Editoriales

viernes, 1 de abril de 2016

Una mujer carlista: María Rosa Urraca Pastor (II)

María Rosa ingresó en las margaritas y aceptó liderar la Agrupación de Tradicionalistas Vascas, comenzando una carrera como propagandista que la haría famosa durante el primer bienio republicano. El 11 de mayo, al asistir a una reunión de ACM en la bilbaína parroquia de San Vicente, fue detenida por la policía, junto al resto de sus compañeras, acusada de promover una reunión clandestina contra la República. Ella argumentó que habían sido convocadas mediante un engaño, pero el gobernador le impuso una multa de 500 pesetas, abriéndose una suscripción popular de 10 céntimos por persona, en la prensa carlista para abonarla. Finalmente, la multa fue retirada y el dinero recogido se ingresó en la beneficencia; María Rosa, desde ese momento, se vio «colocada en una plataforma frente a la República». En sus discursos afirmó que muchos votos que habían convergido en las candidaturas republicanas habían esperado otro tipo de régimen, ya que el presente se alejaba de la esencia y del ser de España, al atacar a la Patria, la Religión y la Familia.

El carlismo comenzó a resucitar de sus cenizas a partir de esos años, comenzando un proceso de reunificación, entre sus escisiones mellistas e integristas. Tras la muerte del Marqués de Villores, el Rey Alfonso Carlos I nombró una Junta Suprema Nacional, cuyo presidente fue el Conde de Rodezno, partidario de la participación parlamentaria y de la unión electoral con otros grupos afines, como los monárquicos no legitimistas. La Comunión Tradicionalista Carlista relanzó sus agrupaciones femeninas convirtiéndolas de asociaciones católicas caritativas en secciones de un enorme activismo político y militante. El origen de las margaritas debe retrotraerse al periodo cronológico (1872-1876) en el que tuvo lugar la Tercera Guerra Carlista, y a una figura específica que sirvió como referente, tanto como símbolo como en la adopción del nombre con el que fueron denominadas: Margarita de Borbón, primera esposa de Carlos VII, quien desempeñó labores de asistencia sanitaria a los heridos en los hospitales de campaña y organizó centros de beneficencia por lo que fue tildada como Ángel de la Caridad. Las mujeres de destacados carlistas habían creado en esa época Juntas de Damas Católico-Monárquicas, pero sin el carácter popular y llano que tendrían las asociaciones de margaritas.

No solo las circunstancias exteriores favorecieron el papel de las tradicionalistas —como la concesión del voto a la mujer, apoyado por los diputados tradicionalistas y combatido por los izquierdistas— sino que surgió un importante número de mujeres católicas que se distinguieron como propagandistas por la Causa, beneficiando el crecimiento de la Comunión de tal manera que los líderes carlistas reconocieron e impulsaron su trabajo. Entre ellas —Mercedes Quintanilla, Carmen Villanueva, Clinia Cabañas, las hermanas Balaztena— destacó María Rosa Urraca Pastor. Pronto se unió a la Agrupación de Defensa Femenina que, en la zona vasconavarra, asoció a margaritas, mujeres de Renovación Española como su gran amiga Pilar Careaga –que sería la primera mujer que obtiene el título universitario de ingeniería en España y de patrón náutico; tras la transición sufrirá un atentado de ETA que le dejó severas secuelas, fruto de las cuales moriría al poco tiempo- y, durante un tiempo, a las emakumes del Partido Nacionalista Vasco. Esta asociación de mujeres católicas fue creada en Bilbao y en su primer acto público, celebrado en noviembre de 1931, se encargó a María Rosa la explicación de su programa inicial. El verdadero peso, tanto cuantitativo como cualitativo de la organización lo llevarían las margaritas.
María Rosa Urraca Pastor oradora en el mitin carlista de Guernica 

