La clave del racionalismo es la actitud ante la realidad implicita dentro del nuevo criterio de certeza. Conforme a él, la busqueda de un conocimiento cierto se convierte en búsqueda de verdades al alcance de la razón humana, que ella misma esté en condiciones de comprobar. Lo cual no conduce a una visión de la realidad tal como es y se presenta a la razón humana, sino a una visión de la realidad tal como la razón humana la concibe y se la representa por los medios de demostración a su alcance. Tal es la visión racionalista de la realidad, que no puede evitar alejarse cada vez más de la visión simplemente racional -o realista- de la realidad, hasta entonces dominante en el pensamiento europeo.
En efecto, para el racionalismo sólo es real lo concebible por la razón humana. Únicamente de esto cabe tener certeza. De lo demás no; y, por tanto, ni siquiera cabe afirmar que exista. Así, pues, dentro del horizonte mental del racionalismo no hay cabida para realidades que superen a la razón humana: ni para un Dios cuya grandeza sobrepase los límites del entendimiento humano, ni para un mundo cuya conplejidad sólo pueda ser plenamente conocida por un entendimiento divino. Por eso, los iniciadores del racionalismo en el siglo XVII, aunque sinceramente creyentes como lo fueron Grocio y Descartes, prescindieron, al menos hipotéticamente, de la Revelación y sus seguidores no pudieron menos que rechazarla en nombre de la razón, como lo hicieron los enciclopedistas del siglo XVIII, hasta terminar por proponer un sustituto racionalista de ella, como, de hecho, lo hicieron finalmente los creadores de los grandes sistemas de pensamiento racionalista del siglo XIX: Hegel, Comte y Marx.
El universo mental del racionalismo es pues, más estrecho que el universo mental simplemente racional. En lugar de contener todo lo inteligible en sí mismo, contiene tan sólo lo inteligible para la razón humana. En esta identificación de la realidad con lo inteligible para la razón humana se fundamenta la nueva actitud del racionalismo frente a la realidad: la afirmación del poder de la razón humana para trasmutar la realidad tal cual es, en otra distinta, tal cual ella misma dictamina que debe ser.
La raíz de esta actitud mental es clara. Desde que se hace coincidir la realidad con lo que la razón humana alcanza a comporbar por sí misma, los límites de la razón humana son también los límites de la realidad. De esta manera la razón humana deja de reconocerse limitada exteriormente por la realidad y pasa a eregirse a sí misma en medida de la realidad. En efecto, si la realidad no se extiende más allá de lo que cabe dentro de la razón humana, tampoco está la razón humana circunscrita por la realidad, inmersa dentro de un universo real, anterior y superior a ella, al cual le es imposible substraerse. Antes bien, nada le impide sobreponerse al mundo real y forjar otro distinto, conformado según sus propios dictados.
Esta actitud frente a la realidad diferencia netamente al racionalismo moderno de otras formas de pensamiento racional anteriores, como son la visión realista del mundo de raíz griega y la visión teologal del mundo de raíz cristiana. Una y otra coinciden en reconocer a la realidad como algo dado, que en todo caso supera a la razón humana, cuyas limitaciones le impiden abarcarla totalmente. Es decir, parten por reconocer una insalvable desproporción, que el racionalismo ignora, entre la realidad inteligible en sí misma y la realidad inteligible para la razón humana: lo concebible para el entendimiento humano es sólo una parte de lo inteligible en sí mismo. Según esto, los limites de la realidad distan mucho de coincidir con los de la razón humana, pues derivan de una razón superior, el entendimiento divino, único capaz de abarcar cuento es inteligible en sí mismo. En consecuencia, la realidad se impone a la razón humana como algo anterior y superior a ella, a lo cual ella misma no está en condiciones de substraerse. Tal es el punto de partida del realismo...
En cuanto el racionalismo se alza contra el mundo real, tal como es, en última instancia, según los dictados de la razón divina, para sustituirlo por un mundo irreal, tal como deber ser, según los dictados de la razón humana, no puede menos que alejarse cada vez más de esta cosmovisión realista y teologal que le precedió.
Este desenlace tiene mucho de inevitable. Desde que la búsqueda de la certeza en los conocimientos humanos, no responde al amor al saber, que dio su nombre a la filosofía, sino al afán de poder, que anima el intento de conformar la realidad a los dictados de la razón humana, se genera una situación violenta , que sólo puede sostenerse mediante la fuerza.
