viernes, 21 de octubre de 2011

Los escritores heterodoxos españoles y el Carlismo (I): Vicente Blasco Ibáñez

Fue Vicente Blasco Ibáñez novelista y periodista prolífico y polemista político vehemente. Autor de logradas y detalladas descripciones y dinámicas y fogosas narraciones, logró una prosa pulida que le hizo merecedor de reconocimiento internacional así como un gran enriquecimiento material al ser uno de los escritores de su época más comprados. Incansable viajero y activo político, llegando a fundar en el sur de Argentina la comuna agrícola Cervantes, que resultó un gran fracaso social y económico. Llevó siempre una vida moralmente muy desordenada y desde joven vivió bajo el influjo de la secta masónica pese a que sus padres le procuraron una educación religiosa. Aunque en su obra se pueden diferenciar varias etapas en todas ellas se muestra una tendencia naturalista junto a un trasfondo ideológico y el costumbrismo. Su ideología formada por el marxismo, el liberalismo y la masonería queda inscrita en sus novelas. Por ello, hay que resaltar que su obra, en conjunto, no es recomendable.

Sin embargo pese a su ideología en sus obras se haya un poso tradicionalista llegando incluso a escribir Martín Domínguez Bárbera una tesis sobre Blasco Ibáñez titulada El tradicionalismo de un republicano publicado por la editorial Montejurra en 1961.

Sus novelas

Fue autor de más de cuarenta novelas y de miles de artículos periodísticos, lo que da una idea de su gran capacidad creativa.

Sus novelas se pueden agrupar según su variedad temática, aunque muchas de ellas aúnan diversos temas. Así las de temática

valenciana (Arroz y tartana, Flor de Mayo, La barraca, Entre naranjos, Cañas y barro, Sónnica la cortesana, Cuentos valencianos, La condenada), sociales (La catedral, El intruso, La bodega, La horda), psicológicas (La maja desnuda, Sangre y arena, Los muertos mandan), novelas de temas americanos (Los argonautas, La tierra de todos), novelas sobre la Primera Guerra Mundial (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Mare nostrum, Los enemigos de la mujer), novelas de exaltación histórica española (El Papa del mar, A los pies de Venus, En busca del Gran Kan, El caballero de la Virgen), novelas de aventuras (El paraíso de las mujeres, La reina Calafia, El fantasma de las salas de oro), libros de viajes (La vuelta al mundo de un novelista, En el país del arte, Oriente, la Argentina y sus grandezas) y novelas cortas (El préstamo de la difunta, Novelas de la Costa Azul, Novelas de amor y de muerte, El adiós de Schubert).

Como novela paradigmática de la temática valenciana con claros tíntes sociales podemos citar a Arroz y tartana, escrita en 1894. La acción se desarrolla dentro de la “Restauración” de Alfonso (XII) y nos muestra el devenir de una familia burguesa dedicada a la industria textil. En el contexto histórico de la Regencia de Espartero (1840-1843) el librecambismo ya se había impuesto con terribles consecuencias para la industria del lugar, pero durante el gobierno del liberal-progresista Sagasta se volvió a poner en práctica el librecambismo con las mismas funestas consecuencias. Los mismos efectos perniciosos del librecambismo se viven actualmente con la globalización económica.

El capitalismo se impone a través del garrotazo; este proceso consistió en abrir el mercado a los productos extranjeros más baratos y de menor calidad de procedencia inglesa frente a la seda valenciana. Todo el sistema que se formaba a través de la producción de la seda en los talleres y casas valencianos (las barracas en el ámbito rural) se derrumbó frente al algodón de la India. La caída de la familia burguesa protagonista que se podría resumir en una sentencia de Álvaro D´Ors: “El capitalismo, cuya consecuencia es el consumismo, lo que hace es aumentar los vicios, aumentando las riquezas, aumentar las riquezas para los vicios, para el placer; es decir, que, de entrada, el consumismo debe considerarse inhumano.”

Así es como Doña Manuela se vuelca en la codicia, la envidia y la vanidad para mantener una inexistente buena posición formando una espiral destructiva que acabara con la bancarrota del negocio de su hijo y su dignidad como mujer. Como antítesis aparece Juanito su hijo de carácter sensible, infantil pero sacrificado y trabajador aunque finalmente cae en la tentación de la bolsa. La figura del prestamista cobra presencia también como ya apareció en La barraca como ser despiadado que tiene una ganancia a través de la usura sin tener compasión de nadie. Se puede tomar la obra no sólo como una crítica al capitalismo sino también como un intento de recuperar la economía, es decir, la administración del hogar para subvenir a las necesidades naturales, no para producir sin más bienes y más bienes, todo ello representado en la figura del tío Juan, ejemplo de austeridad y sencillez.

