Editoriales

lunes, 27 de febrero de 2012

Objeción de Conciencia o resistencia a las leyes inicuas: conservadores o tradicionalistas


(Magnífico programa Lágrimas en la lluvia sobre La Conciencia)

"Creo que la objeción de conciencia conlleva, en sí, “la falta de crítica del Estado liberal” o, lo que es lo mismo, su tácita aceptación (no es “una desobediencia a la Ley” afirma el “observatorio” para la ocepc). Lo único que pide quien objeta es que no se le aplique la ley, pero que se siga aplicando a los demás… si no la objetan. O sea, el concepto mismo de ley se vuelve incomprensible. No debe escandalizar que a eso se le llame “antipoliticismo”, o negación de la doctrina social cristiana"

(José Antonio Ullate)

La quimera de la epc de José Antonio Ullate

Objeciones a una objeción de Miguel Ayuso Torres

El Padre Alfredo Sáenz y Nikolái Berdiáyev: Retorno a la Cristiandad

"Vistas las cosas con la perspectiva que nos ofrece la historia nos parece que acierta Berdiaieff cuando dice que hoy vivimos, no tanto el comienzo de un mundo nuevo, cuanto el término de un mundo viejo y caduco. Recuerda nuestra época el fin del mundo antiguo, la caída del Imperio Romano, el agotamiento de la cultura grecolatina. Ya no podemos creer –tras Hiroshima y el Gulag– en las teorías del progreso que sedujeron al siglo XIX, y según las cuales el futuro debía ser cada vez mejor, más humano, más vivible que el pasado que se aleja. «Más bien nos inclinamos a creer –escribe Berdiaieff– que lo mejor, lo más bello y lo más amable se encuentra, no en el porvenir, sino en la eternidad, y que también se encontraba en el pasado, porque el pasado miraba a la eternidad y suscitaba lo eterno» (Una nueva Edad Media…).

Pero enseguida el pensador ruso agrega que no se trata de volver tal cual a la Edad Media sino a una nueva Edad Media, como lo ha dejado en claro al elegir el título para su gran libro. Nosotros preferiríamos decir: no una vuelta a la Edad Media, cosa imposible en sí, sino una vuelta a la Cristiandad. Sería ridículo, y por cierto que no es eso lo que propicia Berdiaieff, pretender un retorno liso y llano a la Edad Media: no podemos volver a vestirnos como los caballeros, ni restaurar el mester de clerecía y los cantos de los juglares. Menos aún nos es lícito experimentar nostalgia por los defectos del Medioevo. Nuestro anhelo de rehacer la Cristiandad incluye la corrección de los errores que mancharon aquella Edad gloriosa, y el aprovechamiento de los progresos técnicos de los últimos siglos, que de por sí son neutros y pueden ser bien utilizados. Berdiaieff es categórico: «¿Bajo qué aspecto se nos presenta la nueva Edad Media? Es más fácil tomar de ello los rasgos negativos que los rasgos positivos. Es, ante todo, el fin del humanismo, del individualismo, del liberalismo formalista de la civilización moderna, y el comienzo de una época de nueva colectividad religiosa... He aquí el paso del formalismo de la historia moderna, que al fin y al cabo nada ha escogido, ni Dios ni diablo, al descubrimiento de lo que constituye el objeto de la vida» (ibid., 114-115).

Aquello a lo que aspiramos es a volver al meollo de la Cristiandad, a ese espíritu transido de nostalgia del cielo, a esa cultura que empalma con la trascendencia, a esa política ordenada al bien común, a ese trabajo entendido como quehacer santificante, volver a la verticalidad espiritual que fue capaz de elevar las catedrales, a la inteligencia enciclopédica que supo elaborar summas de toda índole, volver a aquella fuerza matriz que engendró a monjes y caballeros, que puso la fuerza armada al servicio no de la injusticia sino de la verdad desarmada, volver al culto a Nuestra Señora, y a la valoración del humor y de la eutrapelia."