La dirigente católica pronto incidió en la vida política nacional por su enorme capacidad de trabajo y su labor como propagandista, llegando a realizar 50 mítines en cuatro meses. Participó en grandes concentraciones organizadas por la Comunión Tradicionalista, como la realizada en el Frontón Euskalduna de Bilbao, el 17 de enero de 1932, ante más de 10.000 carlistas, junto a Marcelino Oreja y Joaquín Beunza. Militantes socialistas provocan a los asistentes al mismo, produciéndose incidentes, saldándose la jornada con tres socialistas muertos por heridas de bala. Más de treinta carlistas son detenidos y las izquierdas convocan una huelga general en Vizcaya donde son incendiadas varias iglesias y se llama a la violencia contra los carlistas. La propia María Rosa sufre un tiroteo. Asimismo, fue invitada por Círculos locales y regionales, cuya organización y difusión animó a intensificar, hablando ante mujeres, obreras y jóvenes, en conferencias diferentes. Entre marzo y junio de ese año, Acción Católica de la Mujer en Andalucía organizó diversos actos públicos en protesta por la política antirreligiosa del Gobierno republicano-socialista, a los que invitaron a actuar como oradoras a Pilar Careaga y a María Rosa. También fue invitada a hablar en locales de Acción Nacional, hasta que se produjo la ruptura con los seguidores de Ángel Herrera Oria, a los que los carlistas acusaron de accidentalistas, cuando directamente de republicanos o vendidos.

Su manifiesto antirrepublicanismo y su importancia como oradora motivaron que las izquierdas la tuvieran en su punto de mira político. Indalecio Prieto, en un artículo publicado en El Liberal, anunció que «los cavernícolas ya han encontrado su miss». Las multas gubernativas a asistentes a sus mítines, por motivos de altercado público ocasionado por las luchas entre sus detractores y sus defensores —con muchos enfrentamientos armados de por medio— fueron continuas durante el quinquenio republicano. Los insultos en la prensa, tildándola de urraca, carcunda y retrógrada, también abundaron. En una ocasión, con motivo de una de sus conferencias, hubo un altercado entre margaritas y un grupo de mujeres liderado por la diputada Clara Campoamor, que finalizó con la detención de dos carlistas. Los requetés la recibían con gritos de «¡Viva Miss Cavernícola!» en sus actos públicos, tomando son sana guasa las invectivas de la izquierda, afirmando que la caverna era la decencia, la honradez, la virtud, la vida ejemplar y la defensa de la religión y la tradición. Ella afirmó su convicción monárquica continuamente, llegando a visitar a los reyes legítimos en varias ocasiones, manteniendo sobre todo con la reina María de las Nieves, cierta correspondencia. Precisamente por ello, en varias ocasiones sus mítines fueron prohibidos por las autoridades republicanas, bajo la excusa de que no se podía ceder locales municipales a enemigos del régimen. Ella no se amilanó, y en Sanlúcar la Mayor proclamó públicamente el convencimiento general de numerosos españoles de que Azaña y su gobierno eran moralmente —si no legalmente— responsables de Casas Viejas, lo que le valió una fuerte multa.
Urraca Pastor en el centro con la boina blanca de las margaritas carlistas

