Frédéric Mistral. Poeta provenzal, defensor del catolicismo y la tradición contra el liberalismo y la modernidad. Difusor de la latinidad.
La desvirtuación hasta lo obsceno del concepto de Latinidad, especialmente por su clara connotación antihispánica en el término Latinoamérica, ha hecho que los orígenes estrictos del término y de la corriente cultural que lo animó hayan quedado absolutamente ensombrecidos. Sin embargo la idea de la latinidad representó una respuesta tradicional al orden anglosajón y al pangermanismo, un último pálpito de la vanguardia de la romanidad frente al barbarismo europeo y como tal fue acogida por el Carlismo.
Fue Frédréric Mistral, poeta provenzal en lengua occitana, quien propuso el término y ánimo las reuniones latinas de Montpellier. Tiene en su origen un fundamento puramente cultural, el acercamiento de las diversas lenguas y culturas latinas de la que nació la propuesta de confederación política. Sin embargo los impulsores originales (los felibres) se mantuvieron muy al margen de esa pretensión de hacer de la latinidad una ideología política(1). A Mistral se le debe el renacimiento de la cultura occitana, fuertemente influenciado por los escritores catalanes de la Renaixença, a los que muy pronto empezó a tratar. Muchos huían del régimen liberal isabelino que en ocasiones aplicó una incipiente represión contra el uso de la lengua catalana y se instalaron en la Provenza. Mistral visita Cataluña, participa en los Jocs Florals y se empapa del ambiente tradicional y católico que inspiraba sin fisura alguna de esas primeras reuniones. El provenzalismo de Mistral no se inscribía en un nacionalismo cainita (en que no obstante acabaría degenerando con el tiempo cierto sector del catalanismo) sino en la profunda concepción orgánica de la civilización, análoga postura a la de los primeros catalanistas. Pese la génesis jacobina de la Francia de su tiempo Mistral se comprometió con el gobierno de facto (como también hicieron los carlistas cuando la política internacional española estaba en juego, como en los casos de las guerras de Marruecos, Cuba y Filipinas) durante la guerra franco-prusiana, en la que veía el gran enfrentamiento entre la latinidad y el pangermanismo. Por eso su concepto iba más allá de lo estrictamente estatal y apelaba a la unidad de la latinidad, nunca con vistas a formar un único Estado, sino como ámbito cultural, histórico y civilización de las lenguas y culturas romances, sin perjuicio de los otros importantes y diversos aportes culturales que acabarían conformando esos pueblos. Mistral se inscribió dentro de las ideas políticas de otro provenzal ilustre: Charles Maurras, que en su Action Française defendía una Francia tradicional, muy apartada del nacionalismo jacobino y liberal que de hecho suponía la liquidación de la verdadera Francia(2). Precisamente en la AF existía un importante componente contrario al pangermanismo que redundó en la afirmación de la Latinidad como contraposición al expansionismo alemán.
Estos antecedentes resultan de por si suficientemente valiosos para enjuiciar la ortodoxia original del concepto de Latinidad como la unión de los pueblos de “raza” (entendida no como pura biología sino en un sentido de estirpes históricas) y cultura latina. Enunciación que en España fue acogida casi en solitario por el Carlismo. Así queda de manifiesto en el Testamento Político de SMC Carlos, el más castizo de nuestros Reyes:
Aunque España ha sido el culto de mi vida, no quise ni pude olvidar que mi nacimiento me imponía deberes hacia Francia, cuna de mi familia. Por eso allí mantuve intactos los derechos que como Jefe y Primogénito de mi Casa me corresponden. Encargo a mis sucesores que no los abandonen, como protesta del derecho y en interés de aquella extraviada cuanto noble nación, al mismo tiempo que de la idea latina, que espero llamada a retoñar en siglos posteriores.
Con el tiempo el término acabó cayendo en desuso, pues las fronteras estrictas del paradigma estatalista separó y alejó a pueblos de una misma raza y estirpe. Los antagonismos estatales se terminarían convirtiendo en antagonismos nacionales y la latinidad quedaría oscurecida. En España se produce la afirmación de la Hispanidad, concepto nacido en Argentina con otra dimensión pero perfectamente compatible con la Latinidad. Sin embargo, en lo que toca a la proyección americana de la cultura es unánime el reconocimiento de que el término correcto es el de Hispanidad e Hispanoamérica, por ser una obra restringida a España y Portugal y no a toda la Latinidad. El término Iberoamérica tampoco es correcto ni siquiera por la pretensión de referirse a los pueblos americanos de lengua portuguesa. En primer lugar los pueblos portugueses son más celtas que íberos. Si se pretende usar con el ánimo de referirse al origen peninsular tampoco es correcto, pues ni la conquista española ni la portuguesa estuvo limitada a los contornos peninsulares de España o de Portugal, teniendo un carácter esencial y decisivo el concurso de los territorios extrapeninsulares en esta gesta, Canarias en el caso español, Azores y Madeira y los territorios africanos en el caso portugués. Sigue siendo preferible usar el término hispano, tal y como razonó Ramiro de Maeztu al inicio de su Defensa de la Hispanidad.
