viernes, 30 de abril de 2010

G.K Chesterton: El capitalismo contra la familia.

"Es imposible repetir demasiadas veces que lo que ha destruido la familia en el mundo moderno ha sido el capitalismo"
(The Well ande the Shallows, 1935)

"La próxima gran herejía va a ser sencillamente un ataque a la moralidad, y en particular a la moralidad sexual. Y no viene de agunos socialistas sobrevivientes de la sociedad Fabiana, sino de la exultante energía vital de los ricos resueltos a divertirse por fin, sin Papismo, ni Puritanismo ni Socialismo, que les contengan...La locura de mañana no está en Moscú sino mucho más en Manhattan."
(G.K´s WeeklY, 1926)

"Si es cierto que el socialismo ataca a la familia en teoría, es mucho más cierto que el capitalismo la ataca en la práctica"
(La superstición del divorcio, 1920)

"Es el capitalismo el que ha forzado una contienda moral y una competencia comercial entre los sexos; el que ha destruido la influencia del padre a favor de la influencia del patrono, el que ha sacado a los hombres de sus casas para encontrar trabajo; el que les ha forzado a vivir cerca de sus fábricas o de sus firmas comerciales en lugar de hacerlo cerca de sus familias; y sobre todo, el que ha fomentado por razones comerciales toda una procesión de publicidad y novedad ostentosa que en sí misma lleva a la muerte de todo lo que nuestras madres y nuestros padres llamaban dignidad y modestia."
(Tres enemigos de la familia)

"Y si hay algo en el mundo que odie más que ser comunista es ser un individualista"
(G.K´s Weekly, 1932)

"La respuesta a cualquiera que hable del "exceso de población" es preguntarle si él mismo es parte de ese exceso de población, o si no lo es, cómo sabe que no lo es."
(Introducción a A Chistmas Carol)

Artículos recomendados:
Un chestertonismo muy poco chestertoniano. Las Claves de un Revival. Miguel Ayuso.

jueves, 29 de abril de 2010

La política, oficio del alma: Una llamada al sacrificio, una llamada a la acción.

La POLÍTICA que merezca verdaderamente el nombre, ha de fundarse en una doctrina. La auténtica llamada política no tiene que ver con la ironizada por Gustave Thibon al presentar a unos hombres que se destrozan mutuamente para decidir si la casa ha de pintarse de azul, de verde o de rojo, sin advertir que está a punto de desplomarse. No se trata de un brillante barniz o un alicatado de color. Al contrario, es un cimiento, una roca.

Pero, indispensable la doctrina, no basta. Sin el quehacer de unos servidores en que se encarne y encuentre su puesta en ejercicio, queda inoperante.

A estos hombres se dirige la llamada de este libro. Que es apremiante. Pues los acontecimientos se esfuerzan, día tras día, en confirmar con usura que no basta cuidar los pulmones cuando es la atmósfera la que está envenenada: no hay islas a las que no llegue la resaca del "mundanal ruido", ni refugios que permitan la "vida descansada". La atmósfera que circunda a nuestro mundo padece tanto de contaminación física como la moral. De manera que el signo de nuestro tiempo es la revelación de la vanidad de las resoluciones tomadas a medias, de las medidas de compromiso.

Y la pregunta, lacerante, sigue brotando de los corazones que no han terminado por perder el gusto de la sensibilidad: "¿Qué hay que decir a los hombres?".

La respuesta consoladora, en la que reside toda nuestra esperanza, es la demostración-evocada una vez más por Chesterton-de que los planes del economista distinguido son modificados a cada instante por el soldado que da su vida, por el labrador que ama a su tierra, por el fiel que observa los dictados de la religión. Gentes todas que no toman aliento de cálculos matemáticos, sino que se inspiran en una visión interior.

Si la política vuelve a alimentarse de ella, dejará de ser labor de técnicos o negocio de mercaderes. Y recuperará su modesto y eterno rostro de "oficio del alma".

Miguel Ayuso Torres. La política oficio del alma.

jueves, 22 de abril de 2010

De la máxima actualidad: O Juan Carlos el usurpador liberal, o Don Sixto Enrique de Borbón. ¡CATÓLICO DESPIERTA!


