Circulo Carlista de Mañeru (Navarra)
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El lema del Carlismo –Dios, Patria, Fueros y Rey Legítimo–, que a algunos pudiera parecer antiguo o superado, sigue siendo en cambio la única Bandera de esperanza para un mundo que se desmorona. Así, frente al nihilismo del sedicente nuevo orden mundial globalizado, hoy tambaleante, sólo la instauración de todas las cosas en Cristo, por medio de poderes sometidos al orden ético que la Iglesia custodia, que conjuguen la libertad de los pueblos con la Tradición común de las Patrias, puede dar al mundo la paz
Uno de los mayores mitos modernos, que se ha pretendido que cale entre en la mentalidad de la gente; es el que pretende hacer creer que las revoluciones "modernas" (liberales, socialistas etc) eran populares; y que los movimientos contrarevolucionarios eran realidades elitistas y antipopulares.
ResponderEliminarLa realidad es toda la contraria: el liberalismo entró en España de mano del ejercito y de minorías burguesas. Los "golpes" liberales fueron siempre pronunciamientos militares al margen del pueblo. Los levantamientos populares fueron siempre de signo tradicionalista.
El único moviminto con arraigo de signo no tradicionalista durante el siglo XIX y primera parte del XX, es el anarquismo; y este por sus connotaciones pre-modernas, pre-industriales, de signo comunal y agrario que le emparentan con el tradicionalismo. El marxismo, como el liberalismo fueron realidades elitistas que durante estas etapas carecieron de "pueblo" real, aunque se llenaran la boca retóricamente con este concepto.
Un matiz necesario. Evidentemente la contrarrevolución estaba sustentada por el pueblo, pero también por las verdaderas élites tradicionales y los miembros más destacados de la administración y de los Ejércitos. El primer grito de "¡Viva Carlos V!" lo pronuncia un funcionario de Correos de Talavera y es sostenido por las armas de muchos oficiales y soldados del Ejército Español, vgr. Tomás de Zumacalarregui. Y antes de las guerras carlistas recordemos al gran militar navarro, General Elío, de cuya estirpe brotarian nuevos militares carlistas, como uno de los máximos exponentes de la contrarrevolución. Los malditos liberales llevaron a cabo una labor criminal de depuración en toda la administración y en los Ejércitos de cualquier elemento sospechoso de ser tradicional o "apostólico". Como la sociedad tradicional era una sociedad libre al pueblo no pudieron depurarlo, por lo que optaron directamente por la guerra de agresión liberal.
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