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miércoles, 2 de marzo de 2016

Virtudes y limitaciones de una visión libertaria del carlismo: la síntesis de Félix Rodrigo Mora

Virtudes y limitaciones de una visión libertaria del carlismo: la síntesis de Félix Rodrigo Mora

En el capítulo IV de su libro “Naturaleza, ruralidad y civilización” el pensador –inscrito en las corrientes libertarias, a la vez que criticado por las mismas, —Félix Rodrigo Mora brinda un sugestivo análisis del primer carlismo bajo la rúbrica “El pueblo y el carlismo. Un ensayo de interpretación”. 

Félix Rodrigo Mora alcanza en su obra la conclusión de que el primer carlismo fue el conducto utilizado por el pueblo para canalizar su rebelión contra el liberalismo que es, afirma, “un fanatismo de importación”, constituido por unas clases medias “mentalizadas por una ideología liberal excepcionalmente soez, ramplona y desalmada, sólo atentas al medro, al lucro y al goce”. Su síntesis es la siguiente:

·         "El programa implícito con que el pueblo se incorpora a la acción armada contra la dictadura liberal española era diferente hasta el antagonismo al propugnado por la dirección del carlismo. En los estudios históricos se suele resaltar, según la ideología de cada autor, este o el otro componente, cuando lo esclarecedor es considerar el conjunto. 

Puede sintetizarse en 11 puntos:
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1) comunitarismo convivencialista, con preservación de los patrimonios comunales y sin ampliación de la propiedad privada;
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2) mantenimiento de la autonomía parcial del municipio existente, particularmente en las aldeas y pequeñas poblaciones, con salvaguarda de la expresión primordial de la democracia popular tradicional, el concejo abierto;
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3) comunidad de las formas ancestrales de intercambio y tributación, sin ampliación de la función del dinero ni la del mercado, sin modificación en la cantidad y en el modo de tributar;
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4) mantenimiento del clima espiritual tradicional, con el convivencialismo y la hermandad como valores mayores, con exclusión de la competitividad, individualismo, desigualdad, insociabilidad y agresividad propias del liberalismo y de toda la modernidad;
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5) supervivencia de la cultura y los saberes populares en las diversas esferas de la existencia, incluidas las lenguas vernáculas;
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6) rechazo del centralismo, expresión del dominio creciente de la gran urbe, Madrid, sobre los demás territorios, en particular el universo aldeano, entonces tan importante; 
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7) negativa intelectual, emocional y vital al trabajo asalariado, tenido como expresión muy letal del envilecimiento y deshumanización de las personas;
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8) rechazo de las quintas y matrículas de mar;
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9) en los territorios forales, adhesión a la institución foral, tenida acertadamente por manifestación histórico-concreta de la propia identidad como pueblo diferenciado, y como cosmovisión, cultura e idioma singulares:
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10) desdén por las riquezas y deseo de una vida frugal, centrada en la satisfacción de las necesidades inmateriales del ser humano, lo que está en aguda oposición con el productivismo y consumismo liberal;
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11) repudio del despotismo constitucional y parlamentario, que se propone “mejorar” la situación de las masas sin contar con éstas, lo que contiene la afirmación de que cualquier medida, para ser emancipadora, ha de resultar de la acción popular, no de la dudosa benevolencia de una minoría iluminada y verbalmente redentorista que opera desde el aparato del Estado, como era el liberalismo.
El Matiner siempre ha puesto el acento en el carácter popular y mayoritariamente rural del carlismo, por lo que se congratula por el interés de la observación del mismo desde los más plurales enfoques. Se comprueba además que se hace desde un acercamiento sin prejuicios, con solvencia intelectual manifiesta y sin la pretensión de reconstruir una explicación ad hoc del carlismo como hicieron los periodistas al servicio de la escisión ideológica de Carlos Hugo desde un dogmatismo acientífico.

