Paréceme interesante traer a esta encuesta la palabra de la Tradición de las Españas, ya que es una de las voces cuyo resonar compuso la alegría limpia y española del 18 de julio.
Para la Tradición de las Españas es "Popular" aquella política en que se gobierna CON el pueblo.
Porque hay tres posturas:
A- El liberalismo democrático. Sostiene que el Poder viene del pueblo y que todo orden político está establecido ahistóricamente, abstracta y racionalisticamente POR la voluntad en un arranque incoherente y momentáneo, sea através de plesbiscitos generales o de elecciones específicas. Es la actitud que en realidad desconoce qué sea el pueblo, por que lo reduce a la noción amorfa y pulverizada de lo que Francisco Suárez llamaría "multitud", coexistencia inorgánica que nada tiene de común con la sociedad independiente y membrada, integrada por comunidades autárquicas y libremente constituidas que es la verdadera calidad del pueblo.
B-El totalitarismo, desde los absolutismos de cuño protestante basados en la secularización de la idea del carisma a los totalitarismos del siglo XX, tanto en las oligarquías fascistas cuanto a las comunistas. Sustentan que el Poder viene irracionalmente, caprichosa y oscuramente desde un plano ajeno al común de la sociedad, gobernándose PARA el pueblo pero SIN el pueblo, niño torpón carente de educación política y de tino para saber qué le conviene. Esta actitud suprime lisa y llanamente todo lo que no sea el agente que de hecho manda, no estimando al pueblo ni en su acepción verdadera ni en la falsa acepción liberal de la multitud desorganizada.
C-El pensamiento tradicional de las Españas. Defiende que el Poder viene de Dios A TRAVÉS del pueblo y que su ejercicio ha de tener lugar CON el concurso del pueblo.
Es la teoría de las dos representaciones políticas, con arreglo a la cual todo Poder viene de Dios; por derecho natural, el Poder encarna en la comunidad por el mero hecho de existir ésta, cediéndole ésta en un acto de derecho positivo e histórico a una institución de uno, de pocos o de muchos (legitimidad de origen), la cual será legítima mientras gobierne dentro de los principios del derecho natural (legitimidad de ejercicio). Ahora bien, la comunidad que así cedio permanentemente su poder de gobierno a una institución, resérvase el frenar y tomar cuentas de su ejercicio a través de otras instituciones que representen los intereses del hoy frente al Poder encarnado en la institución que gobierna.
Tal fúe en la monarquía tradicional de las Españas la doble representación: del Rey cuyo Poder no viene del pueblo de hoy, porque representa la voz de los muertos y de los que nacerán, o sea, la permanencia misma de la Patria; y de las Cortes, que representan la regulación del ejercicio de aquel Poder real, independiente de ellas, desde el punto de los intereses de la coyuntura histórica. Por eso las leyes las hacía el Rey, siendo redondamente falso cuanto especuló el canovismo decimonónico y sus secuaces actuales sobre una participación de las Cortes en la potestad legislativa; lo que las Cortes hacían era exigir buenas leyes y procurar que fuesen cumplidas, pero desde fuera de la potestad legislativa, manejando el arma de su potestad de conceder o denegar dineros; poseían una potestad económica capaz de influir en la legislativa, pero jamás potestad legislativa propiamente dicha, que estuvo reservada exclusivamente al Rey.
La cumbre del pensamiento político hispánico es el riquísimo de la Cataluña clásica y dentró de él la ocasión de Caspe. Allí se ve al Poder real cosa distinta de las Cortes, que son la voz del pueblo. Cuando los reinos de la corona aragonesa vierónse huérfanos de monarca, transformándose sus Cortes en Parlamentos, jamás pensaron que fuese facultad del pueblo elegir rey, tal como resultaría de aplicar la regia liberal de que el poder se establece POR el pueblo en Cortes, sino que plantearon certeramente la cuestión como problema jurídico y no político de RECONOCER el sujeto concreto de aquel Poder real que de las Cortes no emanaba; y una vez resuelta la cuestión, cuando hubo un Rey RECONOCIDO por los compromisarios jueces y no CREADO políticamente POR elección del pueblo, reasumieron por entero su función propia: procurar que Fernando I legislase y gobernase rectamente.