Su preocupación por las mujeres, además de la necesidad de aclarar su postura ante la nueva coyuntura que a las mismas se les ofrecía, hizo que en numerosas conferencias aludiera a la posición que debían tener ante la República. En Gijón afirmó que las españolas no estaban representadas en las Cortes y resultaba evidente que hacía falta que estuvieran. Las tres diputadas existentes entonces no tenían «alma española», por lo que no contaban, resultando evidente que las futuras candidatas tradicionalistas, al poseerla, eran las que debían ser llevadas por las mujeres al Parlamento. Las españolas auténticas eran católicas, por lo que, ante la política antirreligiosa republicana, debían asumir su papel y votar en conciencia. En Santander afirmó que había llegado el momento de que las mujeres descendieran de las gradas del templo y salieran a la lucha política. Por ello, resultaba necesario que las mujeres se unieran a los hombres para levantar y hacer resurgir España, pueblo bueno y honrado envenenado por propagandas malsanas . No querían puestos ni mandos, pero estaban dispuestas a amparar y proteger a sus hijos. Y en esa marcha emprendida, ya nadie las había de contener. En Santander no dudó en animar a sus oyentes a dejarlo todo —el hogar, las comodidades— como sacrificio necesario, para proclamar la verdad entre las mujeres del pueblo sobre las infamias republicanas que, a la larga, las convertirían en esclavas de todos los apetitos masculinos. En Madrid afirmó que varias coronas ceñían la frente de la mujer: la de profeta —su intuición— que preveía el porvenir, al ver más allá que los hombres, ya que su corazón les anticipaba los acontecimientos; la del ángel tutelar, al ser madre de familia y madre de la sociedad. En ese mismo discurso, defendió el voto femenino en las futuras Cortes tradicionalistas, que debían elaborar una legislación adecuada para la mujer.
No solo recorrió España participando en mítines y conferencias, sino que escribió numerosos artículos en El Pensamiento Navarro, El Pensamiento Alavés, La Voz de España de San Sebastián, El Norte de Castilla, La Unión de Sevilla y el Boletín de Orientación Tradicionalista, entre otras publicaciones tradicionalistas y católicas. Ya en el verano de 1932, la destacada labor política de Urraca Pastor fue reconocida por los más importantes líderes carlistas del momento, como Lamamié de Clairac, Víctor Pradera y Salaberry que elogiaron su figura en el banquete-homenaje que organizó el Centro Femenino Tradicionalista de Madrid, el 12 de julio. Asistieron, no solo la cúpula de las margaritas madrileñas, sino también el Conde de Rodezno, Torre Letieri, Chicharro, Senante, Ansaldo, Arauz de Robles, entre otros. Era el «símbolo de las mujeres españolas que salen a la lucha política cuando hacen falta». Días más tarde, la prensa tradicionalista continuaba adhiriéndose al homenaje, calificándola de «don providencial de la España genuina», semejante a Agustina de Aragón, síntesis de la «belleza moral inmarcesible de la mujer española, corazón vivo de la fe y la tradición de la patria». Desde la Reina Margarita, no había habido una mujer que fuera halagada y encumbrada por los tradicionalistas de esta manera. La revista femenina y monárquica Ellas —unión de damas alfonsinas y carlistas— se unió, igualmente, al homenaje a la oradora.

Al igual que otras figuras del carlismo, Urraca Pastor no olvidó referirse al problema social en sus conferencias, muchas de las cuales se dirigieron exclusivamente a obreros. Criticó al liberalismo, por haber convertido al trabajador en una máquina y a su trabajo en mercancía, defendiendo la vuelta a la tradición como solución para sus males, aplicando la doctrina social cristiana. En ese sentido, al igual que otros oradores, insistió siempre en animar a los empresarios a cumplir con sus deberes cristianos, y a los más ricos a emplear su dinero socialmente. Criticó la nueva legislación laboral, al ser incompleta para las obreras, pues, a pesar de la conquista de 8 horas de trabajo, cuyo primer precedente en la historia venía en la legislación social de los Reyes Católicos, extendida al Nuevo Mundo a través de las Leyes de Indias, resultaba falsa la pretendida igualdad con el hombre, ya que este, tras la jornada laboral, pasaba a la de ocio, mientras la mujer continuaba trabajando en el hogar y la familia. Manifestó a los trabajadores que el tradicionalismo era enemigo de la lucha de clases y, de esta manera, se unió a los esfuerzos de otros dirigentes, como el diputado ferroviario Ginés Martínez, por impulsar las secciones obreras carlistas.

En el primer trimestre de 1933, las actividades de la Comunión Tradicionalista aumentaron al calor del debate de la ley de Confesiones y la proximidad de elecciones municipales. Se organizaron grandes conferencias, que se transformaron en auténticas concentraciones masivas, como la del diputado Lamamié de Clairac en el Monumental Cinema de Madrid, el 29 de febrero, y la de María Rosa Urraca en el cine Ópera de la capital el 5 de marzo. En la misma volvió a insistir en la identificación de la República con la antiEspaña —pues había destruido el patriotismo—, con el engaño—los republicanos habían mentido a los obreros y ahora estos reclamaban las promesas incumplidas— y, en consecuencia, con el desorden social y moral, pues estaban intentando destruir los pilares de la nación: la religión, la familia y la propiedad, fomentando la revolución social. Atacó igualmente a los católicos posibilistas, accidentalistas y moderados, confiando en el Gobierno de minorías selectas, en la doctrina tradicionalista y exhortando al cumplimiento de la doctrina social católica.
Escarapela de las Margaritas carlistas

