Editoriales

lunes, 13 de febrero de 2017

Don Sixto Enrique de Borbón y la dignidad de la realeza

DON SIXTO ENRIQUE DE BORBÓN Y LA DIGNIDAD DE LA REALEZA

Mi respuesta a la carta del Príncipe de Bauffremont

Estoy completamente de acuerdo con la hermosa carta que el Príncipe de Bauffremont me ha dirigido, hecha excepción de una alusión al título de infantazgo de «Duque de Anjou», grotescamente atribuido a un tal Luis Alfonso de Borbón y Martínez-Bordiú, descendiente lejano, aunque al parecer simpático, de la cómplice de Luis Felipe de Orleáns en la usurpación, la reina Isabel de España, y que es, por otra parte, primo de Henri de Bauffremont. Ahora bien, es universalmente sabido que todo título de infantazgo sólo puede ser atribuido por un rey reinante que tenga legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio, y que ha de ser confirmado en cada generación, como siempre mantuvo Enrique V, Conde de Chambord.

El Príncipe de Bauffremont recuerda con acierto que nos reunimos cada 21 de enero con el exclusivo fin de recordar el sacrificio del rey Luis XVI; y yo mantengo que esta conmemoración no debe servir ni ser utilizada, en manera alguna, para beneficiar una promoción publicitaria pseudodinástica bajo pretexto de favorecer la situación estratégica o política de cualquier miembro de la dinastía de los Capetos o de cualquiera de nosotros.

No es menos evidente que la presidencia de esta conmemoración no puede recaer, fuera de toda argumentación sucesoria o dinástica y por orden generacional, sino en los de mi Casa en cuanto que es la más próxima por la sangre a ese rey mártir, tal como se ha hecho durante más de cincuenta años, primero bajo la autoridad de mi padre y luego de la mía.

Sixto Enrique
Príncipe de Borbón Parma

En la acertada respuesta de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón al Príncipe de Bauffremont se encuentran interesantes claves sobre el papel y la dignidad de la realeza en un mundo y un tiempo en que el paradigma igualitarista ha nublado los entendimientos sobre la misma. Estas dificultades podrían explicar, aunque no justificar, el papel confusionista al que se han prestado gentes de sangre real (aclaremos en este punto que Luis Alfonso Dampierre no lo es) con la intención de buscar un acomodo. Piénsese en el papel de comparsa de la República de Portugal de Don Duarte de Braganza o en el intento de legitimarse plebiscitariamente de Simeón de Bulgaria. El Abanderado de la Tradición (título que como el propio Don Sixto Enrique se encargó de recordar en septiembre de 2008, al cierre de los actos de los 175 años del Carlismo, «tiene un carácter ejecutivo»), emparentado con ambos, no carece de espíritu magnánimo y por eso compadece sus acciones. Sin embargo es el ejemplo del Duque de Aranjuez el que más fielmente se ajusta a la dignidad del papel de la realeza. Ejemplos sobran de su implicación en las problemáticas sociales y políticas más acuciantes e inmediatas del ámbito español (de la vieja y de la nueva España) e internacional, sea con la pluma o con la espada, pero sin olvidar los graves deberes que le impone su nacimiento. (Pulsar Aquí)

En primer lugar el de ostentar la jefatura de la rama mayor de los Borbones. Lo que sin desmerecer ni desatender sus obligaciones para con Parma exige unas responsabilidades que trascienden con mucho el Ducado.

En segundo lugar mantener los fundamentos doctrinales de la realeza, que son los que justifican la misma y la diferencian de la impostura de las repúblicas coronadas, «decoraciones heráldicas de la Revolución que usurpan su nombre» (en frase de Vázquez de Mella) Pulsar Aquí. Desmayos que no sólo afectan a las casas que nominalmente ocupan jefaturas de Estado, sino que se extiende, con mayor escándalo, a los que estarían llamados por su sangre a ocupar un puesto en la historia de la Monarquía.

En tercer lugar, consciente de dichas responsabilidades y siguiendo la senda marcada por los reyes carlistas, Don Sixto Enrique no descuida sus responsabilidades para con Francia. Oportuno a este respecto es recordar el Testamento de Carlos VII:
Aunque España ha sido el culto de mi vida, no quise ni pude olvidar que mi nacimiento me imponía deberes hacia Francia, cuna de mi familia. Por eso allí mantuve intactos los derechos que como Jefe y Primogénito de mi Casa me corresponden. Encargo a mis sucesores que no los abandonen, como protesta del derecho y en interés de aquella extraviada cuanto noble nación, al mismo tiempo que de la idea latina, que espero llamada a retoñar en siglos posteriores.

Quiero también dejar aquí consignada mi gratitud a la corta, pero escogida, falange de legitimistas franceses, que desde la muerte de Enrique V, vi agrupados en torno de mi Padre, y luego de mi mismo, fieles a su bandera y al derecho sálico.

A la par que a ellos, doy gracias, desde el fondo de mi alma, a los muchos hijos de la caballeresca Francia, que, con su conducta hacia mí y los míos, protestaron siempre de las injusticias de que era víctima, entre ellos, el nieto de Enrique IV y Luis XIV, constándome que los actos hostiles de los Gobiernos revolucionarios franceses, son inspirados con frecuencia por los mayores enemigos de nuestra raza.

Recuerden, sin embargo, los que me sucedan, que nuestro primogénito pertenece a España, la cual, para merecerlo, ha prodigado ríos de sangre y tesoros de amor.
Todos estos graves deberes han sido cumplidos, con admirable dignidad, por Don Sixto Enrique, en la línea marcada por los Reyes carlistas.

S.A.R Don Sixto Enrique de Borbón y el proyecto geopolítico del carlismo

2 comentarios:

  1. Ejemplo de dignidad la de Don Sixto Enrique, ante el triste espectáculo de toda la "realeza" y "nobleza" del viejo continente vendida al Nuevo Orden Mundial, a cambio de una vida de lujo, fiestas, hedonismo y frivolidad cuando no directamente integrada en la masonería. Vida de revistas rosas de unos y de participación en los círculos plutocráticos de otros (participación en reuniones del Club Club Bilderberg como la Sofía y ahora la Leticia).

    Frente a ellos se alza la figura del Príncipe Sixto, comprometido constantemente con los principios de la Tradición y la libertad de los pueblos, su implicación en las cuestiones geopolíticas más acuciantes en Libia, Irak, Líbano, Rusia, en su denuncia de los crímenes y mentiras del Nuevo Orden Mundial. Un verdadero Príncipe de la Cristiandad referente de la Causa de los pueblos y del sentido auténtico de la realeza, frente a la claudicación vergonzante y el nihilismo generalizado.

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  2. “los hombres han de ser leales al Príncipe si el Príncipe es leal a los principios que encarna y si no, no"; “una Monarquía que sólo quiere tener derechos y ninguna responsabilidad, es una Monarquía parásita"

    (S.A.R Don Sixto Enrique de Borbón)

    "Si el Rey actúa conforme a derecho debe tener el nombre de rey; si obra torcidamente pierde el nombre de rey.
    Y los antiguos tenían tal proverbio: rey serás si haces derecho, pero si no haces derecho no serás rey, de donde el rey debe tener dos virtudes: justicia y verdad."

    Fuero Juzgo, Primer título, Ley segunda, pp. I e II.

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