Editoriales

domingo, 4 de octubre de 2009

Mons. Zacarías Vizcarra y Arana. Apóstol vasco de la Hispanidad.


Mons. Zacarías de Vizcarra y Arana fue el mayor publicista del término Hispanidad a principios del siglo pasado y el gran artifice de la conmemoración de aquel día, frente a la anterior fiesta "de la Raza". En esta labor destacaron otros dos vascos: el poeta y diplomático Ramón de Basterra, que acuñó el término “Sobrespaña” y sobre todo Ramiro de Maeztu a través de su magistral “Defensa de la Hispanidad" Mons. Vizcarra insistirá siempre en que el término Hispanidad no fue invención suya.

Tan antigua es esta palabra en su sonido material, que la encontramos en el Tractado de Ortographia y accentos del bachiller Alexo Vanegas, impreso en Toledo, sin paginación, el año 1531 y conservado como preciosidad bibliográfica en la Biblioteca de la Real Academia de la Lengua. «De los oradores –dice Vanegas– M. Tull. y Quinti. son caudillos de la elocuencia, aunque no les faltó un Pollio que hallase hispanidad en Quintiliano», &c. (segunda parte, cap. V)

Más aún: es probable que los romanos del siglo primero después de Cristo empleasen la palabra «hispanitas» (hispanidad) para designar los giros hispánicos del latín de Quintiliano, en el mismo sentido que el propio Quintiliano usa la palabra «patavinitas» (paduanidad) al hablar del latín, de Tito Livio. «Pollio –dice– deprehendit in Livio patavinitatem», es decir: «Polión encontró patavinidad (paduanidad) en Livio.» (De Institutione Oratoria, libro I, cap. V).

Fue hijo de un voluntario carlista de profesión albéitar que cuidaba del caballo de D. Calos VII. Su lengua materna era el vascuence, del que dominaba varias variantes. El primer libro que escribió fue un Breve Catecismo en dicha lengua: Cristiñavaren Jaquinbide Labustua
A lo largo de toda su vida llevó su diario personal en vascuence.

Hablaba también varias lenguas europeas y varias lenguas indígenas de América. Con una arrolladora vocación para la pedagogía fundó e impulsó varias asociaciones de cultura religiosa amén de otras de carácter asistencial

Su hermano Ildefonso era presidente del círculo Jaimista de Abadiano, Vizcaya, a la llegada de la República. Hizo la unión con los mellistas que disponían de un local mejor y más capaz pero con muy poca asistencia de socios. Durante la República actuó en muchos mítines como orador en vascuence. Fue fiel a sus ideales hasta el final.

Mons. Zacarías Vizcarra por su posición antepuso su labor pastoral a cualquier compromiso partidista, pero no dejó de colaborar con el Carlismo. Precisamente en la Editorial Tradicionalista de San Sebastián publica una de sus obras principales: Vasconia españolísima. Datos para comprobar que Vasconia es reliquia preciosa de lo más español de España. En esta obra demuestra la intensa y fecunda relación histórica del pueblo vasco con el resto de los pueblos de España, con argumentos históricos, con razonamientos morales y con datos científicos. Explica como el vascuence fue la lengua de buena parte de la España indígena prerromana. Explica que los vascos son herederos directos del pueblo cántabro. Explica como los vascos fundaron la primera de las colonias españolas en el sur de Francia (Vasconia Francesa). Explica como Castilla fue fundada y poblada por los vascos. Explica como la primera dinastía castellana (Fernando I el Magno) fue vasca. Explica como Aragón nació en Vasconia, y su primer rey, Ramiro I, fue también vasco. Explica como el primero que escribió en lengua castellana fue un vasco. Explica la cooperación necesaria de los vascos en las empresas universales más gloriosas de la historia de España. Explica el origen burgués y en último término extranjero (la siempre enemiga Francia) del nacionalismo vasco y detecta ya en su momento la explotación política de este nacionalismo a cargo del marxismo más grosero.

En la revista Ecclesia publica varios artículos de gran profundidad doctrinal. Uno de ellos "Peligro para el bien común" denuncia la infiltración del liberalismo en el Régimen de Franco a principios de los años 40.