En los meses siguientes, el Gobierno perdió las elecciones municipales y las del Tribunal Constitucional. Ante las elecciones a Cortes, María Rosa fue propuesta e incluida inicialmente en la candidatura Católico-Agraria de La Rioja, con el objetivo de atraer el voto femenino, pero el intento quedó cortado por el veto del cacique Tomás Ortiz de Solórzano. Finalmente, María Rosa se integró en la candidatura Unión Regionalista Guipuzcoana, junto a Ramiro de Maeztu, Antonio Paguaga Paguagua y Agustín Tellería. El diario republicano La Voz de Guipúzcoa bautizó a la misma, el 20 de noviembre de 1933, con el mote de «candidatura de la Edad Media, típicamente troglodita» por incluirse a don Ramiro y doña Urraca. Las elecciones otorgaron la victoria a los candidatos del Partido Nacionalista Vasco que obtuvieron 5 escaños, siendo el sexto y último para Ramiro de Maeztu. En séptimo lugar se situó Urraca Pastor, la cual obtuvo 31.618 votos, a solo 1.702 de su compañero de candidatura. Su reflexión personal sobre el resultado fue comunicada a la reina María de las Nieves de Braganza, a los pocos días, en carta particular:

«Yo no quería ir a las elecciones. Creo que nuestra postura más gallarda y más consecuente hubiera sido la abstención. Pero se dispuso lo contario. Y yo, aunque pensaba que a la Comunión no le convenía en modo alguno que a mí me derrotasen, y que de presentarme debían hacerlo con todos los respetos y con todos los honores, por disciplina, como siempre, me puse sin condiciones a disposición del Secretariado. Mientras todo el mundo, censurando el egoísmo de los hombres, afirmaba que yo debía ir en la candidatura de Navarra o en otra de absoluta seguridad, mi nombre rodaba como el de una bailarina por todas las candidaturas de España, oponiéndose el veto de los amigos de Gil Robles y sin que los tradicionalistas tuvieran el valor de mantener mi derecho… Por fin, me incluyeron en la candidatura de Guipúzcoa.

Íbamos cuatro en la seguridad de que, a lo sumo, podríamos salir dos y habiendo garantizado previamente los tradicionalistas a Renovación Española que saldría su candidato Ramiro de Maeztu porque ellos traían el dinero. Así ha sido; yo he ido en la candidatura (colocada en último lugar) de comparsa y de reclamo. Con nuestro trabajo, con nuestra propaganda —ha sido agotadora— y con los votos de los carlistas, ha salido el Sr. Maeztu, gracias, naturalmente, a determinadas combinaciones que han hecho posible que un intelectual, al que nuestros ideales (el grueso de la votación) no querían oír hablar porque le consideran liberal, tuviera más votos que yo. Es decir —Señora— que la Comunión Tradicionalista me ha vendido por unas miserables pesetas. Y mientras al Parlamento irán una porción de señores desconocidos (…) la única mujer que les convenía haber mandado se queda sin ir».

En esa misma misiva, María Rosa ya solicitó abiertamente a la Reina que influyera en Alfonso Carlos I para reorganizar, cuanto antes, la Comunión. El peligro de que se consolidara la República con el triunfo de los accidentalistas católicos de la CEDA resultaba evidente, y en caso contrario la nación caminaría hacia el fascismo, sobre todo su juventud. Acusó del desastre a los jefes carlistas, a los que tildó de indolentes y pesimistas; resultaba necesario hablar a los jóvenes de corporativismo y todavía no se había organizado la gran asamblea de Juventudes Tradicionalistas en Madrid. Basaba sus críticas en la experiencia directa con las masas carlistas de los dos últimos años.
 Doña María Rosa en otro acto carlista

En los siguientes meses continuó su labor propagandística, visitando Cuenca —abandonada a la Causa desde la Tercera Guerra Carlista— donde logró organizar un núcleo de requetés y margaritas; continuó en la primavera por el Levante, confirmando el resurgimiento de centros legitimistas en Castellón, Valencia, Alicante y Murcia, asombrándose de la cantidad de afiliados en localidades como Orihuela. A sus conferencias a los obreros solicitaron asistir incluso algunos comunistas, sindicalistas y anarquistas locales, ante el asombro de María Rosa. En Valencia fue enorme la masa trabajadora que la recibía en la Casa de los Obreros San Vicente Ferrer. En sus cartas a María de las Nieves, volvió a insistir en la necesidad de buscar nuevos dirigentes y anular puentes políticos con los cedistas y agrarios:

