Editoriales

jueves, 9 de septiembre de 2010

El Carlismo y el Federalismo.

El federalismo y el separatismo son distintos y el estudio de uno purifica y a la vez se complementa con el otro. Ahora que se habla tanto de separatismo se menciona poco el federalismo o se manipula (caso de Maragall) y, sin embargo, tienen puntos claros de fricción y de identificación. Los federalistas veneran los símbolos de la federación: la bandera, el himno nacional, la Jefatura del Estado, las apelaciones y recursos a instancias nacionales, el Ejército, la cultura e historia común y en una palabra, todo lo que corresponda a la federación, como, por ejemplo, la política exterior; incluso ponen un especial énfasis en aclamarlo. Los separatistas se identifican precisamente por lo contrario en los mismos puntos: queman la bandera nacional, silban al himno y al Jefe de Estado, perpretan y aclaman los atentados contra el Ejército, manipulan y odian la cultura e historia común, y quieren tener su propia política exterior. Las diferencias sencillamente apreciables, son, pues, claras, importantes e insalvables, y en la situación política actual seria muy bueno divulgarlas, explicarlas y exaltarlas. El concepto de Patria y el amor a ella son también fosos irrellenables entre las dos teorías.
Asimismo existe otra esencial diferencia de filosofía política. Los separatistas no desean otra cosa que repetir los abusos liberales y centralistas en nuevas organizaciones políticas, nuevas "naciones", llegando a ellos a través de la traición a la Patria. En cambio, el federalismo supone el cumplimiento del mandato de derecho público cristiano del principio de subsidiaridad a través del legítimo respeto de las libertades concretas de las regiones y los reinos, del todo distintas de las pseudolibertades abstractas del liberalismo (...)
Los conceptos descentralización, regionalismo y federalismo podrían alinearse por este orden formando una jerarquía en que cada uno incluye y supone a los anteriores, pero añade algo que no estaba en ellos.

La descentralización exige solamente descongestionar ese único y gran centro de poder central a favor de una mayor actividad política de los organismos no centrales de la nación. Pero, en definitiva, todo queda en manos de funcionarios, o centrales o periféricos.

El regionalismo exige algo mas; no se trata solo de dar una mayores atribuciones resolutivas a los delegados provinciales del poder público, sino de que se reavive en las distintas regiones una vida política relativamente autónoma , dotada de dinamismp propio. En esto, el poder, o una parte del mismo, pasa de los funcionarios a los ciudadanos. El regionalismo no se agota en la descentralización, aunque la suponga, sino que exige algo más y distinto: la vida política y autónoma de las regiones en lo que sólo a ellas concierne. Sería un peligro para el regionalismo que el poder central presentase como tal a lo que no pasa de ser una mera descentralización de oficinas.

El federalismo exige no únicamente que se dote a las regiones naturales de un gobierno propio en lo que a sus asuntos se refiere, sino que se restaure en ellas el gobierno que preexistió a la centralización, no como concesión de división de subgobiernos al estilo del central, sino con las características históricas que constituyen a esas regiones en antiguos reinos federados. En el federalismo la corriente de la dinámica del poder se invierte y en vez de ir del centro a la periferia como en la descentralización y en parte en el regionalismo, va de la periferia al centro, con lo cual resulta más natural y menos artificial y racionalista.
Nuestros antiguos Reyes se titulaban no Reyes de España, sino "de las Españas", y adoptaban el título de Rey, Conde o Señor de sus distintos territorios. El mismo Escudo de España esta formado por los de sus regiones (...)

Vayamos, pues, al federalismo pero lentamente, muy lentamente y con circunspección. Nadie como el Carlismo ha exaltado tanto el amor a la Patria y ha servido a España con más generosidad. Es un contrapunto que hay que mantener siempre enhiesto. Vayamos al federalismo con muchas banderas de España, mucho himno nacional, muchos desfiles militares, mucho turismo interior, una solidaridad efectiva entre los antiguos reinos pero que no sea igualitarismo, un Rey federante capaz y grandes proyectos comunes de expansión nacional.

