lunes, 30 de septiembre de 2013

Presencia y afirmación carlista en Asturias

Continua la intensa campaña de pancartas, pintadas y adhesivos de las Juventudes Tradicionalistas en el Principado de Asturias
Contra el europeísmo burocrático de la plutocracia liberal-capitalista, Monarquía popular y social
 Contra el laicismo relativista: Unidad Católica de las Españas 
Por Dios, la Patria, los Fueros y el Rey
¡Virgen de Covadonga, Virgen gloriosa!
Flor del cielo que aromas nuestra montaña,
Tú eres la más amante, la más hermosa.
¡Reina de los que triunfan, Reina de España!
Nuestros padres sus ojos a ti volvieron,
y una Patria adivinó,
con tu nombre en los labios por ti lucharon,
con tu amor en las almas, por ti vencieron.


"ASTURIAS NUNCA VENCIDA"

Blog de las Juventudes Tradicionalistas AsturianasPulsa Aquí

Actividad carlista en Asturias (I)
Propaganda en Oviedo
Propaganda en Avilés

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Plan de la Obra Nacional Corporativa carlista

Durante la Cruzada de Liberación Nacional la Delegación de Gremios y Corporaciones dependiente de la Junta Nacional Carlista de Guerra, elaboró un proyecto de organización sindical y económica para dar respuesta a la urgente problemática económica y social en que se había visto sumida España desde el triunfo del capitalismo liberal. Fruto de ello fue la creación de la Obra Nacional Corporativa, con el incipiente establecimiento de modos de producción basados en los principios propuestos por la misma y que a continuación reproducimos. Como es sabido los carlistas se unieron al alzamiento para “salvar a la religión y a la Patria”, sin embargo pronto demostraron ser la fuerza política más popular y con mayor fondo doctrinal del conjunto un tanto heterogéneo de cuantos concurrieron al bando nacional. Los carlistas estaban en la vanguardia de la primera línea de fuego, pero conforme se avanzaban posiciones también estaban en condiciones de dirigir la política de la nueva España con más legitimidad que ninguna opción política. La cosmovisión carlista es global, y posee una sensibilidad social muy acendrada. En otras ocasiones nos hemos referido en este blog a la experiencia obrerista carlista. Sin embargo el Carlismo estaba muy lejos de ser un mero movimiento clasista. Cuando se dice que el carlismo ha tenido durante la mayor parte de su historia un carácter popular no se está haciendo una consideración determinista ni se está aplicando una interpretación materialista de la misma. Es carlismo ha sido popular porque concitó la adhesión en un primer momento de la mayoría de los españoles para después no perder una honda influencia en la vida política, social y cultural española. En el carlismo convivieron siempre en armonía gentes de toda extracción social, es un movimiento interclasista pero nada igualitarista. Cuando era popular representaba una ejemplificación de la armonía en la que las jerarquías sociales convivían, cada una con las responsabilidades que su posición determinaba. Profesionales, campesinos, artesanos, funcionarios, obreros, patronos, nobles, etc. en el carlismo jamás se miró la cartera sino la rectitud del alma, la pureza del corazón y el criterio sano en el entendimiento.

Desde esta perspectiva es donde nace la propuesta social y económica de la Obra Nacional Corporativa, ofreciendo un programa para la recta justicia social (que es todo lo contrario del igualitarismo), proponiendo un modelo original y actual para su tiempo. Lamentablemente sus principios sólo se aplicaron muy levemente; los falangistas y su Central Nacional Sindicalista (CNS) se convirtieron en la columna vertebral de la política social del régimen.

PLAN DE LA OBRA NACIONAL CORPORATIVA

I. Espiritualidad

Ante todo afirmamos la necesidad de una fuerte espiritualidad, sin la cual, ni la vida tiene sentido, ni los mismos problemas económicos y sociales, solución. Mantenemos el principio de volver, en las jerarquías y en las relaciones sociales, al imperio de los valores morales eternos: el honor, el deber, la disciplina, el control de una conciencia recta, sobre todos los actos. El materialismo engendra la esclavitud y la tiranía, porque los medios económicos están siempre en pocas manos y cuando todo gira en torno a su posesión, no hay unión ni solidaridad posibles; no hay más que egoísmo y ambición en los que poseen y desesperación y odio en los desposeídos. Los bienes espirituales, -la inteligencia, el valor, la virtud- distribuidos por Dios sin consideración a las categorías económicas y sociales, cuando influyen decididamente, en la vida y jerarquías de los pueblos corrigen las injusticias de aquella y restablecen la armonía en la justicia. Por eso, frente al materialismo liberal o marxista, nuestro movimiento, es ante todo espiritualidad, condenación implacable del egoísmo y del odio, sentimientos únicos de aquel; exaltación, no de una clase, ni de unos intereses, sino del espíritu y sus valores, que son patrimonio de todos. Y nuestra espiritualidad, no tendrá base ni consistencia, si no fuera religiosa. Por eso se fundamenta en la Fe católica, que de una u otra forma se encuentra firmemente arraigada en todas las almas españolas.