León XIII, los carlistas y la monarquía liberal, de P. José CORBATÓ Y CHILLIDA. (Máximo FILIBERO, pseudónimo) 1894
calidad 2, 2 t., 14,5x20, 743 pág. : 44 € Pedidos y Pagos

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Fracaso rotundo por engaño astuto, fue la política del ralliement arrancada del corazón de León XIII. Así lo reconoció aún un Vegas Latapié, alfonsino viceral cuyo análisis al respecto se encuentra en nuestro catálogo.

Pero mejor que libro alguno en esta materia, es éste, del célebre P. Corbató y Chillida, con seudónimo de Máximo Filibero, el que responde sin falla a la interpretación laxa de las palabras de León XIII, con una antología de condenaciones pontificias de las libertades de perdición del liberalismo. Es un proceso y una demostración: es el proceso del régimen liberal, responsable de todos los infortunios que pesan sobre nuestra desgraciada España, y la demostración más concluyente de que la sustancia del pleito que se ventilaba entre los defensores del lema de Dios, Patria y Rey y los partidos liberales que prestan apoyo á la actual monarquía, era y es asunto de principios y no cuestión de intereses dinásticos.
Más actual que nunca es el grito lanzado hace más de un siglo por un ilustre prelado español:

«Nuestro siglo ha quitado á los buenos hasta la ocasión del mérito. No los persigue á nombre de la impiedad, los censura á nombre de la Religión».

Si los demo(no)liberales que se dicen católicos amasen de veras la religión y la patria, deberían estar convencidos, por dos siglos de expe­riencia, de lo vano é ineficaz de sus propósitos de reivindicar la neutralidad del régimen, o aún convertir en amparo de la Iglesia uno que es esencialmente anticristiano. No está en la mano de los hombres cambiar la naturaleza de las cosas, ni romper el encadenamiento lógico de las ideas y de los aconteci­mientos; y un trono levantado para que en él tomaran asiento los prin­cipios liberales, viene á ser á manera de hipóstasis del liberalismo en la nación española, sin que nada pueda destruir ese vínculo que es ley fatal de su existencia.
Conocido es aquel cantar que se oía por las calles de Madrid en vísperas de las horribles escenas del 17 de Julio del año 1834, como anticipo del odio consumado un siglo después:

Que muera Cristo, Viva Luzbel, Muera D. Carlos, Viva Isabel.

¿En qué han variado las circunstancias para que se pretenda romper esa asociación de ideas?
Indice

domingo, 18 de abril de 2010

30 GIORNI y la democracia cristiana en su intento de apuntalar el "mundo moderno", contra la Tradición Católica.

Gulio Andreotti, otrora lider de la Democracia Cristiana (DC) que pilotó tras la II Guerra Mundial el proceso de secularización de Italia, y edificó un sistema político corrupto, dirige la revista internacional 30 Dias cercana al movimiento eclesial de Comunión y Liberación conocidos en España por pedir oficialmente el voto para el Partido Popular. En el nº 1 de 2010 de esta conocida revista, se publica un artículo bajo el título: El Concilio Vaticano II . La Tradición y las instancias modernas, firmado por el Cardenal Georges Cottier O.P, teólogo emérito de la Casa pontificia. Todo el artículo bebe de las tesis de Jacques Maritain, uno de los padres ideológicos de la "rendición ante el mundo moderno" que pretendió este catolicismo liberal que tanto ha contribuido a la ruina de la Civilización Cristiana.

Encontramos afirmaciones como la que sigue y que merece algún comentario:

"Contradecir apriorísticamente los contextos políticos y culturales dados no pertenece a la Tradición de la Iglesia. Es más bien una connotación repetida en las herejías de raíz gnóstica, que por prejuicios impulsan al cristianismo a una posición dialéctica respecto a los ordenamientos mundanos, e interpretan la Iglesia como un contrapoder respecto a los poderes, a las instituciones y a los contextos culturales constituidos en el mundo. Es una característica común a todas la corrientes de raíz gnóstica la de considerar el mundo como un mal, y por tanto también los Estados y los ordenamientos mundanos como estructuras que hay que subvertir. En las relaciones entre Iglesia y el mundo moderno aflora a veces esta tentación: el impulso de concebir la Iglesia como fuerza antagonista de ese orden político y cultural que después de la Revolución francesa ya no se presenta como un orden cristiano"

La tesis del Cardenal viene a ser que los Papas del XIX se precipitaron al condenar el liberalismo, que lo hicieron "apriori" y influidos por la situación histórica, por lo que toda su doctrina no pertenece a la Tradición por ser coyuntural y que la resistencia católica posterior (el tradicionalismo) no es más que una "ideología" y no la defensa de la misma Tradición. No existiría tampoco una "Tesis política católica". En el fondo subyace una valoración positiva de los principios del mundo moderno con su secularización (que no deja de ser una opción ideológica por su parte) o una completa resignación a los mismos, así como una ceguera total a los efectos de esos principios: el indiferentismo y en última etapa, el nihilismo de esta postmodernidad perversa.

