sábado, 30 de abril de 2011

Las "Agustinas de Aragón" mexicanas: las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco

No podría entenderse las dos Cristiadas sin la coperación total de las mujeres cristeras. Ya en agosto de 1926 habían sido las primeras y más decididas a la hora de montar guardia en las iglesias. Los hombres acudían a defender las iglesias para también defender a sus mujeres. En los orígenes de la Cristiada las mujeres mexicanas cuentan con la primera mártir, María del Carmen Robles, que muere resistiendo las deshonestas propuestas del General Vargas. El movimiento cristero encuentra en estas mujeres el sostén insustituible sobre el que se pueden forjar los mecanismos necesarios para sobrevivir. La ayuda ofrecida por las mujeres no está desarticulada sino organizada y sometida a innumerables riesgos. La ineficacia de la Liga Nacional de Defensa (donde se agrupan los católicos especialmente urbanos) lleva a la consolidación de la Unión Popular y posteriormente a la formación de las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco.

Las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco se fundan en Jalisco el 21 de junio de 1927. La Iglesia acababa de canonizar a Santa Juana de Arco. 17 muchachas en Zapopán , Jalisco, fundan la primera brigada Santa Juana de Arco. Sus edades comprenden entre los 15 y los 25 años y son solteras en su mayoría. Están dirigidas por jefes de la Unión Popular cuya edad no superaba los 30 años. Pronto las Brigadas se extienden por todo el país y llegan a encuadrar a más de 10.000 mujeres organizadas. En México Distrito Federal, feudo de la Revolución, la organización empieza a funcionar en enero de 1928. Las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco trabajan en la clandestinidad, imponiendo a sus miembros un juramento de obediencia y de secreto. La estructura es jerárquica y militar pues se las supone un cuerpo más de combate en la guerra cristera. Entre sus funciones se encuentra estructurar un sistema de financiación recaudando dinero entre los católicos mexicanos. También es labor fundamental la compra de armas y municiones y el aprovisionamiento a las tropas cristeras. El municionamiento de las tropas cristeras no es sencillo pues tienen que luchar contra un embargo decretado por Estados Unidos que prohíbe vender armas y municiones a los cristeros. Los cristeros provenientes del mundo rural no pueden fabricar munición, por lo tanto su pervivencia depende de la labor de las mujeres.

La eficacia de las Brigadas en este campo es rotunda. Gracias a las brigadistas y a los obreros católicos de las fábricas de armas del Estado, pueden establecer un sistema de abastecimiento de cartuchos. Las muchachas acuden de las provincias a recoger la munición a la capital y la trasportan a los lugares de combate camuflada en clalecos especiales con doble forro. Cada chaleco puede llegar a contener más de 500 cartuchos. La carga debe pasar numerosos controles y llegar a su destino en las montañas.

En un principio la Liga acepta que las Brigadas tengan un funcionamiento autónomo, pero pronto desean ser controlarlas ya que la propia Liga es incapaz de crear una organización semejante. Al resistirse a un control por parte de la Liga, la propia Liga abre un expediente teológico contra ellas, presentándolas ante Roma como una sociedad secreta. Su secretismo no es otro que el propio de una organización de resistencia en estado de guerra. Pese a la incompresión de los católicos cómodos ellas se sacrifican hasta el heroismo para mantener todas las necesidades de los cristeros en lucha. Denunciadas reiteradamente ante Roma, de dan indicaciones desde la Curia para que cese el juramento de obediencia y secreto. Fieles a la Iglesia, las dirigente de las Brigadas dejen de exigirlo. El desastre entonces se hace inevitable. Las Brigadas habían conseguido mantener en jaque al gobierno sin que éste hubiera podido desarticular la organización. Sin embargo, ante la nueva situación, las filtraciones desmoronan la organización. En verano de 1929 numerosas militantes son detenidas y deportadas.

