FACTOR MAOÍSTA EN LA ESCISIÓN
IDEOLÓGICA DEL CARLISMO
In
memoriam de los tres millones de asesinados por la revolución cultural en su
cincuenta aniversario.
La escisión ideológica
de Carlos Hugo tuvo un carácter genérico de rendición ante los dogmas de la
modernidad y claudicación ante un progresismo que no significaba otra cosa que
la radicalización del liberalismo primigenio contra el que los carlistas lucharon
a sangre y fuego. Sin embargo se puede explorar la mayor o menor influencia de
diversas corrientes ideológicas, de donde se vislumbra una auténtica estrategia
de infiltración e instrumentalización de los secuaces huguistas, usados como
tontos útiles por otras fuerzas políticas que eran lo más absolutamente opuesto
al carlismo histórico y auténtico. Hoy día, en que el mismo Partido Comunista
Chino pide perdón por la revolución cultural de Mao y sus terribles
consecuencias, podemos contemplar con mayor perspectiva la aberración
ideológica en que quisieron transformar el carlismo.
Hemos dejado analizada
la utilización que la estrategia separatista hizo de los desvaríos huguistas.
Sin embargo también fue notable la confluencia que en esta infiltración protagonizó
el comunismo, y más concretamente el maoísmo. Para la posteridad han quedado
las definiciones que con afán científico hiciese Carlos Hugo de su
escisión ideológica, como socialismo
autogestionario. Esta definición en un primer momento se sitúa en la onda
del régimen de la Yugoslavia de Tito, cuyos espantosos frutos llegan hasta
nuestros días. Pero tuvieron más peso en la misma una serie de grupúsculos
radicalizados por la revolución cultural de Mao.
Carlismo
y socialismo. Questio disputata?
Procede dejar apuntada
una explicación lo más definitiva posible sobre el carlismo y el socialismo, no
tanto por la inexistente rémora de aquella escisión ideológica sino de los que
legítimamente opuestos a la misma puedan incurrir en cierta tentación derechista
o conservadora. La escolástica invita a clarificar los términos antes de
iniciar una discusión, sin embargo la eclosión nominalista vino a sembrar el
subjetivismo y el relativismo en los significantes; por eso una de las
características de la política en la modernidad es el puro voluntarismo en el
que los términos valen lo que el más poderoso quiere. Así, socialismo en un
sentido estricto y común tuvo una acepción original que remitía al sistema
económico que quería repartir la riqueza entre la sociedad. En el mundo
anglosajón por ejemplo se podía hablar de Tory
Socialists, Guild Socialists, Christian Sociaclists, Traditionalist Socialists, etc. Desde
ese punto de vista existía una oposición al individualismo capitalista. Por
tanto sí podría entenderse que el carlismo tuvo elementos socialistas por su
decisiva oposición a la política económica del liberalismo. Sin embargo pronto
el término fue cautivo de la violencia de las internacionales y de la filosofía
del materialismo histórico y dialéctico del marxismo, para a posteriori ser
usado por los fascismos, pasando de designar una mera posibilidad de
organización económica a convertirse en una burda ideología, por lo que nunca
el carlismo lo usó como parte de su acervo doctrinal. Dentro de la literatura carlista
proliferaba cierta animadversión al mismo. Recordemos como por ejemplo Antonio
Navarro Villoslada en su célebre escrito El
hombre que España necesita, de 11 de diciembre de 1868, que encumbró
políticamente a SMC Carlos VII:
cuando ruge el socialismo en
Andalucía y gruñe en el resto de la península... ¿no ha de haber un hombre que
nos saque de la anarquía?…
SMC Jaime III, el Rey que afirmó que daría hasta la última gota de su
sangre para luchar contra el comunismo pudo llegar a afirmarse puntualmente
como socialista en el sentido primigenio señalado. Lo usaban todos los que
entendían el sistema capitalista como inviable y moribundo (hasta la I Guerra
Mundial, que lo salvó, casi todos los hombres inteligentes pensaban así).
Siendo uno de los Reyes con más preocupación por los temas sociales jamás en
ningún documento político usó el término socialista, intuyó muy rápidamente el
equívoco en que podría incurrirse pues las izquierdas lo habían ideologizado.
Interesa señalar este dato, por el intento de manipulación de Don Jaime por la
escisión huguista (destacados carlistas han señalado que seguramente S.A.R. Don
Sixto con el rey de la dinastía legítima que más afinidades políticas y
caracteriológicas sea precisamente con el propio Don Jaime).