II. Nacionalismo

Además de la de hijos de Dios, una condición nos une a todos, pobres y ricos, altos y bajos: la de ser españoles. El orgullo de serlo, ha de llenar nuestra vida. A la gloria de España, han de supeditarse todos los intereses temporales. A España han de servirla todos: los capitalistas, los patronos, los técnicos, los obreros. Toda la producción, todas las actividades económicas y todos los esfuerzos, han de montar en adelante, un servicio nacional permanente, con estas consignas: nuestros productos los mejores; nuestro trabajo el mejor y el de mayor rendimiento; nuestros técnicos los primeros; nuestras tareas, hasta las más humildes, llenas de ilusión nacional de inspiración y de arte. Toda la vida española en la paz habrá de ser una creación constante. Todos para España. Pero también, España para todos dentro de un orden riguroso: sus campos, sus fábricas, sus productos, su cultura, sus tesoros. Ni paro, ni miserias ni abandonos. Nadie que cumpla sus obligaciones para con España deberá carecer en España de lo necesario para la vida. El Estado nuevo, tradicionalista, toma la responsabilidad de hacer efectivos estos postulados.

III. Política

Todos los movimientos sociales y económicos, están condenados al fracaso si no van incorporados a una concepción política completa. El Resurgimiento, o lo es en todas las actividades o no es Resurgimiento. Cuando un pueblo se levanta, se levanta todo él, todos sus componentes, las artes, las ciencias, el comercio, el trabajo, la industria, las milicias .-Cuando un pueblo se hunde políticamente, todas sus actividades padecen. El apoliticismo sindical y económico es una estupidez agotada en su concepción. Los trabajadores y productores no pueden seguir ajenos a la dirección general del pueblo constituido por ellos mismos; no pueden seguir construyendo para que unos políticos pestilentes destruyen su obra. El apoliticismo, cuando el ser político era estar con uno u otro partido, podía tener una dignidad y un sentido nacional. Cuando este sentido nacional se impone en la gobernación y dirección del país, el desentenderse de la labor política tiene todo el aspecto de una deserción cobarde y egoísta. En la concepción tradicionalista, esto es, netamente española, los partidos desaparecen y el Estado se funda sobre las fuerzas vitales organizadas. Todas sin excepción deben ponerse en pié; el trabajo, la producción, la cultura, etc. El tradicionalismo reivindica y garantiza sus derechos frente a la ruin política con todo el vigor de sus requetés que están para eso; para rehacer una España nueva, orgánica, fecunda, jerárquica, imperial y sincera, sin máscaras partidistas. Ser tradicionalista no es meterse en un bando más, es trabajar sinceramente cada uno en su puesto y servir desde él a España. La Obra nacional-corporativa es una de las magnas concepciones del Resurgimiento español tradicionalista.

IV. Trabajo

Con los trabajadores se han cometido y se pueden seguir cometiendo las más inicuas explotaciones si se persiste en el error de seguirles considerando como elementos de una clase inferior y horizontal: el proletariado. Todos los vividores políticos parlamentarios de izquierda o de derecha, se han envilecido, halagándole porque era numeroso; por egoísmo y por miedo. Pero nadie ha pensado en remediar de raíz su condición desesperada de parias. Porque nadie, más que la concepción orgánica tradicionalista, podía hacerlo. Se pedían para ellos mayores jornales, pero sin sacarles jamás de su condición de proletarios; se les proporcionaba ventajas y viviendas, pero de proletarios; derechos, pero de proletarios. Y al llegar a la meta de sus reivindicaciones, al marxismo integral, se encontraban con esta condición desesperada de proletarios extendida a todos. Todos proletarios, bajo un amo único; el Estado. Este era el final. -Nosotros decimos, que el proletariado, esa masa inmensa sin propiedad, sin hogar, sin amigo, sin taller, sin trabajo constante, sin oficio fijo, abandonada a la contratación de un jornal eventual, es un producto de la destrucción liberal de las propiedades comunales, de los cuadros gremiales, de las organizaciones corporativas, de toda la idea orgánica cristiana; que mientras se acepte como un hecho normal la existencia de esta clase proletaria, es fatal la agrupación sindical de la misma con un sentido de odio y de revancha; que la única solución radical es la organización de! proletariado en las organizaciones restauradas del Trabajo. La Obra Nacional-Corporativa, no seguirá considerando la existencia del proletariado, sino una anormalidad peligrosa, cuya desaparición, por su reincorporación a las distintas actividades y oficios de todos sus componentes, será la primera tarea de la sociedad nueva.

