Editoriales

martes, 28 de julio de 2009

El Romanticismo vehículo de destrucción de la Tradición

El romanticismo es una reacción al racionalismo ilustrado, y a los principios y práctica de la Revolución francesa. Reacción consistente en la exaltación de las particularidades propias y del pasado vivido, especialmente del pasado medieval, resaltando las libertades que los pueblos de aquellas épocas disfrutaban. Como tal, la reacción es positiva.

Los pueblos no aguantaban más las frías construcciones racionalistas ajenas a su alma y al calor de sus tradiciones. Porque más allá de una mera sociedad organizada para fines racionales al modo contractual de Rousseau, o de la concepción mecanicista del Estado, o del despotismo ilustrado, más allá de eso el pueblo es una comunidad.

Como reacción al individualismo burgués, al centralismo uniformador y al naciente capitalismo, el romanticismo tiene muchos lugares comunes con el Tradicionalismo.

El problema surge cuando esa exaltación se hace desde una perspectiva meramente "natural", y termina en naturalismo puro. No digamos cuando esa mirada al pasado es totalmente pagana. El movimiento romántico degenera vía naturalismo, por tanto, en el nacionalismo; y esto es grave porque este naciente nacionalismo arraiga en zonas tradicionalmente tradicionalistas y de fuerte resistencia a la modernidad. El nacionalismo será una forma de atemperar su tradicionalismo y a la larga de diluirlo totalmente: el caso catalán o vascongado es paradigmático.

Este nacionalismo romántico tenderá a idealizar el pasado a base de "mitos" y por tanto se alejará de la verdadera Tradición siempre arraigada en la auténtica historia. El nacionalismo es una "idolatría política" que invierte la correcta jerarquía de principios. La exaltación de la "nación", conduce a la larga, se quiera o no, a la relegación de la religión como fundamento esencial y unificador. Destruyendo así el principio vital que vivificaba las tradiciones, libertades y instituciones de los pueblos. Incluso los "nacionalismos católicos" primarán el interés nacional y la religión tanto en cuanto sirva a la "nación". Primará la "nación" sobre la "tradición".

En los aludidos casos catalán y vascongado la descristianización de sus respectivos ámbitos ha tenido lugar con ocasión de los gobiernos nacionalistas, habiendo estado esos partidos nacionalistas, de inspiración o de antigua confesionalidad católica, a la vanguardia de políticas anticristianas. Ejemplo muy reciente es el apoyo del PNV al aumento del genocidio legal del aborto con la nueva y sanguinaria ley propuesta por el PSOE.

El Dios, Patria, Fueros y Rey es la correcta relación de principios; su alteración es un principio revolucionario y disolvente.

En el caso de la América hispánica esos nacionalismos católicos, pese a ser más consecuentes con su confesionalidad, han bebido de "mitos" y "símbolos" revolucionarios. Es curioso como en muchos casos exaltan a los "padres de la patria" de sus "naciones", siendo estos masones y liberales. Aceptan sus símbolos, siendo estos igualmente liberales y masónicos en su origen; aceptan todo el proceso de sus "independencias", proceso igualmente revolucionario. Y al mismo tiempo ese nacionalismo les sirve para oponerse a los católicos de otros pueblos hermanos, impidiendo el proceso de una verdadera restauración que debería conllevar a la formación de una Comunidad de pueblos hispánicos.

El error romántico de base es el "naturalismo" y el “sentimentalismo” que lleva parejo; exaltar lo puramente natural, lo que degenerará en la creación de "idolatrías políticas": la orografía, las peculiaridades folclóricas, culturales o lingüísticas, la "raza", etc. Siempre en detrimento de la Tradición como ejecutoria histórica y real, y del principio espiritual sobrenatural que la alimenta y da coherencia.

En este sentido hay romanticismos de derechas de tipo conservador (que no escapan de ese naturalismo) y los hay de tipo más liberal (y tono revolucionario). Pero en los dos casos la raíz anti-tradicional es idéntica. Aún así entre los románticos habrá quien termine en una verdadera conversión al catolicismo y en una defensa de la verdadera Tradición y buscando, por tanto, la restauración. Pero lo más normal es que el romanticismo que en un principio nace con un tono conservador, degenere pronto en liberalismo, y en muchos casos derive en puro pre-fascismo y posteriormente en progresismo disolvente (contradiciendo totalmente sus propios orígenes). Todo ello mediante la exaltación de "mitos" y de elementos puramente naturales por la asunción del principio de inmanencia propio de la filosofía moderna de la que no se escapan.