En una palabra, para el racionalismo es indigno del hombre, como sujeto racional, conformarse con aplicar la razón a entender la realidad -intus legere- y a jugar un papel dentro del universo, tal cual es, sin que él mismo haya intervenido en su diseño, limitándose a buscar la perfección y la justicia mediante una mera transformación de esa misma realidad , dentro de las limitaciones propias de su propia naturaleza y de la naturaleza de las cosas. En lugar de eso, sostiene que lo propio del hombre, como sujeto racional, es aplicar su razón ha hacer realidad un mundo ideal, más perfecto y más justo, diseñado por su razón, donde él mismo no estará sometido a otro poder que el de su propia razón. En el fondo el racionalismo rechaza la realidad, como algo anterior a la razón, imperfecto e injusto, que la razón está precisamente llamada a abolir y reemplazar.
(Bernardino Bravo Lira. Construcción y Desconstrucción. El sino del racionalismo moderno de la Ilustración a la postmodernidad).
En efecto, para el racionalismo sólo es real lo concebible por la razón humana. Únicamente de esto cabe tener certeza. De lo demás no; y, por tanto, ni siquiera cabe afirmar que exista. Así, pues, dentro del horizonte mental del racionalismo no hay cabida para realidades que superen a la razón humana: ni para un Dios cuya grandeza sobrepase los límites del entendimiento humano, ni para un mundo cuya conplejidad sólo pueda ser plenamente conocida por un entendimiento divino. Por eso, los iniciadores del racionalismo en el siglo XVII, aunque sinceramente creyentes como lo fueron Grocio y Descartes, prescindieron, al menos hipotéticamente, de la Revelación y sus seguidores no pudieron menos que rechazarla en nombre de la razón, como lo hicieron los enciclopedistas del siglo XVIII, hasta terminar por proponer un sustituto racionalista de ella, como, de hecho, lo hicieron finalmente los creadores de los grandes sistemas de pensamiento racionalista del siglo XIX: Hegel, Comte y Marx.
El universo mental del racionalismo es pues, más estrecho que el universo mental simplemente racional. En lugar de contener todo lo inteligible en sí mismo, contiene tan sólo lo inteligible para la razón humana. En esta identificación de la realidad con lo inteligible para la razón humana se fundamenta la nueva actitud del racionalismo frente a la realidad: la afirmación del poder de la razón humana para trasmutar la realidad tal cual es, en otra distinta, tal cual ella misma dictamina que debe ser.
La raíz de esta actitud mental es clara. Desde que se hace coincidir la realidad con lo que la razón humana alcanza a comporbar por sí misma, los límites de la razón humana son también los límites de la realidad. De esta manera la razón humana deja de reconocerse limitada exteriormente por la realidad y pasa a eregirse a sí misma en medida de la realidad. En efecto, si la realidad no se extiende más allá de lo que cabe dentro de la razón humana, tampoco está la razón humana circunscrita por la realidad, inmersa dentro de un universo real, anterior y superior a ella, al cual le es imposible substraerse. Antes bien, nada le impide sobreponerse al mundo real y forjar otro distinto, conformado según sus propios dictados.
Esta actitud frente a la realidad diferencia netamente al racionalismo moderno de otras formas de pensamiento racional anteriores, como son la visión realista del mundo de raíz griega y la visión teologal del mundo de raíz cristiana. Una y otra coinciden en reconocer a la realidad como algo dado, que en todo caso supera a la razón humana, cuyas limitaciones le impiden abarcarla totalmente. Es decir, parten por reconocer una insalvable desproporción, que el racionalismo ignora, entre la realidad inteligible en sí misma y la realidad inteligible para la razón humana: lo concebible para el entendimiento humano es sólo una parte de lo inteligible en sí mismo. Según esto, los limites de la realidad distan mucho de coincidir con los de la razón humana, pues derivan de una razón superior, el entendimiento divino, único capaz de abarcar cuento es inteligible en sí mismo. En consecuencia, la realidad se impone a la razón humana como algo anterior y superior a ella, a lo cual ella misma no está en condiciones de substraerse. Tal es el punto de partida del realismo...
En cuanto el racionalismo se alza contra el mundo real, tal como es, en última instancia, según los dictados de la razón divina, para sustituirlo por un mundo irreal, tal como deber ser, según los dictados de la razón humana, no puede menos que alejarse cada vez más de esta cosmovisión realista y teologal que le precedió.
Este desenlace tiene mucho de inevitable. Desde que la búsqueda de la certeza en los conocimientos humanos, no responde al amor al saber, que dio su nombre a la filosofía, sino al afán de poder, que anima el intento de conformar la realidad a los dictados de la razón humana, se genera una situación violenta , que sólo puede sostenerse mediante la fuerza.