De su fecundísima labor de promoción de la Hispanidad recogemos el siguiente fragmento del artículo Origen del nombre, concepto y fiesta de la hispanidad:

Impropiedad e inconvenientes de la denominación «Día de la Raza»

Absolutamente hablando, puede darse explicación satisfactoria a la denominación Día de la Raza tomando esta palabra en un sentido metafórico, equivalente a «tipo moral» cualquiera que sea la raza fisiológica a que pertenezcan los que lo comparten. Pero como no se puede andar explicando continuamente a todo el mundo la significación impropia y translaticia del vocablo, asociamos instintivamente a la palabra su sentido fisiológico, y nos suena como cosa absurda hablar de «nuestra raza» a un conglomerado de pueblos integrados por individuos de muy diversas razas, desde las blancas de los europeos y criollos hasta las negras puras, pasando por los amarillos de Filipinas y los mestizos de todas las naciones hispánicas. En realidad, ni siquiera los habitantes de la Península Ibérica pertenecen a una sola raza. Desde los tiempos prehistóricos viven en España pueblos dolicocéfalos, braquicéfalos y mesocéfalos de las más diversas procedencias, que los historiadores no han sido capaces de fijar. A la variedad de las razas prehistóricas se añadió luego la mezcla de fenicios, cartagineses, griegos, romanos, godos, suevos, árabes, &c., &c... que ha hecho cada vez más absurda la pretensión de catalogar racialmente a los mismos españoles peninsulares. Son, pues, inevitables las sonrisas cuando se habla de «nuestra raza» ante un auditorio de blancos, negros y amarillos y aceitunados, sobre todo si no es blanco el orador. Por otra parte, tiene algo de matiz peyorativo para las demás razas del mundo el que nuestra supuesta «raza» no se llame «esta» o «aquella» raza determinada, sino precisamente LA RAZA por antonomasia. No es necesario insistir más para ver las razones que me movieron a escribir que me parecía «poco feliz y algo impropio» el nombre puesto originariamente al Día de la Raza. Lo he podido comprobar experimentalmente en varias partes de América durante mi estadía de veinticinco años en ella.

Ventajas de la denominación «Fiesta de la Hispanidad»

El concepto de la «Hispanidad» no incluye ninguna nota racial que pueda señalar diferencias poco agradables entre los diversos elementos que integran a las naciones hispánicas. Es un nombre de «familia», de una gran familia de veinte naciones hermanas, que constituyen una «unidad» superior a la sangre, al color y a la raza de la misma manera que la 'Cristiandad' expresa la unidad de la familia cristiana, formada por hombres y naciones de todas las razas, y la 'Humanidad' abarca sin distinción a todos los hombres de todas las razas, como miembros de una sola familia humana. Es una denominación que a todos honra y a nadie humilla. Todas las naciones hispánicas han heredado un patrimonio común, transmitido por antepasados comunes, aunque luego cada una de ellas haya aumentado su herencia con nuevos bienes y nuevas glorias, que constituyen el patrimonio intangible y soberano de cada una de ellas. Pero así como en las varias familias procedentes de un tronco ilustre la existencia de distintos patrimonios privados no impide el amor y culto de las glorias que abrillantan la común prosapia, así también en las naciones, sin menoscabo de las glorias privativas de cada una, cabe el amor y culto del patrimonio común, sobre todo cuando es necesaria la colaboración de todos los herederos para conservarlo y defenderlo. La denominación «Fiesta de la Hispanidad» presenta a todos los pueblos hispánicos este aspecto agradable y simpático de nuestra gran familia de naciones y constituye una invitación para el estudio y cultivo del patrimonio común, que a todos enorgullece y a todos aprovecha.