Pero las Brigadas Femeninas no son sólo una organización con fines militares, sino que son también una organización caritativa y social. Las mujeres, ante las leyes anticlericales, han lanzado a los hombres a los montes. Ellas mismas, en las zonas dominadas por los cristeros, se quedan cultivando los campos y cuidando las casas, además se encargan de abastecer de alimentos a las tropas. Otras veces, las mujeres se convierten en soporte vital al ocultarse con sus hijos en las mismas montañas en las que están sus maridos, hijos o hermanos. También se organizan servicios sanitarios, cuerpos de enfermeras y, lo más importante, se organizan para mantener viva la catequesis y la religiosidad. Las Brigadas toman como base de militancia los grupos de catequesis parroquiales y las Adoraciones Nocturnas femeninas y su base social abarca todas las capas sociales. Los mandos están compuestos sin embargo, en su mayoría, por sencillas mujeres campesinas.

Andrés Azkue. Mujeres Cristeras, en La Cristiada. Los cristeros mexicanos (1926-1941)

El JURAMENTO de las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco era prestado de rodillas DELANTE DEL CRUCIFIJO:


"Ante Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ante la Santísima Virgen de Guadalupe y ante la Faz de mi Patria, yo, N. Juro que; aunque me martiricen o me maten, me halaguen o prometan todos los reinos del mundo, guardaré el tiempo que sea necesario y en secreto absoluto todo sobre la existencia, actividades, y sobre todo, los nombres de personas, sus domicilios, señalamientos y particularidades...que se refieran a sus miembros.


Con la gracia de Dios, primero morir que convertirme en delatora"

jueves, 28 de abril de 2011

Desenmascarando a la modernidad: La Impostura Freudiana de Juan B. Fuentes

(para datos del libro pincha aquí)

En este libro se lleva a cabo una crítica demoledora e implacable, como no se había realizado hasta ahora, del psicoanálisis freudiano considerado como institución. Lo que esta institución hubiera hecho es incidir en el estado de desmoralización característico de determinados individuos que resulta de su vida comunitaria y familiar desarraigada hasta el punto de conseguir reproducir y sellar irreversiblemente dicha desmoralización haciendo que estos individuos queden eximidos de todo sentido de la responsabilidad moral respecto de sus vidas. Para ello la institución dispone de un diseño supuestamente terapéutico que hace que los individuos psicoanalizados puedan incurrir en la impostura de fingir, incluso ante sí mismos, la asunción vital de una concepción radicalmente quebrada de su vida moral que es la que les permite liberarse de todo sentido de la responsabilidad.

Por lo demás, esta crítica no está realizada desde las solas categorías de la Psicología o la Sociología, sino desde la Antropología filosófica, lo que supone poner a punto el sistema de ideas que permita comprender la formación histórica de dicho tipo de individuos, así como la constelación de ideas filosóficas acompasada con dicha formación histórica. Se trataría en efecto de la formación del individuo «modernista» como una inflexión característica del sujeto moderno que tiene lugar al compás de la crisis romántica de la filosofía del idealismo alemán (kantiano).

De vueltas del materialismo marxista: Juan Bautista Fuentes

martes, 26 de abril de 2011

"Manual de instrucciones" en época de persecuciones: los Cristeros



La profesora Consuelo Martínez-Sicluna dio por terminado el memorable acto en defensa de la libertad de la Iglesia que tuvo lugar en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid el pasado día 14 de abril (aquí) con la siguiente anotación:

"en septiembre --dijo-- se estrena la magnífica película titulada Cristiada, que es como un manual de instrucciones"

LIBRO RECOMENDADO

La Cristiada. Los cristeros mexicanos (1926-1941)


