigualda. En el féretro, el cadáver de Jose Mari Arrizabalaga, amortajado con el uniforme del Requeté, tocado con su boina encarnada, le habían puesto Santo Rosario en las manos y un paño anudado a su cabeza que le pasaba por debajo de sus viriles barbas.
A cencerros tapados quisieron darle sepultura. La Guardia Civil acordonó Ondárroa, obturando los accesos a la Muy Noble y Leal Villa. La Policía Armada se apostaba en las inmediaciones del templo parroquial. El párroco Jesús Garitaonaindía pidió que cesara la violencia. El celebrante, Padre Basterrechea, no pronunció homilía. Su Alteza Real Don Sixto Enrique de Borbón-Parma había querido asistir al sepelio, pero la Guardia Civil se lo impidió.
Años de vergüenza y asco. Años de insoportable discurso aborregado y embustero. Años de democracia dicharachera e inútil. Años de impostura, de guerra sucia encomendada a mercenarios y socialistas robando de los fondos reservados, dándole a los terroristas el gusto de justificar lo injustificable. Años... ¿Qué digo años? ¡Décadas, Señor Nuestro! ¡Décadas de intolerable pacifismo de gallos capones! Pobre España, ¿en manos de quién estás?
José María Arrizabalaga Arcocha tenía 27 años cuando ETA lo mató. Hoy se cumplen 32 años de aquel asesinato político. Pero si algo tenemos los tradicionalistas es memoria, y un corazón reverente para venerar a nuestros Caídos. Por eso mismo no olvidamos. Con todo lo que esa incapacidad de olvido trae consigo.
Y gritamos en vasco, para que nos escuche desde los Ejércitos Celestes de San Miguel Arcángel:
¡¡¡JAUNGOICO AREN AURREAN EZ ZERA DESESAGUNA ISANGO!!!
¡¡¡ZU BETI GURE BIHOTZEAN!!!
Y tras esa invocación
lanzar quiero un irrintzi
chillido de guerra
y no de paz,
un relincho
que romperá
el silencio muerto
de los montes ferríferos
de la Noble y Leal Vizcaya,
un relincho que atraviese
los frondosos bosques
de Euscalerría,
un irrintzi que despierte,
en cada cementerio de España,
a la Santa Hueste que forman
las Almas Benditas
todos los carlistas
Caídos
por Dios y por España,
desde 1833 hasta 1978... (*)
Un irrintzi que nos alerte
para estar en guardia
y no descansar
ni aceptar
que los traidores mercadeen
con la sangre de nuestros Caídos
NUNCA MÁS.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
RETORNO A LA LEATAD. El desafío carlista al franquismo.
Siguiendo con las ideas para Navidad y Reyes, sugerimos que recurran a la web de La Librería Católica, en la seguridad de que encontrarán lecturas y otros materiales adecuados para estas fechas, para la familia y para la vida cristiana.
martes, 14 de diciembre de 2010
¿Católicos o protestantes?
sábado, 11 de diciembre de 2010
La defensa de la Verdad y la Justicia en las Españas áureas: la Santa Inquisición.
(Gilbert K. Chesterton. El hombre que fue jueves)
"El que admite que la herejía es crimen gravísimo, y pecado que clama al cielo y que compromete la existencia de la sociedad civil; el que rechaza el principio de la tolerancia dogmática, es decir, la indiferencia entre la verdad y el error, tiene que aceptar forzosamente la punición espiritual y temporal de la herejía, tiene que aceptar la Inquisición. Ante todo hay que ser lógicos, como a su modo lo son los incrédulos que miden todas las doctrinas con el mismo rasero, e inciertos de su verdad, a ninguna consideran digna de castigo. Pero hoy es frecuente defender la Inquisición con timidez y de soslayo, con atenuaciones doctrinales, explicándola por el carácter de los tiempos (es decir, como una barbarie ya pasada), confesando los bienes que produjo (es decir, bendiciendo los frutos y maldiciendo el árbol)..., pero nada más. Ni ¿cómo habían de sufrirlo los oídos de estos tiempos que, no obstante, oyen sin escándalo ni sorpresa las leyes del estado de sitio y de consejos de guerra? ¿Cómo persuadir a nadie de que es mayor delito desgarrar el cuerpo místico de la Iglesia y levantarse contra la primera y capital de las leyes de un país, su unidad religiosa, que alzar barricadas o partidas contra tal o cual gobierno constituido? Desengañémonos: si muchos no comprenden el fundamento jurídico de la Inquisición, no es proque él deje de ser bien claro y llano, sino por el olvido y menosprecio en que tenemos todas las obras del espíritu , y el ruin y bajo modo de considerar al hombre y a la sociedad que entre nosotros prevalece. Para el economista ateo será siempre mayor criminal el contrabandista que el hereje. ¿Cómo hacer entrar en tales cabezas el espíritu de vida y de fervor que animaba a la España inquisitorial? Cómo hacerles entender aquella doctrina de Santo Tomás: " Es más grave corromper la fe, vida del alma, que alterar el valor de la moneda con que se provee al sustento del cuerpo".
(Marcelino Menéndez Pelayo. Historia de los Heterodoxos Españoles , tomo II)
Libro recomendado: Juicio a la Inquisición española. Jean Dumont En la Librería Católica AQUÍ
viernes, 3 de diciembre de 2010
Leonardo Castellani: El Rey, remedio a la Plutocracia.
