martes, 30 de agosto de 2011

Don Sixto Enrique de Borbón y Montejurra 1976

Entrevista en mp3: Pinchar Aquí


Un nuevo documento gráfico de interés sobre Montejurra 1976. Las imágenes fueron tomadas en su día por uno de los carlistas que allí aclamaron a Don Sixto Enrique de Borbón como Abanderado de la Tradición.


Manifiesto de Irache. 2 de mayo de 1976. Don Sixto Enrique de Borbón.

A LOS CARLISTAS:

Hace cien años, el 28 de febrero de 1876, Carlos VII, vencido por la adversidad, pasaba la frontera española por Valcarlos, camino del destierro, con sus últimas tropas leales, pronunciando entonces el famoso “Volveré” que resume la tensión y la esperanza del Carlismo.

Palabra que él mismo recordó en su testamento político, glosándola en su pleno significado: “Si España es sanable, a ella volveré aunque haya muerto. Volveré con mis principios, únicos que pueden devolverle su grandeza; volveré con mi Bandera que no rendí jamás y que he tenido el honor y la dicha de conservaros sin una sola mancha, negándome a toda componenda, para que podáis tremolarla muy alto”.

Sesenta años después de aquel grito profético, a la voz de mi Padre, en nombre de Don Alfonso Carlos y en el suyo propio, volvió aquella Bandera con más de cien mil requetés que brindaron a España su máximo esfuerzo y aún su propia vida, bajo el ideal de lealtad y de fe, sin odios ni rencores personales.

Con esta conmemoración del “Volveré”, creo oportuno dirigirme por primera vez a los carlistas, porque es esta Bandera la que me he visto obligado a recoger ante el abandono de quien teniendo el deber de defenderla no lo ha hecho, al haberse apartado de los principios esenciales del Carlismo, fuera de los cuales nadie puede pretender ser carlista.

Principios que puntualizó Don Alfonso Carlos como fundamentos intangibles de la legitimidad española, de obligada observancia. Como constan en Real Decreto de 23 de enero de 1936.

Principios que yo profeso y que me honro en proclamar, convocándoos para que los defendáis, haciendo honor a la continuidad histórica y política de la Comunión Tradicionalista Carlista a la que tenemos, en conciencia, el grave deber de exaltar y revitalizar para el bien de España.

1º. Confesionalidad Católica

Proclamamos que la Religión Católica, Apostólica y Romana es base esencial de nuestros principios y lazo inconmovible entre todos los miembros de la Comunión; así como justificación suprema de los sacrificios pasados, presentes y futuros de todos nuestros leales.

2º. Constitución Orgánica de la Sociedad

Mantenemos la necesidad de una constitución orgánica de la sociedad, mediante la restauración y la autonomía de sus asociaciones y corporaciones naturales, como base de un justo orden social y de la libertad efectiva del hombre frente al Estado; la representación política de las Cortes a través de las sociedades infrasoberanas, no excluyendo la participación eventual en aquellas, y a su lado, de determinados grupos orgánicos de opinión pública, ya que como dijo mi augusto Padre en su declaración de 3 de octubre de 1966: “La opinión pública no es título de poder, pero sí es título de representación, por ser indispensable a toda sociedad sana para la alta orientación de la política nacional”.

3º. Defensa de los Fueros

Recordamos, ahora que tanto se habla de regionalismo y se le admite como indiscutible, que la primacía en su enunciación y defensa corresponde al Carlismo bajo la fórmula de los fueros que no son privilegios sino reconocimiento de una realidad viva, la más justa y respetuosa con las libertades concretas, y una de las premisas fundamentales de la sociedad orgánica.

Por esto el Carlismo respeta a todas las regiones que han sabido conservar su Tradición política y componen la base de la actual nacionalidad española; pueblos cuyos derechos deseamos ver confirmados mediante organismos con autonomía regional, auténticos y genuinos, en beneficio de la superior unidad española, que a todos pertenece y que integra un ideal de Patria, incompatible con cualquier veleidad separatista.

4º Proclamación del Principio Monárquico

Sustentamos el principio monárquico tal como siempre lo defendió la Comunión Tradicionalista, sin el cual el Carlismo carecería de sentido. Manifestación que conlleva antes de todo el compromiso de mantener y de garantizar el ideario de Dios, Patria y Fueros, quintaesencia de la Tradición política española y expresión del pacto entre el Rey y el Pueblo. Pacto que vincula tan estrechamente a las dos partes, que ninguna puede separarse del mismo sin caer en perjurio.