Sin embargo su planteamiento adolece de notables carencias interpretativas y axiológicas. No deja de inscribirse dentro de estrechos contornos inmanentistas, con lo que se incurre directamente en la aporía del mundo moderno que se pretende criticar. Rodrigo Mora es víctima de ciertos condicionantes libertarios, que niegan toda apertura a la trascendencia y aunque se revelen contra los excesos del materialismo dialéctico contraponen al mismo una suerte de naturalismo optimista para explicar el “clima espiritual”, el “deseo de vida frugal” y la satisfacción de las “necesidades inmateriales”. Resulta más sencilla y acorde a la realidad señalar que todas estas circunstancias brotaban de una firme Fe en la religión. Derivado de esa omisión no se encuentra por ningún lado la referencia al orden civilizacional de la Cristiandad, que no operó en el mundo de las ideas, sino que fue una realización concreta, no nacida de un puro espíritu natural, sino condicionada por las enseñanzas de la Iglesia, que generaron una civilización determinada; forma de civilización de alcance universal, pues sobrepasó los límites de índole de cultural, racial o geográfico y alcanzó a todos los pueblos que ponían el centro de su convivencia sobre el templo y el palacio, ambos rematados con la Cruz del Redentor. Esta civilización, que al fin y al cabo no pretendía otra cosa que asentarse sobre la virtud, aunque no siempre lo consiguiera, precisamente por la naturaleza caída del género humano, vino a ser suplantada por un psudoorden que consagraba la ley del más fuerte, aquí sí naturaleza pura, al rechazar cualquier clase de condicionamientos y fundamentos morales sobre la comunidad política. No es de extrañar por ello que la vida del campesinado se viese rápidamente devastada mediante la imposición dineraria frente al pago en especie del diezmo y la primicia sobre las tierras señoriales o comunales, que hacían a toda la comunidad, con independencia de la jeraquización social, coparticipes con la suerte de la cosecha.
Al respecto de las jerarquizaciones sociales nos encontramos la segunda gran limitación del análisis. El liberalismo insiste sobre las supuestas miserias de una sociedad estamental. Los filósofos clásicos la definen como la sociedad perfecta, y la ejecutoria histórica la reveló como aseguradora de los derechos concretos, frente a las inseguridades que ofrece la sociedad masificada igualitarista. Es en los fundamentos filosóficos donde liberales y libertarios se dan la mano con sus axiomas de libertad, igualdad y fraternidad; no es por ello tan extraño esa pretensión neocon de hablar de anarcocapitalismo. En la sociedad tradicional existió una jerarquización sin la cual es imposible entender la, en general, acertada caracterización que hace Rodrigo Mora. Bien es cierto que el absolutismo y su deriva regalista vendrían a introducir efectos terriblemente distorsionadores. Aún así jamás se puede hablar en puridad de antagonismos sociales, ni entre unos estamentos y otros, ni, como correlativamente parece insinuar, entre la dirección del carlismo y sus masas. Al revés, el carácter interestamental y posteriormente interclasista del carlismo, con prevalencia del elemento campesino porque era el mayoritario en la España de entonces --el carlismo al fin y al cabo vendría a ser así un reflejo casi perfecto de aquella sociedad—explica esa armonía que duró, no exenta de tensiones puntuales, durante siglos.

Campesinos, aristócratas, funcionarios, artesanos; ricos o pobres, todos se alzaron, siquiera inconscientemente, en defensa de un orden civilización que era en el que venían conviviendo secularmente sobre firmes bases y fundamentos morales.

6 comentarios:

  1. Según parece Félix Rodrigo Mora militó en su juventud en la maoista ORT (que provenía en sus remotos orígenes del sindicalismo cristiano izquierdista y socialista) y luego ha estado relacionado con el colectivo de crítica anti-industrial “Los Amigos de Ludd” y con medios libertarios y anarcosindicalistas, dando innumerables conferencias en locales de la CNT, es curioso que a la vez recibe brutales insultos, críticas y amenazas por diversos grupos anarquistas y feministas radicales, siendo acusado de infiltrado, reaccionario, cura, carlista, tradicionalista, criptocristiano, fascista, racista , homófogo etc, demostrando así esa "tolerancia" y libertad de pensamiento que tanto les gusta predicar. Todo debido a sus opiniones sobre fenómenos como el carlismo, o su juicio negativo y crítico a hechos históricos como la constitución de Cadiz de 1812, o sus críticas al feminismo ideologizado y a la ideología de género, su rechazo frontal al alcoholismo y a las drogas como instrumentos de control social del sistema, etc.

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  2. También ha criticado el mito de A-Andalus y al Frente Popular de la República: Su opinión sobre el actual fenómeno de Podemos es el siguiente:

    El 15-M fue la primera reacción popular al tránsito de la sociedad de consumo a la sociedad de la escasez y el paro estructural. Significó una quiebra parcial de masas con el orden burgués y estatal, aunque por sus colosales deficiencias (sobre todo la debilidad del factor consciente en su seno) no podía ni lograr nada perdurable y ni siquiera tener continuidad. La respuesta del poder ha sido lanzar Podemos.