El Card Cottier olvida que ese Orden Cristiano fue destruido violentamente y contruido el nuevo "orden burgués" sobre el dinero, la herejía y la sangre de muchos mártires y con la oposición directa de los Vicarios de Cristo. El único argumento del señor Cardenal, "es que los tiempos han cambiado" que "hay un nuevo contexto",el señor Cardenal sacraliza el "mito del progreso". Pretende que sea el contexto el que configure la doctrina católica y no lo contrario (postura correcta católica) donde son la doctrina, la verdad y el bien los que configuran los tiempos y las realidades. Cristo debe reinar en todo tiempo y lugar.

¿Cabe mayor conformismo, sumisión a los poderes dominantes? ¿cabe mayor intento por mundanizar el cristianismo y a la Iglesia sometiéndola a la mentalidad dominante en cada coyuntura? ¿cabe mayor intento por reducir el cristianismo a la privacidad y a la conciencia individual como prentende el individualismo moderno? ¿cabe mayor intento para que la Iglesia renuncie a su papel histórico?...¿cabe mayor intento de GNOSTICISMO?

Si, porque lo que es verdaderamente gnosticismo es este dualismo que pretende colarnos el Card. Cottiner como fruto del Concilio Vaticano II. Porque lo realmente gnóstico es pretender negar a la Iglesia y a la religión ese derecho de juzgar, criticar y contradecir los contextos políticos y culturales. El gnosticismo con su desprecio y negación del orden de la creación, desconoce la existencia de un orden político natural que se deriva de la correlación: derecho positivo humano, derecho natural, ley natural y ley eterna. El cristianismo no contradice todos los contextos políticos y culturales, sino los revolucionarios, los que destruyen ese Orden natural que la Iglesia esta llamada a fundamentar ¿habrá leído el Cardenal la encíclica "Quas Primas" de Pío XI?. La Iglesia debe ser "antagónica" y "contradecir" a la REVOLUCIÓN que es la destrucción del Orden natural-católico. Orden que es una exigencia de la propia dinámica de la Encarnación, que es una exigencia doctrinal y que ha sido una realidad histórica, destruida por las turbias luces de la Ilustración y las filosofías modernas que surgieron al amparo de la ruptura religiosa del luteranismo.

Lo que pretende hacer el señor Cardenal tiene un nombre: HERMENÉUTICA DE LA RUPTURA, la reiteradamente denunciada por el Santo Padre Benedicto XVI, enmendando la plana a toda la Tradición de la Iglesia por los prejuicios (estos si reales) liberales del Card. Cottier y su sometimiento intelectural al pensamiento débil reinante. Idolatrando el momento presente del proceso histórico.

La opinión al respecto del Cardenal Newman (aquí) que será beatificado el próximo día 19 de septiembre en ceremonia presidida personalmente por el Santo Padre Benedicto XVI, es radicalmente opuesta a la expuesta por el Card Cottier en su desdichado artículo.

Otras entradas relacionadas en El Matiner:
El mito del progreso, rendición ante el mundo moderno: un hombre nefasto Jacques Maritain.
La aceptación del mundo moderno: la utopía de la "laicidad" y la "secularidad"
Los límites de la barbarie y la ficción del catolicismo

martes, 13 de abril de 2010

Acerca de las posibilidades de una política católica.

Ahora bien, ¿es ello posible?, es decir, en este mundo (pos)moderno cotidiano, actual, ¿vemos la posibilidad de revitalizar el derecho natural católico como principio y criterio de la convivencia política? ¿Se puede restaurar la idea de una justicia universal, servidora del bien público (...) Permítaseme decirlo con las palabras de Miguel Ayuso, cuyo castizo e inquisitivo estilo evoca la voz y el preguntar agudo de su maestro Elías de Tejada. "¿Se logrará en la actual coyuntura reatar el hilo de la Tradición o se continuará en el designio eterno del moderantismo, elevando tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias?".