Como es normal en muchas novelas del siglo XIX se hace guiños al carlismo en la referencia a Don Carlos VII como “el verdadero rey que vive en Venecia” donde estaba establecido desde 1881, en el palacio de Loredan.

La política

La praxis política de Blasco Ibáñez también conoció un sinfín de peripecias. Participó en diversos complots liberales, republicanos y socialistas. Significándose siempre por un voraz anticlericalismo. Fue un fogoso orador capaz de enardecer a las masas más humildes, infundiendo en ellas perniciosas ideas de perdición que tenían que ser contrarrestadas intelectualmente por el eficaz apostolado de la época.

No deja de ser paradójico el respeto reverencial que le infundía el Carlismo, así como en ocasiones la monarquía hispánica de los Austrias. Llegó a tratar y a ser amigo de Don Jaime III durante el exilio francés de ambos. Su antimonarquismo va enfocado fundamentalmente contra una falsa monarquía como la alfonsina entregada a los brazos del gran capital. No obstante por la praxis del blasquismo el Carlismo fue un total antagonista del mismo. Era una consecuencia lógica de su furibundo anticlericalismo, que más que contra el estamento clerical iba contra toda manifestación pública de la Fe Católica. Así sus huestes, concentradas fundamentalmente en El Cabanyal que en aquellos años era un poblado marítimo separado de Valencia, se lanzaron a una fanática campaña de sacrilegios y ataques a la procesiones, iglesias y cualquier acto público de Fe. La popular expresión “acabar como el Rosario de la Aurora” trae precisamente cuenta de los tiroteos que se producían entre blasquistas y carlistas cuando estos repelían los ataques de aquellos a esta tradición tan arraigada en el Reino de Valencia y en la que tan implicados siempre estuvieron los carlistas. Uno de sus principales discípulos, el gaditano afincado en Valencia Félix Azzati, llegó en una de sus máximas expresiones “a declarar la guerra a Dios”. Los carlistas, católicos conscientes y por tanto guerreros, no iban a dejarse avasallar y el enfrentamiento mortal estaba servido en las calles de Valencia.

El Reino de Valencia

Pese a ser de padres aragoneses, supo plasmar mejor que ningún otro autor contemporáneo las características de lo valenciano. Sin embargo no deja en muchas ocasiones de tratarse de un costumbrismo tópico. Se ha exagerado la pretendida influencia de Blasco Ibáñez en el valencianismo cultural o político. Blasco hablaba el valenciano y utiliza en sus novelas el valenciano coloquial en las conversaciones de sus protagonistas, manifestando una postura contraria a la uniformización y gramatización. Se pueden observar incluso giros distintos dependiendo del lugar en que se sitúe la acción; así no es lo mismo el valenciano usado en Entre naranjos, que se desarrolla en Alzira que el de Flor de Mayo, situada en El Cabanyal. Fuera de esos fugaces diálogos sólo se le conocen un par de pequeños relatos breves en valenciano para el almanaque de la sociedad Lo Rat Penat.

Su radical oposición al catalanismo era una nota común en la sociedad valenciana de su época. Pero la misma se desarrolla más desde los planteamientos del republicanismo unitario que de los del Reino de Valencia. Comparando su texto La lepra catalanista con el de Josep Mª Bayarri El perill catalá se comprueba una disparidad de motivaciones.

En muchos momentos Blasco Ibáñez expresa cierta nostalgia por el reino de Valencia moro, una idealización por una utópica Valencia prejaimina que no se compadecía con su realidad histórica y un cierto desprecio de los reconquistadores.

Hispanoamérica

Curiosamente uno de los aspectos menos resaltados del autor fue su profunda vocación americana y panhispana. Como liberal que era estaba de acuerdo con el proceso secesionista en el continente americano. Sin embargo no dejó de denunciar las contradicciones y miserias del mismo. Resulta significativa la caricaturización que hace en su novela de tintes schopenhauerianos La voluntad de vivir del caudillo de una neorepública americana, un personaje ficticio pero cuya descripción encajaría a la perfección con la de cualquier prócer americano de aquellos años.

Uno de sus pensamientos más característicos es el de unidad de todos los hispanohablantes por encima de las fronteras nacionales. En una de las conferencias pronunciada en Buenos Aires en 1909 (La madre patria frente al futuro) señala: “Nosotros seguimos trabajando por la gran obra nacional de una España nueva. Pensamos que España no es solamente el territorio encerrado por sus fronteras, en donde flamea la bandera roja y gualda, ni la concreción política obediente a la monarquía. Creemos que España es una manifestación del alma humana, que encarna una raza, la raza española, toda la misma raza que tiene la misma sangre y el mismo idioma.(…) Los que alzamos la inteligencia por encima de las divisiones de la patria, vemos como nuestro algo más que la península española, y cuando notamos manifestarse el progreso de una nación de nuestra familia, nos alegramos y queremos que la raza española esparcida por el mundo sea grande, al lado o detrás del Atlántico, porque en todas partes queremos la grandeza de España.”

