Editoriales

domingo, 1 de julio de 2012

Nostalgia de Vázquez de Mella, frente al conservadurismo pseudocatólico

La doctrina política de Vázquez de Mella resulta así la única-óigase bien: la única- que podrá conducirnos a un auténtico y definitivo orden social, porque es también la única que brota de la gran raíz de la teología tomista al calor del clima cristiano. De aquí arranca su actualidad inapreciable en medio de la pavorosa desorientación que está sufriendo el mundo contemporáneo. De aquí arranca también la necesidad apremiante que nos urge a todos los católicos de darla a conocer y de difundirla por todos los medios que se ofrezcan a nuestro alcance, porque siempre será la verdad el aforismo clásico de que ignota nulla cupido.

Existe además otra razón poderosa, aun cuando sólo sea de índole circunstancial más bien que absoluta, que nos ha movido a elegir el pensamiento político de Vázquez de Mella como tema central y motivación de este trabajo: la ignorancia  crasa y supina verdaderamente épica que reina entre la mayoría de los católicos y de los que se autotitulan hombres de orden acerca del concepto mismo de la política así como acerca de su objetivo primordial que es el bien común de la colectividad. Porque los absurdos que estamos oyendo brotar a cada paso de labios de los ya mencionados hombres de orden resultan realmente increíbles. Las nociones fundamentales de bien común, de orden, de libertad, de justicia social y otras similares andan  entre ellos completamente deformadas por el cristal de un egoísmo subconsciente  a cuyo trasluz  las consideran. De esta suerte identifican sin rubor el bien común con la propia prosperidad financiera de una seudoaristocracia ensoberbecida y prepotente; la libertad, con el privilegio  que creen tener las clases económicamente pudientes de enriquecerse a discreción; la democracia, con el régimen  liberal y parlamentario, la justicia en fin, con cierta inconfesable sumisión frente a la aristocracia dirigente. Y todo ello sin asomo de mala fe, pero en todo caso con una ignorancia respecto a los principios de la política católica, de esas que León Bloy creía capaz de hacer vomitar a las estrellas. Lo más trágico del asunto es que la aristocracia -y hablamos, en especial de la chilena- ha cometido el tremendo error de autocreerse intelectual, de tal suerte  que se ha cerrado por completo a la aceptación de cualquier verdad que se manifieste demasiado hostil a las vaciedades con que hasta la fecha  se ha venido alimentando. De esta suerte el hecho de predicar hoy en día la verdad casi equivale a predicar en el desierto, si no en la tranquilidad que ello procura, por lo menos en lo que se refiere a los frutos conseguidos.

Por todas las reflexiones que anteceden se nos hace extremadamente urgente dar a conocer y difundir los principios políticos de Vázquez de Mella(...). Por ello podemos sostener que la doctrina de Vázquez de Mella no constituye tan sólo una política entre muchas, sino la política por antonomasia, aquella política a que deberá adherirse quienquiera desee contemplar realizados en la vida colectiva los principios fundamentales de la ética cristiana y del pensamiento de Santo Tomás.

Padre Osvaldo Lira Pérez, S.S.C.C. Prólogo, Nostalgia de Vázquez de Mella

1 comentario:

  1. Por pura ignorancia y desconocimiento de los principios doctrinales de la política católica que ha desarrollado la doctrina social de la Iglesia en su larga tradición, nos encontramos hoy, por una parte, con un gran sector del "catolicismo" donde reina el desprecio hacia todo lo "político", como si el ocuparse de estos temas infectase una pretendida pureza de la fe y de la espiritualidad; como si la política y la religión no tuviesen ningún vinculo. Error e ignorancia supina de los que así piensan y que hoy son multitud en los "nuevos movimientos eclesiales". Esa manera de pensar esta llena de ribetes protestantizantes (separación naturaleza y gracia) y gnósticos (desprecio hacia el orden natural y de la creación).

    Por otro lado, existe ese neocatolicismo derechista y conservador, que reduce los principios católicos a un mero conservadurismo burgués y moralista, que hace de la religión un vector farisaico y nauseabundo, herencia directa del modernismo y del herético catolicismo liberal.

    En ambas posturas, erróneas y en esencia anticatólicas, subyace esa sumisión al discurso y al paradigma liberal dominante, totalmente contrario a la Tradición católica. Errores no inferiores a quienes faltos de formación en la secular doctrina social de la Iglesia recurrieron a los análisis marxistas para fundar un pretendido compromiso social y político de los católicos. Unos y otros perdidos en la maraña de la modernidad anticristiana.

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