El ápice de la Hispanidad se puede decir que está en el reinado de Felipe II de España y I de Portugal. Congregando varios pueblos bajo su corona, Felipe sin embargo tenía la obligación de respetar las idiosincrasias, las tradiciones, privilegios y derechos de cada uno de sus reinos. A eso el historiador británico Sir John Elliott llamó monarquía compuesta [10], expresando así que lo que inspiraba este Imperio no era la centralización administrativa y la dominación de un pueblo sobre otro, sino la concepción de la hermandad entre todos los hombres y la cooperación entre ellos viviendo en una comunidad en que, resguardando sus legítimas libertades y tradiciones, se albergaban bajo un mismo rey, que era a su manera padre, juez y señor, protector, pastor de todos. Este rey no era absoluto, sino que estaba limitado por el derecho natural y por los pactos que expresaban las libertades de cada reino. De hecho, el Imperio portugués puede ser analizado como una federación de municipios, si tomamos en cuenta el poder de las Cámaras municipales y su autonomía. [...].
La idea de un rey que no es un dios ni divino, un rey limitado por la naturaleza de las cosas, limitado por el derecho natural y la justicia, limitado por las tradiciones y libertades establecidos por los pueblos: ese es el rey de la monarquía tradicional ibérica, ese es el rey portugués, ese es el rey de Las Españas. Ese es un rey que se adecuará a las idiosincrasias locales, posibilitando un Imperio en que conviven culturas de todo el mundo. Se trata de un régimen político radicalmente distinto tanto del absolutismo cuanto del liberalismo, se trata del régimen político que organiza la Hispanidad.
Nota: [10] Eliott, John. Una Europa de Monarquías Compuestas. En: España en Europa. València: Universitat de València,
Fuente: Alencar, F.L., Ruiz González, R. "¿Puede el cristianismo inspirar una cultura global? Una aproximación hacia la lusitanidad", [6. Rey y Reinos]. En: UNIV Forum Scientific Committee, Can Christianity Inspire a Global Culture? UNIV Forum 2010 Presentations / ¿Puede el cristianismo inspirar una cultura global? Comunicaciones Forum UNIV 2010, Universidad de Navarra, 2010. Pág. 43.
Caríssimo El Matiner,
ResponderEliminarsobre este assunto, aconselho a leitura do artigo de um amigo, o brasileiro Flávio Lemos Alencar:
http://www.aquinate.net/revista/edicao%20atual/Artigos-pdf/Artigos-15-edicao/Artigo-1-Alencar.15.1.pp.03-15.pdf
"España fue una federación de repúblicas democráticas en los municipios y aristocráticas, con aristocracia social, en las regiones, levantadas sobre la monarquía natural de la familia y dirigidas por la monarquía política del Estado"
ResponderEliminar(Juan Vázquez de Mella)
La radical aplicación del principio de SUBSIDIARIDAD (es injusto reservar a la sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores o inferiores pueden hacer) básico en la doctrina social católica, conlleva efectivamente el municipalismo que es el único camino a la verdadera democracia; democracia foral y municipal es decir en los primeros eslabones del orden social y político como lo exige la clásica doctrina tomista. Este municipalismo comunitarista es fundamental en la doctrina tradicionalista y esta enraizada en toda la tradición de las Españas.
Exigencia de poder económico y político para los municipios libres que configuran la Monarquía federativa, garante de las verdaderas libertades frente a todos los totalitarismos y centralismos.
Este sentido comunitario y libre, que podríamos llamar en expresión de Vázquez de Mella un "sociedalismo católico": "el pleno y libre ejercicio de la soberanía social en toda la jerarquía de sus personas colectivas y clases"
Vázquez de Mella dijo: "El regionalismo se funda en la tradición, pero no la necesita; bastan para hacerlo surgir las necesidades sociales". Partiendo de la vocación natural y social del hombre, surgen la familia, el municipio, la región y la nación. "La vida del Estado no se produce ex abrupto sino a través de un proceso gradual; el Estado constituye una de las muchas especies posibles de sociedad" “yo soy partidario de esa autarquía en el municipio, en la comarca y en la región y no quiero que tenga el estado más que las atribuciones que le son propias".
Y Pradera definió el Estado como "sociedad mayor de sociedades".
Ni que decir tiene, que esta doctrina está en las antípodas de todos los liberalismos y centralismos habidos y por haber.