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POR QUÉ FUEGO Y RAYA
Aparecido el primer número de Fuego y Raya hemos debido responder en varias ocasiones a una pregunta que amigos y colegas repiten incesantemente: a la vista de la cantidad de revistas académicas o serias, ¿existe un espacio entre ellas para una publicación que defiende la Hispanidad?
No hay una sola manera de contestar esta inquietud. Pues, para empezar, el panorama de las revistas científicas siempre deja que desear. La mayoría hace gala de una historia seudocientífica, aséptica y neutral, que sigue las modas metodológicas y acaba sirviendo al liberalismo campante y reinante en la historia y la cultura de nuestros días. No es esta la pretensión de Fuego y Raya, que tampoco pasa como una revista partisana —como tantas que destellan en el cielo de la ciencia histórica y política—, esas que ven la historia con las anteojeras de la ideología y convierten a la verdad en asunto de bandería.
En este sentido, Fuego y Raya se justifica a sí misma, pues sin renunciar a la seriedad científica y a las convicciones que nacen de la verdad, propone una renovación de los estudios históricos y del pensamiento hispanoamericano desde la perspectiva de los valores de la Hispanidad. Faena científica, por cierto, impulsada por un fin legítimo que desborda la ciencia histórica y se abre a la plenitud del saber.
Es que, además, el mundo exige hoy una revista del talante de Fuego y Raya. He aquí una segunda respuesta a nuestros inquietos colegas. Vivimos, mal que le pese a los optimistas insensatos, un tiempo de crisis global que se atavía con el ropaje del irenismo planetario. No se podrá negar que vivimos un irenismo moral y religioso que nos empuja hacia el ecumenismo y una ética sincrética que no es sino un collage deforme; un irenismo político que se hace llamar democracia universal, pero que necesita de adjetivos para ocultar sus vicios y defectos de sobra conocidos; un irenismo jurídico que ha impuesto los derechos humanos como único criterio de lo justo; en fin, un irenismo económico, que se llama globalización y no es más que el imperialismo descontrolado de las finanzas y las potencias económicas de siempre.
Frente a esto, Fuego y Raya quiere ser una empresa de la Hispanidad, y ocupa un espacio en la defensa de los valores de la Christianitas minor, por la reacción intelectual que nos devuelva: el sentido moral, espiritual y religioso de nuestros pueblos, que no es otro que el catolicismo; el valor político de la monarquía tradicional, auténticamente plural y representativa; que recupere el alcance jurídico del derecho natural, de las libertades concretas, de los fueros; que reinstale la economía en su servicio al bien común y la justicia. Y no dudamos que todo esto puede decirse y hacerse sin perder la seriedad científica y los méritos de la verdad. Basta con no rendirse a las modas, con no entregarse a las corrientes de estos días.
Pero hay algo más. En un mundo que se ha dividido en grandes bloques, los hispanoamericanos nada seremos si no deponemos falsas diferencias y levantamos nuestra unidad espiritual, política, jurídica y económica. Desde las revoluciones independentistas lo hemos vivido todo: la invención del Estado y las guerras civiles; el Estado liberal y su deriva socialista; la democracia variopinta y las dictaduras; las guerras intestinas, la subversión y las guerras entre naciones hermanas. ¿No será este el momento de un justo balance, el tiempo de una reflexión serena? Este es el propósito de Fuego y Raya.
Pues bien, son estos los porqué de Fuego y Raya. Son estos los títulos que Fuego y Raya esgrime a la hora de nacer y los que blande al invitarlos a ser parte de su empresa. En esta empresa tengamos el coraje de un Cortés y la valentía de un Pizarro. No nos dejemos arredrar por los aparentes infortunios. Recordemos que no somos hijos de parlamentarios ni de mercaderes. Somos vástagos de España, cuna de guerreros y de santos. La Dirección
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