En el fondo, la entera cuestión redúcese a tres posturas antropológicas; el liberalismo parte del optimismo, niega la sociedad organizada, prescinde de la Historia y juzga ser Popular el gobierno POR la multitud que los demócratas apellidan arbitrariamente pueblo; el totalitarismo arranca del pesimismo antropológico y cree son los humanos tan necios que lo oportuno será gobernar PARA ellos pero SIN ellos, desde el funesto Carlos III a las dictaduras del proletariado que preparen la "felicidad" marxista; el tradicionalismo de las Españas estima que el hombre es un ser falleciente y en consecuencia defiende haya un Poder que por encarnar en una institución no está sujeto a las avalanchas contradictorias de cada huracán pasional de las gentes, pero que sin perder su independencia institucional gobierna CON el concurso de los representantes del pueblo verdadero, esto es, de la sociedad organizada y libre: organizada frente al liberalismo, libre frente al totalitarismo.
Respuesta de Francisco Elías de Tejada. Pueblo, Encuesta de tercera página, 21 de Febrero 1961.
La Comunidad orgánica frente al "hormiguero" individualista liberal
Para la Tradición de las Españas es "Popular" aquella política en que se gobierna CON el pueblo.
Porque hay tres posturas:
A- El liberalismo democrático. Sostiene que el Poder viene del pueblo y que todo orden político está establecido ahistóricamente, abstracta y racionalisticamente POR la voluntad en un arranque incoherente y momentáneo, sea através de plesbiscitos generales o de elecciones específicas. Es la actitud que en realidad desconoce qué sea el pueblo, por que lo reduce a la noción amorfa y pulverizada de lo que Francisco Suárez llamaría "multitud", coexistencia inorgánica que nada tiene de común con la sociedad independiente y membrada, integrada por comunidades autárquicas y libremente constituidas que es la verdadera calidad del pueblo.
B-El totalitarismo, desde los absolutismos de cuño protestante basados en la secularización de la idea del carisma a los totalitarismos del siglo XX, tanto en las oligarquías fascistas cuanto a las comunistas. Sustentan que el Poder viene irracionalmente, caprichosa y oscuramente desde un plano ajeno al común de la sociedad, gobernándose PARA el pueblo pero SIN el pueblo, niño torpón carente de educación política y de tino para saber qué le conviene. Esta actitud suprime lisa y llanamente todo lo que no sea el agente que de hecho manda, no estimando al pueblo ni en su acepción verdadera ni en la falsa acepción liberal de la multitud desorganizada.
C-El pensamiento tradicional de las Españas. Defiende que el Poder viene de Dios A TRAVÉS del pueblo y que su ejercicio ha de tener lugar CON el concurso del pueblo.
Es la teoría de las dos representaciones políticas, con arreglo a la cual todo Poder viene de Dios; por derecho natural, el Poder encarna en la comunidad por el mero hecho de existir ésta, cediéndole ésta en un acto de derecho positivo e histórico a una institución de uno, de pocos o de muchos (legitimidad de origen), la cual será legítima mientras gobierne dentro de los principios del derecho natural (legitimidad de ejercicio). Ahora bien, la comunidad que así cedio permanentemente su poder de gobierno a una institución, resérvase el frenar y tomar cuentas de su ejercicio a través de otras instituciones que representen los intereses del hoy frente al Poder encarnado en la institución que gobierna.
Tal fúe en la monarquía tradicional de las Españas la doble representación: del Rey cuyo Poder no viene del pueblo de hoy, porque representa la voz de los muertos y de los que nacerán, o sea, la permanencia misma de la Patria; y de las Cortes, que representan la regulación del ejercicio de aquel Poder real, independiente de ellas, desde el punto de los intereses de la coyuntura histórica. Por eso las leyes las hacía el Rey, siendo redondamente falso cuanto especuló el canovismo decimonónico y sus secuaces actuales sobre una participación de las Cortes en la potestad legislativa; lo que las Cortes hacían era exigir buenas leyes y procurar que fuesen cumplidas, pero desde fuera de la potestad legislativa, manejando el arma de su potestad de conceder o denegar dineros; poseían una potestad económica capaz de influir en la legislativa, pero jamás potestad legislativa propiamente dicha, que estuvo reservada exclusivamente al Rey.