5º Vigencia Política de la Tradición Española

Enraizamos nuestros conceptos políticos en la Tradición española, Tradición incompatible con el sufragio universal concebido como única fuente de legitimidad política; Tradición, como siempre, combatida por las fuerzas cómplices del liberalismo y del socialismo.

Estos son los principios irrenunciables para el Carlismo y que han de condicionar siempre la actitud que pueda tomar la Comunión ante cualquier problema.

Además, quiero dejar constancia de manera expresa, que es consustancial al Carlismo su preocupación por la justicia social. Por ello la Comunión Tradicionalista Carlista, que incorporó en forma oficial y solemne a su programa la doctrina social católica en las Actas de Loredán, seguirá abogando, con la máxima energía, por una amplia transformación social dentro de los principios cristianos en que se inspira, sin temor a la quiebra de determinados intereses cuya legitimidad moral resulta discutible.

Finalmente, no quiero cerrar este manifiesto sin invitaros a reconstruir la unidad del Carlismo que todos añoramos y que trataron de destruir los que se aprovecharon de una lealtad personal para proyectarla en contra de la fidelidad a los principios.

Yo, por estricto deber de sangre, sin arrogarme derechos que no me corresponden, ni renunciar a los que pudieran recaer en mí, quiero mantener en alto la Bandera de la Tradición y unir a los carlistas para que, en un momento grave para España y para el mundo, puedan ofrecer una doctrina y una organización ajenas a cualquier materialismo, sea marxista o capitalista, basadas sobre todo en su raíz histórica.

En épocas como la pasada, cuando se ha perdido el norte, es natural que algunos, desorientados, hayan buscado el acomodo que su conciencia o las circunstancias parecían indicarle como aceptable.

A nadie culpo, a nadie reprocho y a todos llamo para que juntos procuremos una vez más, servir lealmente los altos intereses de nuestra Patria.

¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA ESPAÑA!

En Irache, el 2 de mayo de 1976.

jueves, 25 de agosto de 2011

La tradición social cristiana frente al liberalismo

Fuente: Denis Sureau, “Una nueva teología política”. Granada. Editorial Nuevo Inicio *

Stephen Long ha publicado siete libros. El más celebrado desarrolla una profunda crítica del capitalismo bajo el título de Divina economía: La teología y el mercado. Aparecido en la colección Radical Orthodoxy, profundiza especialmente en ciertos análisis de John Milbank.

Contra Novak

Junto con los demás nuevos teólogos políticos, Stephen Long rechaza toda acomodación al liberalismo y al capitalismo. Se esfuerza principalmente en desmontar las tesis de Michael Novak. Este católico liberal acepta el liberalismo con sus leyes específicas, pero reconoce la necesidad de normas morales que tiene este sistema económico para poder prosperar. Como el capitalismo no produce valores por sí mismo, hay que encontrar en otro lugar la fuente de los valores necesarios para su funcionamiento. Las religiones son necesarias para esto, en particular el catolicismo. Ahora bien, el catolicismo, deplora Novak, ha sido demasiado a menudo hostil al liberalismo, por no comprender suficientemente los mecanismos de la economía moderna. Es importante, por tanto, reformarlo, renovarlo, abrirlo a esta realidad.

Novak se adhiere sin pestañear al principio básico del liberalismo económico: la “mano invisible” de Adam Smith mediante la cual la búsqueda individual de beneficios produce la riqueza óptima. Desde su punto de vista, ese ejercicio mecánico de una libertad negativa es independiente de la moral: sería incluso peligroso contrariar el juego de los egoísmos. Al mismo tiempo, Novak, en tanto que cristiano, defiende la libertad positiva de la persona que busca lo bello, lo verdadero e incluso el bien común. Long denuncia esta incoherencia.

La concepción de la libertad negativa propia de los liberales (libertad de no ser obstaculizado para actuar) conduce a defender los mercados y las empresas aun cuando tengan efectos moralmente nocivos. Ahora bien, para un cristiano, deberían estar subordinados a fines morales. Novak sólo retiene de la Doctrina Social de la Iglesia lo que pueda compensar las desastrosas consecuencias de un sistema cuyos principios son radicalmente ajenos a ella. La llamada a la religión y a la ética sigue siendo puramente extrínseca en un sistema cuyo resorte es la utilidad. Mientras que un gran pensador como Joseph Schumpeter habría comprendido la potencia moralmente corruptora y corrosiva del capitalismo (que engendra a su vez la reacción socialista), Novak se manifiesta incapaz de reconocer la lógica utilitarista, individualista y, por tanto, inmoral del sistema.