    Sin embargo, Podemos es parte de un sistema político-ideológico que está en retirada y va de un fracaso a otro, en Venezuela, Bolivia, Irán, Brasil, Cuba, etc. pero sobre todo en Grecia. Aunque está, por el momento a la ofensiva en lo táctico su situación estratégica es de defensiva e incluso de desordenada retirada. No posee coherencia ideológica, le falta sustento teórico, tiene en su contra la experiencia histórico del último medio siglo, carece de cuadros preparados, está dividido en un buen número de facciones que disputan entre sí por poder y dinero y, sobre todo, padece el desgaste de la confrontación de sus demagogias con la realidad, una vez convertido en fuerza gobernante (…)

    Los estrategas del ejército, los servicios secretos y la banca, que son quienes han creado e impuesto a Podemos, han incurrido en el error de colocar en el mismo paquete todos los elementos de que se han servido desde hace mucho para el control ideológico y político de las masas. En él están las religiones políticas al completo, el activismo socialdemócrata, los profesionales del engaño “anticapitalista”, los adoradores del Estado, los “antiimperialistas” pagados por los petrodólares del teofascismo islámico, los “independentistas” que viven del Estado español, etc. (…)

    Si llevamos el análisis del fenómeno Podemos a su causa última encontramos que tiene como principal y casi único elemento seductor el ansia de dinero, consumo y retorno a la situación del pasado inmediato, que domina a muy amplios sectores. En su pánico al futuro, éstos quieren una fuerza política que restaure la situación económica del pasado inmediato, que les prometa dinero y más dinero como don estatal. Por tanto, Podemos es expresión de la degradación de la sociedad y la persona en los años del ultra-consumo, una alucinación que la realidad irá desmontando por sí misma, lo que va a dejar libres a las personas más conscientes para pensar de una manera diferente, no burguesa (...)

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  3. Aunque es obvio decirlo, Felix Rodrigo, no es carlista, en primer lugar porque no es católico, el mismo confiesa que es más bien ateo, tampoco es propiamente un anarquista, tampoco se define como tal. Se define asimismo como “revolucionario”, en sentido de que cree que es necesario un cambio total de civilización, considera que esa revolución debe ser integral, es decir no sólo económica o social, sino de valores, de civilización.

    Alejado totalmente del dogmatismo materialista ideológico del marxismo y del izquierdismo, crítica el economicismo, elemento central en el pensamiento marxista, eso le ha llevado a enjuiciar los dogmas de estas doctrinas sobre procesos históricos como la ilustración, las revoluciones liberales, en especial la francesa, la constitución de Cádiz, o su juicio revisionista sobre el medievo y las formas de convivencia tradicionales, por estas ideas ha sido acusado ferozmente como reaccionario.

    Su pensamiento está en las antípodas del pensamiento tradicionalista, pero su rigor intelectual en busca de la verdad le ha llevado a romper con muchos dogmas del pensamiento único izquierdista, es por tanto un librepensador antidogmático, que reivindica ciertos aspectos de la tradición pero totalmente descontextualizada, por ejemplo en el tema del fuero, con lo que coincide por ejemplo con otros pensadores libertarios clásicos. Crítica el parlamentarismo, al estado y otros temas clásicos del pensamiento anarquista, pero de forma siempre heterodoxa, reivindicando una revolución de base ética desde el "buenismo" clásico y naturalista típico del anarquismo; de ahí la crítica de "moralista" "cura" que recibe desde grupos izquierdistas y neoanarquistas modernas. Su crítica central es al orden burgués, proponiendo otra civilización denunciando que en muchos pretendidos revolucionarios se mantiene la misma lógica burguesa de base: el bienestar, el economicismo, materialismo etc; su pensamiento estaría más bien próxima a pensadores como Sorel (sindicalista revolucionario), que por cierto influyó mucho en el primer fascismo, sin decir por ello que sea propiamente un soreliano.

    En definitiva tiene conceptos sobre la libertad, la conciencia, el antiestatismo, la vida rural y pre-industrial que enlazan con ese "romanticismo" humanista del primer anarquismo, principios utópicos en el sentido de carentes de sana filosofía y claro está de teología....sería pues un "libertario" en sentido amplio de la palabra, muy personal, pero sin verdadera perspectiva histórica y filosófica.