El sentimentalismo romántico ha operado como vehículo de trasvase de los pueblos tradicionales hacia el liberalismo vía un vaciamiento del alma de los pueblos, mediante el idealismo romántico. La defensa de la religión y de las libertades tradicionales, se debe hacer siempre desde una perspectiva sobrenatural y trascendente que es la que las vivificaba y unificaba, arrancado ese principio el pasado pierde significación y la restauración se hace imposible. Sólo la Religión es el centro de una comunidad y antídoto al individualismo disolvente.

Tengamos mucho cuidado en la no generación de “Tradicionalismos románticos”. La Fe católica asimilada y vivida debe ser siempre la norma de nuestro actuar personal y político.

7 comentarios:

  1. El romanticismo encuentra su alimento en la mitificación de algunas realidades históricas, proyectadas más allá y, si conviene, en contra de la pluralidad y complejidad de los hechos históricos mismos. El romanticismo aparece allí donde unos hombres sienten la imposibilidad de continuar la realidad, y asumirla, o de combatirla. En este sentido es una actitud arcaizante, signo de decadencia de una civilización.
    El romanticismo consiste esencialmente en la sublimación de un fracaso no asumido. Se da preferentemente en aquellos pueblos que sienten la humillación de su decaimiento sin ser capaces de someterse o de rebelarse. La "rebeldía romántica tiende a crear mitos de "grandeza" con aquellos hechos históricos que no se han asimilado. Es una forma de impotencia disfrazada...en buena parte es el refugio de quienes añoraban el antiguo orden de cosas, pero estaban socialmente demasiado situados para querer, con voluntad firme, una auténtica restauración.
    ("El Tradicionalismo Filosófico en España". José Mª Alsina Roca)

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  2. El romanticisme nacionalista és la ruïna espiritual de Catalunya. La religió que aglutinava al nostre poble s'ha substituït per mites inventats que ho destruïxen.

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  3. Para el hombre medieval, puesto que la Cristiandad es el ideal del cristianismo en el orden político, la “patria” era un concepto más religioso que territorial, se ceñía a vínculos de tradición y sangre, lengua y cultura, y con frecuencia el servicio de estas patrias no estaba reñido con el servicio de otras banderas o soberanías, especialmente cuando se emprendía algo en provecho de la Cristiandad. Y si se nos objeta que estas empresas no eran estrictamente hablando “internacionales”, la respuesta a la objeción está implícita: aquellas no eran “naciones” como las concebimos hoy, producto del ideologismo liberal de la revolución francesa. En el Antiguo Régimen las naciones eran otra cosa bien distinta de lo que hoy entendemos por tales.

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  4. Enllacen aquest article en relació amb aquesta notícia: http://hispanismo.org/senorios-vascongados/10059-el-pnv-partido-terrorista-abortista.html

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  5. El romanticismo descansa sobre la falta de fondo, de cimientos, de un ethos consolidado, lo que incluye ya el germen del nihilismo.
    El romanticismo es una enfermedad que una vez que infecta a un pueblo lo destruye completamente, llevándolo al nihilismo. El sentimentalismo y el pesimismo existencial propios de este movimiento corrompe todo sólido fundamento.

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  6. No todas las manifestaciones de los nacionalismos, especialmente los vernáculos, pueden en cuadrarse como fruto del romanticismo utópico. Quien enarbola estas perspectivas, ni más ni menos alimentan las conjunciones liberales sinárquicas. Todo un absurdo. En un mundo que cursa con una gran apostasía, una Iglesia vaciada de santidad por modernista y politizada ( incapaz de imprimir el verdadero, sagrado y viril apostolado en las conciencias de las generaciones jóvenes ); el fortalecer el sostenimiento de los nacionalismos y sus doctrinas, que combatieron con su sangre la confesionalidad católica de los Estados; queda neutralizado e inerme , por este tipo de exégesis política, personalista cuanto especulativa. Es el mismo argumento de los santulones amañados y de amarillos rostros, para justificar su falta de valor para el combate; que como hoy; continúan refugiándose en una escrupulosidad revisionista meramente intelectual. Estos purismos detractores y para nada fundacionales , es una manera de quedarse en la superficie de los hechos, prefiriendo la tolerancia de un mal que puede desaparecerlos en las ciénagas del destino, antes que aprobar la lucha inspirada en la fuerza inmanente del ideal nacionalista.

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  7. La existencia de España es un atauqe ilegítimo a los derechos de Roma, perpetrado por una banda de herejes godos que odiaban a la Iglesia.

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