domingo, 28 de febrero de 2016

Carlismo: El hombre concreto de la Tradición frente al individualismo y al estatismo liberal

CARLISMO: EL HOMBRE CONCRETO DE LA TRADICIÓN FRENTE AL INDIVIDUALISMO Y ESTATISMO LIBERAL

(…) el concepto de comunidad, entidad de convivencia sobre un territorio concreto, con explotación común de recursos y personalidad, instituciones y derecho propio. La red cotidiana de relaciones a ese nivel, entendida como un espacio dinámico donde negociar, admitir o contestar el dominio y la subordinación, distaba mucho de la de un partido, pero podía llegar a ser muy operativa en los momentos de gran tensión. Además, en las sociedades de la edad moderna un mismo hogar estaba sometido a jurisdicciones distintas y a los lazos no siempre tipificados oficialmente. Esta situación perduraba casi intacta en nuestro período.

El herrajero ubidiarra proletarizado por la competencia fabril, al que la ley ya no reconocía ni el estatus ni es el prestigio del maestro en su gremio, era a su vez feligrés de una parroquia condenada a la degradación como aneja; miembro de un municipio al que el Gobierno Civil presionaba para controlar el cumplimiento de un presupuesto, frente a las escasas partidas fijas y el recurso a derramas según criterios consensuados de la localidad; cabeza de un hogar que se concebía orgánico, con pautas de supervivencia guiadas por miras de linaje, frente al individualismo burgués; hombre de honor, conocido por sus hechos y apreciado por su palabra, valorada muy por encima de la identificación por cédulas personales y registros poblaciones que el Estado imponía; y posesor de derechos de uso de espacios en lo que lo público y lo privado se yuxtaponían, confundían o no se diferenciaban, del monte comunal a la sepultura eclesial. Con modificaciones, esto sucedía entre la inmensa mayoría del campesinado y de otros colectivos que indicaremos.

Nuestro personaje era asimismo sujeto fiscal acostumbrado a cargas por tramos sobre la riqueza inmueble, que recaían –siquiera en teoría- en un tercio sobre los inquilinos, con fiera resistencia contra las imposiciones directas sobre el patrimonio global; y comprador que admitía las sisas sobre alcoholes, carne vacuna y abacería para librar de tasas a los mantenimientos básicos; en ambos casos, con muy alto porcentaje de reversión a la caja concejil. Quizá era padre de un mozo en edad de acudir a filas, con probable destino al letal frente cubano si se permitiesen las quintas. Con todas sus salvedades –servicios a la Corona, etc.-, la exenciones fiscal y de sangre constituían una ventaja frente a las desigualdades del impuesto sobre consumos y las levas en las provincias carentes de normativa particular; las autoridades forales colaboraban en costear sustitutos para el ejército y eran muy poco injerentes en las decisiones distributivas de los municipios mientras se les aportase el monto convenido. Por fin, si un revés de fortuna dejara a nuestro artesano en la indigencia, tendría ayudas honrosas hasta salir del bache, sin la tacha de vagancia o incapacidad que caía sobre quienes se acogían a la nueva beneficencia burguesa.

Esa compleja organización constituía el Fuero: no el código escrito ni las lucubraciones ideológicas, sino la práctica en la que se había sido educado y en que se educaba. Hábilmente, los notables carlistas identificarían su eliminación con el liberalismo.

Clases populares y carlismo en Bizkaia 1850-1872. Págs. 14-15. Enriqueta Sesmero Cutanda. Universidad de Deusto.

1 comentario:

  1. No es nada raro que el 80% de la población fuera carlista, defendiendo la libertad concreta y real frente a los sofismas de los nuevos tiranos liberales que imponían a sangre y fuego el estado moderno. Mil veces mejor ser súbditos del Rey de las libertades que ciudadanos del estado tecnocrático del nuevo totalitarismo.
    Luchemos por recuperar la sociedad orgánica y libre de la Comunidad política natural y cristiana frente al Leviatán de la selva del individualismo y el estatismo.

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