Para poder defenderse de la opresión de los poderosos inmediatos (de los cuales ninguno más peligroso y universal que el Hombre de Dinero) las mayorías tienen la tendencia de elevar a un hombre tan alto (y de esto es símbolo el Trono) que frente a él desaparezcan las otras desigualdades y en cierto modo "todos sean iguales"-frente a la Justicia del Rey. ¡Paso a la Justicia del Rey! decían en España. Mas los ricos necesitan un Rey que no los "pueda" a los ricos; o sea, que no lo sea: el Rey Constitucional , y el Presidente Coty.
Y esté es el fundamento filosófico de la Monarquía, fenómeno indestructible. Para obtener la Justicia, que es uno de los nombres de Dios, parece no haber más remedio que fabricar un hombre casi-como-Dios y hacerlo gobernar en nombre de Dios. Si sale malo, eso es lo malo; pero si sale malo los antiguos siglos cristianos lo derrocaban o lo mataban...
Leonardo Castellani. Pluma en ristre. pp 52-53. Ed LibrosLibres.
Novedad: El APOKALIPSIS DE SAN JUAN de Leonardo Castellani
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Un sistema intrínsecamente injusto. A propósito de las últimas elecciones autonómicas.
1. La abstención la gran triunfadora.
Contra lo destacado en titulares por los medios del sistema, la gran triunfadora ha sido la abstención: el 40,05% de los censados, no han ido a votar. Si añadimos a ésta los votos en blanco y nulos (92.331 y 21.727, 2,94% y 0,69%respectivamente), que representan expresiones de rechazo, éste representa nada menos que 2.209.180 votantes. Sigue resultando un abuso de acuerdo con estas tristes cifras de participación hablar de "soberanía popular".
jueves, 25 de noviembre de 2010
Eleccions autonòmiques: abstenció o vot antiislamització
El diumenge 28 de novembre es celebren eleccions a l'anomenat "Parlament de Catalunya". No es presenten candidatures carlines. El procés electoral en curs --de per sí il·legítim-- està, a més, viciat per la normativa electoral vigent, exemple de totalitarisme, incongruència i corrupció generalitzada. Sigui qui sigui qui afirmi el contrari, no existeix obligació alguna de participar en el mateix: l'abstenció no és solament una opció legítima, sinó segurament la més legítima de totes.
No obstant això, en atenció a les particulars circumstàncies del moment, especialment a l'amenaça que la creixent presència mahometana suposa per a la Fe, per a la tradició catalana i hispànica i per a la convivència civilitzada, la Comunió Tradicionalista considera acceptable que aquells que així ho desitgin exerceixin el seu vot en favor de les candidatures de "Plataforma per Catalunya" (PxC). Encara que aquesta formació presenta alguns plantejaments que els carlins no poden subscriure, la seva decidida oposició a l'expansió mahometana poden fer-la mereixedora dels vots dels tradicionalistes i, en general, dels catòlics conscients.
Novembre 2010
Secretariat Polític de S.A.R. Sixte Enric de Borbó
martes, 23 de noviembre de 2010
Cataluña contra el Islam: Cruzados catalanes contra el turco.
(Con el título al margen que dice "Elogio de los catalanes"): Ni menos se nos hace sensible el deber de pasar en silencio el nombre de cincuenta a sesenta catalanes voluntarios, la mayor parte gente humilde, siendo de diferentes oficios mecánicos, pero generosos en la intención , y fervorosos en los intereses de nuestra Sagrada Religión : dignos a la verdad de la más justificada alabanza , pues que, saliendo del rumbo ordinario de su profesión, vinieron de tan remoto clima a ofrecer sus vidas por la fe: estos, pues, estimulados de su devoción, partieron en diferentes cuadrillas , unos por tierra, algunos por mar , y todos atropellando un monte de dificultades, que suelen ser inseparables de la pobreza en un viaje tan grande, y sin el conocimiento de la lengua , llegaron a la imperial ciudad de Viena...Quede, pues, memoria en esta admirable narración esta acción , que aunque la individualidad no singularice el nombre de estos devotos y valerosos españoles, no por eso deja de vocear sus hechos la fama, teniendo el digno asunto de aplaudirlos en los Anales, que conserva su permanente Templo, ya que hicieron la peregrina azaña de venir de tan lejos, y ejecutar lo que era tan distante de su profesión"
(Narciso Feliu de la Peña: Anales de Cataluña, vol III, pp. 387-388); tomado de "La Tradición Catalana en el siglo XVIII ante el absolutismo y la ilustración, de Francisco Canals Vidal"
sábado, 20 de noviembre de 2010
Fueros y patriotismo (III)
En defensa de los Fueros (I)
En defensa de los Fueros (II)
lunes, 15 de noviembre de 2010
¡Ah! si yo hubiera estado allí
Lo mismo nos pasa, en cierta medida, con las generaciones que han precedido a los grandes desastres de nuestra historia: ¿Cómo pudieron los habitantes de la España visigoda permitir la invasión musulmana, sin apenas resistencia? ¿Acaso no nos sublevamos también ante la inacción de quienes permitieron la segunda república o consintieron con la “transición” hace tan pocos años? “¡ah! si yo hubiera estado allí”.