Esta obra es una pequeña joya editorial. No existe en la bibliografía una colección fotográfica más rica y completa (más de 100 imágenes) que ésta, ni un texto que nos narre de forma más clara y más amena la gesta que en el primer tercio de siglo llevaron a cabo los mejicanos al levantarse en armas contra las leyes anticatólicas de un gobierno en manos de la masonería.
Podemos contemplar así los rostros concretos y las piadosas costumbres de aquellos héroes y mártires (hombres, mujeres y niños) que combatieron valientemente por Cristo, y fueron torturados y asesinados (algunas fotos son escalofriantes) por los enemigos de Cristo, para ser finalmente traicionados por sus propios obispos en uno de los episodios más lamentables de la historia de la Iglesia moderna.

viernes, 15 de abril de 2011

El Estado no es la Nación

Entre las numerosas razones de agravio que el fervoroso ibero –por su aspecto y por ethos digo- Sabino Arana acumuló, y con bastante razón, contra la torpe maquinaria estatal que regida desde Madrid por Cánovas, aniquiló las libertades forales vizcaínas, pensando que con ellas se destruía también el carlismo y con el carlismo la única posibilidad de una política nacional-proteccionista vetada de antiguo por la Embajada inglesa, no hubiera encontrado el otrora carlista vizcaíno –si con mínima atención hubiera considerado el asunto- una sola, en estricta justicia, en demérito de la Nación española de la cual obviamente él mismo formaba parte por aspecto, solar y apellido.

En efecto, el espantoso quid pro quo sabiniano de confundir Nación con Estado, lo cual, y sin exigirle un conocimiento mediano de los rudimentos del tema sobradamente consabidos para la época –Gerber o Laband al fondo con la ya clásica contraposición de Kuhn-, difícil hoy de imaginar en un alumno de segundo curso de Derecho, acarreó que la ira –justa ira para cualquier carlista de la Península, de Gerona a Cádiz o de Vigo a Murcia- que no en menos justa relación de causa y efecto debiera haberse descargado –literalmente hablando quiérese decir- sobre el Estado madrileño liberal manejado por Cánovas, descargó , mitad por ignorancia, mitad por usual masoquismo hispánico perceptible en todo tiempo de decadencia, en la parte más inocente del tema, es decir en la Nación , la Nación que, en masa, había tomado el partido fuerista; y digo la Nación por ser sus elementos “de arraigo” los que eligieron el bando carlista, de los Pirineos a Cádiz.

Con asomarse a cualquier contemporáneo de este falaz encadenamiento de la nación española por el Estado liberal madrileño, como ejemplo Henningsen, directísimo participante en el drama a las órdenes de Zumalacárregui, comprobaríamos que quienes forman el bando carlista son, y él los está viendo a diario combatir en su propio escuadrón, “los campesinos que son todos carlistas y forman la gran masa del pueblo, los únicos que han retenido el sello del carácter español y quienes, cuando se les excita, todavía muestran destellos de su antiguo espíritu independiente y enérgico!” Son los campesinos, el pueblo de toda España –los curas de pueblo, los hidalgos del pueblo –quienes se oponen a las clases opresoras urbanas que, potenciadas por el Estado liberal, amenazan sus libertades. Libertades concretas que los separaban de la miseria contractual ya en gestación desde “los nuevos opresores” liberales raptores del Estado madrileño.

¿Y no son estos elementos los significantes del concepto de nación –la sangre y el suelo de la misma- quienes pelearon en el bando carlista para que los vascongados y navarros no perdieran –o recobrarán en el caso- sus libertades forales amenazadas o recortadas por el Estado –repito, por el Estado- en manos del bando liberal?

¿Quién componía el núcleo de tropas selectas de Zumalacárregui, en la primera guerra, sino “los castellanos” evadidos o reluctantes al Ejército estatal? ¿Qué bando conservó la vieja bandera con el aspa borgoñona que desde la época del César ondeaba sobre el Ejército real? ¡Quien que lea las inmortales páginas de Unamuno con su admiración hacia el heroísmo sin esperanza de los últimos batallones castellanos que escoltaron a don Carlos hasta el Pirineo, en la postrera arenga del Pretendiente en tierra española, no capta esta profunda cisura entre la nación que defendía sus fueros (los de una parte de ella misma que aún vivían) frente al Estado madrileño liberal que aspiraba a extinguirlos!