El error de los economistas modernos

Más allá de Novak, estima Long, la tarea del teólogo cristiano es desconstruir los fundamentos mismos del economismo moderno. Comenzando por la distinción entre los hechos y los valores, como si se pudieran analizar los primeros sin los segundos. Para la mayoría de los economistas modernos, los hechos son objetivos (las “leyes económicas” se imponen) mientras que los valores son subjetivos (ya se trate de la moral o de la religión). Pero Stephen Long rechaza esta concesión a la “ciencia” económica neoclásica o marginalista.

En lo que no es más que una ideología, los cálculos comparativos de costes de oportunidad se presentan como el fundamento de los análisis verdaderamente racionales de las opciones posibles. En su recensión del libro de Long, Pierre de Lauzun resume así la crítica del autor:

Puede parecer inocente decir: “La señora Harris habría podido ganar 50 dólares fuera de casa, en lugar de haber preparado la comida familiar: ése es el coste de oportunidad de su decisión de hacer la comida”. Todas las posibilidades se colocan aparentemente ante el individuo como opciones a priori equivalentes y medidas por una alternativa calculable. Pero la realidad es diferente: el papel y la significación de la comida familiar son tales que, por naturaleza, no son comparables con el dinero que se gana en una actividad cualquiera; porque la comunidad que es la familia no es sólo un hecho económico. El uso de cifras es, por tanto, engañoso. La base del razonamiento en costes de oportunidad es, dice, presentar nuestro mundo como dominado por la escasez (medible en cifras) y no por la plenitud (incluido el amor entre las personas). Además, los hechos no están aislados ni son separables; cobran su sentido en un todo vivido. Vayamos más lejos, dice él. Se podría pretender que, si en lugar de hacer el amor con su mujer, el señor Harris hubiera pagado a una prostituta 25 dólares, habría permitido a su mujer ganar 50 dólares trabajando fuera y habría aumentado la productividad general. Razonamiento que elimina completamente el significado del acto que habría realizado. La distinción hecho/valor es visiblemente absurda en este caso: el hecho del adulterio es mucho más significativo y, por lo tanto, más determinante de la decisión que cualquier cálculo de oportunidad medido por precios. Nota el autor además que la familia es el ámbito donde (afortunadamente) los razonamientos utilitaristas no se llevan a sus últimas consecuencias: ¿quién tiene hijos y los educa razonando en términos de la rentabilidad marginal de sus esfuerzos?

Editorial Nuevo Inicio

martes, 23 de agosto de 2011

El humanismo moderno anclado en el relativismo

El humanismo moderno se originó en los tiempos del Renacimiento, cuando, al descubrirse los manuscritos griegos, encontraron los eruditos en las Vidas paralelas de Plutarco, unos tipos de hombres que les parecieron más dignos de servir de modelo a los demás que los santos del año cristiano. Como así se humanizaba el ideal, el humanismo significó esencialmente la resurrección del criterio de Protágoras, según el cual el hombre es la medida de todas las cosas. Humanismo y relativismo son palabras sinónimas.

(Ramiro de Maeztu en Defensa de la Hispanidad)

Sólo la persona puede ser sujeto de derechos y deberes, no la naturaleza. Por tanto, no puede hablarse de derechos humanos universales, sino de derechos concretos de cada persona. El derecho natural lo que hace es crear un orden relativo a la naturaleza humana que se impone como un conjunto de deberes a las personas; por eso, los Mandamientos de la Ley de Dios se formulan como deberes y no como derechos: deberes de la persona respecto a la naturaleza. Lo que la Declaración de los Derechos Humanos pretende hacer es atribuir derechos a la naturaleza como reflejo de aquellos deberes, confundiendo la naturaleza individual con la persona, y fundando aquellos pretendidos derechos en una inexistente dignidad natural.

(Álvaro D´ors)

martes, 16 de agosto de 2011

Sobre la actualidad del carlismo

RECIBIMOS Y PUBLICAMOS ESTE TEXTO ENVIADO POR UN LECTOR Y COLABORADOR DE EL MATINER CARLI.