El libro rojo de Carlos Hugo, para inventar su carlismo socialista
Otro argumento que usan para justificar su demencial desvarío es un
texto de un libro que publicó J. M. Múzquiz en 1870 titulado Consulta a los electores de Estella y
por el cual fue expulsado del carlismo, comenzando a militar en el foralismo
liberal de Yanguas Iracheta. Sin embargo está muy lejos de justificar su
escisión, y simplemente usa una referencia descriptiva que después
desarrollaría Vázquez de Mella. Señala Múzquiz:
Hay que pensar sobre todo en que a la raza
latina, eminentemente socialista, se le ha arrancado la idea de Dios; y hay que
pensar, en fin, en el inmenso peligro que amenaza a la sociedad española el día
en que las masas carlistas, que son socialistas, lleguen a perder toda
esperanza de restauración.
Precisamente la tesis de Múzquiz y de Vázquez de Mella expresa como la
perdida de todos los elementos unitivos de la doctrina deriven en una escisión
de los mismos y a una deriva ideologista, que fue precisamente lo que pasó con
los huguistas. La Comunión Tradicionalista expulsó a Múzquiz del carlismo no
por esa tesis, sino por una serie de consideraciones erradas sobre el sentido
de los fueros.
Hasta aquí llegan las menciones al socialismo dentro del carlismo. Si podría ser legítimo considerar al carlismo histórico como una suerte de socialismo blanco antimarxista, por oposición al socialismo rojo internacionalista y al socialismo fascista nacionalista, jamás el carlismo se etiquetó así. Si el factor socioeconómico era importante dentro del carlismo jamás fue el decisivo, por lo que sería poco acorde a la realidad limitar el carlismo a ese aspecto. El carlismo se caracterizaba y singularizaba por la defensa de unas banderas que nadie más defendía: tradicionalismo y legitimismo.
Por último recordemos cómo los
años inmediatos a la Victoria se produce una deriva fascista del régimen y los
carlistas denuncian precisamente el carácter socialista del mismo. El 25 de
julio de ese año se celebró una Misa en la parroquia de San Vicente Mártir de
Abando (Bilbao) por los Reyes de la Dinastía Legítima y los requetés muertos en
la Cruzada a la que siguió una enorme manifestación por las calles con gritos
contra Franco, de Viva el Rey y Abajo el socialismo de Estado. En venganza por
esos lemas que se daban al salir de las misas casi clandestinas que aquellos
años se organizaban un grupo de falangistas lanzó bombas de mano el 16 de
agosto de 1942 contra los carlistas que celebraban otra Misa por los Reyes
carlistas y los requetés muertos. De nuevo se escucharon gritos de Abajo el
socialismo de Estado contra los falangistas.
Años sesenta del siglo XX, cuando la
Esperanza se convierte en utopía. Cuando la realidad es la voluntad del
partido.
En los años 60 se produce la irrupción de una nueva izquierda urbanita,
hija de la pequeña burguesía, procedente de un mundo de cultura católica que
precisamente cambia el espacio social de la religión por el paradigma de la liberación. Se agrava el carácter
ideológico del socialismo. En realidad cada vez se habla menos de economía o de
reformas sociales, lo que se esconde tras la coartada de socialismo son típicas
reivindicaciones progresistas de la
fase débil o decadente de la modernidad: ataque a cualquier autoridad de orden
natural, abortismo, legalización de las drogas, homosexualismo, feminismo, etc.
Y frente al supuesto alejamiento del comunismo soviético de su pureza marxista
tras la muerte de Stalin se levanta un nuevo mito: el de la China comunista y
su revolución cultural.
No pudo buscarse un referente más burdo ni un régimen más dogmático y
criminal. La imposición de un mundo abstracto sobre la realidad, que es lo que
prefiguró la primera revolución liberal, alcanzó su mayor grado de paroxismo
con el proceso sistemático desarrollado por Mao Tse-tung entre 1966 y 1976. La excusa era
eliminar todos los residuos de la contrarrevolución
que en su concepto quedaban aún en China y posibilitar de este modo el pleno
desarrollo marxista. Para ello emprendió en una verdadera depuración contra
todo sospechoso de contrarrevolucionario.
Muchos funcionarios del gobierno en el ámbito central y periférico fueron
destituidos o despojados de su autoridad. Se persiguió a las autoridades
académicas reaccionarias y los cuadros del Partido fueron
reorganizados sin contemplación al tiempo que se procedía a un radical cambio
en las estructuras sociales.
Al frente del Partido
Comunista y después de una dura y larga guerra de guerrillas Mao Tse-tung conquistó el poder en China en 1949.