Padre Alfredo SÁENZ, S. J. La Cristiandad, una realidad histórica

Julio Meinvielle, Teólogo de la cristiandad

domingo, 19 de febrero de 2012

Conservadores, revolucionarios...y tradicionalistas

"La verdadera decadencia y muerte de un pueblo procede de su interna disolución. Esta crisis interior suele ser ocasionada por dos factores. De un lado, por la deserción, la pereza y el conformismo de sus clases cultas, de los sabios de la Ciudad: cuando estas clases se duermen sobre su propia ciencia o su propia significación, cuando no ejercen una autoridad con sentido, entonces el orden, las creencias, la moralidad, la justicia y las leyes quedan indefensas; la Ciudad no progresa, antes se fosiliza, y el orden todo de venerable se torna farisaico.

En este momento surge otra clase de hombres: los revolucionarios (el juglar de las ideas),que son los que no tienen nada que perder, los que tampoco aman las Leyes ni las creencias, los que no respetan los cimientos del orden ni los principios del bien y de la verdad(...).

Si no encuentran contradictores, hombres de fe, de verdadero saber, lo tienen todo ganado, porque sus argumentos halagan las pasiones de los demás y parecen lógicamente válidos. La Ciudad muere entonces por disolución interior o por invasión enemiga, pero sólo cuando su espíritu interno ha desaparecido".

Rafael Gambra Ciudad. El Silencio de Dios

Exégesis:

Los conservadores son los fariseos que sólo se mueven por sus intereses mezquinos y materiales, y que han vaciado de contenido los principios de Religión, Patria, Familia, Comunidad, Monarquía... los revolucionarios son aquellos que quieren destruir esos principios vaciados de contenido y prostituidos por los fariseos... y los tradicionalistas son los "hombres de fe" que los defienden en su integridad y en su verdad.

jueves, 16 de febrero de 2012

El genocidio de la Vendée: ¿Cuando pedirá perdón la laicista república francesa?


( Canción de Massimo Morsello)

Los crímenes perpetrados por la República jacobina de la liberté, égalité, fraternité en la región de la Vandée, contra el pueblo católico y monárquico, a partir de 1793 constituyeron el primer genocidio moderno, con unas cotas de ensañamiento y crueldad desconocidos hasta entonces. La actual República Francesa se levanta sobre esos crímenes horribles contra la religión, el campesinado, la identidad y libertad de los pueblos y la Monarquía.

En agosto de 1793, la Convención de París expidió un decreto disponiendo que el Ministerio de la Guerra enviase materiales inflamables de todo tipo con el fin de incendiar bosques, cultivos, pastos y todo aquello que arder pudiera en la comarca. "Tenemos que convertir La Vendée en un cementerio nacional", exclamó el general Turreau, uno de los principales responsables de la matanza. El general Carrier, responsable en jefe de la operación, arengaba así a sus soldados: “No nos hablen de humanidad hacia estas fieras de la Vendée: todas serán exterminadas. No hay que dejar vivo a un solo rebelde”. El general jacobino Westermann escribía triunfalmente a París, al Comité de Salud Pública, a los adoradores de la diosa Razón, la diosa Libertad y la diosa Humanidad: “¡ La Vendée ya no existe, ciudadanos republicanos! Ha muerto bajo nuestra libre espada, con sus mujeres y niños. Acabo de enterrar a un pueblo entero en las ciénagas y los bosques de Savenay. Ejecutando las órdenes que me habéis dado, he aplastado a los niños bajo los cascos de los caballos y masacrado a las mujeres, que así no parirán más bandoleros. No tengo que lamentar un sólo prisionero. Los he exterminado a todos”.

Como narra Hans Graf Huyn, fueron violadas las monjas; cuerpos vivos de muchachas soportaron el descuartizamiento; se formaron hileras con los niños para ahogarlos en estanques y pantanos; mujeres embarazadas se vieron pisoteadas en lagares hasta morir, y en aldeas enteras los vecinos perecieron por beber agua que había sido envenenada. Ciento veinte mil habitantes de La Vendée fueron asesinados, y arrasadas decenas de miles de viviendas.