La conclusión, aún esceptica, no carece de valor, al menos en tono de advertencia a los cómplices de la crisis y un llamado de atención a los desprevenidos: ¿Cómo retomaremos la preciosa veta de la tradición, insiste Ayuso, cuando los católicos en lo teórico hemos abandonado la metafísica tomista en aras del personalismo; cuando en lo jurídico no somos capaces de afirmar el derecho natural frente al legalismo y el judicialismo; y cuando, en lo político, seguimos atrapados en las redes del liberalismo y somos incapaces de reconocer la exigencia racional de un Estado Católico? Dicho de otro modo: si los católicos no somos capaces de desentendernos del personalismo, del legalismo y del liberalismo, que a los anteriores prohijó, únicamente queda el consolarnos en la triste y posmoderna idea de un derecho natural convertido en "conciencia crítica de las instituciones jurídicas",como plantea Spaemann.

Este conformismo, sin embargo, aunque se diga crítico, no se corresponde a una verdadera actitud católica en la vida política. No podemos resignarnos a un derecho natural sin sustento divino, a un derecho natural "agudo" pero inerme, a una ley natural parida por la voluntad de hombres enemistados, a sabiendas de la advertencia de Pío IX: "Es un hecho que cuando la religión queda desterrada de un Estado y se rechaza la doctrina y la autoridad de la revelación divina, la misma noción verdadera de la justicia y del derecho humano se oscurece y se pierde, y la fuerza material ocupa el puesto de la justicia verdadera y del legítimo derecho".

El recuerdo del Magisterio es hoy acuciante. en nuestros días, lo justo natural no se dice sino de unos derechos naturales cada vez más desnaturalizados. Hemos pasado de la naturaleza de las cosas a la antropología inventada por los racionalistas y, en ese tránsito, el otrora glorioso rule of law y el menos meritorio Estado de derecho, se han vaciado de contenido y llenado de formalidades, mecánismos rituales y otras falsificaciones del constitucionalismo.

En nuestras sociedades (pos)modernas ya no es concebible algo común (ni siquiera un interés, aún menos un bien) que pueda ser perseguido por una agencia colectiva o estatal, del mismo modo que el propio Estado ha perdido capacidad o poder para armonizar compulsivamente las pasiones e intereses individuales. Entrando el siglo XXI la crisis del aparato estatal desviste la bancarrota de la teoría social mecanicista dominante desde el siglo XVII, exhibiendo una anarquía social preñada de nihilismo que ninguna fuerza puede reorientar o recomponer. Desaparecido, artrítico o extenuado, el Estado no es más que el locus del poder, como se ha insistido de Bodino y de Hobbes a Marx y Max Weber, pero de un poder, a esta altura de los tiempos, impotente-no por ello menos soberbio-, que ya no encubre sino potencia la anarquía social.

Contra el orden natural, la revolución ha hecho un trabajo de demolición que ha entrado ya en su sexto siglo. Del mismo modo que el iusnaturalismo racionalista no es más que una farsa para acabar con el derecho natural católico y consagrar la ley estatal; así también la Reforma y sus secuelas que en nombre de la fe hicieron el llamado a la subjetividad del creyente, han concluido en la liberación de las conciencias de toda fe y de todo Dios. Esta es la obra de la Revolución, que hoy parece haber llegado a la raíz misma de una vida digna, a la destrucción de los vestigios de toda "relación del hombre con Dios", y esta ruptura afecta toda nuestra realidad en su doble dimensión: personal y social. El desencuentro espiritual con un orden de convivencia sano- escribe Calderón Bouchet- es consecuencia de una crisis de fe, de asentimiento religioso".

¿No será, entonces, el momento de recuperar la tradición abandonada? (...) Hay una enorme tarea intelectual por delante a la que somos permanentemente invitados: retormar la senda de la tradición. si se recupera desde la metafísica el concepto católico de la ley natural, queda abierto el camino, en sede de la filosofía política, al restablecimiento del bien común, como concepto unitivo de la pluralidad social, mejor aún, como principio ordenador de la comunidad política en su plural constitución y criterio del recto ejercicio del poder, es decir, como la regla de gobierno conforme al orden natural de la política.