También en otra de sus conferencias bonaerenses ataca a la leyenda negra antiespañola, basándose fundamentalmente en los estudios del geógrafo francés Élisée Reclus. Reclus además fue un importante activista y pensador anarquista. Dice Blasco: “El más grande de los geógrafos modernos, Eliseo Reclus, que es anarquista, no de los que arroja bombas, sino de doctrinas anárquicas, no hace a la monarquía española cargos injustos. Confiesa que más de la mitad de la población, en casi todas las repúblicas americanas, tiene sangre indígena; y deduce de ahí, lógicamente, que no fue tan grande la crueldad ejercida por los españoles en América.”

En el segundo tomo de su libro de viajes "La vuelta al mundo de un novelista" refiriéndose al terrible suplicio infringido a Pieter Erberfeld en Java afirmará: "¡Y pensar que fue en la vieja Holanda protestante donde se imprimieron y editaron la mayor parte de los libros, algunas veces fantásticos, sobre las crueldades de los españoles en América, más de un siglo antes de la ejecución horrible de Erberfeld y sus catorce compañeros javaneses...!"

Su conversión

Parece un hecho bastante contrastado que en los últimos años de su vida Blasco Ibáñez se arrepintió íntimamente de sus posiciones más anticlericales y abandonó la secta masónica, produciéndose un paulatino retorno a la religión de su raza. Murió con los sacramentos católicos y con un gran rosario entre sus manos. Lo que impresionó a muchos de sus colaboradores cuando el traslado de sus restos a Valencia. Fueron muchos los carlistas que fueron a recibir su cuerpo y rezaron por su alma.

7 comentarios:

  1. La obra de Martín Domínguez Bárbera "El tradicionalismo de un republicano" publicado por la editorial Montejurra en 1961, se puede conseguir en tres tomos,en La Librería Católica:

    http://lalibreriacatolica.com/

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  2. Muy interesante. Espero que sea una serie de entradas que traten de la relación de autores como Baroja, Unamuno y Pérez Galdós, entre otros, con el Carlismo; sería muy interesante e ilustrativo.

    Tampoco tendríamos que olvidar para otro conjunto de entradas a los autores leales: Ramón María del Valle-Inclán, José María de Pereda, Arturo Campión, entre otros.

    Los heterodoxos y los ortodoxos

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  3. Marqués de Bradomín21 de octubre de 2011, 10:10

    No olvidar a la gallega Emilia Pardo Bazán,que fue carlista en la primera parte de su vida. Luego reconoció a la usurpación como no podía de ser menos dadas sus ideas heterodoxas.

    Cuando, a finales del s. XIX, se rumoreaba de un nuevo levantamiento carlista, ella, ya liberal, recordaba los trabajos preparatorios de la insurrección en Galicia, fracasada, en los que había participado.

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  4. Tengo entendido que Emilia Pardo Bazán visitó en 1888, en Venecia, a SMC Carlos VII. E incluso que estuvo muy cerca del integrismo. Realmente sería muy interesante una entrata sobre su figura

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  5. Entre los ortodoxos: Francisco Navarro Villoslada

    Fue diputado y senador Tradicionalista, y hacia 1871 ejerció de secretario de Don Carlos.

    Entre sus obras destaco, Amaya o los vascos en el siglo VIII (1879), novela en la que se realza el protagonismo de los vascos en la lucha contra el islam: deshecha la monarquía visigoda los vascos se introducen en la religión cristiana para oponerse al musulmán, repoblando Castilla.

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  6. «El fuerismo, el regionalismo de Iturralde, no es un ataque a la Nación española ni al poder español, sino un ataque al estado español revolucionario. E idea tradicionalista es la otra de encomendar a los baskos y navarros la restauración social de España, idea a la que dio forma épica Villoslada en ‘Amaya’».

    Arturo Campión

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  7. A pesar de las diferencias doctrinales evidentes, Blasco Ibañez y el carlismo coincidían en su repudio al sistema liberal-capitalista de la restauración alfonsina y a la civilización burguesa y su usura que se iba imponiendo en España al calor de aquella. Las críticas de Blasco Ibañez a la nueva situación no pueden dejar por ello de contener lugares comunes con el tradicionalismo hispánico y de forma inconsciente una nostalgía de la Tradición, de su vida comunitaria y de su armonía social

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