Persiguió con mano de hierro no solamente a sus enemigos ideológicos sino
también a los renegados revisionistas
de sus propias filas. En ese contexto retomó el viejo concepto leninista, luego
desarrollado por Gramsci, de la revolución cultural destinada a
cambiar la percepción de las personas respecto de las injusticias de la
organización social y generar en su ánimo las condiciones subjetivas de
la revolución.
La represión de la Revolución cultural maoísta
La revolución cultural promovió
la denuncia indiscriminada contra todo lo que era o parecía elitismo
y se desmandó en toda suerte de manifestaciones iconoclastas. Las guardias
rojas, que fueron las encargadas de ejecutar la tarea, cometieron toda
clase de tropelías contra el arte, la literatura, la música, la educación y la
cultura de China so pretexto de purgarlas de las influencias occidentales e
irrogaron graves humillaciones a los supuestos responsables de la contaminación
contrarrevolucionaria. Los estudiantes de las guardias rojas se alzaron
incluso contra sus propios profesores, a quienes humillaban e incluso
asesinaban; algunos hasta se hicieron servir carne humana en la cantina o se
comían los órganos de los ajusticiados. Visceralmente antiintelectuales,
estudiantes comunistas sádicos y fanáticos obligan a profesores, técnicos,
científicos, escritores, artistas, etc. a hacer durante horas el “avión” (mantenerse
con los brazos en cruz y el pecho hacía adelante mientras el tórax se mueve
imitando el vuelo de un avión) hasta el agotamiento, mientras los insultan; les
hacen desfilar por las calles, con orejas de burro, mientras los golpean.
Algunos mueren por esa causa, otros se suicidan.
En todas partes del país, hasta en la aldea más pequeña, la policía
política abre mazmorras improvisadas, y el hacinamiento y las condiciones son
de una dureza sin precedentes: hasta 300 detenidos en una celda de 100 m2.;
raciones alimenticias de hambre, agotamiento por el trabajo; disciplina
inhumana, con violencias físicas constantes, torturas variadas y sádicas. Las
revueltas terminan en masacres.
Lo poco que
quedaba de catolicismo es exterminado. Los misioneros hace años que han sido
expulsados de China, pero el catolicísimo ha penetrado fuertemente entre
grandes capas de la población. En un primer momento, con la intención de
fortalecerse y evitar más enemigos, el comunismo crea la llamada Iglesia patriótica para distanciarse de
Roma y controlar a los creyentes. Son pocos los que la aceptan y comienzan los
primeros mártires. Pero la revolución cultural arrasa con todo, con los
católicos auténticos, romanos, y también con los patrióticos. Iglesias y
catedrales son profanadas, se destruyen los sagrarios, se pisotea el Santísimo
Sacramento. Los católicos son golpeados y sometidos al escarnio público. Se
oponen a blasfemar tal como les exigen los jóvenes guardias y entonces son
martirizados de forma horrible; son mutilados, quemados vivos, etc.
Muchos
templos budistas son destruidos y manuscritos antiguos quemados. Se terminan
con los pocos vestigios que quedaban a la vista de las civilizaciones
imperiales. Ni siquiera se salvan muchas piezas de museo. La Gran Muralla es
destruida en parte, se incrementa la xenofobia, está mal visto que la gente
plante flores en los propios jardines, se les corta por la fuerza a quienes
llevan el pelo largo o engominado, se destrozan los pantalones apretados, se
arrancan los tacones altos, se detienen a los transeúntes para obligarles a
recitar una cita de Mao...
Paradójicamente,
cuando Mao ve que la Revolución Cultural está perjudicando al país y
envolviéndolo en un caos, ordena al ejército que actúe contra los fanáticos
jóvenes guardias, ocasionando con ello una guerra civil larvada. La segunda
mitad de 1968 está marcada por el control generalizado que logra el ejército y
las milicias a las órdenes del partido, por la disolución de los guardias, por
el envío de millones (más de cinco hasta 1970) de aquellos jóvenes a centros de
rehabilitación semicarcelarios. A los que se rebelan se les ejecuta en masa. La
China de 1969 y de los años siguientes está sembrada de violencias, de
campañas, de consignas...
El comunismo
en China lleva ocasionados de seis a diez millones de víctimas directas, incluidos
miles de tibetanos (unos ochocientos mil). Además, decenas de millones de los
llamados contrarrevolucionarios pasaron un largo período de su vida en el
sistema penitenciario (laogai) y tal vez 20 millones murieron
sufriéndolo, de los 50 millones de individuos que hasta mediados de los años
ochenta estuvieron presos.
Los tres
años de catástrofes naturales, como los definió el régimen, no eran tan
naturales; fueron los resultados de una política errónea. Los campesinos
contaban que, en 1959-60, era tanta el hambre que no tenían fuerza siquiera
para recolectar el arroz maduro, y ese había sido un buen año. Muchos habían
muerto de hambre viendo cómo los granos de arroz caían en el campo, impulsados
por el viento. En ciertos pueblos, no se encontraba nadie para ir a recoger la
cosecha.