«La región levantina, en general, está bien para nuestra Causa. Derecha Regional Valenciana es un partido político más, al servicio de la soberbia de Lucia que, a su vez, sirve a Cambó y domina a Gil Robles. Yo estoy convencida de que de ellos, como de todos los afiliados a la CEDA, tenemos que prescindir. Están todos de la manía de la accidentalidad de las formas de gobierno y terminan todos, indefectiblemente, en republicanos, si la República da enchufes… Son vulgares conservaduros. Nosotros atravesamos allí —sobre todo en Castellón— como en toda España, por una crisis de cabezas, y, como consecuencia, desorganización. Pero confiemos en que Dios, que nos da la masa, inspirará también a los dirigentes».

A partir de esos momentos, la dirigente de las margaritas se unió a quienes ya, desde hacía tiempo, dentro de la élite carlista solicitaban un cambio en la dirección del movimiento, atacando directamente la política pactista, parlamentaria y lenta del Conde de Rodezno y de viejos dirigentes locales. A esas alturas y tras la expansión lograda en los dos últimos años, los críticos —a la cabeza el diputado Lamamié de Clairac— alzaron sus voces definitivamente, pues la estructura organizativa semejaba una confederación de jerarquías locales, escasamente controladas desde un poder central, por lo que resultaba inoperante para un movimiento político de implantación nacional. Los líderes legitimistas del sur comenzaron a criticar el monopolio político de los del norte, presionando directamente ante el Rey, al que mostraron la fortaleza de sus juventudes, a las que se unieron los jóvenes legitimistas navarros, los cuales se declararon saciados de legalidad y de una dirección de ancianos junteros. Precisamente, por esos meses habían comenzado las primeras actividades conspirativas, enviando a Roma una delegación de carlistas y alfonsinos que recibieron instrucción militar en las academias militares fascistas, pero el movimiento crítico exigió la destitución del Conde de Rodezno como líder político, especialmente por haberse doblegado, a su entender, ante los partidarios de Alfonso (XIII). El Rey Alfonso Carlos aceptó el cambio generacional y estratégico, nombrando a Manuel Fal Conde como secretario general de la Comunión Tradicionalista el 3 de mayo de 1934.

Fal Conde, en abierta sintonía con Urraca Pastor, intentó fomentar especialmente la participación de las margaritas en la Comunión, frente a la labor de las ramas femeninas de Acción Católica, más ligadas, en su opinión, a la CEDA y al proyecto posibilista de Herrera Oria. Se les encomendó la captación de mujeres católicas pero también su formación como féminas tradicionalistas, por lo que debían ser monárquicas y fervientes propagandistas. María Rosa continuó su infatigable periplo por España, participando en las inauguraciones de Secciones Femeninas de los Círculos Tradicionalistas. Las actividades de las margaritas, de una práctica católica innegable, debían ayudar a evitar la condena de la Comunión por parte de Roma, a semejanza de la de Acción Francesa, uno de los temores de algunos dirigentes de la organización a partir de esos momentos. Más allá del oportunismo electoral de un primer momento, la mujer llegó a ser presentada, en manos de la jerarquía de la Comunión, como la única capaz de salvar la Patria amenazada y la Religión perseguida. De ahí que se ansiara buscar en ella a la perfecta propagandista —a imitación de Urraca Pastor—, que en la prensa, tribunas públicas, trabajos de organización y actos de propaganda defendiera los altos intereses morales y materiales, contribuyendo en la medida de sus fuerzas a la salvación de España, contra la ola secularizadora y revolucionaria. Precisamente, Fal Conde había declarado, tras las elecciones de 1933, que no habían sido las derechas sino las mujeres quienes habían triunfado en las urnas, llegando a decir a los tradicionalistas que debían votar como las mujeres, si querían comportarse como hombres.
En estas Secciones Femeninas se mantuvo el espíritu de continuidad en el fomento y defensa de los principios esenciales que sirvieron de pilares de la Comunión, al igual que los padres transmitían a sus hijos varones. Su nuevo reglamento, surgido a finales de 1935, reconoció como jerarquía política a la de la Comunión, encargada del nombramiento de todos los cargos directivos.