El término Latinidad, usado por tradicionalistas de raza y cultura latina durante el siglo XIX y los primeros años del XX fue manipulado a posteriori con el uso del término Latinoamérica por los enemigos de la América Hispánica y de la propia Latinidad con la intención de desprestigiar y escamotear el verdadero significado de la obra del descubrimiento, conquista y evangelización de América.
(1) Así lo hace constar el poeta y periodista valenciano Teodoro Llorente, animador de un cierto regionalismo valenciano de índole burguesa que intentó expandir en España el proyecto político de La Alondra: (…) Los felibres no quieren hacer política, como ahora se dice, pero como se inspiran principalmente en la tradición, los republicanos, los demócratas, todos los que obedecen á ideas revolucionarias, recelan de sus propósitos y los tachan de reaccionarios. Para contrarrestar esa tendencia, han fundado La Lauseta, cuya presidencia ha aceptado Victor Hugo y su órgano L’Alliance Latine, cuyo primer número acaba de aparecer, expresa claramente sus aspiraciones políticas.
(2) No obstante no resulta del todo unánime esta visión de la AF. Para una inteligente visión crítica de la misma como corolario de toda una tesis politológica Jean de Viguerie, Les deux patries. Essai historique sur l´idée de patrie en France, Grez-en-Bourie, 1998. Tesis recientemente tratada por Miguel Ayuso en su magnífico ensayo El Estado en su laberinto. Las transformaciones de la política contemporánea. Colección De Regno nº 8. Ediciones Scire, Barcelona 2011.
Estos antecedentes resultan de por si suficientemente valiosos para enjuiciar la ortodoxia original del concepto de Latinidad como la unión de los pueblos de “raza” (entendida no como pura biología sino en un sentido de estirpes históricas) y cultura latina. Enunciación que en España fue acogida casi en solitario por el Carlismo. Así queda de manifiesto en el Testamento Político de SMC Carlos, el más castizo de nuestros Reyes:
Aunque España ha sido el culto de mi vida, no quise ni pude olvidar que mi nacimiento me imponía deberes hacia Francia, cuna de mi familia. Por eso allí mantuve intactos los derechos que como Jefe y Primogénito de mi Casa me corresponden. Encargo a mis sucesores que no los abandonen, como protesta del derecho y en interés de aquella extraviada cuanto noble nación, al mismo tiempo que de la idea latina, que espero llamada a retoñar en siglos posteriores.
Con el tiempo el término acabó cayendo en desuso, pues las fronteras estrictas del paradigma estatalista separó y alejó a pueblos de una misma raza y estirpe. Los antagonismos estatales se terminarían convirtiendo en antagonismos nacionales y la latinidad quedaría oscurecida. En España se produce la afirmación de la Hispanidad, concepto nacido en Argentina con otra dimensión pero perfectamente compatible con la Latinidad. Sin embargo, en lo que toca a la proyección americana de la cultura es unánime el reconocimiento de que el término correcto es el de Hispanidad e Hispanoamérica, por ser una obra restringida a España y Portugal y no a toda la Latinidad. El término Iberoamérica tampoco es correcto ni siquiera por la pretensión de referirse a los pueblos americanos de lengua portuguesa. En primer lugar los pueblos portugueses son más celtas que íberos. Si se pretende usar con el ánimo de referirse al origen peninsular tampoco es correcto, pues ni la conquista española ni la portuguesa estuvo limitada a los contornos peninsulares de España o de Portugal, teniendo un carácter esencial y decisivo el concurso de los territorios extrapeninsulares en esta gesta, Canarias en el caso español, Azores y Madeira y los territorios africanos en el caso portugués. Sigue siendo preferible usar el término hispano, tal y como razonó Ramiro de Maeztu al inicio de su Defensa de la Hispanidad.
El término Latinidad, usado por tradicionalistas de raza y cultura latina durante el siglo XIX y los primeros años del XX fue manipulado a posteriori con el uso del término Latinoamérica por los enemigos de la América Hispánica y de la propia Latinidad con la intención de desprestigiar y escamotear el verdadero significado de la obra del descubrimiento, conquista y evangelización de América.
