Aunque parezca craso error a primera vista, los proletarios de hoy son iguales a los esclavos del mundo romano desde el ángulo de la psicología porque unos y otros lo son por hallarse desligados de la vida colectiva, por no sentirse participes en el patrimonio espiritual de una Tradición. Nacidos fuera de la Tradición en el gran siglo demoledor que es el XIX, los obreros son proletarios en la medida en que no son tradicionalistas. En el siglo XVII de las Españas áureas, no había proletarios por idéntica razón a la que no hubo ricos, todos los hispanos entendían la teología de Plazuela de los autos sacramentales y todos comulgaban en la gesta anti-europea de sus reyes, esto es, eran parte de una tradición entrañablemente viva en una sociedad unida.
Fue el liberalismo alegre, despreocupado, racionalista, desarraigador, burgués, y volteriano quien dejó crecer sin riesgos de fe ni patriotismo, fuera de la sociedad, como si no fuesen humanos, los hombres de la selvática floresta proletaria. El proletariado no existiera con el tradicionalismo político, porque en nuestro sistema social cabían sin exclusión todos los hombres, cada uno célula de la gran historia. Fue, llaga envenenada de las desgarraduras liberales. Por ello la medicina para el drama soberbio del siglo XX, para la gangrena, de un núcleo social extraño a la sociedad de la que legalmente forma parte, está en rehacer, lo que el liberalismo destruyera, en restaurar el hilo actual de la vena tradicional, con aquel sistema social cristiano en el que, todos los hombres se sentían parte de un orden e integrados en membrada jerarquía, en dar a cada ser humano conciencia de su puesto en la humanidad, en hacerles sentir la magnitud de la propia Tradición.
Es lo que pienso contemplando, la Europa francesa desde las atalayas del castillo roquero de las Españas tradicionales.
Francisco Elías de Tejada. Tradicionalismo, catolicismo y proletariado. Revista SIEMPRE; Mayo 1968
Del semanario tradicionalista español llamado “La Reconquista”(4 de abril de 1872. Págs. 217-218):
ResponderEliminar“El obrero de la fábrica, verdadero esclavo convertido por el liberalismo en una máquina, buena sólo para producir, pero indigna de todo cuidado moral; ese obrero a quien se encierra en una especie de lóbrega cueva, donde ni penetra apenas la luz del sol, ni el aire de los campos; ese obrero a quien no se le deja ni tiempo para pensar en Dios, ni descanso par que repose en el seno de su familia y dirija una mirada a sus hijos; ese obrero que al salir de su prisión llevando aún los pulmones llenos de
nauseabunda atmósfera de la fábrica, y los ojos fatigados por la luz artificial, y los oídos estremeciéndose todavía con el atronador y monótono chirrido de las máquinas, se encuentra en medio del alegre bullicio de una gran ciudad y ve pasar a su lado un sibarita cuya fortuna sabe que está formada con bienes que arrebató a la Iglesia o que ganó en el juego de la política, el más inmoral de todos los juegos; ese obrero que al volver a su casa, si por acaso es tan venturoso que la tiene, ve por todas partes el refinamiento de una civilización sensual y materialista; ve palacios suntuosos en las calles, manjares delicadísimos en las fondas, molicie y afeminación en todas partes; ese obrero a quien le han enseñado que el clero es su enemigo y la Iglesia su verdugo arrancándole así el sentimiento de la religión, único asilo de paz y dulce sosiego en donde podía encontrar inagotables consuelos y fortaleza inextinguible, ese obrero escucha una voz que le promete hacerle dueño de toda esa riqueza material, única riqueza que él conoce y que ve una mano que le señala como suyos todos esos brutales goces del cuerpo, únicos goces a que le han enseñado a aspirar, ¿cómo no ha de abrir sus oídos a esa voz, y cómo no ha de estrechar con febril afán esa mano?”
Hilaire Belloc («La crisis de.nuestra civilización», pags. 154 y 155):
ResponderEliminar“El Capitalismo constituye una calamidad no porque defienda el derecho legal a la propiedad sino porque representa, por su propia naturaleza, el empleo de ese derecho legal para beneficio de unos pocos privilegiados contra un número mucho mayor de hombres que, aunque libres y ciudadanos en igualdad de condiciones, carecen de toda base económica propia.
Por lo tanto, la calamidad básica que de una manera drástica llamamos capitalismo, debiera, con más precisión llamarse «Proletarianismo», dado que las características del mal estado de la sociedad que hoy llamamos «Capitalismo» no consisten en el hecho de que unos pocos tengan propiedades sino en el hecho de que la mayoría, aún cuando desde el punto de vista político sean iguales a sus amos y libres para ejercer todas las funciones inherentes a un ciudadano, no pueden disfrutar la libertad económica completa. [...] La presencia de un proletariado tan amplio es la que imparte el tono a todo el conjunto de la sociedad y lo que hace que ella sea una Sociedad Capitalista”.
Atiéndase a lo que dice León XIII, con precisión y claridad,indicando las causas de la cuestión social.
ResponderEliminarSe impone concluir que la causa causarum es el liberalismo.
1. Destrucción del régimen corporativo.
2. Laicismo o secularización de las instituciones públicas.
3. Libre competencia ilimitada.
4. Usura y lucros desmesurados.
5. Concentración de la riqueza y proletarización creciente.
Consecuencias todas de las libertades tales como las entendió y practicó el liberalismo: corporaciones abolidas en nombre de una libertad de trabajo mal entendida; secularización y abandono de lós principios religiosos en la vida pública, para atender a una falaz libertad de conciencia; libre competencia, sin frenos, y usura, para asegurar amplia libertad de competencia