La cumbre del pensamiento político hispánico es el riquísimo de la Cataluña clásica y dentró de él la ocasión de Caspe. Allí se ve al Poder real cosa distinta de las Cortes, que son la voz del pueblo. Cuando los reinos de la corona aragonesa vierónse huérfanos de monarca, transformándose sus Cortes en Parlamentos, jamás pensaron que fuese facultad del pueblo elegir rey, tal como resultaría de aplicar la regia liberal de que el poder se establece POR el pueblo en Cortes, sino que plantearon certeramente la cuestión como problema jurídico y no político de RECONOCER el sujeto concreto de aquel Poder real que de las Cortes no emanaba; y una vez resuelta la cuestión, cuando hubo un Rey RECONOCIDO por los compromisarios jueces y no CREADO políticamente POR elección del pueblo, reasumieron por entero su función propia: procurar que Fernando I legislase y gobernase rectamente.
En el fondo, la entera cuestión redúcese a tres posturas antropológicas; el liberalismo parte del optimismo, niega la sociedad organizada, prescinde de la Historia y juzga ser Popular el gobierno POR la multitud que los demócratas apellidan arbitrariamente pueblo; el totalitarismo arranca del pesimismo antropológico y cree son los humanos tan necios que lo oportuno será gobernar PARA ellos pero SIN ellos, desde el funesto Carlos III a las dictaduras del proletariado que preparen la "felicidad" marxista; el tradicionalismo de las Españas estima que el hombre es un ser falleciente y en consecuencia defiende haya un Poder que por encarnar en una institución no está sujeto a las avalanchas contradictorias de cada huracán pasional de las gentes, pero que sin perder su independencia institucional gobierna CON el concurso de los representantes del pueblo verdadero, esto es, de la sociedad organizada y libre: organizada frente al liberalismo, libre frente al totalitarismo.
Respuesta de Francisco Elías de Tejada. Pueblo, Encuesta de tercera página, 21 de Febrero 1961.
La Comunidad orgánica frente al "hormiguero" individualista liberal
El Estado moderno es una síntesis de tiranía y de anarquía. Tiranía porqué desconoce el derecho natural y anarquía porque disuelve el "ethos" social, destruyendo todas las Autoridades naturales (padre de familia, maestro, sacerdote) y a todas las sociedades intermedias infrasoberanas ( familia, municipio, comarca, universidad etc). El sufragio universal que representa a la masa (que no al pueblo o comunidad) es el reino del fraude y de la demagogia.El resultado no puede ser otro que el gobierno de una camarilla oculta que mediante la adulación y el engaño a la masa, controle los todos los resortes del poder. Es la Plutocracia. Este sistema inorgánico secuestra la verdadera representatividad, al servicio de la finanza apátrida.
ResponderEliminarEste proceso, sólo ha sido posible al destruir todo el fundamento cultural y ético-moral de Occidente, mediante la gran fractura del protestantismo que en su dinámica secularizadora ha derivado a través de la "modernidad" y el liberalismo, en la devastación nihilista actual
El sistema partitocrático es una completa estafa, donde bajo la apariencia de la pluralidad se perpetúa la dictadura de la plutocracia económica del neo-liberalismo. Las supuestas reglas de juego están totalmente amañadas: el sistema electoral, la financiación de los partidos, el control económico de los medios de comunicación...
ResponderEliminarLa destrucción de los fundamentos culturales de nuestra civilización, de las bases éticas y morales de nuestro pueblo; de sus estructuras pre-políticas...todo ello se lo debemos al sistema demo-liberal. La ruina de España, convertida en un apéndice de tercera de la europa mercantilista.