viernes, 20 de abril de 2012

La Monarquía contra la Revolución: Las formas nunca son accidentales en política


La Monarquía como estructura jerárquica social cuyo remate es la Corona con Cruz

La lucha secular entre la Monarquía y la Revolución encarnada como mecanismo político de la Democracia, ha dado como resultado que estos dos sistemas no sólo se diferencien por su estructura, sino por un contenido moral y doctrinal que como realidad histórica han adquirido y representan.

De aquí la ingenuidad de los teóricos accidentalistas de la forma de gobierno. Las formas no son nunca accidentales ni en filosofía, ni en arte y mucho menos en política, que es el arte de realizar en formas históricas, en cada pueblo, y en cada momento (hic et nunc) una doctrina y un contenido teóricos.

En España hay que raer de las mentes estos tópicos comodones. Ni la Monarquía es, teóricamente, la sola presencia del Rey en el trono, si no va acompañada de un sistema político y de un contenido moral del Estado, ni la República es la simple ausencia del monarca. La Revolución requiere la previa ausencia del Rey porque, fundadamente, le impone un obstáculo para la realización de su programa. Cuando en España nos declaramos monárquicos, no decimos únicamente que queremos un Rey a la cabeza del Estado, sino que esto es una consecuencia lógica y fatal de un sistema político, que implica también un determinado contenido moral y una estructura jerárquica social cuyo remate es la Corona con Cruz.

La Democracia, y su expresión política la República, es la forma normal en España de toda la doctrina contraria. Se engañan, y la experiencia nos está dando la razón, los que creen que la República es a modo de un vaso vacio que la voluntad de la mayoría—la democracia—va llenando en cada momento de un contenido diferente. Y no es así. La Monarquía afirma un contenido dogmático permanente que está por encima de las votaciones. El reflejo de esto es lo que llaman los demócratas obstáculos tradicionales. Pero la República también tiene sus dogmas y sus obstáculos tradicionales. Cuando la voluntad de la mayoría es contraria a los dogmas permanentes de la República, entonces los republicanos dicen que se les desvirtúa la República, que desaparece la esencia republicana del Estado. En la realidad histórica son dos cosas distintas democracia y República.

La República española ha nacido con la impronta de unos dogmas que por mucho que logremos triunfar, con los mecanismos democráticos. Jamás le lograremos arrebatar.

¿Cuál es, históricamente, el régimen conveniente para cada pueblo en cada momento de su vida? Muy largamente se podría disertar sobre este punto, pero una norma sencilla puede darnos la respuesta. Los regímenes son para los pueblos y no los pueblos para los regímenes. Cuando en una nación se han de poner a contribución todos los elementos vitales del país para sostener el régimen, cuando en cada crisis grave del país no se piensa más que en la necesidad de salvar el régimen, cuando la mayor parte de los conflictos públicos son provocados para sostener dogmas del régimen, entonces se puede afirmar que ese sistema es artificioso en aquel país y, desde luego, evidentemente nocivo.

Pedro Sainz Rodríguez, “La tradición nacional y el Estado futuro”. Acción Española, I, pág. 182, t. X.

lunes, 16 de abril de 2012

África marca la diferencia

(Pulsa en la imagen y medita la profunda diferencia entre la usurpación liberal y la auténtica monarquía tradicional)

"La monarquía cristiana, responsable y profundamente arraigada en los corazones, ofrece el contraste más brutal con el engendro nacido del liberalismo, el rey constitucional. En él se quita el rey lo que constituye la dignidad de los hombres: la responsabilidad de sus actos. Y se convierte en un fantasma, un juguete de los partidos, el sello en manos de un ministerio de mayoría, la burla del pueblo"

Vogelsang. Politique sociale

"El monarca conserva los honores, las apariencias y oficialmente el rango social de la antigua realeza; pero, en realidad, no es más que el remate heráldico de la nueva oligarquía. De modo que, sintetizando, podría decirse que el poder constituido en España es, no una monarquía, sino una poliarquía oligárquica y alternativa, exornada con las apariencias heráldicas de la realeza antigua"

Juan Vázquez de Mella. "La Iglesia independiente del Estado ateo"

Mientras Juan Carlos , el usurpador, caza en safaris de lujo en plena crisis económica, S.A.R Don Sixto Enrique se implica en todas las causas justas en defensa de los principios de nuestra civilización: PULSA AQUÍ

jueves, 12 de abril de 2012

La tentación del "comunitarismo" ante el caos social (II)

El último error, que deseo resaltar, nace de lo que podría describirse como la disolución del deber patriótico entre los católicos. Según mi interpretación ese deber se extiende a todas las sociedades a que pertenecemos, y culmina en la más elevada de esas sociedades, cuyo gobierno tenga poder real, legítimo o no, sobre nosotros. Tenemos respecto de esas sociedades la obligación ordinaria de contribuir al verdadero bien común y el deber accidental de atender a sus necesidades extraordinarias. En nuestro caso, eso se concreta, a mi parecer, en el deber extraordinario de enfrentarnos, por los medios que tengamos a nuestro alcance y con la debida prudencia, a esos gobiernos, regionales, nacionales o supranacionales ilegítimos que están sobre nosotros. Tenemos que oponernos a ellos, con no menos entusiasmo que a un enemigo exterior, que hostigara o conquistara nuestra patria desde fuera.

