domingo, 1 de noviembre de 2009

La sujeción de los impuestos a las leyes morales

Me refiero a la subida de los impuestos anunciada por el presidente del gobierno después de las vacaciones. Ha dicho que será “temporal”, lo cual es una bobada, porque fuera de Dios todo es temporal. Aparte de que ese calificativo ha sido utilizado para engañar en multitud de cuestiones enojosas que luego han visto esa “temporalidad” prorrogada infinitas veces. Impuestos y tributos son parecidos y muchos veces se utilizan esas palabras como sinónimas.

Los impuestos tienen por finalidad financiar de forma honesta proyectos honestos al servicio del bien común. Si los proyectos no son honestos sino disparatados es inmoral crear impuestos para ellos, aunque estos tengan una forma honesta. Pero también pueden descalificarse moralmente unos impuestos que con independencia de sus fines sean en si mismos de planteamiento y ejecución defectuosa.

Los impuestos están, pues, sujetos a reglas morales y técnicas. Es de sentido común que no se pueden poner sin ton ni son, de forma frívola como ocurrencias sin más fundamento que su repercusión electoral. Las reglas de la moral católica para sujetar los impuestos han sido poco divulgadas y son mal conocidas. Los moralistas católicos se extienden mucho más sobre el tema en conversaciones privadas que en público, en contraste llamativo.

Escasean documentos eclesiásticos al respecto. El Papa Pío XII tocó ampliamente el tema en su discurso a un Congreso Internacional de Estudios Fiscales. Unas partes de él fueron recogidas en el libro “Socialismo y Propiedad Rural”, de Mons. de Castro Mayer y otros autores, editado en España por la Asociación Cordobesa de Derecho Agrario.

Los tradicionalistas que servimos celosamente la consigna de “Más sociedad y menos Estado” tenemos en la vigilancia de los impuestos un instrumento de primer orden para controlar la vida y en su caso los abusos del Estado.

Otra circunstancia pone a los impuestos de actualidad. Se habla mucho de defensa y protección de la Familia. Es un enunciado excesivamente abstracto y falto de concrección, porque está de moda en ciertos ambientes escribir y pronunciarse de forma oscura que evite compromisos concretos y favorecer el transfuguismo. Pero si hubiese buena voluntad de expresarse claramente estos términos en torno a la familia podrían desgranarse en otros más claros, por ejemplo, el de aliviar a las familias de una presión fiscal insoportable. Muchas familias están amenazadas, incluso en su misma existencia, porque uno o dos de los conyuges llegan a casa cansados. Es obvia la relación entre impuestos, carestía de vida y felicidad conyugal. Los que quieran servir a la Familia con algo más que bobadas poéticas pueden ir estudiando las reglas morales de los impuestos.

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