V. Táctica sindical

Sindicarse los trabajadores, incluso los de varios oficios, para luchar contra el capital y los patronos, para pedir más jornal y trabajar menos, es una táctica agotada que no da más de sí. Sea cualquiera la fórmula con que se produzca, está llamada a fracasar. En este camino, característicamente marxista, todo está ensayado y desacreditado.Los sindicatos de obreros incorporados a la Obra nacional-corporativa, tendrán como fines y consignas esenciales:a) No abandonar a los trabajadores aislados, a la contratación libre y sin defensa de su trabajo, y, establecer y vigilar en cada industria u oficio las condiciones en que ha de prestarse teniendo en cuenta las exigencias de la vida, las posibilidades de la producción y el rendimiento y calidad del trabajo.b) Crear o contratar, los seguros necesarios para evitar el paro y remediar los accidentes de inutilidad o muerte.e) Convertir a los trabajadores en productores; esta trasformación característica de nuestro movimiento, porque es la que incorpora a los sindicatos el carácter gremial esencial al mismo, se ha de conseguir: con la contratación colectiva del trabajo o labor de cada gremio u oficio en cada obra o industria; con la responsabilidad del sindicato o gremio en su ejecución, facilitando a éstos los capitales necesarios para el desarrollo de sus iniciativas debidamente controladas; creando en el seno de las organizaciones, una jerarquía del trabajo, que haga efectiva la labor y la responsabilidad; fundando el crédito de cada organización en e! rendimiento y calidad de su trabajo; capacitando a los trabajadores organizados para ascender al papel directivo de las empresas; facilitando la colocación de los productos del gremio o sindicato y protegiendo sus especialidades; restableciendo la propiedad colectiva de estos muebles e inmuebles, de instrumentos e industrias, y la libre disposición de los mismos a los fines sociales.d) Suprimir en la medida de lo posible, los intermediarios entre el trabajo y la producción o empresa, y, consiguientemente, los contratantes globales, reduciendo esta misión a los sindicatos o gremios y dando vida y estímulo, según queda dicho, a los contratos colectivos de trabajo divididos por oficios y profesiones y suscritos por aquéllos como primer paso y postulado esencial del nuevo orden de cosas.e) Regular las condiciones del trabajo según las circunstancias y posibilidades de cada región, comarca o localidad y resolver todos los problemas de la asistencia social dentro de éstos y de cada actividad industrial o comercial a ser posible.f) Implantar la participación del trabajo en los beneficios de la empresa, pero a base de las organizaciones y aplicable con preferencia a mejoras colectivas y fines profesionales que la hagan eficaz y verdaderamente útil.g) Reorganizar los oficios, artes y profesiones estableciendo formalmente su enseñanza y aprendizaje, restableciendo sus jerarquías y condicionando y garantizando su ejercicio, de tal modo, que se eleve el nivel medio de su calidad y rendimiento y se consiga que nadie que carezca de preparación y condiciones ejerza un oficio y nadie de los que lo ejerzan deje de tener asegurada siempre su colocación por el sindicato o gremio:h) Acabar con el aislamiento entre patronos o empleados y obreros, restablecer el trato y conocimiento entre éstos y los demás elementos integrantes de la producción y restaurar en fin, la conciencia de la solidaridad de todos ellos en las tareas y la responsabilidad de la producción.

VI. La consideración de la vida humana en la economía

En la concepción materialista liberal, la preocupación predominante ha sido la producción y el beneficio. A producir mucho y a ganar mucho, se ha sacrificado todo. El esfuerzo y la vida humana, pasaron a la condición de mercancías y la respuesta a esto, ha sido la revolución de las masas. Para nosotros, la producción y la economía nacional, tienen como misiones primarias mantener y subvenir a la vida de lo nacionales, garantizando a la misma condiciones mínimas de bienestar y satisfacción que al interés nacional importan sean las más elevadas posibles, dejando al juego de las diferentes actitudes naturales y a los insustituibles estímulos del interés privado, las mejoras de las mismas y la creación de las categorías económicas necesarias que así lo serían del trabajo de la virtud y de los valores morales básicos.En consonancia con este principio, y dentro del sistema general económico y social que propugnamos la Obra nacional corporativa, establecerá como reivindicaciones esenciales a las que se habrá de ajustar toda contratación sobre trabajo, las siguientes:a) El jornal normal vital, suficiente para cubrir las necesidades de un nivel mínimo de vida, establecido para cada región, comarca o localidad por los organismos corporativos de la misma, en vista de sus condiciones y de las posibilidades de su economía;b) El salario familiar que modificará el anterior y cuyo establecimiento es de interés público básico, porque constituye la garantía económica de la permanencia, crecimiento y poderío nacionales, imposible de establecer eficazmente y con generosidad, como tantas otras mejoras sin organización corporativa completa;c) Seguros de accidentes, muerte y paro, que deberán ser atendidos y resueltos por la propia organización corporativa de cada localidad o región, y, en caso necesario, por la nacional, procurando evitar la interposición de las Compañías de Seguros, teniendo en cuenta que cada actividad nacional debe mantener a los comprendidos en ella. Las organizaciones corporativas, constituirán necesidades de cualquier paro eventual y transitorio; responderán siempre a sus obreros de una parte mínima de su jornal, para este caso de paro; y tendrán derecho a exigirles por el mismo una cantidad también mínima de trabajo en obras de interés para la colectividad, la región, la localidad, la industria o la nación, de tal modo, que el jornal no falte nunca, que no se dé en balde y que este deber de seguridad y asistencia se traduzca siempre en obras útiles a la comunidad de que forma parte.