En dieciocho meses, en un territorio de sólo 10.000 km2 , desparecieron 120.000 personas, por lo menos el 15 % de la población total. En proporción, como si en la Francia actual fueran asesinadas más de ocho millones de personas.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Los distributistas y la realidad del capitalismo

"El Capitalismo constituye una calamidad no porque defienda el derecho legal a la propiedad sino porque representa, por su propia naturaleza, el empleo de ese derecho legal para beneficio de unos pocos privilegiados contra un número mucho mayor de hombres que, aunque libres y ciudadanos en igualdad de condiciones, carecen de toda base económica propia.

Por lo tanto, la calamidad básica que de una manera drástica llamamos capitalismo, debiera, con más precisión llamarse «Proletarianismo», dado que las características del mal estado de la sociedad que hoy llamamos «Capitalismo» no consisten en el hecho de que unos pocos tengan propiedades sino en el hecho de que la mayoría, aún cuando desde el punto de vista político sean iguales a sus amos y libres para ejercer todas las funciones inherentes a un ciudadano, no pueden disfrutar la libertad económica completa. [...] La presencia de un proletariado tan amplio es la que imparte el tono a todo el conjunto de la sociedad y lo que hace que ella sea una Sociedad Capitalista”.

Hilaire Belloc La crisis de nuestra civilización

"Digo pues, que hicieron su aparición contra la Iglesia los integrantes de un grupo de ricos inmorales que esperaban sacar ventaja de una ruptura general en la organización popular de la sociedad…Una clase poco numerosa, extremadamente rica, contaminada del ateísmo que se oculta siempre en la segura riqueza disfrutada durante largo tiempo, comenzaba a apropiarse en demasía de la tierra inglesa…es verdad que el monopolio absoluto del suelo y la opresión del pueblo por parte de los terratenientes es un procedimiento puramente protestante. Nada análogo sucedió ni podía haberse concebido en la Inglaterra de la pre-reforma…(esta oligarquía) comenzaba a inmiscuirse en la administración judicial, a reemplazar al pueblo en la legislación local y a suplantar apreciablemente al rey en la legislación central….rebelarse contra la Fe, que siempre ha mirado con reservas y ha restringido y reformado la tiranía de la riqueza”.

Hilaire Belloc. Europa y la Fe

“La única diferencia entre una turba de ingleses libres –capitalistas- que dependen de no faltar a sus puestos de trabajo para subsistir y un rebaño de rusos serviles –comunistas-, es que los primeros están explotados en beneficio privado y los segundos por el Estado de manera comunal. El objeto de las clases dirigentes rusas es el establecer una burocracia cómoda para sí mismos y sus intereses fundamentada sobre la labor y el esfuerzo del proletariado. El objeto de la clase dirigente inglesa es incrementar sus fortunas privadas sobre las espaldas de la clase obrera explotada. Nosotros necesitamos algo distinto a cualquiera de los dos"


"Decir que debemos tener socialismo o capitalismo es como decir que debemos optar porque todos los hombres entren en los conventos y unos pocos tengan harenes… porque el gran ‘trust’ no tiene más derecho de absorber en un monopolio todas las fortunas privadas y afirmar que así defiende la institución de la propiedad, que el que tiene el Gran Turco de raptar a todas las mujeres y encerrarlas en un serrallo, afirmando que así defiende la santidad del matrimonio”.

G.K Chesterton

domingo, 12 de febrero de 2012

Los Círculos Carlistas: vida comunitaria... y conspiración

(Peña España, el histórico Círculo Carlista de Vila-Real)

Durante el larguísimo período de la Revolución, fueron los Círculos Carlistas refugio de lo más integro y puro que había en España. Eran, por lo general, locales muy modestos y recatados que contrastaban elocuentemente con los confortables Casinos de la burguesía liberal y con las revueltas y pringosas mal llamadas "casas del pueblo".

Los Círculos Carlistas solían adornarse un poco infantilmente con aire pueblerino, fuera de las exigencias de la moda francesa o inglesa que imperaba. Lo más frecuente era que dominasen los motivos heráldicos, en los que se multiplicaban flores de lis y boinas bermejas. Su iconografía era siempre religiosa y militar. Cuadros de Santos y Caudillos, románticas y descoloridas litografías de guerrilleros y de escenas de batallas y vivacs.