Pues, no te quepa la menor duda: hoy estás allí. Allí donde puedes demostrar tu capacidad de entrega y sacrificio. Basta con mirar alrededor, hoy que en nuestra patria, los poderes liberales y socialistas destruyen cuanto queda de sanas costumbres, se aprestan a fragmentar nuestra patria y emplean todos sus medios para desarraigar los últimos restos de catolicismo. Basta con ver, en calles y barrios, cómo crece la marea islámica, dispuesta a dominar nuestra sociedad con su ley cruel y primitiva, haciendo valer hipócritamente los supuestos derechos humanos, que ellos mismos desprecian. Basta ver cómo tantos eclesiásticos, que empiezan a sentir consternación por todo ello, en vez de animar a los católicos, no se les ocurre sino “ir al encuentro de la laicidad” y promover un multiculturalismo no fundamentalista. Palabrería vana que sólo sirve para acrecentar la perplejidad de los fieles y regocijar a socialistas, separatistas e islamistas.
Frente a estos peligros inminentes -y no son los únicos- sólo cabe volver a la doctrina sintetizada en el lema de Dios, Patria Fueros y Rey. Doctrina que reúne la sabiduría clásica de occidente con la Revelación Cristiana, y bajo cuya inspiración han podido los españoles mantener la fe, la unidad y la independencia de su patria, tanto contra las tendencias disgregadoras y totalitarias, como contra el siempre amenazador poder musulmán. Melchor Ferrer decía que las épocas de debilitación del carlismo siempre han coincidido con los mayores avances de la revolución y han precedido a los grandes desastres españoles en los últimos siglos. Y, presentados los ejemplos de la revolución de 1854, de 1868 y de la segunda república, concluye: “mayor es el período de crisis del carlismo y mayor es el estrago revolucionario. Esto es lo que enseña la historia”. Si es verdad lo que dice el egregio historiador, los males que nos acechan deben de ser gravísimos, porque el carlismo arrastra una larguísima crisis, que la Comunión Tradicionalista se ha propuesto superar. Para ello tiene el carlismo que fortalecerse y propagarse, pues las nuevas generaciones lo desconocen por completo. En vuestras manos está hacerlo, porque la falta de esfuerzo en los carlistas y la ausencia de medios son las causas de tanta limitación.
Volvamos a la ingenuidad juvenil que deseaba “estar allí”; depurémosla de todo afán de notoriedad y entreguemos esfuerzo, trabajo y bienes, conforme a nuestras posibilidades. Porque, sea cual fuere el resultado, no hallará el alma mejor bálsamo en las futuras tribulaciones que decir: “cuanto pude hice; a nada más se me podía obligar”.
sábado, 13 de noviembre de 2010
En defensa de los Fueros para todos los pueblos de las Españas (II).
Despues de haber expuesto así la objeción, el mismo Nocedal contesta ampliamente a ella: "¡Burla sangrienta! ¡Horrible sarcasmo! Eso dicen los que han destruído la unidad católica, la unidad moral, la unidad intelectual, la unidad política, la unidad social y económica...Destruyen todos los elementos, ciegan todas las fuentes de verdadera unidad social grande y fecunda, que no excluye la variedad secular e ingénita de varios organismos, despedazan y disuelven las sociedades, y quieren poner remedio al daño que hacen agarrotando, como fardos o líos, a los pueblos.
Cuando os digan y encarezcan las excelencias de la unidad, respondedles que la unidad no consiste en que todos tengamos la misma fisonomía, el mismo carácter, hábitos idénticos, un solo uniforme e igual manera de proceder y vivir; que si eso fuera unidad, y semajante unidad fuera necesaria, no habría sociedad política más perfecta, deseable y necesaria que el falansterio de Fourrier. Respondedles que una cosa es la unidad y otra la uniformidad, que el universo es uno y vario, que no hay en todo él dos cosas que la naturaleza haya hecho con la misma horma ni en el mismo molde; que no se concibe , sin embargo, más grande y maravillosa unidad; y que la unidad social y política de que tratamos es algo que está más alto, es algo más noble y poderoso de lo que ellos se imaginan. Decidles que con esa unidad contrahecha que ellos pregonan y procuran...se quebrantan , se rebajan y se rompen los verdaderos vínculos sociales, y los pueblos modernos visiblemente están dividiéndose, deshaciéndose y caminan y están próximos a la completa disolución. Decidles que, al contrario, nuestros antiguos reinos y condados...diseminados y diversos...a pesar de todos los motivos que mantenían y de todas las pasiones que fomentaban y ahondaban la desunión..., fueron venciendo todos los obstáculos, rectificando todos los yerros y caminando hacia la unión..., hasta que todos unidos entraron en Granada, a coronar con la expulsión de los moros la unidad de la Fe, la unidad de la Patria, con un altar, un cetro y una bandera, y la expléndida variedad de sus fueros y libertades"
(“El Tradicionalismo político español y la Ciencia hispana” de Marcial Solana. 1951)
En defensa de los Fueros para todos los pueblos de las Españas (I).
jueves, 11 de noviembre de 2010
Las Juventudes Tradicionalistas en campaña por las Españas (II)
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Campaña de propaganda de las Juventudes Tradicionalistas por todas las Españas (I)
Libros que hay que leer
Denso volumen de 224 páginas, pero bien organizado (con dos espléndidos índices, sumario y onomástico) y de lectura indispensable para nuestros días, se publica en la colección Prudentia iuris (número 20, serie media), con el patrocinio de la Fundación Francisco Elías de Tejada y del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II; ha contado también con el sostén de la Fundación Speiro.
