Editoriales

martes, 16 de agosto de 2011

Sobre la actualidad del carlismo

RECIBIMOS Y PUBLICAMOS ESTE TEXTO ENVIADO POR UN LECTOR Y COLABORADOR DE EL MATINER CARLI.

Durante su historia, el Carlismo ha experimentado muchas denominaciones. Se hizo llamar partido carlista, partido jaimista, Comunión Católico Monárquica, Comunión Tradicionalista o Comunión Tradicionalista Carlista, según variase su caudillo, o incluso simultáneamente. Sin embargo, todas comparten el depósito de la tradición, es decir, Dios, Patria, Fueros y Rey. Así lo decía Alfonso Carlos I:

Es impropio que nadie se titule tradicionalista fuera de nuestra gloriosa Comunión que es la única con derecho a llevar ese nombre, expresión de su bandera secular; como incomprensible es que pueda haber quienes se digan tradicionalistas y no quieran llamarse carlistas, o que usen el calificativo de carlistas estando fuera de nuestra disciplina.

Los nuestros pueden llamarse carlistas, jaimistas o tradicionalistas, pero siendo leales a mi persona y disciplinados a las autoridades de la Comunión.

Esta nuestra Comunión se llama oficialmente Tradicionalista; pero mucho me alegraré que nuestros Círculos, Juntas, requetés, margaritas y periódicos añadan al nombre de tradicionalistas el de carlistas, como reprobación de los que indebidamente usan el calificativo de tradicionalistas o el de carlistas estando fuera de la Comunión. [1]

El Carlismo nunca se comportó como partido y se rechaza siempre este concepto. Un ejemplo perfecto es Fal Conde, al que se le pidió más de una vez su presentación a las elecciones, con acta de diputado asegurada ―en una época en que la Comunión tenía grupo parlamentario propio― y rechazó la oferta, siendo él Jefe Delegado, por su total desconfianza hacia el parlamentarismo. Sólo en el falso «Partido Carlista» se le consideró así: El primer partido político desde 1833. El objetivo de un partido político es la llegada al poder a través del juego democrático. ¿Alguien se puede imaginar al partido carlista alternándose en el gobierno cual régimen bipartidista y parlamentario al modo liberal?

Y ya que no conviene jugar con las palabras y sus ambigüedades, se erigió el Carlismo en Comunión que en manos de Fal era la lealtad a la dinastía de un lado, y la fidelidad a los principios de otro, crean y mantienen un género de afección y de comunidad, que con ningún nombre mejor se ha denominado que con el de Comunión.

Por otro lado la naturaleza del Carlismo es, en esencia, el tradicionalismo. Sin embargo, y hecho doloroso es, hoy en día a la Comunión Tradicionalista, o Comunión Tradicionalista Carlista, le hace la competencia otra autodenominada «Comunión Tradicionalista Carlista». Olvidando que sin la obediencia al poder legítimo el Carlismo pierde toda efectividad:

Los carlistas leales, seremos carlistas mientras haya Carlismo y Carlismo habrá mientras haya Rey Carlista. Porque el Rey es el primer principio en el orden práctico de todo nuestro sistema ideológico. Los otros principios, aunque de mayor superioridad teórica, no se concibe que puedan propugnarse, faltando a la integridad de Causa que los caracteriza, sin llevar por delante en la acción la sustentación de los derechos legítimos del Rey, institución básica y piedra angular de nuestro credo.

Del Rey abajo, en el Carlismo los hombres no cuentan, no contamos.[2]

La situación actual sería muy parecida a los años anteriores a la II República, con un movimiento tradicionalista fragmentado. Esperemos por tanto que al igual que pasó durante la República se experimente un crecimiento y el retorno a la Comunión. La sedicente CTC tendría que renegar de los sentimientos que provocan su rechazo al Regente. Esta situación lo único que ha traído es confusión y tiempo perdido. Ya es hora que algunos se traguen su orgullo y dejen de apelar a motivos que hieden, como la discusión por la denominación de Comunión Tradicionalista Carlista, sobre la cual aducen que por el registro oficial de partidos políticos, que ellos consiguieron poner a su nombre, sólo tienen derecho a tal denominación ellos en solitario. Es cuando menos triste que aludiendo a un registro hecho ante un poder ilegítimo, se intente negar el uso de ella a la autoridad legítima. (A la misma Autoridad, por cierto, que dio instrucciones para ese mismo registro, a efectos de uso legal, en 1977). O un clericalismo, en algunos momentos exacerbado, que siguiendo la línea de actuación presente del clero y del episcopado, y evitando cualquier crítica hacia la misma, lleva a disparates en el tradicionalismo.

Dejémonos de «valores no negociables»; despleguemos la bandera de Cristo íntegra, completa, sin ninguna clase de atenuaciones. Al presentar un programa mínimo, puede decirse que ya en principio se reconoce la dificultad del triunfo de la verdad completa y la posibilidad del fracaso.[3]

Ya no queda duda de quién está con quién. Lo que no es Tradición es Revolución, y la experiencia nos ha mostrado que el único modelo político de acuerdo a la doctrina social de la Iglesia es el defendido por el tradicionalismo. La Patria ultrajada y agonizante, la sociedad degenerada y la Iglesia destrozada desde dentro y afuera nos invitan a reaccionar.

Al igual que dijo Senante: Yo llamo a que todos vengan con nosotros, aún a aquellos antiguos carlistas que se apartaron de nuestra Comunión. Si en mis palabras ha habido ofensa para alguien le pido perdón Y quiero terminar pidiendo a todos que nos unamos en lo grande, aunque hayamos de pisotear lo personal.[4]


[1] Manuel J. Fal Conde. Puesta la fe en Dios y mirando a la Patria. Carta de Don Alfonso Carlos a Fal Conde sobre la denominación de la Comunión Tradicionalista (19 julio 1935) Pp. 74-75.

[2] Idem. Carta de Fal Conde a Melchor Ferrer sobre su cese en la Jefatura Delegada de la Comunión.(16 agosto 1955) Pp. 109-110.

[3] Verdadera doctrina sobre acatamiento, obediencia y adhesión a los poderes constituidos, y sobre la licitud de la resistencia a los poderes ilegítimos y de hecho. Manuel Senante. Pp. 12-13

[4] Idem, Pp. 48-49.

1 comentario:

  1. La única "sedicencia" es la de quien sin la historia y el derecho de su parte pretende arrogarse el nombre histórico de Comunión Tradicionalista. El hecho doloroso es la de quienes -da igual cuál sea el motivo- siempre están prestos a descalificar al resto de los carlistas por cualquier motivo: les echan en cara los mismos errores que perdonan a sus enemigos, desacuerdo en la estrategia, lado del que se calza la boina..., como antaño hacía la camarilla de los puros o apostólicos con el resto de los carlistas, pobretones ellos, que advenedizos del bando liberal en la III Guerra, no podían ser admitidos de ninguna manera en las filas de la Tradición.

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