No, no fue la nación, no, quien asesinó las libertades forales vizcaínas como parece, o intenta, creer Arana, sino al contrario, quien luchó –como pudo y supo, con mejor o peor acierto, con indudable arrojo en todo caso –por defenderlas o restaurarlas. ¿Pues no fue en la guerra civil última –y maguer última de verdad- el lema de los fueros inalterables leitmotiv (junto con el de Patria y Dios, mas no tratamos ahora de ello) de la muy considerable y valerosa masa carlista combatiente? (…)

El Estado que Bonaparte tan fácilmente desarboló, creyendo envolver en su rapto el de la Nación, no involucró a ésta, por fortuna, y los cálculos corsarios resultaron fallidos. Paralelamente, “lo liberales” que secuestraron el aparato del Estado dinástico radicado en Madrid, en el tardo crepúsculo de Fernando VII, no lograron envolver en su taimada maniobra las fuertes, antiguas, raíces de la nación que, tuetánicamente, rechazaron la amenaza de la burguesía centralista adviniente y de la despiadada “sociedad civil” que traía consigo. La del contrato y la desamortización (…)

Manuel Fernández de Escalante (Universidad de Valladolid). Extracto de “El Estado no es la Nación, por fortuna. (Rectificación al segundo Arana)”, en “Francisco Elías de Tejada y Spinola. Figura y pensamiento”.

La Nación, la voluntad nacional y las tradiciones fundamentales

sábado, 9 de abril de 2011

¿Vuelve la persecución contra la Iglesia?




Para leer la crónica del acto y las intervenciones del Jefe de de la Secretaria Política de S.A.R Don Sixto Enrique de Borbón y presidente del Círculo Cultural Antonio Molle Lazo, José Miguel Gambra y del Padre Ángel David Martín Rubio Pincha Aquí

jueves, 7 de abril de 2011

Charles Maurras: camino intelectual hacia la monarquía

En Francia la república fue un poder disolvente. No solamente no conservaba nada sino que malgastaba, dilapidaba sin ningún cuidado ni respeto la larga herencia física y espiritual del país. Maurras, por un momento entusiasmado con el boulangisme no pudo soportar mucho tiempo el ente demagógico que salía de esa confusa amalgama de jacobinismo, bonapartismo y chauvinismo de escarapela tricolor.

No, indudablemente, la sola dictadura no era bastante. Carecía de continuidad y uno de los peores males atribuibles al sufragio y a los golpes de estado es que cada gobierno deshace lo que el otro hizo, convirtiendo la administración de la sociedad civil en una sucesión de actos convulsivos de donde desaparece la obra de los siglos. La monarquía hereditaria y legítima, conforme a la ley de sucesión establecida definitivamente por las costumbres francesas, le pareció a Maurras que era el único régimen que podía garantizar la continuidad de Francia (…)

El Rey era lo único que podía salvar a Francia de esta sumisión al poder apátrida del dinero. Por supuesto que Maurras no pensaba en una cándida personalidad milagrosamente sustraída a la presión de los sobornos, pensaba en una magistratura a la que no podía alcanzar, por su situación y su carácter hereditario, el asedio de la publicidad. Constituía parte de la naturaleza de la monarquía defenderse de los otros poderes sociales y muy especialmente de la agresión de las finanzas so pena de desaparecer miserablemente fagocitada por ellos. Maurras confiaba en que el Rey podría actuar sobre estos grupos, como lo confirmaban repetidos hechos de la historia. Una política sometida a las fuerzas internacionales del dinero ha dejado de ser francesa. Más, ha dejado de ser política, en el sentido restaurador y medical al que se refería Maurras en seguimiento de Aristóteles. El interés fundamental de las potestades financieras es destruir todo lo que no pueden comprar y aquello que no se puede comprar es todo cuanto hace a la nobleza, la perfección y la santidad de la vida. Lo que distingue, lo que califica, lo que hace del hombre genérico un francés, un inglés, un español, un italiano, etc. Todo cuando se inscribe en un proceso de perfección cultural debe desaparecer en beneficio de una masa homogénea, reiterable y sumisa a las consignas publicitarias propaladas por los medios de comunicación (…)