Dentro de ellos se reunía -bien con su Dios y en paz con su conciencia- lo que en frase convertida en tópico llamaba nuestra Prensa "la gran familia carlista". Una perfecta y exacta democracia, una hermandad católica reinaba entre los hombres y las clases. Al lado del noble, del hombre de carrera y de negocios, tomaban café los menestrales, los adolescentes, los curas. Sirvan de ejemplo aquellas reuniones que se celebraban en el Palacio-Museo del Marqués de Cerralbo, de Madrid, a las que asistían por invitación y turno todos los carlistas de la Corte.

La suprema jerarquía en orden al respeto era la del veterano, es decir el anciano glorioso que se había batido en los Reales Ejércitos y contaba a todos cómo había muerto Radica o cómo vió pasar al Rey, jinete en su blanco caballo de romance, con la boina y las endrinas barbas florecidas.

El lenguaje era mesurado y respetuoso. Jamás estallaban las blasfemias, y había dos palabras que se pronunciaban siempre con un respeto que rayaba en unción: el Rey, el señor.

¡El Rey! ¡El señor! Toda su magnífica reciedumbre fonética, esa fortaleza masculina de las erres, sonaba sin recortes de adulación cortesana, porque el Rey, el señor, proscrito, perseguido, no podía conceder a sus leales más mercedes que aquellas sobrias y afectuosas cartas que como el oro más caro de sus recuerdos guardaban nuestros padres y nuestros abuelos. Aquellas cartas de la realeza auténtica a sus vasallos fieles, que terminaban casi siempre con un "un abrazo" o "tu afectísimo" Carlos o Jaime.

Nunca podré olvidar el orgullo con que un humilde fogonero de las minas de Asturias me enseñaba una foto que le había dedicado el Rey Don Jaime, a quien con ocasión de la peregrinación carlista a Lourdes, había ido a ver a pie, desde Ujo, a través del Pirineo nevado, sabiendo que el único premio a su esfuerzo iba a ser besar la mano del Rey. ¡Ejemplo admirable de los hombres de un ideal santificado!.

¡Cuanto bien han hecho a España los Círculos Carlistas con sus estampas desvaídas, sus lises de papel, sus veladas familiares y el espíritu integro, terco y sublimado de recia y sana virilidad de los hombres que en ellos se formaban!.

Frente al Círculo Carlista, combatiéndolo, intrigando contra él, estaba lo frívolo, lo veleidoso, lo extranjerizante, lo corrompido, lo perverso y, en el mejor de los casos, lo acomodaticio o lo engañado.

De los Círculos Carlistas -de Navarra y de fuera de Navarra, que el carlismo fué siempre un ideal nacional que no es posible localizar -salieron los treinta mil voluntarios de los primeros ocho días del Movimiento, base del Ejercito de Mola y primeras masas considerables que corrieron a cubrir -rezando y cantando sus himnos- los frentes de combate de Ochandiano, Guipúzcoa, Somosierra, Guadarrama, Aragón...

De los Círculos Carlistas salieron los discursos de Mella, las afirmaciones de Pradera, los textos de Aparisi, los insuperables documentos de los Reyes para extenderse por todo el país; doctrina completa y sana (...)

Lejos de apetencias inmediatas de Poder por el Poder mismo, aislado en una oposición irreductible contra todas las falsedades existentes, perseguido y odiado, el carlismo era unas veces un poderoso Ejército combatiente que cubría de boinas blancas y coloradas las ásperas topografías de la Patria y otras una Comunidad de luchadores, casi al borde de la ley, que vivía rindiendo culto a sus profundos fervores y fortaleciéndose espiritual y físicamente para reanudar la lucha en la primera ocasión que se presentase.

Dos elementos se perfilaban clarísimamente dentro de la Comunión: el religioso y el militar. Lo político, lo electoral, era secundario . Si se asistía a los Comicios y se hablaba en el Parlamento era -como ordenó el Rey Don Carlos- para aprovechar tan formidable medio de propaganda. El Congreso sólo se consideraba como una magnífica caja de resonancia donde la voz de la Tradición cantaba virilmente sus protestas por bocas tan excelsas como las de Monterola, de Mella, de Pradera.