En el mismo, se estipuló como fin la promoción de la formación femenina, bajo los principios de la Tradición, prestando apoyo moral y material a todos los afiliados, preparando su organización en forma que pudiera contribuir en cualquier momento a su lema Dios, Patria y Rey. De esa manera, según el Boletín Oficial de la Comunión Tradicionalista, a las mujeres carlistas se les confió una Gran Cruzada Espiritual: educar a los hijos, difundir propaganda de los santos ideales, formar grupos de estudio en los círculos, dirigir escuelas nocturnas para los obreros, organizar actividades caritativas entre los pobres y los desempleados, regentar el Socorro Blanco para consuelo de los carlistas perseguidos o encarcelados y a sus familias.

La misión educativa fue reconocida como el deber más importante de las margaritas, ya que uno de los campos de batalla entre el comunismo y la civili-zación cristiana más importante era la escuela. Se debían encargar, por lo tanto, de la educación de los hijos de los carlistas, por lo que se recomendó que ejercieran actividades como la visita a la familia donde naciera un futuro requeté o margarita, regalándoles una boina o una margarita. Con ello el pequeño quedaba dado de alta como aspirante en la asociación correspondiente. Todos los años debían felicitarle por su cumpleaños y, cuando la edad lo permitiera, se debía fomentar su reunión diaria o periódica con otros hijos de socios y amigos, organizando juegos diversos, orfeones, cuadros artísticos, grupos de baile... Pretendiendo, de esta manera, mantener vivo el culto a la Tradición, conservando lo típico y castizo de cada región. En octubre de 1934, María Rosa animó a las margaritas a adoptar a los huérfanos que había dejado la Revolución asturiana, comprometiéndose a educarlos en una familia católica que les proporcionara carrera, profesión u oficio conveniente.

Conforme la situación política comenzó a radicalizarse, la actuación del Socorro Blanco fue más importante, la cual fue fomentada en escritos y discursos por Urraca Pastor. Fue una institución creada para la asistencia material y espiritual a los carlistas perseguidos o presos, y a sus familias, con visitas a las cárceles, tarjetas y cartas de adhesión a los atropellos por venganzas políticas.

La institución fue encomendada a las Juntas Locales Femeninas, cada una de las cuales debía tener su sección de Socorro, dependiente todas ellas del Secretario Central Femenino. Para lograr una dotación económica especial para sus gastos, se ordenó que —además de cuestaciones y donativos— se divulgaran los «sellos de cotización», obligatorios en la correspondencia oficial, y que todos los carlistas debían utilizar en sus cartas. Durante la Guerra Civil, esa estructura les serviría tanto para organizar la participación de la mujer tradicionalista en la España nacional, como para facilitar redes de apoyo clandestinas en la zona del Frente Popular, respondiendo, en la medida de sus posibilidades, a los efectos de la represión política. Paralelamente, ejercieron, como ejemplo de católicas, la caridad cristiana, materializada en roperos, cocinas económicas, oficinas de colocación, reparto de juguetes para niños pobres, visitas domiciliarias… en muchas de las cuales participó Urraca Pastor. Organizaron veladas de oración a la Virgen y los Santos, rosario en los salones de las Asociaciones, recogida y distribución de limosnas.

Paralelamente a esta labor social, las margaritas protagonizaron una Cruzada Espiritual de oración, sacrificio y penitencia, impulsada desde la prensa por Urraca Pastor. En abril de 1936, se aconsejó a las damas tradicionalistas que intensificaran de manera especial los actos de culto y piedad a raíz de la gravedad de las circunstancias por las que atravesaba la patria. El Vía Crucis fue el acto público más organizado, además de los rosarios y novenarios, a los que se sumaron los ayunos, penitencias y visitas al Santísimo de carácter particular.