(...)
Delante de mi vista, entre las malas hierbas, surgió de pronto una escena que
me habían contado: la de familias que intercambiaban entre ellas a sus hijos
para comérselos (...) Mao había iniciado el gran salto adelante y obligado a
millares y millares de campesinos aturdidos por el hambre a abatir a golpes de
hoz a sus antiguos compañeros y a salvar de este modo su propia vida gracias a
la carne y a la sangre de sus compañeros de infancia.”
(Wei Jingsheng, de la aldea de Anhui)
Por último la principal secuencia en el continente asiático
de la revolución cultural fue el genocida régimen de los Jemeres Rojos en
Camboya. Llevada al extremo el visceral odio antiintelectual el mero hecho de
llevar gafas era considerado contrarrevolucionario, causando la muerte entre
1975 y 1979 de cerca de dos millones y medio de personas en una población de
ocho.
El genocidio camboyano de los Jemeres Rojos maoístas
Maoísmo en Europa.
El mito de los
jóvenes guardias chinos luchando por una revolución marxista prístina deslumbró
a muchos pequeño burgueses europeos, persuadidos y extraviados mentalmente por
la colorista propaganda maoísta. Pero también fue utilizado por los agentes de
la CIA en Europa para dividir al comunismo exaltando sus dogmatismos. Además
Estados Unidos había reconocido a la China comunista, con la que mantenía
importantes relaciones comerciales, llegando un presidente republicano como
Richard Nixon a realizar una visita oficial a la misma. Una operación que
curiosamente fue tolerada por los agentes de la KGB, pues ya Estados Unidos y
la Unión Soviética habían llegado al acuerdo de los espacios de influencia
mutua que culminarían con la Ostopolitik. Desde el propio Moscú se aceptaba que
los partidos comunistas tenían que coexistir con los capitalistas y no tenía
interés en que se llegasen a ganar elecciones, bastaba con que las influencias
culturales del marxismo se impusieran, algo que aceptaba perfectamente el
capitalismo liberal.
El grupo maoísta por
excelencia del mayo francés fue el llamado Gauche
Prolétarienne, fundado por maestros del estructuralismo y el psicoanálisis,
la mayoría de origen hebreo. Todos los indicios apuntan a que recibió abundante
financiación americana y llevó los derroteros de la izquierda hacía la defensa
de paradigmas de pensamiento débil, lo que generaba grandes desencuentros con
la izquierda clásica más atenta a la problemática social. El maoísmo en Europa
por tanto jugó un papel de disidencia controlada dentro del sistema, no
poniendo en tela de juicio el sistema económico capitalista, sino atacando las
instituciones tradicionales de orden natural que forjaron la Cristiandad. Uno
de sus mayores exponentes será Daniel Cohn-Bendit, judeoalemán estudiante de la
Sorbona, que trabajaba en una denominada guardería autogestionada en la cual
realizó, según propia confesión de sus memorias, tocamientos a los niños a los
que invitaba a explorar su propia sexualidad. Y no faltaron las principales
exponentes de la llamada liberación
de la mujer, Françoise Picq o Nadja Ringart, mientras en la China maoísta la
mujer estaba absolutamente relegada a un papel doméstico y no había ni una
entre los dirigentes del Partido.
En Italia los
maoístas adaptaron en un determinado momento una posición más contestataria. En
ningún otro Estado de Europa occidental se había hecho tan patente la entente
capitalista-comunista (o “clerical-marxista”). La doctrina maoísta sedujo
particularmente a los jóvenes izquierdistas, pues la idea de un obrerismo
antiintelectual que apelase a la acción directa resultaba para algunos más
interesante que el sovietismo que proponían los partidos comunistas. La
Revolución Cultural China fue propagada en Europa como una revuelta de jóvenes comunistas, organizada espontáneamente por ellos para eliminar
a los funcionarios estatales corruptos que, buscando el beneficio propio,
perjudicaban a la población. Esta falsificación de los acontecimientos
resultó ser exitosa, ya que muchos jóvenes de la época se sintieron atraídos
por la idea voluntarista de que el desarrollo de acciones revolucionarias
protagonizados por ellos mismos podía cambiar el curso de la historia.