Ayuso, Miguel (ed.), Estado, ley y conciencia. Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales S.A., Madrid 2010. Cartoné, 22 x 16 cm. 224 páginas. ISBN 978-84-9768-805-5. Depósito Legal M-35862-2010. PVP 24,00
Ramón García Montes, Roche, responde a un arquetipo relativamente común en el mundo hispano convulsionado por el asentamiento de las estructuras institucionales liberales y revolucionarias, lo que hace que muchos combatientes tradicionalistas, ante la lejanía de la frontera, opten por mantenerse en el interior de España pero al margen de las autoridades de la usurpación revolucionaria. Allí esperarán el momento adecuado para volver nuevamente al alzamiento general. Con el único ánimo de subsistir practicaron excepcionalmente algún acto de pillaje, pero jamás hicieron de ello su modus vivendi. Lo que contrastaba con otros bandidos que han pasado a la posteridad por sus actividades puramente criminales, no pocas de ellas a sueldo de los liberales, como el caso del Chato de Enguera. Ese arquetipo, desfigurado en cierto modo por la confusión que el romanticismo emanó por su idealización del bandolerismo, es el encarnado por Roche en las sierras de La Mancha de Montearagón (en la actual provincia de Albacete), como fue encarnado también por Tomás Peñarrocha, El Groc, en el Maestrazgo o Gregorión en La Montaña. Y que fue novelado magníficamente por Marià Vayreda en La Punyalada. Sus nombres han pasado a la Historia y a la intrahistoria con la etiqueta de "bandidos", lanzada por sus enemigos, al igual que en el Reino de Nápoles así se llamó a los que defendían la Tradición frente a la unificación garibaldina. Adjetivación esta que no les hace justicia.
Con este libro se pone al personaje en su verdadera dimensión. En contra de lo que podría deducirse del título del libro nos encontramos ante la verdadera historia de Roche, con el estudio más detallado y riguroso que hasta la fecha se ha hecho de su figura. Y así lo pone de manifiesto en el prólogo don Victoriano Polo García, catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Murcia y biznieto de Roche: "El resultado de la investigación es admirable, objetivo y bien centrado. El protagonista perfila su figura poco a poco, apoyado en los datos de la documentación abundante y bien discernida, proyectado su primer plano en el fondo ambiental de la época y la zona que conoció sus aventuras y andanzas. [...] Los familiares del coronel carlista D. Ramón García Montes recibimos con agradable sorpresa el fruto intelectual y erudito, del minucioso y brillante trabajo de la profesora Ortiz".
El libro menciona entre sus fuentes documentales el artículo del carlista albaceteño Javier Verdejo publicado en el desaparecido cuaderno de bitácora Albacete Carlista, del Círculo Marqués de Villores, "Ramón Roche, carlista irreductible de la sierra de Liétor", así como otras fuentes manejadas en el citado artículo. Además es destacable la labor de recopilación de la riquísima tradición oral (debidamente separado el mito de la realidad) emanada de los pueblos en que actuó Roche, la documentación de los expedientes civiles (de cómo las autoridades liberales se empeñaban en indagar sobre las ideas de las gentes, pese a consagrar teóricamente la libertad de pensamiento) y militares de Roche. Estos últimos tienen una gran importancia, pues los propios enemigos reconocen el enorme valor y las virtudes militares de Roche. Por último es igualmente reseñable el destacable archivo gráfico de fotografías familiares y lugares. La introducción que se hace sobre la historia del Carlismo es además bastante aceptable, con abundante documentación gráfica sobre los Reyes carlistas.
Se puede solicitar el libro a través de la web http://lopezmegias.com/
Ortiz López, Mª Jesús, La verdadera historia (si es que alguna historia es verdadera) de Ramón García Montes, Roche. De coronel carlista a bandido forzado, en tierras de Alicante, Albacete y Murcia. Prólogo de Victorino Polo García. Imprime: Diego Moreno. La Alberca (Murcia), 2010. ISBN 978-84-613-6751-1. Depósito Legal MU-246-2010. PVP 12,00 â¬
martes, 2 de noviembre de 2010
Jaime Balmes y el Carlismo.
Centenario de Balmes. Vida y tiempo histórico. Don Ángel David Martín Rubio.
A partir de 1844 Jaime Balmes dirigió la revista política El pensamiento de la nación, en la que desarrolló todo su ideario: monarquía con verdadero poder político, reunir a todos los españoles en un programa que colocara los intereses nacionales por encima de los de partido y que representara verdaderamente los intereses de los españoles y restablecer las relaciones con la Santa Sede después de reparar, en lo posible, las consecuencias de las leyes de desamortización. De todas las campañas que dirigió desde la revista, la mas famosa fue la de intentar que se celebrase un matrimonio entre Isabel llamada II y Carlos VI, Conde de Montemolín, el plan más ambicioso de su carrera política, y también su mayor fracaso.
El Partido Carlista
Barcelona 8 de octubre
(Publicado en El Pensamiento de la Nación. Número 141, páginas 646-646. Madrid, miércoles 14 de octubre de 1846).
(...)
EL PENSAMIENTO DE LA NACIÓN está muy interesado en la resolución de la duda, porque si se pudiese probar que el partido carlista está muerto, como durante tan largo tiempo hemos estado predicando la conveniencia y necesidad de la unión con dicho partido, resultaríamos culpables de haber querido unir un vivo con un difunto, lo que es un suplicio horrible que no se usa en nuestros días. Así es muy natural que nos ocupemos de una cuestión, que si para otros puede serlo de mera curiosidad, para nosotros es de la mayor importancia, supuesto que en ello se interesa el fundamento de nuestro sistema político. Si el partido carlista fuese un partido muerto, inútil habría sido arrostrar dificultades para el enlace de la Reina con el conde de Montemolin.