VII. Movilización del Trabajo

Para lograr hoy la reconstrucción nacional en todos los órdenes y para conseguir mañana la realización de las obras y empresas colectivas en las que se cifre el espíritu y la capacidad nacional de los pueblos, procede movilizar por el Estado o con su aprobación, aquellos trabajadores sin ocupación y .las máquinas o utensilios de las empresas o patronos sin empleo, dando a unos y a otros lo indispensable para el mantenimiento de aquéllos y el entretenimiento y amortización de las máquinas y útiles de trabajo. Con el jornal de mantenimiento se tendrán siempre en cuenta las necesidades familiares del obrero. Si éste pertenece a un sindicato o gremio y percibe del mismo los auxilios a que se refiere el número anterior, la movilización, no le dará derecho a otras percepciones y si éstos se entregan por el Estado o la entidad pública que movilice quedarán en beneficio de la organización.

VIII. Limitación y reorganización de los oficios y profesiones

El principio ya enunciado, de que todos los que poseen un oficio o profesión tengan asegurado su trabajo y colocación en la actividad correspondiente, supone el de que los oficios y profesiones no se ejerzan sino por aquellos a quienes prepare y autorice con el título correspondiente la organización gremial o corporativa a que el mismo pertenezca en cada localidad, comarca o región. Esto equivale a la reorganización de los oficios, artes y profesiones que se ha señalado como una de las finalidades de nuestra táctica sindical. El perfeccionamiento y eficacia del trabajo, estriba principalmente en esta reglamentación, que creará la verdadera solidaridad entre los trabajadores e irá reduciendo el tipo de jornalero anónimo sin oficio abandonado a una contratación eventual de su esfuerzo. La dignificación del trabajo y su elevación por la incorporación al mismo de una inspiración moral y artística, sólo así podrá conseguirse. Trabajar más y rendir más, es para nuestra espiritualidad, un imperativo de conciencia para España, una necesidad y el más grave y permanente de los servicios nacionales. El asegurar este trabajo en todos los aspectos y derechos del mismo, constituye la primera de las obligaciones de justicia. Los sindicatos y organizaciones de la Obra nacional-corporativa, consumarán la gran tarea de reorganizar y reivindicar los oficios, artes y profesiones de todo orden, con estadísticas y estudios sobre su situación, establecimiento regular y eficiente de sus enseñanzas en el seno de los mismos, con el auxilio del Estado, clasificación y restablecimiento de jerarquías, organización garantizada de las colocaciones en las empresas o centros de ramo y con cuantos medios indique su celo.

IX. Nuestra concepción corporativa en las ciudades

Para nosotros, las ciudades y concentraciones urbanas, no pueden seguir siendo lugares de lujo y miseria, de holganza y desamparo, de burocracia estéril y de hacinamientos anónimos. Reivindicamos los centros urbanos para los organismos superiores de la cultura y de la vida colectiva, para centralizar los resortes de dirección y mando y para restablecer en la paz las organizaciones de la producción y del trabajo. A la representación auténtica de estos organismos, vitales y fecundos, debe corresponder el gobierno y administración de la ciudad nueva, pletórica de fiebre creadora, todo lo genuinamente urbano, desde los nombres de las calles a los servicios municipales, deben volver en su mayor parte a las organizaciones del trabajo y de la producción, gremios, sindicatos y cooperativas, que constituyan su base sin perjuicio del lugar y el derecho de los valores espirituales nacionales e históricos que tienen en los centros de población su natural emplazamiento. Rechazamos la idea de la ciudad dividida en barrios pobres y ricos, burgueses y proletarios, de lujo y miseria. La hermandad nacional aconseja la proximidad y vecindad de los hogares, que permita el trato y el conocimiento. Nosotros no mantenemos la mejora de las viviendas obreras, con un carácter proletario, sino hasta donde permitan las posibilidades económicas del país. Las organizaciones sindicales y gremiales de la Obra nacional-corporativa resolverán estos problemas directamente, con el auxilio y apoyo de las administraciones municipales y del Estado y concluyendo de una vez con la especulación montada sobre este asunto por los intermediarios.

X. Contra las actividades de pura especulación

De todas las actividades económicas, la Obra nacional corporativa, tanto como protegerá las de producción en cualquiera de sus aspectos, tratará de ir eliminando las puramente especulativas y de mediación y de reducir las de cambio a sus límites indispensables, especialmente en aquellas cuestiones que como las de seguros obreros, casas baratas, etc., se refieren a necesidades de los trabajadores. En este sentido y a este fin, fomentaremos el cooperativismo y serán encomendadas a las organizaciones sindicales o gremiales y más adelante a las cooperaciones, todos los cuidados de este orden.

XI. Arbitrajes

Dentro de nuestras confecciones, eliminada la lucha social y las posibilidades de que se produzca, el arbitraje y sus órganos pierden la importancia decisiva que hasta hoy han tenido en la vida social y de la producción económica. Los Comités paritarios y Jurados mixtos dejan de ser instrumentos de esa lucha y se ven sustituidos por organismos cooperativos, no burocráticos, nacidos en el seno de las mismas organizaciones y encargados del impulso, regulación y mantenimiento de la actividad económica productora. Las leyes sociales y bases de trabajo, ya no son dictadas por un designio político y negativo, ajeno a la preocupación del trabajo y de la producción, sino que surgen de los organismos de ésta. Los casos de conflicto, cuando por excepción se produzcan, tienen una solución fácil y rápida en el seno de la misma organización corporativa, local o regional y en todo caso, hay la garantía suprema de la justicia impuesta por un estado plenamente nacional, cuyas bases orgánicas son las corporaciones o los organismos previos a las mismas.