Los maoístas italianos no está
tan claro que participasen de la financiación americana, pues su origen fue más
proletario y una respuesta ante la indolencia del PCI ante la democracia
cristiana, sobre todo tras su IX Congreso. Esto les llevó a protagonizar
alianzas con los grupos neofascistas extraparlamentarios, principalmente con
Avanguardia Nazionale, con los que ocuparán la Universidad de La Sapienza
durante 1970. Como las consignas de ciertos
grupos neofascistas eran furiosamente antisoviéticas, antinorteamericanas y
antisionistas –similares a las que promocionaban los maoístas de la época–, la
prensa italiana inventó el apelativo "nazi-maoísta" para caracterizar
a algunos de estos grupos, los jóvenes
neofascistas estaban dispuestos a recurrir a estrategias de acción directa,
similares a las que los maoístas empleaban. La principal agrupación sobre la que pesó ese
calificativo fue la Organizzazione Lotta di Popolo, grupo neofascista radical
nacido en 1969 y disuelto en 1973 y definida como nazi-maoísta. En aquella época el neofascismo
italiano se encontraba muy influenciado por las teorías de Julius Evola, sobre
todo por las vertidas en Gli uomini e le rovine, libro donde Evola convoca a una reacción general
radicalizada en contra del mundo moderno.
Las Brigadas Rojas italianas, organización terrorista fundada en 1969 y responsable de numerosos asesinatos durante dos décadas, fue sin duda
la organización armada en Europa más
próxima al maoísmo e influenciada por el.
En la Alemania
Occidental la Liga Comunista junto a la exigencia de la dictadura del
proletariado hace bandera principal de los cambios sociales en las relaciones
familiares y se muestra especialmente combativa contra el papel de la religión,
particularmente contra el catolicismo romano. Su papel es especialmente
interesante, pues por su cercanía al Muro representa una oposición a
determinados dictados soviéticos, lanzando frente al llamado “Muro de
protección antifascista” (el llamado Muro de Berlín) la consigna dogmática de
que “con Stalin no había Muro”.
Maoísmo en España.
En España el maoísmo
entró por Francia, con lo que adquirió sus principales características:
subordinación de lo social y la dictadura del proletariado al estructuralismo.
Apenas había maoístas en las fábricas, se trataba de un combate de bandas en
las calles y en las universidades. Por las organizaciones maoístas pasaron
entre otros Federico Jiménez Losantos o la ex ministro de educación del PP
Pilar del Castillo (a la que Carlos Hugo en un gesto deleznable entregó parte
del Archivo Carlista que custodiaba la Familia Borbón-Parma en 2004).
El primer partido
maoísta en España es el PCE (marxista leninista), a cuyo amparo nace el grupo terrorista
FRAP. En el mismo militarán entre otros el eterno presidente de “Movimiento
contra la Intolerancia” Esteban Ibarra o el que fuera conseller del gobierno
valenciano del PP y hoy implicado en graves escándalos de corrupción Rafael
Blasco, así como el padre del dirigente de Podemos, Pablo Iglesias. Su
presidente y fundador fue el francmasón y Comisario de Guerra (cargo durante el
cual se cometieron cientos de asesinatos en el contexto de la represión roja)
Julio Álvarez del Vayo.
Junto a él en 1975 se
forma el PTE (Partido del Trabajo de España), como evolución del PCE (i),
plenamente integrado en el complejo de la llamada oposición democrática. Su
fundación y financiación planteó muchos interrogantes desde el primer momento,
siendo denunciado como una creación americana con la que hacer participar al
comunismo dentro de la oposición. Sus juventudes, emulando plenamente la
experiencia de la revolución cultural se denominarán Joven Guardia Roja.
Constituían auténticas bandas de delincuentes juveniles que simultaneaban la
política con el trapicheo de drogas o los robos a pequeños comercios.
Al PTE se uniría la
ORT, Organización Revolucionaria de los Trabajadores, la ORT se constituyó en 1969. Tenía
su origen en medios católicos y buena parte de su militancia inicial procedía
de la radicalización de la Acción Sindical de Trabajadores (AST), un movimiento
sindical católico nacido en las HOAC, y fue dirigida por el rico
terrateniente manchego José Sanroma Aldea. En esta formación se da
especialmente la modificación de la Esperanza por la utopía, pues sembró las
consignas de la confusión marxista principalmente entre los sindicatos de la
Acción Católica. Cuando la Justicia se transforma de virtud a ideología los
efectos sobre la Fe acaban siendo devastadores, y los frutos de
descristianización resultan claros. Sus juventudes se hicieron llamar, Unión de Juventudes Maoístas. El PTE y la ORT acabarían fusionándose en el Partido de los Trabajadores de España.
También se declararon maoístas los integrantes del Partido Comunista de España (reconstituido), brazo político que impulsó al grupo terrorista GRAPO, grupo donde militó Pió Moa, hoy celebrado historiador en la órbita de la derecha conservadora.
