No nos engañemos, Mariano Fazio no critica tanto el pensamiento de Hilaire Belloc como a toda la Iglesia Católica anterior al Concilio Vaticano II de la cual Hilaire Belloc era un hijo fiel y leal. Es acusado por estos “nuevos católicos seculares” por defender la doctrina que le enseñó la Iglesia. Quizás lo explique la postura contraria a la usura y a las plutocracias que siempre mantuvo Belloc. Este "nuevo catolicismo secular" tiene muy buenas relaciones con la banca y con las oligarquías económico-políticas del liberalismo católico.
El ataque al pensamiento del escritor inglés es un ataque a la doctrina tradicional católica. Mario Fazio se sitúa de pleno en la llamada “teología de la secularidad” surgida en y tras el Concilio Vaticano II; teología que se caracteriza por su obsesión en calificar de “clerical” a la Iglesia pre-conciliar, a la Cristiandad y a cualquier posición tradicional. Teología profesada y difundida por numerosos de los llamados “nuevos movimientos eclesiales”. Esta teología se caracteriza por incurrir de lleno en lo que el Santo Padre Benedicto XVI ha llamado “la hermenéutica de la ruptura”; es decir creer que el Concilio Vaticano II ha producido una ruptura con la doctrina tradicional de la Iglesia. Estos grupos hayan esta ruptura especialmente en la doctrina social y política; sus críticas a la cristiandad histórica y al magisterio social y político pontificio del siglo XIX, especialmente, acusados de “épocas y doctrinas clericales”; los sitúan en esta postura errónea de creer que es el Vaticano II quien deber juzgar e interpretar a la Tradición y no a la inversa como debe producirse en todo caso.
Porque de existir tal ruptura, por una coherencia vital, el católico debería rechazar el Vaticano II por contrario a la Tradición. Porque el dogma y la doctrina de la Iglesia sólo pueden "progresar" en un mismo sentido, sin contradicción ni variación sustancial.
Sólo recordaremos al señor Fazio que Santo Tomás enseña que el don divino que es la Gracia, es ofrecido para comunicarse a la naturaleza, incluso caída, por lo mismo la naturaleza sólo en la Gracia puede obtener con la elevación misma al orden sobrenatural , también la restauración y sanación de sus propias heridas en el orden natural y alcanzar sus propias perfecciones naturales. Todas las realidades humanas pueden y deben ser ordenadas, por ello, al fin último sobrenatural. La teología católica ha insistido siempre, frente a todas las herejías, que lo redimido es la “naturaleza humana” que es sanada y elevada. Todas las dimensiones que pertenecen a lo humano como tal son llamadas a ser salvadas y también a ser puestas al servicio de la salvación misma.
Las corrientes antropocéntricas de la filosofía moderna, con sus redenciones inmanentistas desintegran todo lo natural y su orden, ese orden que la Gracia pre-exige y que esta destinada a elevar. De aquí la necesidad y la legitimidad de toda acción que por los medios humanos defienda a la sociedad contra tales agresiones. Y de aquí, que la Iglesia haya hablado siempre de distinción entre los ordenes natural y sobrenatural pero nunca de separación.
Este era el sentido del lema del papa San Pío X: “Instaurar todo en Cristo”. Y esto es precisamente lo que niega esa teología de la secularidad tan en boga hoy en día en los católicos conservadores, que mediante un prejuicio de corte gnóstico que induce a considerar el orden natural como malo, como no asumible por la Gracia, llegan a considerar contra todo el magisterio y tradición de la Iglesia la secularización de la sociedad como un bien o en no vibrar ante la auténtica esperanza cristiana del Reinado Social de Cristo.
Hilaire Belloc: Defensor de la Fe. Frederick D. Wilhelmsen
Las Grandes Herejías. Hilaire Belloc