ADHESIÓN DE LAS JUVENTUDES TRADICIONALISTAS A LA CENA DE CRISTO REY 2006
S.S. Pío XI estableció la festividad de Cristo Rey el último domingo del mes de octubre como “remedio contra el laicismo”. Lejos de introducir una enseñanza nueva la Encíclica Quas Primas venia a codificar una enseñanza multisecular de la Iglesia: el sometimiento de los poderes temporales a la realeza de Nuestro Señor Jesucristo, además de la realeza en lo espiritual y en los individuos y en la sociedad. Una situación de hecho y de derecho que en las Españas se conoció como Unidad Católica y que además supone restricciones para el culto de sectas y falsas religiones. No se trataba sólo de afirmar un principio escatológico, que Jesucristo es Rey del Universo y de todo lo creado, sino en una época de convulsiones y vacilaciones se recordaba los deberes de las sociedades para con el Creador. Además junto a la fundamentación genérica o esencial había razones pragmáticas para apoyar la realeza social de Ntro. Señor Jesucristo: los beneficios que aporta para la salvación de las almas la creación de un ambiente favorable, que forma parte del bien común, objeto de la política. Y así el grito de las resistencias populares contra la Revolución impía pasaba del “¡Viva la Religión!” a “¡Viva Cristo Rey!”. Primero por los cristeros mejicanos, aunque antes se había pronunciado en otros hechos contrarrevolucionarios del continente americano, y después por los carlistas. El grito, además de devoto tenia una alcance totalmente político, vinculado a la restauración de la realeza social de Jesucristo, al igual que en las luchas de la Vendée lo fue la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
En el año 1931, el último domingo de octubre de 1931, fiesta de Cristo Rey se celebró en el Hotel Londres de San Sebastián una gran cena para sellar la vuelta a la disciplina de la Comunión Tradicionalista de la llamada “escisión integrista”. Eran tiempos oscuros y sangrientos para la Iglesia que hoy se encargan de exaltar y desearían repetir. La cena fue un gran éxito, que certificó el avance imparable de la Comunión Tradicionalista que se reorganizaba con paso firme para salvar a la Iglesia y a España. Años después, en medio de la confusión subsiguiente al Concilio Vaticano II el insigne historiador don Manuel de Santa Cruz promovió la recuperación de dichas cenas en los años 60, de las que también salieron los núcleos principales de la resistencia española al progresismo y al modernismo. En los años 80 tomó el relevo de su organización el profesor Miguel Ayuso, presidiendo S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón en una ocasión el evento. Desde el año 2004 el renacido Círculo Antonio Molle Lazo ha tomado la determinación de seguir conmemorando la fecha en una cena la víspera de la fiesta (...).
Cartel de la Cena de Cristo Rey 2006
Discurso de José Miguel Gambra en la Cena de Cristo Rey 2006
Canción y video: ¡VIVA CRISTO REY!
Una año más allí estaremos, D.m.
ResponderEliminarAlgunos de los magníficos oradores de otros años han sido el abogado navarro Luis Latasa, el historiador y principal publicista de la Unidad Católica Manuel de Santa Cruz, el europarlamentario Maciej Giertych, los profesores Juan Cayón, Miguel Ayuso, Andrés y José Miguel Gambra, José Díaz Nieva, el patrón de la Fundación Guanarteme de Las Palmas de Gran Canaria José de Armas, el escritor y editor navarro José Antonio Ullate, el jurista Juan Manuel Rozas, el delegado de la Comunión en la Nueva España profesor Miguel Navarro, etc.
En estas cenas siempre hay muchas cosas y muy importantes que decir.
De todos los documentos pontificios sobre el Reino de Cristo, ninguno tiene tanta importancia como la ya mencionada encíclica Quas Primas (11 de diciembre de 1925), que promulgó Pío XI con ocasión del establecimiento litúrgico de la fiesta de Cristo Rey. En ella, repitiendo las palabras de León XIII, se dice claramente [núm. 25]: «...erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confirió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio».
ResponderEliminarLa misma encíclica afirma a continuación [núm. 17] que todos los gobernantes deben considerarse bajo la «regia potestad» de Cristo --«rey de reyes»--, pues a ella deben el carácter «cuasi sagrado» de su propia potestad, y de ella depende el deber de ordinaria obediencia que obliga a los súbditos. De modo que [núm. 18] deben mandar como representantes del Rey Divino.
El poder de los príncipes no es así originario y propio, sino derivado de Dios --nulla potestas nisi a Deo-- y, en consecuencia, sólo es legítimo en la medida en que se acomoda a la voluntad de Cristo Rey.
El pasaje de Marc. 12, 17 de «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» no debe interpretarse en el sentido de que el César -- hoy, el Estado-- tenga un poder independiente y comparable al de Dios, sino en el de una delimitación de carácter jerárquico; sería excesivamente ingenuo pensar que Jesucristo quiso colocar en plano de igualdad a Dios con el poder civil.
Con esto ganamos, a la vez, un punto de vista de la diferencia entre legalidad y legitimidad, en el sentido de que sólo es poder legítimo el que no se opone a la voluntad divina de Cristo Rey, también de los infieles. Dicho de otro modo: los poderes legales pierden su natural legitimidad en la medida en que se oponen a Cristo Rey, su verdadero soberano. Así, los poderes que existen fuera de la Iglesia son también legítimos, aunque sean de infieles, pero pierde su legitimidad por su consciente insubordinación al Rey de quien reciben su legitimidad. El arquetipo de poder ilegítimo será, pues, el del reinado del Anticristo.
Álvaro d'Ors, «Teología Política: Una revisión del problema», Revista de Estudios Políticos Nº 205 (1976) pp. 75-76