Además, que tampoco creemos que la cuestión en sí misma carezca de importancia. El príncipe proscrito acaba de declarar en su proclama o manifiesto, que piensa llevar al campo de batalla sus pretensiones al trono: buscar, pues, si el partido carlista está muerto o vivo, es buscar si el citado documento es un papel insignificante, o si es digno de llamar la atención de los que se interesan por la tranquilidad de la España.
Tratándose de la vida o de la muerte, de la juventud o de la vejez, de la fuerza o de la debilidad de los partidos, se pueden entablar disputas interminables; pero estas se cortan pronto, si se lleva la cuestión al verdadero terreno: los hechos.
¿Cuál era la vida del partido carlista durante la guerra? Esto se puede calcular teniendo presentes los elementos a que resistía. Estos eran los siguientes:
Un gobierno establecido, dueño de todas las capitales, de todas las plazas fuertes y que disponía de los recursos de toda la nación.
La cuádruple alianza, que por más que se diga no fue estéril para la causa de la Reina, sino muy importante, y una de las principales causas de su triunfo.
Véanse sus efectos.
—Una legión inglesa.
—Una legión francesa.
—Una legión portuguesa.
—Los almacenes de Francia y de Inglaterra abiertos para cuanto se necesitase.
—Las escuadras inglesas vigilando las costas, impidiendo desembarcos de armas y pertrechos para los carlistas, y auxiliando materialmente al ejército de la Reina en las costas de Bilbao y San Sebastián.
—La policía francesa impidiendo largas temporadas (según el humor) la introducción de armas, caballos y demás efectos de guerra; internando, y muy frecuentemente encarcelando a los carlistas.
A propósito de encarcelamientos, no podemos pasar por alto una observación nos ha ocurrido repetidas veces. Se han oído muchas quejas contra el gobierno francés por su poco celo en el cumplimiento de la cuádruple alianza: estas quejas son muy injustas. El gobierno francés se ha resignado a un sacrificio, si no mas costoso materialmente, al menos más sensible para los corazones generosos: el de perseguir a los desgraciados que reclamaban un asilo en nombre de la hospitalidad. Se comprende que un gobierno aliado no consienta que los emigrados se organicen y reúnan aprestos de guerra para invadir el país vecino; pero no se comprende cómo hay un gobierno que quiera encargarse de hacer la policía por otro, aun en las fronteras más distantes, y que niegue a unos los pasaportes, y encarcele [643] a otros, y ponga grillos a estos, y se apodere de los papeles de aquellos, y registre equipajes, y rompa cerrojos, y haga en fin todo lo que podría hacerse si se tratase de una conspiración contra la seguridad propia. Repetimos que esto no se comprende; que esto lo haría muy difícilmente cualquier otro gobierno de Europa; que la generosidad del pueblo francés ha de verlo con mucho desagrado, y que son muy injustos los que se han quejado y se quejan aún del poco celo del gabinete de las Tullerías. Esto no se prueba, se siente; porque hay cosas que el corazón rechaza instintivamente, sin necesidad de raciocinio.
Hablad de la guerra pasada, y no hallaréis un carlista que no se lamente de la falta de recursos. Cabrera aun en los días de su mayor pujanza, tenía mucha gente que no podía llevar al combate, por carecer de armas. En la expedición de Gómez; de Zaratiegui, en la de Don Carlos, y en todas, lo que faltaba no eran hombres, sino armas. Si la Inglaterra y la Francia se las hubiesen proporcionado, o les hubiesen permitido proporcionárselas, ¿qué habría sucedido?
La superioridad de los ejércitos de la Reina, cuando la tenía, dimanaba casi siempre de la mayor abundancia de recursos. Hacía más de un año que los carlistas de Cataluña campeaban libremente por el principado, y hasta habían obtenido ventajas de mucha consideración, y todavía estaban faltos de artillería, sin tener más cañones que alguno de madera. La misma expedición de Don Carlos se estrelló en el pueblo de Sampedor, por no tener una miserable batería para derribar tapias. El general Córdova, y cuantos militares han hablado de la materia, han estado acordes en la conveniencia y necesidad de basar las operaciones sobre esta diferencia de medios, de atraer a los carlistas a un terreno, donde esta falta no pudiese suplirse ni con el número, ni con el valor personal, ni con las simpatías del país.
En cuanto al apoyo que la causa de Don Carlos encontraba en muchos puntos de la monarquía, he aquí algunos hechos que la justifican de una manera palpable. Las tropas de Don Carlos podían maniobrar escogiendo la unidad que bien les pareciese: un ejército, una división, un batallón, una compañía, hasta un individuo; pues que un carlista solo recorría con su fusil una grande extensión de país, sin riesgo ninguno; cuando los generales de la Reina debían siempre andar con la mayor circunspección en sus marchas, si no querían exponer sus columnas sueltas a descalabros que no siempre pudieran evitar. ¿Y qué diremos de los víveres? Las tropas de la Reina debían llevar consigo sus provisiones, sopena de morirse de hambre; y los carlistas vivían en todas partes sin más recursos que los del país. Se dirá que los unos vejaban y que los otros no; pero este es un vano efugio: los que sabían de vez en cuando incendiar los pueblos y las mieses, bien habrían sabido tomarse los víveres: los escrúpulos de conciencia no llegaban a tanto. Las razones de esta diferencia deben buscarse en la diferencia de relaciones que con el país tenían los ejércitos beligerantes: hablen todos los generales que hicieron la guerra; y hable sobre todo la memoria del malogrado general Córdova, que con tanta claridad y exactitud fijó el verdadero carácter de esta guerra, y cuya previsión justificaron tan plenamente los sucesos posteriores.