En una palabra, para el racionalismo es indigno del hombre, como sujeto racional, conformarse con aplicar la razón a entender la realidad -intus legere- y a jugar un papel dentro del universo, tal cual es, sin que él mismo haya intervenido en su diseño, limitándose a buscar la perfección y la justicia mediante una mera transformación de esa misma realidad , dentro de las limitaciones propias de su propia naturaleza y de la naturaleza de las cosas. En lugar de eso, sostiene que lo propio del hombre, como sujeto racional, es aplicar su razón ha hacer realidad un mundo ideal, más perfecto y más justo, diseñado por su razón, donde él mismo no estará sometido a otro poder que el de su propia razón. En el fondo el racionalismo rechaza la realidad, como algo anterior a la razón, imperfecto e injusto, que la razón está precisamente llamada a abolir y reemplazar.
(Bernardino Bravo Lira. Construcción y Desconstrucción. El sino del racionalismo moderno de la Ilustración a la postmodernidad).
El racionalismo lo quiso explicar todo, la historia, el universo, al hombre...y su derrumbe nos ha traído el más puro nihilismo. La postmodernidad que se caracteriza por su pensamiento débil y fragmentario se encamina hacia un punto sin retorno. Las invasiones musulmana y asiática actuales es sólo el principio. Occidente agoniza, mientras "mata a sus hios a millones", y el borbón-bribón se prepara para firmar una nueva ley del aborto. ¡Pobre España!,¿que será de nuestros nietos en el mundo que se prepara?
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con su escrito, y creo que el racionalismo ha demostrado casi por completo su fracaso en explicar la realidad.
ResponderEliminarMe gusta mucho apreciar lo que ocurrió en Europa en los siglos XVII y XVIII ya que allí se originaron dos corrientes importantes de pensamiento que influyen hasta hoy. La corriente empirista, que aplicaba la razón a la comprensión de los hechos y la racionalista que como bien ha dicho usted es "una visión de la realidad tal como la razón humana la concibe y se la representa por los medios de demostración a su alcance." Sin embargo tendemos a confundir ambas ideologías. La historia moderna comete un error colosal al igualar la perspectiva empirista Inglesa con la corriente filosofica racionalista del continente europeo. Los empiristas ingleses acertadamente sometieron su razón a la verificación de los hechos y esto devino en la gran veta intelectual, creativa, politica y económica del imperio ingles y mas aun de sus hijos intelectuales los norteamericanos. Por otra parte el racionalismo que logra "De esta manera que la razón humana deje de reconocerse limitada exteriormente por la realidad y pase a eregirse a sí misma en medida de la realidad." termina en la extrema soberbia del humanismo. No es de extrañar que esta distorsión de la realidad que como usted bien plantea "sostenga que lo propio del hombre, como sujeto racional, es aplicar su razón ha hacer realidad un mundo ideal, más perfecto y más justo, diseñado por su razón, donde él mismo no estará sometido a otro poder que el de su propia razón. En el fondo el racionalismo rechaza la realidad, como algo anterior a la razón, imperfecto e injusto, que la razón está precisamente llamada a abolir y reemplazar." pero siempre creando una "realidad" no mejorada sino por el contrario terriblemente peor a la anterior. Allí entonces están las consecuencias del racionalismo francés, en su revolución sangriente y brutal, la cual consumió a mas de 40.000 franceses; pero también la revolución comunista rusa, china, etc. con sus incontables millones de muertos en base a la cosmovisión stalinista, que plantea que las politicas de estado priman sobre el individuo. Los nazistas y fazistas igualmente con su reingenieria social no logran menos desastres y aunque sean menor sus números de muertos no por eso dejan de ser menos escandolosas. Todas estas revoluciones racionalistas, ateas, realizados por el "superhombre" racional han generado, generan y generarán mas y mas desastres. Creo que es buen momento para que la historia comience a corregir esta distorsión. No se puede echar en una misma bolsa al racionalismo y al empirismo, no se pueden mezclar al gran teologo y padre de la ciencia moderna sir Isaac Newton con los burdos revoltosos iluminados franceses con Voltaire a la cabeza, a los humildes empiristas pero grandes padres de la ciencia que desconfiaban totalmente de su razón y se limitaban a los hechos como Michael Faraday Nicola Tesla con Montesquieu y Rousseau, tampoco confundamos la revolución industrial y económica del empirismo ingles, con las obscenas matanzas de la revolución francesa; o las obras fundamentales para la modernidad de Adam Smith en economia o John Locke en derecho con la poesía barata y soberbia de Zaratustra. Que tristeza es para la modernidad que el padre de la filosofía moderna sea el hiperracionalista Nietzsche alli esta todo el error de nuestro tiempo.
Los racionalismos han acabado con el razonamiento. La Razón está hoy denigrada. Sólo en la Iglesia tiene esperanza. Del "pienso, luego existo" han llegado al "existe lo que pienso", y el problema es que se lo creen y lo imponen.
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