Cierto es que se trata, primero, de una tarea intelectual, pero no menos que tras el restablecimiento del recto saber viene la faena práctica de la instauración de un orden político justo.

jueves, 8 de abril de 2010

"El Estado Servil" de Hilaire Belloc; la cultura que hace frente al "mundo moderno".


Título: El Estado Servil Autor: Hilaire Belloc Editorial: El buey mudo Precio: 16,00 € Páginas: 176

Este libro ha sido escrito para sostener y probar la verdad siguiente:

Que nuestra sociedad moderna, en la cual sólo unos pocos poseen los medios de producción, hallándose necesariamente en equilibrio inestable, tiende a alcanzar una condición de equilibrio estable mediante la implantación del trabajo obligatorio, legalmente exigible a los que no poseen los medios de producción, para beneficio de los que los poseen. Con este principio de compulsión aplicado contra los desposeídos, tiene que producirse también una diferencia en su estatus; y a los ojos de la sociedad y de la ley positiva, los hombres serán divididos en dos clases: la primera, económica y políticamente libre, en posesión, ratificada y garantizada, de los medios de producción; la segunda, sin libertad económica ni política, pero a la cual, por su misma falta de libertad, se le asegurará al principio la satisfacción de ciertas necesidades vitales y un nivel mínimo de bienestar, debajo del cual no caerán sus miembros.

Hilaire Belloc (de la introducción a la obra)

El origen de las plutocráticas repúblicas democrático-capitalistas hispanoamericanas (I)

¿Revisar la historia independentista de Hispanoamérica?

Claro que sí, pues, como bien hace resaltar José Manuel González, hasta ahora ha sido impuesta coercitivamente una visión hagiográfica de los movimientos independentistas que contrasta con sus resultados prácticos. Hasta el punto de que el francés Raymond Aron pudo hablar al respecto de involución hacia el subdesarrollo.


De ahí que para comprender semejante contradicción los profesores R. A. Humpreys y John Lynch. Durante el XII Congreso de Ciencias Históricas reunido en Viena en 1965 planteasen su “revisión” junto a la de su inspiradora Revolución Francesa de 1789 (…)

A la par, en el seno de la que fuera Hispanoamérica, se abría paso el reconsiderar la concepción de su Independencia como presunta guerra de “liberación”; para ser abocado dicho proceso a manera del más desastroso “conflicto intestino” sufrido por sus gentes, a instancias de personajes como Simón Bolívar, quien llegaría hasta reconocer semejante configuración.

A la cadena de análisis desde este punto de vista panorámico se incorpora en el momento presente el de José Manuel González con su importante “Cueca Larga de los Pincheira”, epopeya de “montoneras” chileno-argentinas que murieron “Por mi Rei y por mi Lei” antes que someterse a minorías extranjerizantes manipuladas desde Londres a través de la francmasoneria; genial “Caballo de Troya” de aquellas turbias luces de la falsa ilustración anglo-francesa que ahora culmina en la “postmodernidad perversa”, capaz de celebrar con júbilo en 1992 un premio Nobel a Gary Becker por haber expuesto “la moral en términos de rentabilidad económica”; lo cual ha significado, ni más ni menos, retorno al culto al Becerro de Oro, ahora con cerebro electrónica, subraya pertinentemente Arthur Koestier.

Ésta es la clave secreta de un conflicto independentista presentado sin escrúpulos a la manera de “guerra de liberación”; lo cual no es de extrañar, pues desde el siglo XVI con Lutero y Calvino el criterio de “Verdad” ha sido crecientemente reemplazado por el de “Utilidad”(…).

En consecuencia, desde entonces a través de estas premisas ha sido escrita nuestra historia; ante todo con omisiones monumentales, acompañadas por destrucción y aún falsificación de documentos. Por ejemplo la desaparición de las Actas del Cabildo de Buenos Aires en mayo de 1810; más tarde las de Santafé de Bogotá ; o la destrucción pura y simple de los procesos al mercenario Francisco Miranda, quien luego de pilotear el Caballo de Troya masónico, al verse abandonado por sus amos británicos, terminaría por retractarse patéticamente en una cárcel de Caracas el 25 de septiembre de 1814.