Un partido que resiste durante siete años a un gobierno establecido, y poderosamente [644] auxiliado por tres potencias; un partido cuyos soldados brotan del país, viven en el país, y no son nunca rechazados por el país; un partido que a pesar de tantas contrariedades no puede ser vencido, después de tan encarnizada lucha, como se ha confesado recientemente, y que además no necesita de confesión de nadie porque es más claro que la luz del día; este partido debía tener grandes elementos de vida.
Ha muerto después, se dirá; ¿y dónde? ¿no recordáis el significativo artículo publicado hace pocos días por un periódico progresista, La Opinión? ¿Por qué ha muerto? ¿Cuáles son las causas que le han reducido a tamaña nulidad? Decía que el príncipe en su manifiesto ha abjurado los principios del partido carlista, y que esto mata al partido; ¡qué contradicción! Hasta ahora se había dicho que los partidos reaccionarios, morían porque no aprendían ni olvidaban, y ahora se dice que el partido carlista muere porque aprende y olvida...
Un medio había para matar al partido carlista; el más sencillo: gobernar bien, hacer sentir a los pueblos las ventajas de los sistemas innovadores. ¿Se ha hecho?
Para todos los hombres juiciosos bastan y sobran los hechos y las reflexiones que acabamos de consignar, por lo que vamos a dar otro giro al discurso; entrando en consideraciones de un orden diverso. Llamamos sobre ellos la atención de los que se interesan por la tranquilidad del país.
Claro es que los amigos del actual orden de cosas están interesados en atenuar la gravedad e inminencia de los peligros, y así es muy natural que aparenten dar poca importancia a lo que ellos apellidan las impotentes maquinaciones de los partidos extremos. Bueno será, sin embargo, que no lleven las cosas hasta la exageración, teniendo presente la sabia máxima: ne quid nimis. A fuerza de sostener que la revolución ha muerto, y el carlismo también, podrían llegar a persuadir a ciertos dependientes menguados, que es lícito cebarse en la persecución de los partidos extremos, como se ceban los buitres en los cadáveres. Esto es peligroso: es una máxima militar y política, el que nunca se debe reducir al enemigo a la desesperación. No diremos hasta qué punto podrán encontrar eco los partidos, ni las excitaciones revolucionarias, ni los llamamientos del conde de Montemolin; pero estamos seguros, muy seguros de una cosa, que enseñan de común acuerdo la razón, la historia y la experiencia, y es que podrá muy bien suceder que los mejores auxiliares de la revolución y del conde de Montemolin, sean algunos imprudentes servidores del gobierno de la Reina. Tal miserable que recibirá su salario para vigilar la conducta de ciudadanos pacíficos; algún jefe de una partidita que estará encargado de ahogar las insurrecciones en su cuna; algún comisario demasiado celoso y activo, que importunará sin necesidad a hombres pundonorosos; estos y otros servidores semejantes, podrán sembrar la alarma entre los conocidos por opiniones progresistas o carlistas; podrán hacerles creer que no están seguros, aunque no conspiren, y cuando esta creencia se difundiese, ¿qué podría suceder?
Todavía no se ha podido olvidar lo que sucedió en la última guerra civil. ¡Qué bandos tan terribles! la palabra de muerte se hallaba escrita en todos los artículos. ¡Qué fusilamientos en todas partes! ¡Qué prisiones! ¡Qué confinamientos! ¡Qué destierros! Y sin embargo, ¿qué se adelantó con esto? nada, absolutamente nada. Lo que se hizo fue perder mucho terreno; y disponer de [645] tal suerte las cosas, que si D. Carlos hubiese tenido consejeros más atinados y previsores, su causa habría triunfado por los mismos errores de sus enemigos.
Recuérdese lo que sucedió en Cataluña. Todo estaba perdido; y la política del barón de Meer sostuvo la causa de la Reina. ¿Y cómo? con la severa disciplina en el ejército; con órdenes terminantes para que no se insultase a nadie; con un cuidado extremo para que los pueblos no fuesen molestados; con poner centinelas en las casas de campo, para evitar hasta los pequeños desmanes de los soldados durante el tránsito de una columna; con tratar humanamente a los prisioneros; con restañar la sangre en las ciudades, ya que por desgracia estaba corriendo en los campos. Testigos fueron del resultado cuantos se hallaron a la sazón en Cataluña.
La exasperación de los ánimos se calmó de una manera notabilísima. Los hombres más influyentes del partido carlista conocieron que les hacía mas guerra el barón de Meer con su proceder suave, que con su pericia militar. Sea cual fuere la opinión que tenga el partido progresista de la conducta que con respeto a él observó este general, es indudable que en el campo y en las poblaciones subalternas, los efectos de su comportamiento fueron altamente favorables a la causa de la Reina.
Bien sabemos lo que se dice en tales casos: que es necesario atajar el mal en sus principios; que conviene cortar los hilos de la conspiración cuando comienza a urdirse; que al fin, el mayor daño que puede resultar a los que sean inocentes, es el estar encerrados en un calabozo por algún tiempo, por vía de precaución. Pero este lenguaje, sobre ser el idioma de la tiranía, es el de la imprevisión, el de la ceguera. Cuando se han encarcelado o deportado cuatrocientas o quinientas personas, no se ha llegado a más que a una pequeñísima porción de un partido. Los partidos, en tiempos agitados y revueltos, son demasiado grandes para que puedan caber en una cárcel por vía de precaución. Lo que se hace con esta conducta es alarmar, agriar, exasperar; cada individuo tiene su familia, sus parientes y amigos; y cada cual piensa que le puede suceder mañana a él mismo lo que ve que está sucediendo a otros; y tal ciudadano que viviría pacífico en su casa, podrá convertirse en un soldado tanto más temible, cuando a mas de pelear en defensa de sus principios, buscará en el combate la venganza de sus agravios.