XII. Seguridad en los derechos

Sin el mantenimiento inexorable de este principio, no hay vida económica ni social posible. Y este mantenimiento exige, que los derechos básicos, como los de propiedad y trabajo, no estén a merced de cambios políticos en el gobierno. Por ello, la estabilidad y firmeza del orden interno de los pueblos es incompatible con el régimen de partidos. La Obra nacional-corporativa, podrá imponer a los derechos cuantas limitaciones sean procedentes, pero se desarrolla sobre el reconocimiento pleno de los mismos y aspira a levantar sobre éste, todo el magnífico e insustituible estímulo de la iniciativa privada. Seguridad plena en el derecho a la propiedad, al jornal, al instrumento de trabajo, a los frutos del propio esfuerzo: he aquí, la primera necesidad del resurgimiento social y económico.

XIII. Regulación de la producción y de los precios

El solo estímulo de producir más, como el acicate de ganar, no son bastantes para promover, mantener y desarrollar la vida económica. La amarga experiencia de los últimos años, ha demostrado que la abundancia excesiva de productos, puede aniquilar a la producción misma y que la venta de éstos, en libre concurrencia, puede hacerse imposible por la desvalorización de los mismos. El nuevo orden encarnado por la Obra nacional-corporativa, atribuye a las organizaciones de este orden, en las que están agrupados todos los interesados en cada producción bajo postulados de interés nacional y público, la regulación de la producción y de los precios, para lo cual organizarán ferias y mercados reguladores, sin perjuicio de la vigilancia e intervención del Estado para el caso de conflicto entre las decisiones de este orden y el interés general, que quedará siempre garantizado. Ni una industria o explotación más de lo que permita la capacidad de la localidad, la región o el país; ni una sola cuya normal desenvolvimiento no esté garantizado en las condiciones generales del mismo; ni productos desvalorizados ni inasequibles; ni producciones.

XIV. Inspiración anti-marxista

Los movimientos obreros, hasta hoy, han estado inspirados por resentimientos característicamente marxistas: el odio y la revancha de clase. Ningún otro que se sienta empujado en lo íntimo por iguales móviles y acepte igual planteamiento de oposición y lucha en la restauración de la vida social y económica, es compatible con el orden nuevo y el nuevo espíritu.La Obra nacional-corporativa, restablecer, desde sus primeros pasos, la conciencia y el hábito de solidaridad en cuantos concurren a una actividad productora, como postulado esencial para el establecimiento de un régimen corporativo; incorporar a dichas, actividades un vivo sentimiento nacional y alumbrar en los trabajadores la ilusionada convicción de la posibilidad de su mejoramiento, de su redención como clase proletaria, de su ascensión posible a las categorías superiores de la producción y de su incorporación a las tareas que mantienen la vida de los pueblos.

XV. La Obra Nacional-Corporativa ha de ser necesariamente única

Cuando la Corporación y la idea orgánica, que partiendo de las actividades vitales de los pueblos que ella supone, viene a restablecer la unidad interna deshecha por los partidos, hacer de las organizaciones corporativas cuestión de bandos, envenenarlas con el espíritu partidista convirtiéndolas en modo de ensanchar particulares tendencias, sería el más monstruoso de los contrasentidos. La idea corporativa es por esencia, nacionalmente, una y única. Las Corporaciones no pueden ser varias y en lucha en cada actividad y ramo, sino aquellas que el Estado nacional, organizado sobre las mismas, reconozca y autorice. La creación oficial y legislativa, no es sin embargo suficiente; se necesita que la preceda un movimiento popular que forme esta nueva conciencia de unión y solidaridad entre las masas y esto es la finalidad esencial de la Obra nacional-corporativa.

Por estas mismas consideraciones, la idea orgánica corporativa, no admite en la dirección y representación suprema del Estado, sucesión de bandos y tendencias, ni la improvisación de caudillajes, necesariamente transitorios y efímeros, sino la permanencia de una institución nacida del seno nacional y tradicional de los pueblos, la dignidad de la máxima responsabilidad y la garantía de la continuidad y conocimiento de este primer oficio de conducción; o sea, cuanto es y representa el principio monárquico. Pensar y .decir otra cosa es señal de no haberse librado de los prejuicios y de la miseria intelectual y moral de las concepciones marxistas, democráticas y parlamentarias.

Actividad carlista en Asturias

Campaña de pancartas y adhesivos en Avilés (Asturias), realizada por las Juventudes Tradicionalistas 
 Bendita la Reina de nuestra montaña,
  que tiene por trono la cuna de España
     y brilla en la altura más bella que el sol.
    Es Madre y es Reina. Venid peregrinos,
    que ante ella se aspiran amores divinos
        y en ella está el alma del pueblo español.
Dios te salve, Reina y Madre
del pueblo que te corona
y entre cánticos que entona
te da el alma y corazón.
Causa de nuestra alegría,
vida y esperanza nuestra,
bendice a la Patria y muestra
que sus hijos tuyos son.
Como la estrella del alba
brilla anunciando la gloria
y es el pórtico tu gruta
del templo de nuestra historia.
Ella es el Cielo y la Patria,
y el heroísmo y la Fe.
Y besa el alma de España
quien llega a besar su pie.
¡Virgen de Covadonga, Virgen gloriosa!
Flor del cielo que aromas nuestra montaña,
Tú eres la más amante, la más hermosa.
¡Reina de los que triunfan, Reina de España!
Nuestros padres sus ojos a ti volvieron,
y una Patria adivinó,
con tu nombre en los labios por ti lucharon,
con tu amor en las almas, por ti vencieron.