Al mes siguiente, la respuesta de la Juventud Femenina de Acción Católica fue la preparación de una Gran Semana del Evangelio, en donde se implicaría a la mayor parte de la población posible, pero las autoridades prohibieron tal acontecimiento, así como la celebración de su III Asamblea Nacional.

Finalmente, la formación de una mujer tradicionalista como educadora, orante ferviente y generosa samaritana se completó con la faceta de propagandista de los santos ideales. Las margaritas organizaron actos públicos, fomentaron los círculos de estudios y la divulgación del ideario en impresos, desplegando la palabra oral o escrita como arma de combate en la lucha política y social declarada, con el fin de que sus ideales fueran siempre Cruz, Bandera y Corona.
Carta al director de La Vanguardía de Barcelona, de Urraca Pastor, del 5 de noviembre de 1982, reafirmando su inquebrantable carlismo

A comienzos de 1936, se realizó un recuento de las asociaciones de margaritas, saldándose con la cifra de 23.238 integrantes, aunque debe subrayarse la ausencia de datos de muchos centros, por lo que el número de margaritas total pudo ser un poco mayor. Se apreció tres grandes grupos de provincias: aquellas con un gran número de militantes y de agrupaciones, con la excepción de Alicante, que a pesar de contar con tan solo 3 agrupaciones tenía 913 afiliadas. Un segundo grupo lo formaban aquellas provincias en las que existía cierta implantación de las agrupaciones femeninas carlistas, aunque raramente superaban las 10 agrupaciones. Y, por último, aquellas provincias sin apenas afiliadas y con menos de 5 agrupaciones, añadiéndose la circunstancia de que muchas de ellas aparecieron señaladas como «en periodo de formación»: caso de Gerona con 4 agrupaciones en toda la provincia y 3 de ellas (Olot, La Sellera y Bañolas) en formación. Las provincias con mayor militancia y número de asociaciones de margaritas fueron Navarra —4.923 mujeres y 33 agrupaciones—, Vizcaya y Guipúzcoa —4.350 asociadas y 50 agrupaciones—, la región valenciana —6.555 militantes y 60 agrupaciones— y Barcelona, con 1.647 mujeres y 28 agrupaciones. Reiteradamente la geografía tradicional del carlismo se impuso a la hora de calibrar la militancia femenina, aunque en algunas regiones los datos todavía no están debidamente estudiados, pues en Andalucía se calcularon 590 afiliadas sin contar, por desconocidas, las cifras de Almería y Cádiz.

En mayo de 1934, apareció en algunos periódicos tradicionalistas una circular animando a abrir una suscripción —con cuota única de una peseta— de todos los carlistas y simpatizantes, para costear los gastos que ocasionara la candidatura de Urraca Pastor en las siguientes elecciones generales, publicándose la lista de donantes en cada provincia. La iniciativa partió de Elisa Hidalgo, presidenta de las margaritas de Huesca, la cual reclamó reciprocidad, después del triunfo electoral que habían proporcionado las mujeres a los hombres, enviando una de sus representantes al «desacreditado Parlamento». La revista Tradición, órgano del Consejo de Cultura Tradicionalista, apoyó la iniciativa, encargando a todas las secciones femeninas la organización de la suscripción:

«Todo lo que se haga por María Rosa nos parecerá poco: se lo debemos en justicia y en devoción. Y hasta en galantería».

En febrero de 1936, la oradora fue elegida candidata única por los tradicionalistas de Teruel, iniciando un intenso periplo por los pueblos de la provincia para lograr el voto. Sin embargo, nuevamente, no logró obtener el ansiado escaño, por lo que Fal Condele encomendó directamente la organización del Socorro Blanco. Ella manifestó que si bien habían perdido un acta habían ganado una provincia . Al comenzar la Guerra Civil, María Rosa trabajó como enfermera en las trincheras y hospitales de vanguardia, simultaneando la labor asistencial con la propagandística, pues no dejó de ser la principal líder de las margaritas. Tras el decreto de Unificación —19 de abril de 1937— fue nombrada delegada nacional de asistencia de Frentes y Hospitales, consejera nacional en el primer Consejo Nacional de Burgos y, con la victoria, fue condecorada con la cruz roja del mérito militar, por los servicios prestados en el frente de Somosierra como enfermera «y atendiendo a las necesidades de los combatientes con gran espíritu de sacrificio y desprecio del peligro, habiendo sufrido los efectos de preparaciones artilleras y bombardeos de la aviación enemiga». Alfonso Carlos I le había concedido la cruz de dama de la Legitimidad Proscripta. Su experiencia durante el conflicto le llevó a escribir Así empezamos. Memorias de una enfermera, recopilación de artículos, discursos y crónicas que fue publicado en 1940.
Memorias de María Rosa Urraca Pastor

