Oración de Francisco Elías de Tejada
para el día de los Mártires de la Tradición
Jesucristo, Hijo del Dios de las Españas:
En esta hora de angustias de las Españas rotas y vencidas venimos a tus plantas a rogarte, Rey de Reyes, la gracia de la firmeza en la huella de los senderos que pisaron los muertos nuestros sin ceder, de los que cumplieron en el anonimato de la historia grande que está escrita en el libro de los cielos con el deber de confesarte siempre con la espada y con la pluma, de los que acertaron en la gesta y en el martirio para perennizar la Cristiandad tuya por todos los senderos de la tierra.
Venimos a tus plantas a pedirte la gracia de seguir siendo católicos a la española usanza, intransigentes hasta el fanatismo, violentos hasta la heroicidad, caritativos hasta la comprensión, fieles a tu Nombre divino en la alegría como en la tristeza.
Venimos a implorarte la gracia de la fe que mueve las montañas de la vida, el calor de la esperanza de que las Españas harán carne palpitante de historia la realidad de tu reino, el ardor de la caridad que abraza a los pecadores arrepentidos porque en el inmenso odio al pecado no quede ocasión para abominar de quienes lo cometieron.
Venimos a suplicarte no nos dejes caer en la tentación de vender la ambición sagrada de las Españas tuyas, Cristiandad política, por el plato mezquino de las lentejas de las ambiciones personales; que no nos dejes marcharnos con el oportunismo que encubre la cobardía del desaliento, ni nos permitas comulgar por equívocos con el pan negro de la traición de los abrazos de Vergara.
Escúchame, Señor, porque somos tus soldados y hoy te veneramos en la memoria sagrada de quienes nos precedieron siendo instrumentos tuyos en los afanes de tu gloria.
Regálanos, Señor, la certeza de que algún día, los que otros «10 de Marzo» vengan a rezar, como hoy rezamos, no tengan que avergonzarse de nosotros.
Danos, Señor, el consuelo de que el día que las Españas tornen a edificar la Cristiandad política sobre la roca viva de tu Nombre, aquellos que merezcan contemplar las Españas redivivas reciten esta plegaria sabiendo que vivimos y moriremos en la memoria de los que hoy están en tu Reino de los cielos guardianes de la ilusión que no hemos tenido la dicha de mirar con nuestros ojos de la carne.
Por Dios, Padre tuyo; por la Patria de las Españas, brazo tuyo; por los Fueros, verdad social tuya, y por el Rey, primer servidor tuyo, vuelve a nos tus ojos, Jesucristo, Hijo del Dios de las Españas.
Venimos a tus plantas a pedirte la gracia de seguir siendo católicos a la española usanza, intransigentes hasta el fanatismo, violentos hasta la heroicidad, caritativos hasta la comprensión, fieles a tu Nombre divino en la alegría como en la tristeza.
Venimos a implorarte la gracia de la fe que mueve las montañas de la vida, el calor de la esperanza de que las Españas harán carne palpitante de historia la realidad de tu reino, el ardor de la caridad que abraza a los pecadores arrepentidos porque en el inmenso odio al pecado no quede ocasión para abominar de quienes lo cometieron.
Venimos a suplicarte no nos dejes caer en la tentación de vender la ambición sagrada de las Españas tuyas, Cristiandad política, por el plato mezquino de las lentejas de las ambiciones personales; que no nos dejes marcharnos con el oportunismo que encubre la cobardía del desaliento, ni nos permitas comulgar por equívocos con el pan negro de la traición de los abrazos de Vergara.
Escúchame, Señor, porque somos tus soldados y hoy te veneramos en la memoria sagrada de quienes nos precedieron siendo instrumentos tuyos en los afanes de tu gloria.
Regálanos, Señor, la certeza de que algún día, los que otros «10 de Marzo» vengan a rezar, como hoy rezamos, no tengan que avergonzarse de nosotros.
Danos, Señor, el consuelo de que el día que las Españas tornen a edificar la Cristiandad política sobre la roca viva de tu Nombre, aquellos que merezcan contemplar las Españas redivivas reciten esta plegaria sabiendo que vivimos y moriremos en la memoria de los que hoy están en tu Reino de los cielos guardianes de la ilusión que no hemos tenido la dicha de mirar con nuestros ojos de la carne.
Por Dios, Padre tuyo; por la Patria de las Españas, brazo tuyo; por los Fueros, verdad social tuya, y por el Rey, primer servidor tuyo, vuelve a nos tus ojos, Jesucristo, Hijo del Dios de las Españas.
(Manuel de Santa Cruz,
Apuntes y Documentos para la historia del Tradicionalismo Español 1936-1966)
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