Editoriales

sábado, 2 de enero de 2010

LA CRISIS ¿Sólo económica? La Europa que ha perdido el rumbo (III)

"Los pueblos, como los peces, empiezan a pudrirse por la cabeza" (Proverbio chino)

Un somero examen de la situación revela que estamos ante una pérdida del centro. Junto a un incremento sin precedentes de la prosperidad material, se produce una descristianización masiva, también sin precedentes. Se rompe así el equilibrio interior y exterior de la persona. Manifestaciones de ello son la vulgarización del lenguaje y las costumbres, del pensamiento y de la religiosidad. En una palabra, un rebajamiento de la persona. Correlato de él son, como señaló Sombart, la falta de aprecio por la vida y la baja de la natalidad, preludio de la extinción del mundo civilizado.

De hecho Europa pierde su preponderancia mundial. Superioridad espiritual, degenera en cultural y termina en meramente técnica. Entonces su relación con el resto del mundo se invierte. Si antes la emigración europea llevaba su espíritu a otros continentes, ahora no europeos afluyen por millones a Europa, turcos, árabes, chinos, marroquíes, tailandeses. Al mismo tiempo, Europa y los Estados Unidos imponen en el resto del mundo métodos destinados a frenar el crecimiento demográfico. Sin razones para vivir, tampoco las hay para perpetuarse en los hijos.

Lo singular de este hundimiento es que, al igual que el engrandecimiento viene de dentro y de arriba. Lo que evoca la deserción de los letrados denunciada por Julien Benda. Tiene su foco en los pueblos más avanzados y dentro de ellos, en los núcleos dirigentes. Los pueblos mas prósperos y poderosos, que se hallan a la cabeza de los adelantos científicos y técnicos se empobrecen moralmente y ejercen una influencia corrosiva sobre el resto del mundo. Esta decadencia no viene de abajo, de las grandes mayorías, menos cultas, marginales y menos acomodadas, sino de la propia minoría dirigente, del sector más cultivado de las urbes mundiales que, de este modo, arruina su prestigio y su papel rector.

El abandono de la fe, fenómeno aislado en el siglo XVIII, se tornó masivo en la Europa del siglo XX, comenzando en las capas cultas, descreídas, indiferentes moralmente, sin interés por la creación intelectual y artística, desarraigadas, sin más patria que sus inversiones ni más intereses que los económicos. El fenómeno no es desconocido. Al fin del mundo antiguo sucedió algo semejante, según pudo comprobar el ruso Rostovtzeff.

Esta deserción de los sectores dirigentes es perceptible al menos en tres círculos concéntricos: uno el más visible, la relación entre la técnica y el hombre, otro más profundo y ramificado, la relación entre medios de vida y razones para vivir y, en fin, uno de fondo, la relación entre Dios y el mundo.

(Bernardino Bravo Lira. Construcción y Desconstrucción. El sino del racionalismo moderno de la Ilustración a la postmodernidad)

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