Durante su historia, el Carlismo ha experimentado muchas denominaciones. Se hizo llamar partido carlista, partido jaimista, Comunión Católico Monárquica, Comunión Tradicionalista o Comunión Tradicionalista Carlista, según variase su caudillo, o incluso simultáneamente. Sin embargo, todas comparten el depósito de la tradición, es decir, Dios, Patria, Fueros y Rey. Así lo decía Alfonso Carlos I:

Es impropio que nadie se titule tradicionalista fuera de nuestra gloriosa Comunión que es la única con derecho a llevar ese nombre, expresión de su bandera secular; como incomprensible es que pueda haber quienes se digan tradicionalistas y no quieran llamarse carlistas, o que usen el calificativo de carlistas estando fuera de nuestra disciplina.

Los nuestros pueden llamarse carlistas, jaimistas o tradicionalistas, pero siendo leales a mi persona y disciplinados a las autoridades de la Comunión.

Esta nuestra Comunión se llama oficialmente Tradicionalista; pero mucho me alegraré que nuestros Círculos, Juntas, requetés, margaritas y periódicos añadan al nombre de tradicionalistas el de carlistas, como reprobación de los que indebidamente usan el calificativo de tradicionalistas o el de carlistas estando fuera de la Comunión. [1]

El Carlismo nunca se comportó como partido y se rechaza siempre este concepto. Un ejemplo perfecto es Fal Conde, al que se le pidió más de una vez su presentación a las elecciones, con acta de diputado asegurada ―en una época en que la Comunión tenía grupo parlamentario propio― y rechazó la oferta, siendo él Jefe Delegado, por su total desconfianza hacia el parlamentarismo. Sólo en el falso «Partido Carlista» se le consideró así: El primer partido político desde 1833. El objetivo de un partido político es la llegada al poder a través del juego democrático. ¿Alguien se puede imaginar al partido carlista alternándose en el gobierno cual régimen bipartidista y parlamentario al modo liberal?

Y ya que no conviene jugar con las palabras y sus ambigüedades, se erigió el Carlismo en Comunión que en manos de Fal era la lealtad a la dinastía de un lado, y la fidelidad a los principios de otro, crean y mantienen un género de afección y de comunidad, que con ningún nombre mejor se ha denominado que con el de Comunión.

Por otro lado la naturaleza del Carlismo es, en esencia, el tradicionalismo. Sin embargo, y hecho doloroso es, hoy en día a la Comunión Tradicionalista, o Comunión Tradicionalista Carlista, le hace la competencia otra autodenominada «Comunión Tradicionalista Carlista». Olvidando que sin la obediencia al poder legítimo el Carlismo pierde toda efectividad:

Los carlistas leales, seremos carlistas mientras haya Carlismo y Carlismo habrá mientras haya Rey Carlista. Porque el Rey es el primer principio en el orden práctico de todo nuestro sistema ideológico. Los otros principios, aunque de mayor superioridad teórica, no se concibe que puedan propugnarse, faltando a la integridad de Causa que los caracteriza, sin llevar por delante en la acción la sustentación de los derechos legítimos del Rey, institución básica y piedra angular de nuestro credo.

Del Rey abajo, en el Carlismo los hombres no cuentan, no contamos.[2]

La situación actual sería muy parecida a los años anteriores a la II República, con un movimiento tradicionalista fragmentado. Esperemos por tanto que al igual que pasó durante la República se experimente un crecimiento y el retorno a la Comunión. La sedicente CTC tendría que renegar de los sentimientos que provocan su rechazo al Regente. Esta situación lo único que ha traído es confusión y tiempo perdido. Ya es hora que algunos se traguen su orgullo y dejen de apelar a motivos que hieden, como la discusión por la denominación de Comunión Tradicionalista Carlista, sobre la cual aducen que por el registro oficial de partidos políticos, que ellos consiguieron poner a su nombre, sólo tienen derecho a tal denominación ellos en solitario. Es cuando menos triste que aludiendo a un registro hecho ante un poder ilegítimo, se intente negar el uso de ella a la autoridad legítima. (A la misma Autoridad, por cierto, que dio instrucciones para ese mismo registro, a efectos de uso legal, en 1977). O un clericalismo, en algunos momentos exacerbado, que siguiendo la línea de actuación presente del clero y del episcopado, y evitando cualquier crítica hacia la misma, lleva a disparates en el tradicionalismo.