(1) Así lo hace constar el poeta y periodista valenciano Teodoro Llorente, animador de un cierto regionalismo valenciano de índole burguesa que intentó expandir en España el proyecto político de La Alondra: (…) Los felibres no quieren hacer política, como ahora se dice, pero como se inspiran principalmente en la tradición, los republicanos, los demócratas, todos los que obedecen á ideas revolucionarias, recelan de sus propósitos y los tachan de reaccionarios. Para contrarrestar esa tendencia, han fundado La Lauseta, cuya presidencia ha aceptado Victor Hugo y su órgano L’Alliance Latine, cuyo primer número acaba de aparecer, expresa claramente sus aspiraciones políticas.
(2) No obstante no resulta del todo unánime esta visión de la AF. Para una inteligente visión crítica de la misma como corolario de toda una tesis politológica Jean de Viguerie, Les deux patries. Essai historique sur l´idée de patrie en France, Grez-en-Bourie, 1998. Tesis recientemente tratada por Miguel Ayuso en su magnífico ensayo El Estado en su laberinto. Las transformaciones de la política contemporánea. Colección De Regno nº 8. Ediciones Scire, Barcelona 2011.
Charles Maurras defendía efectivamente una afirmación de la Latinidad; del clasicismo, frente al romanticismo alemán y germánico al que consideraba completamente bárbaro. Igualmente rechazaba el racismo zoológico del nacionalismo romántico alemán que daría lugar al nazismo. Maurras era partidario de una alianza latina frente a las pretensiones hegemónicas germanas.
ResponderEliminarEl federalismo de los felibres su afirmación cultural latina, y la monarquía tradicional propuesta por el mismo Maurras como marco de cohesión orgánica, acercan a esta corriente cultural al tradicionalismo carlista, aunque evidentemente haya divergencias notables entre ambos mundos culturales: el marcado positivismo de Maurras, su agnosticismo personal (a pesar de su conversión final), y su "nacionalismo integral" que a la postre no se escapa de una concepción moderna (la famosa "razón de estado")de la patria.
De hecho un vector importante de la intelectualidad joven de A.F derivó hacia un fascismo de base completamente nihilista, rompiendo, eso si, con la herencia maurrasiana
Claridad mediterránea y clasicismo frente al vitalismo y «las nieblas germánicas» propias del modernismo. Orden, claridad, racionalidad, en definitiva, clasicismo en contraposición a romanticismo. Tradición greco-romana mediterranea frente a prusia y al mundo anglo-sajón.
ResponderEliminarMaurras hablaba del "mostruo de tres cabezas": Reforma, Romanticismo, Revolución; y le oponía la Tradición latina: Monarquía, catolicismo y clasicismo.
Como vasco no puedo negar la influencia de la latinidad sobre todos los pueblos hispánicos, incluidos por supuesto vizcaínos, guipuzcoanos, alaveses y navarros. Influencia que va mucho más allá de la romanización (indiscutible e inapelable) de los primitivos vascones. Nuestro derecho foral y consuetudinario, las lenguas que hablamos todos los vascos aquende y allende Pirineos, nuestra religión, etc. son herencia de Roma y de la latinidad, sin perjuicio de nuestros elementos propios. Sin embargo tampoco creo que podamos caer en un reduccionismo determinista. Pese a que en el caso vasco el elemento latino sea indudable apenas tiene penetración entre nosotros el germánico, pero no por ello es menos cierto que muchos pueblos españoles --como los castellanos y gallegos-- también están conformados con un importante elemento germano y la aportación germánica (aunque siempre sublimada por Roma) es esencial en muchas figuras e instituciones jurídicas de nuestra magna tradición común. Entiendo que la oposición de la latinidad al pangermanismo ha de situarse en un contexto histórico concreto y no en base a un principio nacional-espiritual. De ese modo, paradojicamente, estariamos cayendo bajo la nefasta influencia del "volkgeist" del romanticismo nacionalista alemán.
ResponderEliminarPara entender el concepto de latinidad en Maurras, recomiendo su prólogo a la edición original de "El fin del Imperio español de América" de Marius André.
ResponderEliminarQuerido Coronel, ¿podría hacernos una breve síntesis de ese prólogo que cita? Gracias de antemano.
ResponderEliminarEn cataluña el concepto utilizado fue más bien el de "mediterranisme" con unos rasgos claramente tradicionalistas, neoclásicos y mediterraneos. Un rechazo del subjetivismo y sentimentalismo propio del romanticismo que conlleva necesariamente al individualismo.
Cnel. Kurtz, conozco el prólogo a la edición española, firmado por Eugenio Vegas Latapie y en el que curiosamente hay un ensalzamiento tanto del nacionalsocialismo alemán como del fascismo italiano como regímenes defensores de la Cristiandad.