La influencia destructora que puede tener el dinero sobre la inteligencia se hace más constante a partir de la Revolución Francesa en que algunos centenares de familias se han adueñado de la banca (…) El oro es, sin duda, una representación de la fuerza, pero desprovisto de la firma del fuerte. Se puede asesinar al poderoso que abusa. El oro escapa a la designación y a la venganza (…)

La monarquía parecía imponerse en primer lugar como una restitución de la fuerza del poder ejecutivo que la permanente digresión de los parlamentos convertía en una potestad ilusoria y sin ninguna influencia eficaz para contener la decadencia de la nación sometida a una plutocracia meteca (…)

El dinero no podía ser un jefe de Estado, puesto que era el nacimiento y no la opinión quien le creaba. Cualquiera fueran las influencias financieras, hete aquí un círculo clauso y fuerte donde no podían entrar. Este círculo tiene su ley propia, irreductible a la fuerza del dinero, inaccesible a los movimientos de la opinión: la ley natural de la sangre. La diferencia de origen es radical, los poderes así nacidos funcionan paralelamente a los poderes del dinero, pueden tratar y componer con ellos, pero también pueden resistirle (…)

Tratemos de observar con un poco de agudeza los ingredientes políticos que Maurras pensaba oponer a la influencia demoledora del dinero. En primer lugar el monarca hereditario, en quien reconocía un interés particular, definitivamente adscrito a su magistratura, para defenderse del influjo financiero. Pero junto a esta magistratura, componiendo con ella una unidad que la tradición francesa hacía inevitable, estaba la Iglesia Católica Romana. Es ella la que instala su potestad en el fuero íntimo de cada creyente y, a partir de ahí, influye en las instituciones, se impone en el sistema valorativo tanto de los pobres como de los ricos y determina desde allí una relación con los bienes materiales inmunes a la corrupción financiera (…)

Francia, enferma de revolución y democratismo progresista, guardaba en su seno el recuerdo de la monarquía que a través de los siglos la había hecho lo que era y le había dado, políticamente hablando, el siglo de oro de su hegemonía europea. Para Maurras el trabajo principal de una política restauradora consistía en sacar a la luz este recuerdo y proyectarlo sobre la inteligencia y la voluntad de los mejores franceses, para que retomaran la tradición perdida (…) La prueba de que la monarquía era el mejor régimen que se podían dar los franceses estaba en su historia. Hacer política sin tomar en consideración la lección del pasado era una imbecilidad casi absoluta y que sólo los padres de la Revolución Francesa, inspirados por el miserable Rousseau, pudieron aceptar: “nosotros concebimos la monarquía como el régimen del orden y concebimos ese orden de acuerdo con la naturaleza de la nación francesa y con las reglas de la razón universal”

Pero el Rey es el soberano político, el punto culminante de una pirámide social constituida por una serie escalonada de asociaciones intermedias y no por individuos atomizados y desprovistos de todas sus solidaridades orgánicas. Maurras, con la atención puesta en el sistema familiar de la vieja Francia, consideraba que la base fundamental de semejante sistema reposaba sobre el derecho sucesorio.