"ASTURIAS NUNCA VENCIDA"

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jueves, 12 de septiembre de 2013

La propiedad privada en la doctrina tradicionalista

(Victor Pradera)

Pero la propiedad privada —nacida de los demás elementales principios del Derecho natural, amparada por la justicia social, y reclamada por la conveniencia de la sociedad— no constituyó nunca, ni puede constituir jamás, un derecho absoluto sin limitaciones de carácter religioso, moral y social.

Naciendo la propiedad de las cosas de una donación divina con destino a la satisfacción de las necesidades humanas, su uso deberá adecuarse racionalmente a esa satisfacción si no ha de ser ilegítimo; y teniendo todos los bienes de la tierra un fin social y no meramente individual o privado, ha de afectar a la propiedad una “función social”, aunque «ella no lo sea». Y el corolario que se desprende de estas dos consecuencias es obvio: gravan la propiedad privada de las cosas diversas tácitas hipotecas.

En el orden religioso, aunque el hombre pudiera aniquilar materialmente la sustancia y naturaleza de las poseídas, no llega el legítimo ejercicio de su derecho ni aun a destruir la forma de las mismas, sin finalidad alguna superior, y a usarlas irracionalmente o a su capricho; en el orden moral, aun teniendo la facultad de administrar sus bienes y destinarlos a satisfacer no sólo sus necesidades y las de los suyos, «sino el debido decoro de su persona del modo que a su estado convenga» (esta frase entrecomillada la toma Pradera de la Encíclica «Rerum Novarum»), está obligado en caridad a socorrer a sus semejantes en las suyas; y en el orden social, el derecho privado no puede ser obstáculo al interés público ni al caso de extrema necesidad, autorizando el primero la expropiación, sin perjuicio del propietario, o la imposición, antes de ella, en utilidad social de condiciones en orden al uso y cultivo, y el segundo, a la disposición libre de bienes ajenos por quien se halle en peligro de su vida.

(VÍCTOR PRADERA)

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El origen divino del Poder, un problema vigente

El origen divino del Poder, un problema vigente
Por Jesús de Castro

Cuando en los albores de lo que hemos denominado modernidad observamos el bosque cultivado durante siglos de la Cristiandad y nos detenemos poco a poco en cada uno de sus árboles nos damos cuenta que han sido talados cual fiera arrasa con todo aquello que no le resulta conveniente y que una vez talado el árbol principal que es centro de todos, los demás resulta que progresivamente van desapareciendo como consecuencia del anterior. Así ese bosque en el que todo el tiempo parecía ser mayo y abril, por consiguiente, desaparece dejando unos resquicios que podrían llamarse la herencia de un bosque que en algún lejano tiempo tuviera gloriosa vida pero que de esas “raíces” ahora parecen emanar otros árboles muy distintos que dan lugar a un bosque que resulta ser una amalgama de distintas especies que, necesitando un clima cada una, resultan no poder convivir juntas.

El primer bosque es, pues, la Cristiandad sembrada por una larga tradición en la doctrina de la Iglesia que progresivamente iba siendo mejorada y custodiada sin nunca contradecir las enseñanzas anteriores. Por otra parte el árbol principal diremos que son los Estados católicos o reinos que se constituyen en subordinación al derecho natural haciendo como regla el bien común que definiera D. Francisco Suárez como aquél en donde se procura el bien temporal de los miembros de la comunidad y la salvación de las almas de éstos. Es pilar básico, por tanto, la subordinación de la ley positiva a la ley natural, al contrario de lo que ocurre en los hodiernos Estados apóstatas donde no se trata solamente que no se esté sometido el derecho positivo al derecho natural sino que únicamente impera el derecho positivo pues el iusnaturalismo clásico se ha marginado con anteriores deformaciones mediante el iusnaturalismo racionalista que daría lugar al constitucionalismo del llamado derecho nuevo. Derecho nuevo del que emanarían diferentes legislaciones que resultan ser en la mayoría de los casos amalgamas de numerosas aporías sin significado concreto al servicio del poder tiránico de las oligarquías que en sus distintos turnos se encargarán de adaptarlas, formarlas y deformarlas al antojo y capricho del tirano oligarca de turno. Claro que una oligarquía al servicio de la plutocracia que domina la institucionalización del pecado original[i] en aquellos Estados donde la tiranía parece ser la única forma de poder. Una tiranía maquillada siempre en aras de la libertad, la democracia y la igualdad; sin tratar la tolerancia pues al no existir culpa no hay mal que tolerar[ii].