ResponderEliminarMe permito ser aún más crítico que Guipuzcoano. La "latinidad" sin duda nació de buena fe por parte de Mistral y los felibres y de buena fe también fue acogida por Maurras, sin embargo la primera manipulación del concepto latinidad viene de la propia Acción Francesa que la pone al servicio de su nacionalismo "integral" contra Alemania y la germanidad. De ahí estaba cantado que el término prendiese en círculos intelectuales y políticos franceses, dado el chauvinismo de los mismos y se usase para embaucar principalmente a los españoles (y más concretamente a los antiguos súbditos de la Corona de Aragón) en una unidad ambigüa comandada por Francia. El bastardo término Latinoamérica y su uso absurdo por parte de los nacionales de los Estados americanos nacidos de la secesión de hace dos siglos como concepto identitario es la última secuela de esta confusión.
ResponderEliminarEl proyecto de "unidad europea" ha sido un viejo proyecto alemán, un viejo sueño siempre perseguido, claro está que bajo su control. La actual "unión europea" mantiene esas pautas de imponernos un proyecto político y económico dirigido por Alemania. Y Alemania no deja de ser Lutero, Hegel...
ResponderEliminarFrente a esta situación el viejo proyecto de la Latinidad puede ser repensado para hacer frente con eficacia a la Unión Europea, recordemos que fue en Francia donde un referéndum resultó negativo para el proceso de unificación europeísta (que en España siempre es descristianizador). Como bien explica el profesor Ayuso en la actualidad el estado nacional a pesar de sus orígenes modernos y antitradicionales es el último baluarte frente a la globalización y para la defensa de una visión de base moral y ética de la comunidad auténticamente política.
Claro esta que desde España el termino HISPANIDAD es preferible pero las intuiciones del viejo proyecto de Latinidad pueden traernos aliados potenciales de gran valor en nuestra lucha contra la Europa plutocrática
Charles Maurras dejó escrito (Au signe de Flore):
ResponderEliminar"el fraccionamiento de Europa y del universo en nacionalidades soberanas era -en la Acción Francesa naciente- explícitamente considerado inferior a la pax romana y a la República cristiana de la Edad Media"
Y no dejó de repetir que "La única base común de la latinidad es el catolicismo"
Sería de interés el estudio de obras maurrasianas como su "Frente a la Alemania eterna" para entender su concepto de Latinidad.
Sobre Mistral apuntar como curiosidad su gran defensa de las corridas de Toros.
Por favor, disculpen que no respondí antes pero pensé que blogger me iba a avisar. Gracias a la entrada que publicaron, recordé mi comentario.
ResponderEliminarEl texto de Maurras lo pueden consultar aquí completo. [Una traducción de Google aquí.]
Básicamente, sus cultos comentaristas ya han explicado bien el concepto de Latinidad en Maurras. Un algo no tanto racial sino más bien cultural: aquellos pueblos que viven de la herencia de Roma, el Catolicismo medieval y la tradición, destinados a unirse frente a la voluntad de dominio de aquellos otros que son herederos de la barbarie sajona, la Reforma protestante y la Revolución.
Aprovechando que se ha citado a otro gran autor como Marius Andre viene bien recordar que el mismo fue poeta en lengua provenzal, discipulo de Mistral y militante de la Action Française. Su libro sobre el fin del Imperio Español en América es simplemente genial, y demuestra un gran conocimiento y amor de la España tradicional. Vemos como nuevamente se repiten ciertos carácteres de los enunciadores y defensores de la latinidad: cultores de lenguas propias de territorios históricos, contrarios al jacobinismo centralista, católicos, maurrasianos y amigos y defensores de España.
ResponderEliminar"Nuestra fase de nacionalidades, abierta por la Reforma y la Revolución, es una decadencia. No hay que ilusionarse, el género humano no ha progresado desde que está encerrado en los marcos estrictamente nacionales. La humanidad civilizada tenía en otro tiempo, por límite y garantía la Cristiandad Católica...Dicha garantía y dicha frontera se han estrechado a la medida de las nacionalidades. Es una pérdida".
ResponderEliminarCharles Maurras. L´Ordre et le Désordre
"Es la barbarie nacionalista" Charles Maurras Dictionnaire Politique et Critique
Sobre el pensamiento de Maurras y su perspectiva "positivista" el profesor Rafael Gambra, maestro del tradicionalismo hispánico contemporáneo ha dejado escrito en su obra "La monarquía social y representativa":
ResponderEliminar"La obra de Maurras es una visión "desde fuera", ajena al espíritu o principio interno que creó a la sociedad medieval, muy apta para penetrar en una extensa zona de la opinión con la fuerza apodíctica que en el mundo moderno tiene lo experimental y científico (...)pero incapaz de crear el impulso y los sentimientos que podrían engendrar una restauración"
"Brindo por la nación española, amazona de la raza latina, de la cual fue escudo y valladar firmísimo contra la barbarie germánica y el espíritu de disgregación y de herejía, que separó de nosotros a las razas septentrionales"
ResponderEliminar(Marcelino Menéndez Pelayo)