Cuando el gobierno superior lanza desde su altura órdenes fulminantes, y que pueden dar origen a la arbitrariedad, no comprende por lo común, lo que serán sus providencias, cuando se llegue a los pormenores de la ejecución. El gobierno escribirá las palabras de sospechosos o desafectos, sin considerar que estas palabras van a despertar en el último rincón de la península todas las malas pasiones, venganzas personales, rivalidades mezquinas, miras codiciosas, instintos brutales; todo se resuelve y se pone en movimiento, y presenta un espectáculo deplorable. Tal escribiente de una oficina de policía mira con insultante desdén a una persona respetable, y le maltrata de palabras, y le amenaza. Tal comandante de armas, un capitán por ejemplo, u otro cualquiera, que salido de la oscuridad se asombra de verse revestido de facultades extraordinarias, ejerce las funciones de su pequeño bajalato, y se creería poco activo y demasiado condescendiente, si no expidiera todos los días algún pasaporte de confinamiento, o no metiese en la cárcel, a ciudadanos [646] pacíficos, remitiéndolos luego a disposición de la superioridad ; y quizá tal hombre infame, hambriento de oro, acecha la ocasión de arrojarse sobre una víctima para obligarle a redimir la vejación, y arrebatarle cruelmente el fruto de los sudores de toda la vida, la esperanza de su familia. No, no comprenden bastante los gobiernos lo que significa el entregar a los pueblos a disposición de la arbitrariedad; no comprenden bastante en qué se convierten sus providencias cuando llegan a ser ejecutadas; y por esto se hallan a menudo con resultados diametralmente opuestos a los que se habían prometido; por esto ven que las insurrecciones en vez de atajarse progresan, y que las pequeñas chispas se dilatan, y llegan a ser grandes incendios.
sábado, 30 de octubre de 2010
En defensa de los Fueros para todos los pueblos de las Españas (I).
“¡El argumento es donoso!, responde Nocedal. Pero vamos a cuentas: o esa región tiene título y derecho notorio a disfrutar esas ventajas (de los fueros) o no; si no los tiene, por ahí se ha de empezar, por negarle el derecho y el título de que carece; pero si evidentemente los tiene, como sucede en el caso de que se trata, no hay que hacer sino respetarlos, sin que nadie pueda quejarse por eso, que quien usa de su derecho a nadie agravia...Eso no es un argumento, es un horrible sarcasmo. Porque el Estado moderno, continuando la obra comenzada por el absolutismo en el siglo pasado, ha ido despojando a las regiones forales de sus fueros, a las demás de los útlimos restos que aun conservaban de sus tradiciones seculares, para ajustarlas todas al patrón y las nuevas formas mal traducidas del francés; y es, burla sangrienta y escarnio insufrible que la desigualdad por él causada contra toda razón y justicia le sirva de argumento para persuadir a sus nuevas víctimas que se dejan despojar de buena gana y voluntariamente cooperen a la obra de iniquidad y destrucción...Como el argumento adquiere fuerza incontrastable es volviéndose contra quien lo emplea. Porque si reconoce que los fueros y libertades, contra quien quiere acabar, son un bien (y por eso dice que trata de abolirlos, para que no tengan unas provincias bienes de que carecen otras), lo justo, lo equitativo y lo patriótico no es aumentar la desgracia de las que, por rara excepción, gocen todavía de algún resto de su bien pasado, sino procurar aumentárselo y hacer igualmente dichosas a las demás: igualdad que en España se conseguiría sin protestas ni conflictos, ciertamente, antes con vítores y aplausos, no acabando de arrebatar sus fueros y exenciones a las que todavía conservan rastros de ellas, sino devolviendo y aumentando sus libertades y franquicias a las que injustamente y contra su voluntad las perdieron . ¿O es que los partidos liberales reconocen y confiesan que ellos no están en el poder para hacer igualmente felices, sino por igual desventurados, a todos los reinos, regiones y provincias de España y a todos los españoles?
(“El Tradicionalismo político español y la Ciencia hispana” de Marcial Solana. 1951)
viernes, 29 de octubre de 2010
Fiódor Dostoyevski: El totalitarismo del estado moderno.
Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov
Un "Estado feliz" de control, corrupción y aborregamiento.
La destrucción del matrimonio y la familia, camino a la nueva esclavitud del Estado Servil.
jueves, 28 de octubre de 2010
Tareq Aziz, condenado a muerte: los crímenes del Nuevo Orden Mundial.
(Noticia de la Agencia Faro)
sábado, 23 de octubre de 2010
El liberalismo enemigo de España.
P. Maestro don Fray Albino González y Menéndez–Reigada, Obispo de Tenerife. “Los enemigos de España”. La Laguna -1939.
miércoles, 20 de octubre de 2010
Ética y negocios: El nacimiento de las plutocracias.
Desde la promulgación del Edicto de Milán por el Gran Emperador Constantino en el curso del año 313 d.C hasta la agonía del Imperio Hispánico durante el siglo XIX, todo Occidente adhirió a una Declaración de Deberes del Hombre que el catolicismo acababa de formular con la confirmación de la Ética de los X Mandamientos , reinterpretada a la luz de los Evangelios; era la aceptación de una verdad que en vez de surgir del consenso lo provocaba con la consigna del "Amaos los unos a los otros como yo os he amado".