Por último en línea
maoísta estaba el Movimiento Comunista de España, sector salido de la V
Asamblea de ETA. Pese a que fue expulsado por excesivamente obrerista y
supuestamente poco nacionalista nuevamente su preocupación principal no fueron
las condiciones del obrero ni las relaciones laborales, por el contrario
protagonizó las primeras campañas públicas anticatólicas y anticlericales en
muchos años en España. Especialmente violenta fue su oposición a la visita del
Papa Juan Pablo II a España y sus campañas abortistas.
El diario La Voz de España de San Sebastián, el 10 de febrero de 1976, daba la noticia de una pancarta-bomba trampa para la policía de la moaísta ORT
Los maoístas protagonizaron
innumerables actos violentos. En el transcurso
de los graves incidentes ocurridos el miércoles 10 de mayo de 1978, en
Pamplona, a la finalización de la manifestación tras el funeral por el alma del
guardia civil Manuel López González, que murió víctima de un atentado
terrorista de ETA en la madrugada del día anterior resultaron heridos un
subteniente de la Guardia Civil y un miembro de la Policía Armada. El
subteniente, Juan Manuel Eseverri Chavarri, de 51 años de edad, natural de la
localidad de Aibar (Navarra), fue cosido a puñaladas y pateado en la calle
Chapitela de la ciudad de Pamplona, por varios individuos del grupo maoísta
Movimiento Comunista Iraultza, procedente de ETA VI-Asamblea, y así conocido
por su lema: Iraultza ala hil (Revolución o muerte). Presentaba 10 incisiones
por arma blanca, la más grave a la altura de un costado, otras le afectaban en
el cuello, mano y tórax. Siendo trasladado a la residencia Sanitaria Virgen del
Camino, donde ingresó sin perder el conocimiento fue intervenido
quirúrgicamente, días después, sobre las cuatro de la madrugada del miércoles
17 de mayo de 1978, falleció a consecuencia de dichas heridas.
Infiltración e instrumentalización de Carlos Hugo por el maoísmo
Todos estos partidos van a aprovechar la brecha abierta dentro del carlismo por Carlos Hugo para ocupar los espacios que el pueblo carlista iba dejando. La infiltración de maoístas en los actos carlistas desde los que lanzan sus consignas progresistas y sus alabanzas al genocidio de la revolución cultural iba a provocar el estallido violento de 1976. Incluso hubo medios informativos que afirmaron que una de las víctimas de Montejurra 1976, Ricardo García Pellejero, que no era miembro del partido carlista, era militante o simpatizada con la maoísta ORT. De hecho la propia ORT fue una de las invitadas y tuvo un cortejo propio en aquel aquelarre de la extrema izquierda que organizó Carlos Hugo en Montejurra.
En el
país Vasco y Navarra, el partido carlista-EKA, participó en la Euskal Erakunde
Herritarra (Organización Popular Vasca), organismo electoral de la izquierda
revolucionaria con la intención de presentar candidaturas en las elecciones de
1977. Estaba compuesto por los partidos de la Koordinadora Abertzale
Sozialista, (EHAS, LAIA, EIA, LAB y LAK), junto con los maoístas, ORT, PTE, y
EMK. La candidatura no prosperó finalmente por la
postura de la KAS de boicotear el proceso electoral antes las presiones recibidas de
ETA (m).
Será, sin embargo, con el Movimiento Comunista de España con quien el partido huguista
tendrá más estrechas y profundas relaciones. Se crearán alianzas estables en
muchas regiones. En Valencia se constituyó el Bloc Autonómic Valencia d´Esquerres (BAVE), el pacto se rompió antes de las elecciones
generales de 1977 por divergencias partidistas. En otras regiones la alianza si
llegó a las urnas de 1977, como en Cataluña donde se formalizó la candidatura
CUPS o Zaragoza con el Frente Autonomista Aragonés. En Madrid el partido carlista apoyó la lista de la Candidatura de Unidad Popular, impulsada por los maoístas. El MCE fue el
principal aliado de los huguistas en estas elecciones, como lo habían sido en
los años precedentes en los organismos de la oposición como la Plataforma de
Convergencia Democrática o la posterior Platajunta. Se firmaron numerosos documentos, declaraciones y manifiestos conjuntamente en toda España. En el Informe sobre las elecciones legislativas del 15/6/1977 del
partido carlista elaborado por Miguel Álvarez Bonald, responsable de la
Comisión Federal electoral huguista, se refleja claramente la seducción producida por el maoísmo en el partido carlista:
se manifiestan también
en el seno de los propios militantes tendencias encontradas. Desde los que proclaman que nuestra línea debe
de estar en la más pura ortodoxia marxista, y que el partido es el único que en
España puede llevar a cabo lo que Mao realizó en China, hasta los que -sin
haber entendido casi nada- siguen por una devoción ciega
Cartel común huguistas, con los maoístas del MC y los independentistas
También se constituyó en el seno de las Comisiones Obreras, CC.OO., la
llamada Corriente Unitaria, que agruparía a los huguistas y maoístas del MCE en
una misma táctica sindical dentro del sindicato. La participación en todo este
maremágnum por parte del partido huguista fue siempre de mera comparsa y de
segundones, el peso real siempre lo tuvieron los maoístas. Como consecuencia de
estas extrañas alianzas la prensa nacional empezó a llamar con cierta
frecuencia al partido huguista, “carlistas de Carlos Marx” y a su ideología como
“carlo-maoísta”. Ya el domingo 30 de octubre de 1966 el periódico
Informaciones publicaba un artículo titulado Ayer en el Cerro de los Ángeles donde comparaba al huguismo con Mao.