    Su juicio sobre el carlismo adolece por todo ello de falta de visión global, en el sentido que acertadamente señala el artículo, es reduccionista por naturalista y no comprender desde dentro, en su profundidad, la sociedad y al hombre que pretende explicar. Acierta, por lo contrario, en ciertos aspectos porque no se deja llevar por los dogmas de la pretendida visión "científica" del pensamiento moderno y los mitos propios del marxismo.

    Interesante, cuento menos su pensamiento, ante tanto dogmatismo antihistórico y porque rompe con esos análisis encortesados ideologizados del pensamiento moderno. Pero con límites y errores típicos de su concepción global.

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  4. Lo que motivo la adhesión del campesinado al carlismo fue su Fe, Fe religiosa encarnada en sistemas de vida tradicionales e instituciones emanadas de ella; desde una visión atea no se puede comprender esta realidad porque el prejucio lo oscurece todo. No en vano el lema del carlismo fue Dios, patria, fueros y Rey, y por ese orden. No es posible un análisis puramente sociológico sin entender la mentalidad del hombre tradicional. El mismo Feliz Rodrigo dice el disparate que los campesinos de la Vendée francesa que ser revelaron contra la revolución francesa lo hicieron por su oposición al centralismo de París olvidando, como lo demuestra sus lemas, banderas, canciones etc, sus motivaciones profundamente religiosas de su posición contrarevolucionaria. Es querer ver el fenómeno sin entender el carácter profundamente político de la fe encarnada en una civilización y comunidad política. En el fondo se mantiene en la posición materialista típica de la modernidad, que niega el carácter determinante de la religiosidad en el plano comunitario, aunque quiera de alguna manera reivindicar el impulso popular de episodios como la Vendée o el carlismo, pero no los entiende porque es victima de la ceguera moderna de no ver la profunda conexión entre fe religiosa y vida política del hombre tradicional. Es imposible entender la Tradición desde el ateísmo, es imposible defender la tradición y sus instituciones populares sin la sabía que las nutria y vivificaba que es la Fe religiosa.

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  5. Así es, el pueblo, el campesinado, NO utilizó el carlismo, para enfrentarse al liberalismo, es más fácil, el pueblo el campesinado ERA carlista y por eso se enfrentó al liberalismo.

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  6. Lo que no entiende Felix Rodrigo es que la Fe para el hombre tradicional no era un mero sentimiento, algo subjetivo, sino que tenía como fundamento a Dios creador del Orden natural y por tanto con consecuencias en la comunidad política, Fe encarnada en instituciones, los 11 puntos que enumera son producto directo de esa cosmovisión y civilización católica de la vida; y por eso se defendían y dependían esencialmente de la religión que las nutría como savia. No se puede desligar una cosa de la otra. Ese es el error moderno en que cae Rodrigo Mora. Es el mismo error que el partido carlista, este considera que esos 11 puntos eran el carlismo desligándolo de su nexo de unión fundamental que es la religión, y Rodrigo Mora, que no es carlista, que esos 11 puntos eran la motivación del voluntariado pero no constituían el carlismo que defendería la religión y al rey pero sin esa unidad, esa es la diferencia, pero el mismo error moderno.

    Lo que si es aprovechable de la explicación de Rodrigo Mora es su rechazo a la dialéctica marxista de origen hegeliano, donde los procesos revolucionarios liberales eran en el fondo necesarios y positivos, a pesar de sus estragos sociales, por ser condición histórica del progreso y de la síntesis que llevaran al socialismo. Su rechazo a los esquemas dogmáticos y pretendidamente científicos que desprecian toda la forma comunitaria y popular del Antiguo sistema tradicional. Rodrigo Mora reconoce sus evidentes, desde la objetividad, puntos positivos y populares, pero es incapaz de entenderlos en su realidad, como emanados de un impulso religioso y su concreción en un sistema global y coherente en sintonía con la mejor filosofía clásica. Su desprecio intelectual por Platón y Aristóteles (su aprecio se reduce a los filósofos cínicos griegos) y como consecuencia su desconocimiento de las grandes síntesis medievales en particular Santo Tomás de Aquino y el tomismo en general, del núcleo central de la civilización que construyó la Cristiandad y que fue defendida con ahínco por las clases populares y por el carlismo con el lema que lo sintetizaba: Dios, Patria, Fueros Y Rey. Lo que le incapacitan para un correcto enjuiciamiento de las revueltas populares contra el liberalismo.

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