Dejémonos de «valores no negociables»; despleguemos la bandera de Cristo íntegra, completa, sin ninguna clase de atenuaciones. Al presentar un programa mínimo, puede decirse que ya en principio se reconoce la dificultad del triunfo de la verdad completa y la posibilidad del fracaso.[3]

Ya no queda duda de quién está con quién. Lo que no es Tradición es Revolución, y la experiencia nos ha mostrado que el único modelo político de acuerdo a la doctrina social de la Iglesia es el defendido por el tradicionalismo. La Patria ultrajada y agonizante, la sociedad degenerada y la Iglesia destrozada desde dentro y afuera nos invitan a reaccionar.

Al igual que dijo Senante: Yo llamo a que todos vengan con nosotros, aún a aquellos antiguos carlistas que se apartaron de nuestra Comunión. Si en mis palabras ha habido ofensa para alguien le pido perdón Y quiero terminar pidiendo a todos que nos unamos en lo grande, aunque hayamos de pisotear lo personal.[4]


[1] Manuel J. Fal Conde. Puesta la fe en Dios y mirando a la Patria. Carta de Don Alfonso Carlos a Fal Conde sobre la denominación de la Comunión Tradicionalista (19 julio 1935) Pp. 74-75.

[2] Idem. Carta de Fal Conde a Melchor Ferrer sobre su cese en la Jefatura Delegada de la Comunión.(16 agosto 1955) Pp. 109-110.

[3] Verdadera doctrina sobre acatamiento, obediencia y adhesión a los poderes constituidos, y sobre la licitud de la resistencia a los poderes ilegítimos y de hecho. Manuel Senante. Pp. 12-13

[4] Idem, Pp. 48-49.

miércoles, 10 de agosto de 2011

G.K Chesterton y la Verdad

Una de las enfermedades del mundo moderno es no creer en la verdad e intentar su destrucción bajo la práctica del relativismo. “No existe una verdad absoluta”, dicen, mientras la misma afirmación los hace caer en una afirmación en la cual, para ser aceptable, tiene que ser una verdad absoluta. Y esa misma contradicción ha penetrado, como humo de Satanás, en la misma praxis de muchos hombres de Iglesia. Chesterton, nos recuerda, que el falso ecumenismo practicado hoy no es nada más que una falacia y no es otra cosa que esconder la Verdad bajo el celemín, con apariencia de congresos ecuménicos donde las contradicciones, mientras se estrechan las manos, aparentan no ser contradictorias.

Una interesante cita de Chesterton, a propósito del ecumenismo.

“La dificultad radical del Parlamento de las Religiones fue que se ofreció como un ámbito donde los credos pudieran ponerse de acuerdo. El verdadero interés hubiera sido el de un lugar donde pudieran no estar de acuerdo. Los credos deben estar en desacuerdo, esto es lo divertido de esta cuestión. Si yo pienso que el universo es triangular y usted piensa que es cuadrangular, no va a haber lugar para dos universos. Podemos discutir con educación. Podemos discutir con humanidad. Podemos discutir con gran beneficio mutuo. Pero, obviamente, debemos discutir. La tolerancia moderna es realmente una tiranía. Es una tiranía porque es un silencio. Decir que no debo negar la fe de mi oponente es decir que no debo discutirla. Puedo no decir que el budismo es falso, y eso es todo lo que necesito decir sobre el budismo. Es lo único interesante que cualquiera puede querer decir sobre el budismo; o sea, que es falso o que es verdadero. Pero en esas asambleas modernas, que se supone son tolerantes y científicas, se ha difundido un acuerdo general y tácito de que no debe haber ninguna aserción o negación violenta de una fe. Esto no es sólo hipocresía sino falta de practicidad, porque no se va al grano. En una palabra, la torpeza de un congreso de credos es que si se encuentran dos credos absolutos, probablemente van a enfrentarse, y si no se enfrentan, no tiene mucho valor que se hayan encontrado”.

G. K. Chesterton, “La historia de las religiones”, 10 de octubre de 1908. En “Cien años después”, Ed. Vórtice, 2008.

lunes, 8 de agosto de 2011

Colección De Regno: EL ESTADO EN SU LABERINTO

Barcelona, julio 2011. Colección De Regno número 8: EL ESTADO EN SU LABERINTO. Las transformaciones de la política contemporánea, del que es autor el profesor Miguel Ayuso.