Cómo sienten la «Hispanidad» aun aquellos que no sienten la «Raza»

El día 13 de octubre de 1935 se inauguró en Buenos Aires la estatua del Cid Campeador, levantada en el centro geográfico de la ciudad, en presencia del señor Presidente de la Nación, del señor embajador de España y de otras altas representaciones. Pronunciaron los obligados discursos oficiales dos oradores que no llevaban apellidos de origen español ni podían sentir el ideal de la Raza, pero que supieron sentir y proclamar el ideal de la Hispanidad. El historiador argentino Dr. Ricardo Levene, al explicar la significación de la presencia del Cid en América la encontró en el concepto espiritual de la «hispanidad», que es común a todos los hispánicos, aunque no hayan heredado sangre española. «El pueblo del Cid –dijo–, como entidad ética, fue el creador de una actitud acerca de la fidelidad, acerca de la defensa del desvalido, la dignidad del caballero y el honor del hombre; no sólo el honor exterior, diré así, que nace obligadamente en las relaciones con los demás, sino el honor íntimo o profundo, que tiene por juez supremo a la conciencia individual. Del Cid en adelante, los héroes españoles e hispanoamericanos son de su noble linaje. Es que en América transvasó la desbordante vitalidad de la Edad Medía española, corriéndose impetuosamente por el tronco y las ramas la savia de la raíz histórica... La hispanidad no fue nunca la concepción de la raza única e invariable, ni en la Península ni en América, sino, por el contrario, la mezcla de razas de los pueblos diversos que golpeaban en oleadas sobre el depósito subhistórico. La hispanidad ha dejado de ser el mito del imperio geográfico... La hispanidad no es forma que cambia, ni materia que muere, sino espíritu que renace, y es valor de eternidad: mundo moral que aumenta de volumen y se extiende con las edades, sector del universo en que sus hombres se sienten unidos por el lado del idioma y de la historia, que es el pasado. Y aspiran a ser solidarios en los ideales comunes a realizar, que es el porvenir.» (El Diario Español, Buenos Aires, 14 de octubre de 1935, página 2.) Después de este discurso, que tuve el gusto de escuchar al pie de la estatua del Cid, fue recibida ésta oficialmente, en nombre del Municipio de Buenos Aires, por el doctor Amílcar Razori, que con breves y sentidas palabras entregó «para la contemplación artística y enseñanza moral de los habitantes la figura legendaria del Cid Campeador, hijo de nuestra dilecta España, duro, recio e indómito como las llanuras de Castilla que le vieron nacer, bravío guerrero de las gestas más mentadas al través de los siglos en los campos de batalla y docto en las Cortes ciudadanas, defensor del débil, paladín de la honra, libertador de pueblos, sostén del derecho y de la justicia, paradigma y síntesis, en fin, de las nobles, de las grandes, de las profundamente humanas virtudes españolas.» (El Diario Español, página citada).

Misión ecuménica de la Hispanidad en todas las razas del mundo futuro

Este mundo nuestro que se derrumba, víctima de luchas raciales y apetitos materialistas, buscará un refugio de paz y fraternidad en las veinte naciones católicas de la Hispanidad, salvadas casi íntegramente del incendio de la guerra y relativamente inmunizadas contra las más peligrosas reacciones de la posguerra. La Hispanidad Católica tiene que prepararse para su futura misión de abnegada nodriza y caritativa samaritana de los infelices de todas las razas que se arrojarán a sus brazos generosos. La Providencia le depara a corto plazo enormes posibilidades para extender en gran escala su acción evangelizadora a todos los pueblos del orbe, poniendo una vez más a prueba su vocación católica y su misión histórica de brazo derecho de la Cristiandad. Por eso es necesario estrechar cada vez más los lazos de hermandad y colaboración entre los grupos más selectos de la Hispanidad Católica, prescindiendo de razas y colores mudables, para afianzar más las esencias inmutables del espíritu hispánico.

1 comentario:

  1. Genial el texto. Solo hecho en falta algo más sobre el magisterio y labor episcopal en Argentina de Mons. Vizcarra, que fue grandiosa. POR LA CONFEDERACIÓN DE LAS ESPAÑAS DESDE RÍO GRANDE A TIERRA DE FUEGO, DESDE NÁPOLES HASTA LISBOA, BAJO UNA AUTORIDAD LEGÍTIMA GARANTÍA DE LA JUSTICIA.

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