Quien curara los dos plagas políticas que nos destruyen desde hace cien años: anarquía administrativa, anarquía estatal, Estado sin autoridad y administración dueña de todo, curará también el principio de nuestras miserias. Somos monárquicos porque consideramos que la monarquía es la única capaz de operar una y otra medicación” (Charles Maurras)

lunes, 4 de abril de 2011

La voz de la Tradición hispano-católica: FUEGO Y RAYA nº2 en la calle

(para consultar el sumario del nº 2, pulsa AQUÍ)

POR QUÉ FUEGO Y RAYA

Aparecido el primer número de Fuego y Raya hemos debido responder en varias ocasiones a una pregunta que amigos y colegas repiten incesantemente: a la vista de la cantidad de revistas académicas o serias, ¿existe un espacio entre ellas para una publicación que defiende la Hispanidad?

No hay una sola manera de contestar esta inquietud. Pues, para empezar, el panorama de las revistas científicas siempre deja que desear. La mayoría hace gala de una historia seudocientífica, aséptica y neutral, que sigue las modas metodológicas y acaba sirviendo al liberalismo campante y reinante en la historia y la cultura de nuestros días. No es esta la pretensión de Fuego y Raya, que tampoco pasa como una revista partisana —como tantas que destellan en el cielo de la ciencia histórica y política—, esas que ven la historia con las anteojeras de la ideología y convierten a la verdad en asunto de bandería.

En este sentido, Fuego y Raya se justifica a sí misma, pues sin renunciar a la seriedad científica y a las convicciones que nacen de la verdad, propone una renovación de los estudios históricos y del pensamiento hispanoamericano desde la perspectiva de los valores de la Hispanidad. Faena científica, por cierto, impulsada por un fin legítimo que desborda la ciencia histórica y se abre a la plenitud del saber.

Es que, además, el mundo exige hoy una revista del talante de Fuego y Raya. He aquí una segunda respuesta a nuestros inquietos colegas. Vivimos, mal que le pese a los optimistas insensatos, un tiempo de crisis global que se atavía con el ropaje del irenismo planetario. No se podrá negar que vivimos un irenismo moral y religioso que nos empuja hacia el ecumenismo y una ética sincrética que no es sino un collage deforme; un irenismo político que se hace llamar democracia universal, pero que necesita de adjetivos para ocultar sus vicios y defectos de sobra conocidos; un irenismo jurídico que ha impuesto los derechos humanos como único criterio de lo justo; en fin, un irenismo económico, que se llama globalización y no es más que el imperialismo descontrolado de las finanzas y las potencias económicas de siempre.

Frente a esto, Fuego y Raya quiere ser una empresa de la Hispanidad, y ocupa un espacio en la defensa de los valores de la Christianitas minor, por la reacción intelectual que nos devuelva: el sentido moral, espiritual y religioso de nuestros pueblos, que no es otro que el catolicismo; el valor político de la monarquía tradicional, auténticamente plural y representativa; que recupere el alcance jurídico del derecho natural, de las libertades concretas, de los fueros; que reinstale la economía en su servicio al bien común y la justicia. Y no dudamos que todo esto puede decirse y hacerse sin perder la seriedad científica y los méritos de la verdad. Basta con no rendirse a las modas, con no entregarse a las corrientes de estos días.

Pero hay algo más. En un mundo que se ha dividido en grandes bloques, los hispanoamericanos nada seremos si no deponemos falsas diferencias y levantamos nuestra unidad espiritual, política, jurídica y económica. Desde las revoluciones independentistas lo hemos vivido todo: la invención del Estado y las guerras civiles; el Estado liberal y su deriva socialista; la democracia variopinta y las dictaduras; las guerras intestinas, la subversión y las guerras entre naciones hermanas. ¿No será este el momento de un justo balance, el tiempo de una reflexión serena? Este es el propósito de Fuego y Raya.

Pues bien, son estos los porqué de Fuego y Raya. Son estos los títulos que Fuego y Raya esgrime a la hora de nacer y los que blande al invitarlos a ser parte de su empresa. En esta empresa tengamos el coraje de un Cortés y la valentía de un Pizarro. No nos dejemos arredrar por los aparentes infortunios. Recordemos que no somos hijos de parlamentarios ni de mercaderes. Somos vástagos de España, cuna de guerreros y de santos. La Dirección