Editoriales

miércoles, 23 de septiembre de 2015

La soberanía contra el seny

La soberanía contra el seny

Vivimos en tiempos de tal indigencia intelectual y moral en la política, reducida un juego de hiperexcitados sentimentalismos que ofuscan el más mínimo atisbo de razonabilidad, que intentar aportar argumentos doctrinales es como echar margaritas a los cerdos.

El centro de las próximas elecciones al parlamento autonómico de Cataluña es el paradigma que los nacionalistas han logrado imponer al resto de los partidos y a la campaña: el de la soberanía. Sagaz labor fruto de concienzudos y bien pagados estudios de ingeniería social y de violencia institucionalizada de bajo perfil que no pretende otra cosa que tapar las vergüenzas de un régimen corruptocrático e ideologizador. La soberanía ha desplazado al seny. Desplazando correlativamente al fundamento histórico de la misma Cataluña.

Seguramente los que unen el paradigma catalán a la soberanía desconocen que no puede existir un término político tan diametralmente opuesto a Cataluña como el de soberanía. Esa creación del absolutismo francés, enemigo histórico del pueblo catalán, mereció la refutación teórica en los juristas catalanes; y práctica en el devenir del pueblo catalán que se gobernó y organizó contra la soberanía y en todas las ocasiones en las que se hicieron armas contra el pensamiento revolucionario que vino de Francia, a contar desde la Guerra Gran.
Siguiendo al gran Vallet de Goytisolo la mentalidad catalana fue tomista desde su nacer y esa sensibilidad previa se muestra en las ideas de libertad, de pacto y de alcance del poder monárquico. Francisco Canals apunta que el tomismo es el sistema intelectual característico de la mentalidad catalana. En este sentido la obra del más significado jurista catalán del s. XV, el gerundense Tomás Mieres, cuando argumenta que carece de fuerza cualquier mandato legal contrario a la recta ratio (podrían contarse entre ellos todos los emanados, sin excepción, de la falsa Generalidad nacionalista), que deben existir limitaciones en el poder (choque frontal contra la concepción voluntarista y en esencia totalitaria de la soberanía) y que el gobernante debe obrar de acuerdo a la justicia, siendo su cometido el transformar en positiva la justicia natural y el procurar paz y orden a los pueblos que rige (lo contrario de lo que hacen quienes invocan la anticatalana souveranité, dividiendo al pueblo y a la sociedad). La línea trazada por Mieres es la que inspiraba el derecho civil catalán, auspiciado por los Reyes y violentado y desconocido por las oligarquías, que sin abusar del paralelismo histórico bien se compadecen con la casta nacionalista actual. Esas oligarquías intentaron quebrantar esos principios morales con sus malos usos, dando lugar a los alzamientos campesinos. Estos, pidiendo el auxilio del Rey Fernando el Católico pudieron acabar con esas injusticias. Buen ejemplo de cómo la potestas real estuvo acompañada por la auctoritas. Los Reyes no eran soberanos absolutos y su poder se encontraba templado y limitado. Frente a ello la soberanía alude a un poder sin freno ético o moral, el más zafio voluntarismo aplicado a las realidades temporales. Contra ese concepto de soberanía, en la línea de Mieres, se alzó también el jesuita Juan de Salas desde su cátedra de la Universidad de Barcelona, criticando furibundamente las doctrinas del Renacimiento clásico tendentes a divinizar el poder del monarca y a sustituir la omnipotencia de Dios por la del Estado. Éste, olvidando su esencia y su fin, preterirá el contenido real de la libertad y se convertirá en instrumento ideal para la implantación de los proyectos apriorísticos de las más variadas ideologías.

El sistema intelectual característico de la mentalidad catalana, que diría Canals, es el que pudo fraguar unas libertades concretas y una tradición jurídica, esencialmente patriarcal. Curiosamente uno de los actores del actual proceso de disolución catalán desde el bando separatista y presumible socio de la lista corruptocrática pone mucho énfasis en esa denuncia del patriarcado. Estas libertades aludidas no quedaban en una noción abstracta, sino que formaban una idea objetiva de justicia que cristaliza en múltiples detalles de las libertades concretas que hicieron de Cataluña un baluarte realista de esa verdadera libertad que, como afirma Elías de Tejada “sólo se encuentra en los pueblos que han logrado las más exactas fórmulas de perfección política”. Esa es la esencia del seny catalán, de esa mentalidad secular catalana que hoy ha sido borrado por ese hipersentimentalismo ramplón. La preocupación por lo concreto, por lo práctico, frente al idealismo voluntarista, frente a las construcciones de proyectos ideológicos, es la constante en la obra de los juristas catalanes clásicos, en los que no se encuentran sistemas construidos especulativamente. La función jurisprudencial se entiende desde el mismo nacer de Cataluña al modo expresado por Torras i Bages como “cosa esencialmente práctica, ejercicio de la virtud intelectual de la prudencia, que consiste en el hábito de adecuar la regla de la razón a las exigencias y necesidades de la vida”.

El seny ha muerto. El nacionalismo lo ha asesinado, con alevosía. Salga lo que salga de las elecciones autonómicas del domingo no tendrá nada que ver con lo poco que queda del seny y de Cataluña.

1 comentario:

  1. Magnífico artículo. El seny ha muerto como realización política del bien común acumulado. Pero el seny vive. Vive en todos aquellos receptores de esa traditio que deben trabajar por la actualización de ese bien común heredado de nuestros mayores. Siempre hay esperanza. Pro Deo et Patria dimicantes manemus.

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