Todas estas consecuencias que han llevado al agostamiento de un bosque donde el principal árbol resultaba ser ese que hemos denominado como los reinos de la Cristiandad, recoge en su corpus doctrinal (amparado siempre bajo la doctrina de la Iglesia Católica, en la que se marcaría un antes y un después con una notable ruptura en la década de 1960 viéndose los Estados que, como España, aún se mantenían aunque fuera aparentemente bajo el derecho natural y cristiano, para dar paso a ese orden del mundo positivista y de raigambre anglosajona e incluso, en gran parte de los casos, americanista[iii]) el origen divino del poder.

El poder, pues, no nace del capricho arbitrario de las mayorías que pueden un día opinar que el cielo es azul y otro día que la luna es cuadrada sino que es otorgado por derecho divino que se transfiere en forma de legitimidad (en el caso nuestro, la Monarquía, la legitimidad de origen conservada y apoyada por la legitimidad de ejercicio). Claro que el origen divino del poder al tener raigambre y naturaleza genuinamente católica comenzaría a ser cuestionado por los filósofos racionalistas del XVIII que tomaría forma en la Revolución francesa con su marcado carácter anticlerical (propio de las revoluciones[iv]) para ulteriormente deformar el derecho natural cristiano llegando al iusnaturalismo racionalista culpable de las numerosas constituciones que nacerían de los procesos revolucionarios teniendo como embrión las ideas de aquellos filósofos racionalistas anteriores a la propia encarnación de los acontecimientos propiamente revolucionarios.
 
Barrido el derecho natural y cristiano del ordenamiento jurídico, lo que se impondría a base de legislaciones tiránicas sería, pues, condenado por el magisterio de la Iglesia remarcando el carácter dictatorial y totalitario[v] de los Estados llamados modernos. Barrido el ancien régime en Francia, tardaría más en imponerse en las Españas aunque con poco margen de tiempo introduciría continuamente pócimas constitucionalistas que al menos mantendrían en guerra a buena parte de las Españas defendiendo su constitución histórica. No es mi intención centrarme en los hechos históricos en estas líneas, así que en lo que refiere a la Historia daré por zanjado el problema aquí aunque ulteriormente haga alguna sucinta referencia.
(Nuevo e imprescindible libro del sello Itinerarios del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II)

El problema hoy del origen divino del poder y de la Monarquía católica y representativa supone, con su marginación y el imperio de los sistemas positivista, el resultado de la constante tiranía por parte de los oligarcas[vi] pues “en tanto no se pruebe lo contrario hay que admitir que gobierna mal el usurpador, entre otras razones, porque no correspondiéndole ejercer el Poder necesita apoyarse en la fuerza para mantenerse en el puesto que ocupa indebidamente, para prevenir toda probable tentativa de recuperación por parte del legítimo poseedor o poseedores. Y no podrá haber justicia allí donde el encargado de administrarla y de velar por ella gobierna a pesar de la justicia, y no se tendrá en consideración el público provecho donde todos y cada uno, a ejemplo del tirano o cuerpo de tiranos, atienda a la rapiña despreciando todos los preceptos divinos y todas las leyes huamanas”.[vii]

No es, pues, en vano que nos ocupemos en la actualidad del origen divino del Poder y el problema que supone para las actuales estirpes y sociedades la marginación del legítimo poseedor de la legitimidad que encarnaría el origen divino del Poder teniendo como sólidas bases la doctrina tradicional de la Iglesia con dos mil años de vigencia y tradición así como el corpus doctrinal que a partir de la catolicidad desarrolla el tradicionalismo hispánico y, en concreto el carlismo, siempre emanando del iusnaturalismo clásico y tomista. De esta forma la encarnación del origen divino del Poder en el legítimo poseedor de la legitimidad viene a significar no el poder del pueblo más sí el bien común del pueblo, pues ¿qué provecho recibe el pueblo otorgando a unos gobernantes oligárquicos el poder de gobernarles si el gobierno que estos ejercen, tras haber sido elegidos, es despótico y tiránico? Pues bien, “para el liberalismo auténtico, la única limitación de la soberanía popular es la de no poder dicho pueblo renunciar a su soberanía. Y el pueblo gobernado con arreglo a los principios liberales expresa soberanamente su voluntad con los intervalos señalados por la ley, mediante el sufragio universal, directo y secreto[viii]. Para un liberal, pues, la legitimidad estará en el pueblo, en las urnas, pero será reverenciada, pero será reverenciada, e incluso en pueblos en que el liberalismo domina, como Francia, se acusará a la Monarquía legítima caída de haber usurpado los poderes que sólo al pueblo pertenecen”[ix], dando lugar a un desorganizado sistema de intereses que en su concentración oligárquica se encargará de favorecer a los muchos que gobiernan puesto que como ya nos advirtiera Santo Tomás de Aquino: “el poder cuando es de muchos tiende a ser más tiránico que cuando es de uno”.

Por consiguiente, el sistema moderno que codena al ostracismo el derecho natural y el origen divino del Poder con su representante en la legitimidad de origen reforzada por la de ejercicio viene a poner de manifiesto que se pone en plural el pecado original, pues con Jean Madiran[x] aquello de que la ley es la expresión de la voluntad general “constituye una fecha clave en la historia del mundo, la fecha en que los hombres decidieron que en lo sucesivo la ley sería “la expresión de la voluntad general”, es decir, la expresión de la voluntad de los hombres; la fecha en que los hombres decidieron darse a sí mismos la ley; la fecha en que pusieron en plural el pecado original… Pecado fundamental, revuelta esencial por la que el hombre quiere darse a sí mismo la ley, apartando la que había recibido de Dios. En 1789 esta apostasía fue un acto colectivo. Después se ha convertido en fundamento del Derecho Político. La democracia moderna es la democracia clásica en estado de pecado mortal.”