En la posguerra eligió Barcelona como residencia, ejerciendo como profesora de expresión oral y dicción, dedicándose a tareas culturales y de apostolado religioso. Tras los años de vertiginosa acción política y social de la II República y la guerra atendió su desempeño profesional, entendiendo que se había salvado lo fundamental, que era Dios y la Patria, pese a que se mostró muy crítica con los esquemas totalitarios, entre ellos el encuadramiento en la Sección Femenina, en la que siempre rechazó participar pese a las generosas invitaciones en ese sentido. Leal a la Dinastía Legítima recibió en Barcelona a las hijas de Don Javier, y solía mandar correspondencia a Doña Magdalena. También colaboró con María Teresa Angulo, la Catedrática de Madrid preceptora de Don Sixto. Con Don Javier y Doña Magdalena coincidió en las simpatías con la obra apostólica del arzobispo Mons. Lefebvre, por cuya postura tomó partido, organizando las visitas del mismo a Barcelona. También en los años de la transición fue reclamada por destacados intelectuales catalanes para unirse a la firma de manifiestos contra la proscripción de la lengua castellana en Cataluña, nociva política lingüística ampara por los partidos políticos cuyos efectos se padecen hasta la actualidad. Asimismo, en plena crisis del carlismo por la escisión ideológica de Carlos Hugo se adhirió al manifiesto que en 1973 los requetés elaboraron denunciando la escisión ideológica del mismo. Colaboró activamente en la revista Fuerza Nueva y en el partido posteriormente fundado, así como en las coaliciones de Alianza Nacional del 18 de julio y Unión Nacional, en cuyas campañas electorales, presentándose como carlista, realizó sus últimas intervenciones públicas como oradora. Y como carlista se siguió manifestando hasta el final de sus vidas, en todos sus intervenciones públicas y privadas.

Varias décadas más tarde, escribió sus memorias y un libro de tema mariológico, que quiso ser la obra de mayor entrega de su vida, pero ambos manuscritos no fueron finalmente publicados. Tras un largo proceso postoperatorio de una doble intervención quirúrgica a causa de una peritonitis, María Rosa Urraca Pastor falleció en la Ciudad Condal el 19 de marzo de 1984. 

1 comentario:

  1. Addenda: Se nos quedó en el tintero referirnos a un episodio poco conocido y de un entrañable fondo moral.
    María Rosa Urraca Pastor había llegado a ser amiga de la dirigente comunista Dolores Ibárruri, con la que coincidió en su juventud en Vizcaya. Esta era hija de un minero carlista, de orígenes muy humildes, hasta el punto que había nacido expósito en la anteiglesia de Ibárruri, de la que tomó su apellido. Su madre era una mujer sencillamente católica originaria de Soria.
    La atención y preocupación por los temas sociales hizo que María Rosa y Dolores Ibárruri confluyeran en múltiples ocasiones. Ambas coincidían con el diagnóstico de los problemas sociales, fruto de un capitalismo liberal atroz, aunque discrepaban en la terapéutica a aplicar. Pese a la tensión de la época, donde los tiroteos y muertos estaban a la orden del día (ya hemos señalado como en represalia a las muertes de tres socialistas que atacaban un mitin carlista en el frontón euskalduna a María Rosa la intentaron tirotear al día siguiente) ambas mantuvieron cierto contacto y María Rosa rezaba mucho por su conversión, al tiempo que no perdía ocasión para intentar atraerla a la Fe y a las ideas políticas de sus padres.
    Tras la vuelta a España de Dolores en 1977 ambas se reencontraron y esta volvía poco a poco a abrir su corazón endurecido por el materialismo comunista a la Fe. Es un hecho contrastado que Dolores Ibárruri murió confesando y comulgando.

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