De ahí que para su cumplimiento el hombre debiera disponer de cierto tipo de libertad, que así concebida revelaba ser tan sólo un "medio" orientado a permitir al hombre el ejercicio de derechos condicionados por el bien común, dentro del marco del "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (...)
En cambio, las nacientes Repúblicas Democrático-Capitalistas se adhirieron a una misma y fundamental corriente que brotando de la herejía protestante se vería nitidamente cristalizada por primera vez en la Revolución Inglesa de 1688, sus principios serán los mismos que inspiren los de la Norteamericana de 1776 y los de la Francesa de 1789, al menos en su versión Girondina (...)
Estas "Luces", que no pasaron de ser los resplandores de las tinieblas de la filosofía materialista de Locke, Montesquieu y Kant, luego magistralmente sintetizada por Hans Kelsen, parten del principio de que la verdad resulta inaccesible al conocimiento humano; de donde deducen que éste tan sólo puede alcanzar a formular "Opiniones". En consecuencia cada cual podrá adoptar la suya propia en tanto que guía para sus acciones y propósitos, a condición de contar con un marco abstracto de Derechos Humanos que le permitan tratar de lograr su alcance , en "libre competencia", con sus semejantes, el dogma de los dogmas de la nueva mentalidad.
Sin embargo este proceso podría naufragar en el caos de la anarquía; no lo hará porque la naturaleza material dispone , según ellos, de una especie de instinto selectivo que le permite ir indefinidamente progresando a través de la supervivencia del "más apto" de acuerdo con el lenguaje que desde Charles Darwin emplean los evolucionistas para designar al "más fuerte" cuya brújula vital sólo puede ser la de la "Utilidad" de sus actos (...) "
Luis Corsi Otárola "Los Realistas Criollos" ed Nueva Hispanidad
domingo, 17 de octubre de 2010
La nueva invasión mahometana.
En aquel escrito se relacionaba el 11-M con la inmigración mahometana. Ahora vamos a comenzar por dicha relación. Para ello hemos de recordar que la “Yihad” o Guerra “Santa” de Mahoma es el medio principal de expansión de su secta y como su carácter es plenamente terrorista, genocida y rabiosamente anticristiano. En el caso de Marruecos, un estado artificial creado por la política des-colonizadora de EEUU en 1956, podemos citar algunos ejemplos de su “vecindad prioritaria” como la agresión a Sidi Ifni (1957), la Marcha Verde, organizada cuando agonizaba F. Franco, o los más recientes atentados del 11 de marzo de 2004, que colocaron al siniestro payaso de ZetaP en el poder.
miércoles, 13 de octubre de 2010
¿Deber de votar?
Desde nuestro punto de vista (…) la participación en las elecciones implica, ante todo, una aceptación de los principios del sistema. Como hemos dicho ya, y hemos explicado en otras ocasiones anteriores, el voto se compone de una opinión –la opción personal- y un acto de voluntad, que no tiene por objeto esa misma opinión, sino, -y esto es lo más grave- la aceptación del resultado del escrutinio. Quien emite el voto –sea electivo sea legislativo –viene a decir: “yo opino que esto es lo mejor, pero en todo caso acepto y quiero lo que del resulte del escrutinio”. Esa es la “volonté générale” del liberalismo. Es decir, votar es aceptar el sistema impuesto, como, en cualquier competición deportiva, el que toma parte en ella, aunque pugne por vencer, acepta las reglas del juego y acepta el resultado que declare el árbitro. Quien no quiera aceptarlo, no debe participar en el juego.
Así pues, también en esto lo que debe tenerse en cuenta es la consideración de la prudencia. Toda la cuestión del llamado “mal menor” debe plantearse como cuestión de prudencia, y, por tanto, casuísticamente, por las diferencias prácticas entre una actuación positiva o una abstención (…) es cierto que la actitud de abstención, perfectamente lícita, tiene un alcance mayor, por cuanto equivale a una repulsa del orden establecido por el poder constituido. En otras palabras: no participar en el sufragio es una oposición no solo a un acto concreto de la potestad, sino a todo el orden establecido por ella. Con todo, no implica un desacato a la potestad misma y, por ello, es lícita la abstención. Esto, aparte de que, como se dice conclusivamente en el estudio antes citado, “la política del mal menor es la política del mal mayor”, por los efectos actuales de la claudicación de principios que tal “política” siempre supone. Solo por el afán de adhesión a las corrientes dominantes de un momento histórico puede explicarse la obcecación doctrinal que ha llevado a una declaración de autoridad que grava tan innecesaria e indebidamente la conciencia de los fieles con el nuevo y supuesto deber de participar en las elecciones, cuando en otras ocasiones moralmente más apremiantes se optó por un desorientador silencio. En el fondo, sería como si se hubiese impuesto a los cristianos de la época de Nerón el deber de participar en los actos oficiales del culto imperial, siempre en virtud del “mal menor”, porque, en efecto, el dominio del emperador romano era “menos malo” que la anarquía que podría ser la consecuencia de la insubordinación contra el orden oficial de la época. Pero es claro que el deber de acatar la potestad de Nerón no conlleva la de aceptar el orden oficial por él impuesto, pues, como hemos recordado, hay que obedecer a Dios más que a los hombres (Hechos V, 29) y no hay diferencia esencial entre la potestad de Nerón y la de los nuevos gobiernos democráticos, cuyo anti cristianismo es, desde luego, mucho menos disculpable que el del ignorante Nerón.
"La violencia y el orden". 1ª edición Pamplona 1987.