(Manuel de Santa Cruz. extracto de El Carlismo y el Federalismo; "La Santa Causa" nº7 nov-dic 2003)

6 comentarios:

  1. Lo trabucaire del Vallès9 de septiembre de 2010, 9:00

    Esto que Vázquez de Mella llamaba la soberanía social, efectivamente supone una jerarquía de sociedades entre el poder del Estado y los individuos que le pertenecen, que en ningún modo es artificial, ni surjen de la mente de pensadores, ni de la voluntad del poder, sino que responden a la naturaleza del hombre como animal racional y social, y así se desarrollaron en nuestra Historia. No es un descentralismo como el que pretenden los nacionalistas -que más que descentralismo es multicentralismo- es una descentralización aun más radical: comporta el derecho a la autodeterminación subsidiaria de cada una de las sociedades que en continua confederación para colmar sus necesidasdes, y para mantener organos rectores del bien común, forman la Patria que el Estado gobierna como máximo organo rector en la dirección de esta.

    Termino citando:

    "España fue una federación de repúblicas democráticas en los municipios y aristocráticas, con aristocracia social, en las regiones, levantadas sobre la monarquía natural de la familia y dirigidas por la monarquía política del Estado" Vazquez de Mella

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  2. La España visigoda era un estado unitario pero tras la invasión musulmana y reconquista se divide en diferentes estados con tradición y derecho distintos y una misma conciencia nacional. En la era moderna se unen de nuevo en forma de confederación con un solo monarca pero distintas cortes. La centralización y unifomización borbónica e ilustrada será seguida de la liberal y la franquista. La derecha liberal o franquista es centralista. El carlismo es el portador del verdadero federalismo integrador y salvador de la Patria. Quisiera que los comentarios y artículos de El Matiner profundicen en como articular ahora un federalismo en España y una confederación hispánica.

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  3. El partido carlista ha devenido a la LIBRE CONFEDERACIÓN de los pueblos de las Españas.Es decir,ha reconocido su derecho de autodeterminación.

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  4. La Providencia quiso que España se dividiera en diferentes reinos durante su lucha contra el invasor musulmán. Providencialmente unida en federación, con un solo monarca y una sola conciencia nacional y patria en el momento que había que defender la cristiandad y extenderla al nuevo mundo. Este es el sentido de la historia de España y así lo sintieron los españoles en guerra contra Napoleón y guerras carlistas. No hay derecho a la autodeterminación de sus pueblos o patrias chicas. Recuperemos un federalismo tradicional no algo que incite a la independencia del cantón de Cartagena como ridiculamente pasó en la I república.

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  5. El llamado "derecho de autodeterminación" es el más importante de los principios del liberalismo, por cuanto supone desconocer la Tradición y la historia para radicalizar el concepto nefasto de sufragio universal -"mentira universal" la llamaron los Papas del siglo XIX- y que caprichosamente se decida sobre el destino de los pueblos creando ridículas pseudonaciones de nueva planta. Es el principio que invocaron los liberales en el XVIII para justificar la independencia de España en América creando decenas de republicuchas enfrentadas cainitamente entre ellas cuando aún hoy en día es mucho más lo que las una que lo que las diferencia. El carlismo jamás puede defender ese llamado "derecho de autodeterminación" que es una más de las mentiras del sistema.

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  6. Lo trabucaire del Vallès21 de septiembre de 2010, 4:40

    En mi defensa por haber utilizado el término "autodeterminación", quiero decir que no lo hice en el sentido de David, o de el llamado partido carlista. Vease que lo acompaño del adjetivo "subsidiaria" para remarcar la plena autonomía razonable de las sociedades intermedias en el orden interno, a la vez que su pleno sometimiento jerárquico a la autoridades superiores en el orden externo. Y que no lo hice para defender simplemente una idea de como deben ser las cosas, sino para plasmar la realidad de lo que es España en la virtualidad (por desgracia) histórico territorial de los que seguimos fieles a nuestra Patria

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