viernes, 3 de agosto de 2012

Juan Vázquez de Mella: El Verbo de la tradición (II)

Patria
Sin el sentimiento común en el presente y en el pasado que junte en una unidad corazones y conciencias, no hay Patria. Unidad de creencias y autoridad inmutable que las custodien; sólo eso constituye naciones y enciende patriotismos. 

Patriotismo
Aquella España gloriosísima realizó empresas tales, que ellas solas, bastarían  para hacer la gloria de muchos pueblos...¡Ah! Si nos fijáramos en todos aquellos hombres, reyes, guerreros, descubridores, sabios, artistas..., parece que forman selvas, para abarcarlos es necesario mirarlos desde el cielo.
Ningún pueblo se ha levantado de su postración maldiciendo los días lejanos y grandes de su historia.

Tradición y progreso
El primer invento ha sido el primer progreso y el primer progreso, al trasmitirse a los demás, ha sido la primera tradición que empezaba.
El progreso individual no llega a ser social si la tradición no le recoge en sus brazos. Es la antorcha que se apaga tristemente al lanzar el primer resplandor, si la tradición no la recoge y la levanta para que pase de generación en generación, renovando en nuevos ambientes el resplandor de la llama.

Revolución
La historia del Pontificado no es, políticamente, otra cosa que un porfiado combate contra el cesarismo y una continua cruzada en favor de la libertad.
La Revolución hace astillas los tronos que tratan de salvarse, ofreciéndole, a cambio de su benevolencia, fragmentos de altar.

Cesarismo
Si es estable acaba siempre en feminismo y éste en una laguna de fango, primero, y en una laguna de sangre después.

La batalla
La verdad es que desde el Calvario acá, a pesar de todos los nombres, una sola batalla se riñe en el mundo: la que libran incesantemente el naturalismo pagano, de una parte, y el sobrenaturalismo cristiano de otra.
La tendencia que resume todos los esfuerzos de la ciencia atea de hoy puede formularse así: rebajar el hombre al nivel de la bestia y elevar la bestia al nivel del hombre.

Monarquía liberal
Las Monarquías parlamentarias son un puente para la República, y como sabemos que este género de Gobierno no evita la Revolución fiera; por que ellas comienzan por ser la personificación de la Revolución mansa, lo único que a lo más consiguen es aplazarla.

Partidos liberales
Los partidos doctrinarios y radicales de la Revolución no han tenido más que un programa: demoler, desde los cimientos a las bóvedas, todo el edificio que con sublimes y seculares esfuerzos habían ido levantando generaciones católicas y monárquicas sobre un suelo amasado con su sangre; oponer a cada empresa histórica una catástrofe, a cada gloria una ignominia, a cada derecho una licencia, a cada virtud cívica una corrupción, y, finalmente, a la comunidad de creencias, de sentimientos, de instituciones fundamentales, de tradiciones, de recuerdos y de aspiraciones comunes que constituían el espíritu nacional, un solo principio: el de negar ese espíritu, y una sola libertad: la de romper esas unidades y de disolver la Patria.
Eliminar los partidos parlamentarios no es cercenar el ser de la Patria; es aliviarla de un peso que la oprime, es remediar a un cautivo y levantar del suelo a una reina desfallecida y humillada.

Parlamento
Los Parlamentos no sirven para gobernar. Los Parlamentos no sirven para legislar. Los Parlamentos no sirven para evitar despilfarros. Los Parlamentos son impotentes para evitar las revoluciones. ¿Para que sirven, pues los Parlamentos?. Para nada. Y cuando una institución no presta utilidad alguna, suprimirla es, sencillamente, responder a las preposiciones más rudimentarias del sentido común.

Liberalismo
No esperéis solución positiva de los problemas vitales que aquejan a nuestra sociedad; el liberalismo no las tiene; no tiene más que un programa negativo: el de vejar y perseguir a la Iglesia. Hay una fortaleza: la Iglesia; hay otra que ha nacido  debajo de ella, y a su sombra, la España tradicional. El liberalismo niega a la Iglesia, niega la España tradicional, punto por punto, y ése es  su programa; no tiene ni ha tenido nunca otro.

¿Que hacer?
Cuando no se puede gobernar desde el Estado con el deber, se gobierna desde fuera, desde la sociedad con el derecho. ¿Y cuando no se puede gobernar con el derecho solo porque el Poder no le reconoce? Se apela a la fuerza para mantener el derecho y para imponerlo. ¿Y cuando no existe la fuerza? Nunca falta en las naciones que no han abandonado a Cristo y menos en España; pero si llegara a faltar por la desorganización, ¿qué se hace? ¿Transigir y ceder? No, no. Entonces  se va a recibirla a las Catacumbas y al Circo, pero no se cae de rodillas, porque estén los ídolos en el Capitolio.

Juan Vázquez de Mella. Tomado de  Vázquez de Mella y la educación nacional

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