El carlismo enraizado en las más hondas realidades de lo español, se desarrollaba en las clases menos contaminadas, donde con más pureza se conservaban los auténticos valores de la raza: los hidalgos rurales, las masas aldeanas, los curas...

En las viejas ciudades de provincias, de angostas calles y piedras ennegrecidas, el carlismo, al margen de muchas discordias y apetitos, laboraba incesantemente para mantener vivo el ideal y dispuestos los hombres al sacrificio por él (...)

Jesús Evaristo Casariego. La Verdad del tradicionalismo

viernes, 10 de febrero de 2012

Charles Maurras y la monarquía


La monarquía es un sistema que hunde sus fundamentos en la estructura sacral y familiar de toda comunidad humana, y que está radicada en la historia y en la tradición de los pueblos; pero es muy interesante también esta prespectiva como remedio a la plutocracia, que tan genialmente desarrolló Charles Maurras. Proceso de conversión monárquica de Charles Maurras utilizando un metodo puramente "Positivista", se hizo monárquico porque era un bien para la nación francesa. Así de sencillo.

"Maurras preconizaba una alianza entre la inteligencia y la sangre: la dinastía, los elementos más antiguos de la nación, la tradición filosófica y religiosa combinadas. Quien reinará, en efecto, en los tiempos futuros? ¿La fuerza ciega del poder financiero? ¿El proletariado? ¿La técnica? ¿O bien "Otras fuerzas pero éstas personales, nominales y responsables"? ¿Y porque no el protector de las Letras, de las Armas y de las Leyes?. Abría que desarrollar aquí el pensamiento de Maurras sobre el dinero, en particular sobre el tipo de régimen, reflexión que tanto debe a Arístoteles como a La Fontaine y a la tradición católica. Aparte de sustentarse en la historia de Francia, su solución descansa sobre la hipótesis de una afinidad natural entre monarquía e inteligencia, cuyas propias dinámicas se oponen, a modo de frenos, a las fuerzas de la contestación y la destrucción."


jueves, 9 de febrero de 2012

El Carlismo y la Latinidad (II)


Más allá del nacionalismo

Sin embargo, algunos piensan que hay que sobrepasar la idea nacionalista y mirar más allá de España. La revolución, dice Artiñano y Zuricalday, es un fenómeno cosmopolita (A. Artiñano y Zuricalday, Jaungoicoa eta foruac p.35) Por lo tanto, se trata de oponer un cosmopolitismo restaurador al cosmopolitismo revolucionario, y el sagaz Músquiz escribe:

Tratese hoy de fundar nueva nacionalidad sobre la idea católica ante la cual desaparezcan los pueblos viejos y sus viejas legitimidades (J.M Músquiz, Nuestra bandera es la fe p. 8)

Monterola reconoce también que el papel del carlismo no debe limitarse a España. La lucha de Don Carlos es la del príncipe de Chambord. Es cierto que la misión del carlismo comienza en España, pero no se detiene ahí. Hablando del futuro triunfo carlista, el canónigo de Vitoria se dirige así a su rey:

Eso no será más que el preludio de las admirables victorias que merced a tu invencible espíritu, has de lograr en Europa, y más que en Europa, en el mundo. No habrás cumplidamente llenado tu misión providencial y salvadora, sino después que hayas devuelto la paz a Roma, a la Italia, a la europa y al mundo. (V. Monterola, El espíritu carlista p. 32)

Esta gran lucha concierne a toda la raza latina, exclama un colaborador de La Verdad. Urge que se despierte al fin (El 24 de agosto de 1872 art. ¡Despierta, Raza latina, despierta!)

Don Carlos se acoge a la idea defendida por Fréderic Mistral de la unión de los países latinos (A. Camdessus. Mistral étail-il carliste?, Bayona 1932)

"La raza latina tiene que levantarse o perecer para siempre. No creo que esté destinada a esto. Entonces necesita una unión, pues ha pasado el tiempo feudal, se acaban las naciones y de las razas es el porvenir. Prueba de ello, Alemania, Rusia, los Estados Unidos. ¿Quién sabe si a los Borbones ha reservado la Providencia esta misión?...pensaba en una Confederación latina, como español; soñaba en unas Cortes de la Confederación en Madrid como punto céntrico entre los latinos de uno y otro mundo, y veía la bandera federal latina respetada por todos". (Diario y memorias de Carlos VII p. 76)

Además ,añade Don Carlos, esta unión tendría el mérito de evitar que los estados latinoamericanos fueran "tragados por el coloso del norte".