Sin embargo, es de subrayar (con todo el énfasis posible) que el conflicto no era tan solo de orden filosófico; por el contrario desde un principio los independentistas lo proyectaron sobre las estructuras de organización social; para aniquilar aquel Orden Social Comunitario que la Corte Suprema de Justicia en Colombia tuvo el acierto de calificar en septiembre de 1942 como de “orientación socialista”. Claro que de un “socialismo corporativo”, antagónico con el marxista. Al constituir las “Leyes de Indias” su expresión práctica el desmonte suyo constituyó blanco principal de los próceres republicanos, tal como ha sido contundentemente demostrado por el ex presidente colombiano Alfonso López Michelsen, figura de proa revisionista durante el siglo XX.

De ahí que las masas de esa “Raza Cósmica” (tan exaltada en sus verdaderas dimensiones por nuestro mexicano José Vasconcelos) acudieran muy mayoritariamente a las filas Realistas. Era que en su propia carne habían sufrido particularmente el látigo de esta particular “Liberta-dura”, desde entonces férreamente enmarcada por “Legiones Británicas” de soldados y banqueros.

En rescatar del olvido y servirnos de estimulo, la gesta de los Pincheira ha constituido emotiva tarea de José Manuel González; semejante a otras en la desesperada agonía de los antiguos Reinos y Provincias del Ultramar Hispánico. ¿Tendrán razón en considerarse “últimos”? ¿o sería que su testimonio aspiraba a transmitir una antorcha de lealtad, cuya extinción o fortalecimiento queda ahora en nuestras manos?

Luis Corsi Otálara, extracto del prólogo a “La Cueca Larga de los Pincheira. Una montonera realista en la Independencia sudamericana”. Ediciones Nueva Hispanidad, Buenos Aires 2009.

Cueca Larga: expresión musical y poética chilena que, por su fibra y marcialidad, nos ha parecido oportuno utilizar en lugar de saga o epopeya. Algo así como si dijéramos de las carlistadas del siglo XIX “las jotas duras de la lealtad española”, o de la lucha cristera mexicana “los corridos grandes de Cristo Rey”. Explicación del título por el autor del libro.



miércoles, 7 de abril de 2010

Nuevos títulos en la COLECCIÓN DE REGNO.

El exilio y el reino .Rafael Gambra
A los cinco años del fallecimiento del insigne filósofo Rafael Gambra, en este volumen se reúnen cinco ensayos, publicados todos en las páginas de la revista Verbo entre los años setenta y ochenta, que giran en torno de la sociedad humana radical vista como comunidad, de matriz necesariamente religiosa, que en España se concreta en la admirable unidad católica que presidió su andadura histórica, y a la que se opone la pura coexistencia que postula y actúa la democracia moderna.
Orden natural de la política y orden artificial del Estado. Juan Fernando Segovia.
La cuestión que se plantea en este texto es la del derecho natural, tomado en sentido amplio, abarcador de la ley natural, y su vinculación con la política, desde la perspectiva de la clásica doctrina católica del orden político natural. Se analizan los aspectos más sobresalientes de la doctrina católica y se oponen a las enseñanzas de la filosofía política moderna, para que del contraste luzca aquélla con más claridad.

COLECCIÓN DE REGNO

LA CONSTITUCIÓN CRISTIANA DE LOS ESTADOS

jueves, 1 de abril de 2010

¿Una excomunión selectiva?

Todavía en marzo de 2006, la Conferencia Episcopal se congratulaba de que la Iglesia española, “iluminada por el reciente Concilio Vaticano II y en estrecha comunión con la Santa Sede, (…) colaboró decididamente para hacer posible la democracia” e hizo posible la Constitución de 1978. Y es que la CEE, siguiendo las directrices del liberalismo católico, ha mantenido la independencia del poder político respecto de la Iglesia y ha desautorizado sistemáticamente cualquier grupo o partido que se haya denominado católico. Su idea es que la Iglesia debe ser tratada como una sociedad particular, dentro del régimen democrático, y que su actuación ha de limitarse a vivificar la sociedad desde abajo, sin influir directamente en la política.

Semejante concepción no sólo contradice la enseñanza multisecular de la Iglesia, sino que es además irrealizable. Como toda sociedad fundada en la soberanía popular acaba por entrar en conflicto con las doctrinas de la Iglesia, a ésta, privada por propia voluntad de cualquier apoyo político directo, sólo le queda enzarzarse en actuaciones indirectas y taimadas, de resultado contraproducente, porque escandalizan a los fieles, sin llegar a modificar la actuación gubernamental.

