Editoriales

jueves, 12 de noviembre de 2009

La aceptación del mundo moderno: la utopía de la "laicidad" y la "secularidad".

"Surge asimismo el cansancio de una permanente actitud de oposición y lucha...La tentación es entonces demasiado fuerte y a ella responde por entero el hoy dominante progresismo católico, obra cumbre del juglar de las ideas. Todo el problema se reduce para él a un retraso de la Iglesia católica, que no ha evolucionado según el ritmo de los tiempos y ha dejado de responder a las exigencias de la Historia. Se reconoce entonces en el progreso del "mundo moderno" (en la obra de la Revolución y del maquinismo, en la tecnocracia y el socialismo) realizaciones criptocristianas, y se pide perdón a ese mundo moderno por la secular incomprensión de la Iglesia...Es el momento para el progresismo de un arreglo de pesas y medidas con el "mundo moderno" para que una Iglesia debidamente evolucionada vuelva a dialogar con ese mundo y ocupe un puesto de poder no ya rector, pero sí respetado y nunca más en situación de lucha y condenación de ese mundo. La labor consistirá en miminizar la fe y la moral reduciendola ( a través de las "pendientes naturales") a lo que convenga estimar como "esencial", en renegar de la propia tradición de la Iglesia y de la civilización que ella creó considerándolas como "adherencias" o "alienaciones", en limar cuantas aristas rocen la mentalidad y formas de vida modernas, para demostrar al mundo de hoy que ser católico viene a ser lo mismo que no serlo, y que tal profesión en nada choca con las exigencias de la vida actual y del "humanismo". Consistirá asimismo en reducir la vida religiosa al interior de las conciencias, abandonando toda pretensión comunitaria-histórica de que la fe informe jurídicamente o políticamente la vida de los pueblos...

Consecuencia para los hombres es que la Ciudad humana, falta de su asiento religioso permanente, no otorga ya sentido a sus vidas, expuestas desde ahora a la incoherncia del relativismo y a la corrupción que de él emana...En el término de este proceso se encuentra el hombre que se sirve sólo a sí mismo, que a nada sirve, porque carece de sobre-ti y de "principios". Es el momento del culto al Hombre, esa "idolatría de los últimos tiempos" en la que el hombre se adora a sí mismo en la vacuidad de un humanismo sin sentido ni contenido."

Rafael Gambra Ciudad. El Silencio de Dios. Ed Ciudadela.
(libro de lectura imprescindible)

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