En una carta a Cathelineau, originario de la Vendée, reproducida en El Semanario Católico Vasco-Navarro, el 8 de diciembre de 1871, Don Carlos precisa su pensamiento escribiendo que la raza latina será de nuevo la dueña del mundo...para salvarlo de los peligros que le hace correr la Internacional.

Tomado de: La Ideología carlista (1868-1876). Vicente Garmendia

miércoles, 8 de febrero de 2012

La "sociedad de masas" del liberalismo y su falsa representación política

El esquema inicial de que partimos -sociedad política reducida a simple conjunto de individuos (assemblage, en el lenguaje de Sieyes) - es el presupuesto de la sociedad de masas y del Estado totalitario. Cuanto mayor sea esa "pulverización" o "masificación", y cuanto más va creciendo el proceso centralizador, tanto menos es posible hablar de representación.

En tal esquema, los intereses reales no pueden ser representados, pues éstos se encuentran en la familia, en la que cada uno vive, en la profesión que ejerce, en la comunidad local donde mora, y todas estas expresiones de la vida social desaparecen, en el plano representativo, restando sólo los individuos que, en su conjunto, constituyen el Pueblo soberano. Pero ese Pueblo es el "pueblo de administrados" de que nos hablaba Royer Collard, y los individuos son absorbidos cada vez más en el engranaje estatal. Con ocasión de manifestar su voluntad y escoger a sus representantes, son dirigidos por la máquina de la propaganda, y así la representación, en lugar de ser la comunicación de la sociedad con el poder, se torna la manipulación de la sociedad por el poder, esto es, por el Estado o por los detentadores de los medios de fabricar la opinión pública.

¿Quienes son éstos?

Responde por nosotros Marcel de Corte: "En las democracias denominadas liberales el poder es efectivamente ejercido por una pluralidad de grupos de presión ; en las democracias totalitarias o camino del totalitarismo, el poder es retenido por los miembros del Partido, por un gobierno colegial que reconoce las leyes bien simples de funcionamiento de este tipo artificial y sin misterio de "sociedad", o incluso por un gang de tecnócratas comandado por un jefe cuya autoridad no encuentra otra traba que el peso y la complejidad de la maquinaria estatal que le cabe poner en movimiento".

De ahí la decandencia de las instituciones representativas. Éstas sobreviven muchas veces de un modo puramente decorativo. En la sociedad de masas no hay gobierno representativo, ni representación de la sociedad ante el gobierno. Representación auténtica sólo es posible donde el pueblo organizado resista al rodillo compresor de la masificación.

Podemos, pues, concluir que:

1) La centralización operada en el Estado de partidos preparó el totalitarismo de Estado monopartidista.

2) La democracia representativa de base individualista no es adecuada para lograr la verdadera descentralización social.

3) La descentralización social puede ser mejor asegurada mediante la presencia activa de los cuerpos sociales junto al poder político, resguardando y haciendo valer sus intereses e inmunidades.

Finalmente, una palabra sobre el Estado corporativo en la modalidad fascista. Éste niega la descentralización social, y por consiguiente en él no puede existir representación de los grupos o cuerpos sociales autónomos, pues las corporaciones pasan a ser órganos del Estado. En tal caso, la organización corporativa viene de arriba hacia a abajo, impuesta y dirigida por el Estado, cuando la genuina representación se realiza desde la sociedad hacia el poder. No se confundan, por tanto, una sociedad donde existen cuerpos intermedios debidamente valorados y el corporativismo estatal, grosera corrupción, que aniquila las libertades de los grupos. En este caso, el Estado corporativo surge para organizar una sociedad de masas, en la que se da una pseudo-representación política mediante el partido único.

José Pedro Galvao de Sousa. La representación política.