Jon Juaristi afirma en su libro El bucle melancólico:
Luego cuando desde ETA
comenzamos a colaborar con los Grupos de Acción Carlista- un grupúsculo de
seguidores de Carlos Hugo de Borbón Parma- hice amistad con algunos jóvenes
pistoleros carlomaoístas de la comarca.
Eduardo Uriarte miembro de ETA y uno de los fundadores de Euskadiko Ezkerra,
coalición entre el Euskal Iraultzarako Alderdia (EIA) y los maoístas del Euskadiko Mugimendu Komunista EMK, para las
elecciones de 1977, en Vizcaya, Guipúzcoa y Alava, en
su libro, 1833, La insurrección de los
vascos, publicado por la editorial Hórdago en 1978 y escrito desde la cárcel,
intenta otra delirante comparación entre los carlistas y los maoístas. Esta
comparación ya no pone a los carlistas como reaccionarios, sino como verdaderos
predecesores de la “Guerra Popular” al estilo maoísta, en cuanto a una guerra
donde la población se implicó de forma masiva, como fue la de 1833. Uriarte
enlazaba en su libro a Zumalakarregi con las guerras anticoloniales desde la
comprensión de la mecánica de la Guerra Popular aplicada por los movimientos revolucionarios.
Como se ve, la tesis del miembro de ETA está en plena sintonía con los
elucubraciones de Carlos Hugo y su entorno de aquellos años.
Fraseología y retórica filo-maoísta en las FARC huguistas
En su libro sobre las llamadas FARC, Fuerzas Activas Revolucionarias Carlistas, (tendencia extremista dentro del hugismo), Javier Onrubia Rebuelta, exfalangista reconvertido en ferviente huguista, confirma la apreciable influencia maoísta en el grupo:
La figura de Mao Tse-tung en su doble condición de guerrillero triunfante y destacado teórico. Sus ideas sobre democracia popular, la importancia dada al campesinado, la guerra popular y prolongada, la lucha de clases en la sociedad socialista, las contradicciones y muy especialmente, el aspecto "ético" de su obra, hicieron de él un líder revolucionario muy admirado (...) se hicieron de obligada lectura, igual que el ya legendario "Libro Rojo". Sus ideas calaron muy hondo entre la juventud de todo el mundo.
Seguidamente señala la composición ideológica de las FARC hugistas:
Según el testimonio de un miembro de la Coordinadora de las FARC, Burgos y Valladolid representaban la tendencia marxista más ortodoxa, Vizcaya y Navarra la troskista y el resto la maoísta.
El partido carlista llegó a
editar un cuaderno interno de formación titulado, China un Estado Revolucionario, de 58 páginas que analizaba la
China maoísta y la comparaba críticamente con el proyecto huguista. Lo que demuestra la atención que mostraban los huguistas por el maoísmo chino.
La aceptación del marxismo por parte del Partido Carlista, quedaba clara, sirva como botón de muestra, las declaraciones de Laura Pastor, lider del huguismo en Valencia, en enero de 1976:
Nosotros partimos del principio de lucha de clases y no aceptamos un tipo de democracia formal, salvo como vía de tránsito, ya que aspiramos a un estado socialista
La prensa maoísta española en apoyo del partido hugista en los sucesos de Montejurra 1976
En la transición la política y táctica de Carlos Hugo fue un
mero seguidismo de los presupuestos del maoísmo más demencial. El propio Carlos
Hugo llegó a visitar China en 1975 invitado por el propio Mao Tse-tung. Allí
fueron siguiendo nuestra curiosidad
revolucionaria como afirmó de estos viajes a paraísos socialistas, como Cuba o la propia URSS, la denominada
Princesa Roja, María Teresa, hermana y verdadera mentora ideológica de Carlos Hugo.