En apariencia la Conferencia Episcopal no ha hecho sino cumplir con su deber, cuando ha señalado que los católicos no puede ni aprobar, ni dar su voto, a la nueva ley del aborto y que “deben recordar que si lo hacen, se ponen a sí mismos públicamente en una situación objetiva de pecado y, mientras dure esta situación, no podrán ser admitidos a la Sagrada Comunión”. Sin embargo, tan benemérita declaración ha quedado empañada por los elementos de arbitrariedad y ambigüedad que contiene.

El primero y más evidente se refiere a quiénes se ven afectados por ella y, en especial, a si el residente de la Zarzuela, D. Juan Carlos, cae o no bajo esa sentencia al sancionar esa ley. Cualquiera sospecharía que la respuesta a tal pregunta debe ser afirmativa, sospecha que ha sido corroborada por eminentes eclesiásticos, como Mons. Roig Plá y, más claramente, por Mons. Barreiro, Director de la Oficina en Roma de Human Life International: “Estamos convencido –dice– que Juan Carlos de Borbón ha incurrido en una excomunión latae sententiae, debido a que su decisión traerá como consecuencia directa un grave e inmoral aumento del aborto”.

Sin embargo, el portavoz de la Conferencia Episcopal, Mons. Martínez Camino, atosigado por lo periodistas, hizo una declaración contraria a la de Mons. Barreiro, aduciendo razones ininteligibles. La verdad es que uno no sabe si los periodistas entendieron bien cuando le atribuyeron enormidades como la de justificar que D. Juan Carlos es una excepción porque “su caso es único, con una moral distinta”. De todos modos, en la confusa palabrería del portavoz, quedó claro que la CEE no extiende su declaración de excomunión hasta D. Juan Carlos.

Lo extraño es que Martínez Camino no haya querido salir airoso del trance, diciendo algo tan obvio como que los obispos no tienen jurisdicción en ese caso, pues según el Código actual de Derecho Canónico, “es derecho exclusivo del Romano Pontífice juzgar en las causas acerca de quienes ejercen la autoridad suprema de un Estado” ( c.1405 § 1 y c. 401). ¿Por qué no lo hizo? Sólo se me ocurre una respuesta: si lo hubiera hecho, la CEE se habría visto obligada a solicitar de la Santa Sede que examinara el caso, con lo cual se hubiera enfrentado, por una parte, a la Constitución, que no prevé la posibilidad de que D. Juan Carlos no sancione las leyes parlamentarias, y, por otra, al régimen democrático, que no reconoce autoridad alguna a la Iglesia para influir sobre la legislación. Pero la CEE no está dispuesta a abandonar su decidido apoyo a la democracia y a la Constitución.

La segunda cuestión que plantea esta exclusión de la comunión atañe a su limitación a quienes han votado la última ley del aborto. Parece que esa excomunión ya debería haberse fulminado con motivo de la anterior ley del aborto y de leyes como la de la píldora abortiva “del día después”, y no sólo sobre los que las votaron, sino también sobre quienes no las abrogaron cuando tuvieron en el poder. ¿Qué explicación tiene esto? Sólo se me viene a las mientes que la CEE ha querido que la sentencia recaiga exclusivamente sobre los políticos del PSOE y de los partidos que le apoyan en esta legislatura, exonerando a quienes, desde el PP, han colaborado, por acción u omisión, con la legislación abortista.

Es difícil que nos quiten la impresión de que la Conferencia Episcopal, empeñada en mantener su apoyo al sistema constitucional, pero privada por sus prejuicios liberales de cualquier influencia directa sobre la cosa política, ha recurrido al astuto procedimiento de lanzar anatemas selectivos para favorecer al partido de la oposición, en detrimento del partido gobernante, cuyo laicismo militante ha terminado por desatar su irritación. Si esta interpretación responde a los hechos, prefiero dejar al juicio de otros su calificación moral; si es errónea y hay otra explicación, sólo cabe exigir una “explicación extensísima y detalladísima”, como ya indicó Manuel de Santa Cruz en el número anterior de Siempre p’alante.

José Miguel GAMBRA (Publicado en Siempre p´alante nº 627)