El índice sigue así:
  • Capítulo 1. La identidad nacional y sus equívocos
  • Capítulo 2. Constitución y nación
  • Capítulo 3. Política y "valores"
  • Capítulo 4. Del Estado al club (pasando por la sociedad civil)
  • Capítulo 5. La "gobernanza", entre el gobierno y el Estado
  • Capítulo 6. Democracia, consenso y comunidad política
  • Índice onomástico
Ayuso, Miguel, El Estado en su laberinto. Las transformaciones de la política contemporánea. Colección De Regno, 8. Ediciones Scire, S.L., Barcelona 2011. Rústica, 20 x 13 cm. 156 páginas. ISBN 978-84-935085-3-1. Depósito Legal SE-4876-201

EDICIONES SCIRE

Colección De Regno

Colección De Regno: Así pensamos (Un ideario para la Comunión Tradicionalista)

El número 7 es la reedición de un título bien conocido de los carlistas veteranos: Así pensamos (Un ideario para la Comunión Tradicionalista), que en esta ocasión aparece con el nombre de su autor, Frederick D. Wilhelmsen (1923-1996), con prólogo de José Arturo Márquez de Prado, y una presentación para esta edición de Miguel Ayuso, de la que extractamos: «El libro que reimprimimos fue escrito por el profesor Frederick D. Wilhelmsen, a la sazón en la Universidad de Dallas, a pedido de don José Arturo Márquez de Prado, por entonces Jefe Nacional de Requetés, quien lo editó bajo la autoría de "Un Requeté" en 1977. Estaba dedicado a don Juan Sáenz-Díez, Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista a las órdenes de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón».

«La Comunión Tradicionalista, con ciento cincuenta años a sus espaldas, salía de la no por singular menos severa oposición al régimen de Franco, apenas fallecido dos años antes, y se lanzaba a una nueva y no menos difícil vida política. Los destrozos causados por la resaca del II Concilio Vaticano, junto con el desconcierto dinástico (atajado decididamente por Don Sixto bajo el rubro, clarísimo en su ejemplaridad para quien tuviere oídos para entender y ojos para ver, de Abanderado), habían dejado debilitada a la organización tanto como a la comunión a la que sirve. José Arturo Márquez de Prado [...] quería disponer de una breve presentación del ideario de la Comunión Tradicionalista que poder distribuir masivamente. [...] acudió a su íntimo amigo, el profesor estadounidense profundamente hispanizado, para consumarlo». [...] «Tiene el texto el mérito de combinar hondura y simplicidad, reflexión y entusiasmo. Aunque en algunos pasajes se note demasiado la gravitación de la coyuntura, el paso del tiempo no le ha ocasionado excesivos estragos. En algunos juicios se advierte la opinión personal, aunque en general se presenta la doctrina más pura destilada».

Wilhelmsen, Frederick D. Así pensamos. (Un ideario para la Comunión Tradicionalista). Colección De Regno, 7. Ediciones Scire, S.L., Barcelona 2011. Rústica, 20 x 13 cm. 96 páginas. ISBN 978-84-935085-5-5. Depósito Legal SE-4914-2011

EDICIONES SCIRE

Colección De Regno

miércoles, 3 de agosto de 2011

La Libertad en el orden Tradicional

...dentro de la nación, el hombre y la idea de libertad iba unida a las libertades públicas; no se hablaba de libertad sino de libertades. En lugar de ser una abstracción de donde todo puede engendrarse menos un beneficio cierto, la libertad era una idea concreta que se formulaba a través de derechos y costumbres. El príncipe juraba conservarlas y mantenerlas; el pueblo le prestaba, en compensación, juramento de fidelidad y cada uno se sentía suficientemente libre: el monarca en su trono, el magistrado en su Tribunal, el señor en su feudo, el mercader en su tienda, el artesano en su taller, el labriego en su manso, del mismo modo que el obispo en su cargo pastoral, el religioso en su convento, el canónigo en su capítulo y el parroco en su parroquia.

Cada uno se consideraba protegido, y al mismo tiempo sujeto, por las -reglas de su Estado- reglas nacidas de la costumbre, que es la forma más libre y más clara del consentimiento. Por otra parte, todos se movían en libertad dentro del cuerpo social al que pertenecían, sin entremezclarse confusamente en la sociedad, como si hubiesen caído de la luna y sólo el azar los reuniese. Los cuerpos sociales, a su vez, actuaban autonómicamente dentro de su órbita, cada uno según sus cánones, pero sintiéndose tan libres como el individuo, en el cumplimiento de sus destinos. Esta era la formación del cuerpo social, donde la libertad se entendía, más bien, como clave del normal juego de sus funciones, que como facultad de producir el desorden y fomentar la anarquía.

El marqués de La Tour du Pin