Sin embargo, vemos hoy que el deber patriótico no sólo no es cumplido por los católicos, sino que niegan tenerlo. Dos errores distintos han contribuido, según entiendo, a que la mayor parte de los católicos no perciban la obligación patriótica extraordinaria de enfrentarse a esos enemigos interiores, que apartan a nuestra sociedad del fin al que debe dirigirse. La primera procede del contagio modernista que padecen las autoridades eclesiásticas, y de la consiguiente doctrina sobre la independencia del orden temporal respecto del espiritual. La sesgada interpretación maritainiana de la separación de poderes, admitida por muchas jerarquías eclesiásticas; el decidido apoyo teórico de estas últimas a la democracia; su posterior negativa a enmendarse ante los desastrosos resultados de esa enseñanza; el recurso a enmascarar la misma postura con la vacía retórica de la laicidad positiva; todo eso ha vaciado de huestes cualquier organización que pretenda cumplir con el deber patriótico. Y así, cuando, entre los católicos, cunde la alarma por el futuro de nuestra patria, la única reacción que se ha dado, de manera común, ha sido votar al PP, con gran satisfacción por parte de los mejores obispos.

Pero, aún hay otra postura, a mi entender errada y poco denunciada, que no se da ya entre los seguidores del progresismo eclesiástico, más o menos virulento, sino entre los mismos tradicionalistas. Ese error se produce por creer que la patria se extiende sólo hasta donde llega, de hecho, la comunidad de fines conforme a la doctrina cristiana. Me explico: para algunos sólo pertenecemos a la comunidad de quienes admitimos las doctrinas tradicionalistas y, por ello, tratan de vivir en el seno de las pequeñas sociedades tradicionalistas, con la sana intención de preservarse a sí mismos, y a sus familiares, del contagio del mundo hostil al cristianismo en que vivimos. Están dispuestos a emigrar, si las cosas se ponen feas en España, y sólo pretenden del resto de sus semejantes, definitivamente perdidos a sus ojos, que respeten su comunidad, sin considerarse obligados, en modo alguno, a defender la sociedad en que hemos nacido. En otras palabras, hay numerosos tradicionalistas que vienen a mantener, en la práctica y sin saberlo, la doctrina del comunitarismo, que es, a la postre, una forma de liberalismo bastante cómoda. No deben olvidar, sin embargo, que quien quiere salvar su alma la perderá.

Es maravilla ver cómo muchos católicos puntillosos, incapaces de matar una mosca o robar un céntimo, fieles cumplidores de sus deberes de estado y de sus deberes religiosos, no mueven un dedo, no dan un euro, no se molestan en lo más mínimo por la patria, en estas horas negras por las que atraviesa; con lo cual cometen, a mi juicio, un pecado de omisión semejante al de abandonar a los padres en los momentos de necesidad. Peor incluso, según muchos, porque, como dice Aristóteles, “la ciudad es anterior por naturaleza a la familia y a cada uno de nosotros”


lunes, 2 de abril de 2012

La Cruzada de 1936 a debate


Muy interesante programa de Lágrimas en la Lluvia analizando la Cruzada Nacional de 1936 con presencia del profesor Miguel Ayuso Torres Presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, frente cultural de la Comunión Tradicionalista.

"Aquel 18 de julio se produjo una legítima sublevación contra un poder tiránico, sectario y antiespañol. Es una asignatura pendiente el saber distinguir entre lo legal y lo moral. Y es moral y acorde con nuestra santa Fe católica el tiranicidio y el alzamiento contra los poderes ilegítimos. La República, nacida paradójicamente de unas elecciones municipales en las que los republicanos no obtuvieron ni siquiera la mayoría, fue consecuencia de la cobardía de una dinastía usurpadora que se desentendió del futuro de España. Las mismas izquierdas que tanto decían defender la legalidad republicana no tuvieron reparo en alzarse sangrientamente contra ella en 1934 ante el resultado adverso de las urnas. Pero hoy día, por culpa de las derechas burguesas, la izquierda ha elevado a dogma democrático que los levantamientos armados de las izquierdas son revoluciones populares y si esos levantamientos son de signo patriótico y religioso son golpes de Estado".

Fragmento: Comunicado de las JTE, Julio de 2003
67 AÑOS DESPUÉS: FIDELIDAD AL 18 DE JULIO