Este alegre periplo en 1975 por la China maoísta, un régimen que sólo
durante el periodo concreto de la revolución cultural asesinó según las cifras
más bajas a tres millones de personas, fue relatado en el libro de José Carlos Clemente: Carlos Hugo de Borbón Parma:
Historia de una Disidencia, Planeta, 2001. Las conclusiones del
mismo son absolutamente delirantes, ensalzando un modo de producción que había
conducido a la ruina y a la hambruna a las masas campesinas, así como el
dirigismo de las fábricas, en las que la obligación de recitar durante veinte
minutos los credos comunista y maoísta le resultaba muy simpático a Carlos
Hugo. Aún así reconoce la absoluta falta de libertad con la que se encontró en
las fábricas y en las calles, así como la que reinaba entre los propios
cristianos “patrióticos”, aunque el libro está escrito en 2001, cuando el
comunismo estaba totalmente fracasado, por lo que esas críticas se les guardó a
su vuelta del viaje. Si inmediatamente después del viaje tenía la impresión de
esa absoluta falta de libertad ello no fue óbice para uncirse a los mismos que
reclamaban la aplicación de dicho régimen en España.
La Unión del Pueblo, Órgano del
Comité Central del maoísta Partido del Trabajo de España (PTE), nº 27, 10-16 de
noviembre de 1977. Nazario Aguado en representación del PTE interviene en la
clausura del congreso del partido carlista, y saluda en su nombre a Carlos Hugo
En el congreso que el mal llamado
Partido Carlista celebró en 1977 en Madrid, quedó patente una vez más el
influyo maoista. En el mismo intervinieron Jordi Jaumandreu de la LCR troskista y los principales dirigentes
maoístas en España: Eugenio del Río del MCE, Avelino Hernández de la ORT y Nazario Aguado del PTE. Para
que quedase más claro el total apartamiento de cualquier posicionamiento
carlista también participó en dicho congreso Eduardo Prada de la Agrupación
Republicana Democrática Española, ARDE, una formación que se decía heredera de
Manuel Azaña, compuesta por masones confesos y radicalmente anticlerical. Y
Joaquín Satustregui, de Alianza Liberal. De una familia donostiarra de
acomodados partidarios de la dinastía liberal pasó del alfonsinismo
fascistizante de Renovación Española, a participar en el conturbenio de Munich
siguiendo órdenes del llamado "conde de Barcelona" hasta fundar la
ultraeuropeísta y ultraliberal Alianza Liberal.
En contraposición los
carlistas prestaron atención preferente a los acontecimientos acaecidos en
China, haciendo propaganda denunciando las mentiras del maoísmo. Los carlistas
denunciaron el ignominioso cese de relaciones diplomáticas de España con la República China libre (Formosa) en 1973,
despidiendo al embajador junto a cientos de españoles que rendían homenaje a la
misma. Los carlistas protestaban por la rendición del franquismo ante el comunismo. En agosto del mismo año se abre el Centro Sun Yat-Sen, que actuaría como
oficina económica y cultural de la China libre en España. El director de dicho centro reconoció la labor de los carlistas, y a sus expensas incluso se pagó
una campaña de propaganda de la Agrupación de Juventudes Tradicionalistas.
El gran pensador tradicionalista don Francisco Elías de Tejada ya había afrontado el pensamiento político tradicional chino en múltiples estudios. Señalando que las ideas políticas y morales constituyen un aspecto esencial de la filosofía clásica china. El arte del bien gobernar y el desprendimiento místico inspiran sus ideas que se recogen en un orden natural común al del tradicionalismo hispánico. Elías de Tejada estuvo en Formosa como profesor universitario y hablaba el chino mandarín. Francisco de Guinea Gauna, Requeté, fue condecorado con la Cruz de Oro de Taiwan, una alta condecoración del gobierno de la China libre.
Por último, en una
audiencia mantenida hace tres años en Madrid con jóvenes tradicionalistas,
S.A.R. Don Sixto daba cuenta de cómo había recibido en aquellos días en el
Castillo de Lignières a una delegación de la familia imperial china. La misma
le había asegurado que en China una vez visto los colapsos capitalista y comunista
estaba empezando a despertar un renacimiento espiritual como respuesta a las
ideologías materialistas. El Abanderado de la Tradición hacía votos para que
pronto así sea, y una China renacida espiritualmente y restaurado su régimen
tradicional, pueda ser, junto a Rusia, un contrapeso a la prepotencia del orden
mundial anglosajón.