Ahora bien, cuando los Estados apóstatas han olvidado conscientemente la ley y orden natural con el ulterior origen divino del Poder centrándose y sustituyéndolo por el poder de las mayorías en aquél orden donde impera la propiedad de tal forma que el hombre olvidado de lo trascendental se considera a sí dueño de sí mismo y, por ende, no debe responder ante ley  natural alguna, la Salvaguarda de la Revelación debe dar respuesta ante el problema jurídico que se plantea con un importante trasfondo espiritual , afirma Bernard Dumont[xi], el efecto que genera la aplicación política y jurídica del corpus conciliar (padre del modernismo eclesial[xii]) es una contradicción insalvable entre la lógica democrática en vigor y la concepción tradicional de la filosofía del derecho, basada en el concepto universal de bien, y que implica que la ley positiva se someta al imperio de la ley natural.

La esperanza es ese “cambio de paradigma” para que se reconozca el imperio de la ley natural sobre el resto quedando éstas subordinadas al derecho natural que Francisco Elías de Tejada llamaría “base de la civilización”.



[i] Al respecto se desarrolla la “institucionalización del pecado original” en Miguel Ayuso, La constitución cristiana de los Estados, Ed. Scire, Barcelona.
[ii] Se ha escrito recientemente una obra que por parte por parte de Danilo Castellano, Miguel Ayuso, Bernard Dumont, José Miguel Gambra, bajo el título Cambiar de paradigma. En tal obra se desarrolla y considera por parte de dichos autores el progresivo desarrollo del II Concilio Vaticano y sus afectos en la secularización de los Estados o, en puridad, la apostasía de los Estados que otrora formasen la Cristiandad. Busca dicha obra dar una visión distinta para cambiar el rumbo que se tomó en su momento por parte de la jerarquía de la Iglesia teniendo en cuenta las nefastas consecuencias a las que ha llevado. Recientemente la revista VERBO ha dedicado un cuaderno a los asuntos de aquél libro con el nombre de IGLESIA Y POLÍTICA. CAMBIAR DE PARADIGMA. Mismo nombre que lleva la obra. En tal párrafo hago referencia sucinta al capítulo de Bernard Dumont Hitos para salir de una crisis, págs. 473-496, VERBO nº 515-516.
[iii] Sobre el americanismo, sus bases y condena católica es imprescindible la encíclica de S.S. León XIII Testem Benevolentiae Nostrae.
[iv] Cabe en este caso recordar el testimonio permanente y siempre vigente del eximio español D. Juan Donoso Cortés, quien repetiría que su Fe estaba afianzada por la gracia inmerecida y el estudio de las revoluciones. Es, pues, carácter genuinamente revolucionario el odio y rechazo del orden natural y, por consiguiente, el asunto que aquí nos centra: el origen divino del poder.
[v] Maquillado siempre en aras de la libertad, como más arriba señalé.
[vi] Aunque no compartiremos numerosas afirmaciones del autor, la ley de hierro de la oligarquía que Robert Michell describiera en su obra Los partidos políticos puede servir de referencia para considerar la tendencia oligárquica de todos los poderes de partidos políticos en los hodiernos Estados al servicio, a la postre, de la plutocracia.
[vii] Fernando Polo, ¿Quién es el Rey? La actual sucesión dinástica la Monarquía Española, Editorial Tradicionalista, Madrid 1969. D. Fernando Polo, quien moriría a temprana edad, se desvivió por la Causa hasta el último de sus días dejándonos un breve libro escrito con excelente calidad de datos, intención y escritura. Representa una solución al problema de la sucesión dinástica tras la muerte de S.M.C. Don Alfonso Carlos I recayendo la legitimidad de origen en quien más tarde sería Rey Don Javier I de Borbón Parma, de excelente memoria y padre del actual Regente S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón y Borbón Busset.
[viii] Teniendo, por ende, igualdad al elegir tanto el más vicioso como el más virtuoso; el más desarrollado intelectualmente como el más lego en conocimientos; el más inteligente como el más demencial. Al respecto recomiendo Eugenio Vegas Latapie, Consideraciones sobre la democracia, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1965.
[ix] Fernando Polo, Ibid. Pág. 18.
[x] Jean Madiran, On ne se moque pas de Dieu, París, Nouvelles Editions Latines, 1957. En tal obra afirmaría Madiran que “la democracia moderna es religiosa; reemplaza a las religiones por la religión del hombre”. Se encuentra recogido por D. Eugenio Vegas Latapie en Consideraciones sobre la democracia, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1965.
[xi] Bernard Dumont, Hitos para salir de una crisis, Una incidencia jurídica, pág. 480-481. VERBO nº 515-516.
[xii] Al que Michele Federico Sciacca haría referencia como “clericalización” de la sociedad en tanto en cuento se acepta el orden del mundo en la sociedad como lo aceptaría la burguesía eclesial.