martes, 28 de junio de 2016

El parlamentarismo es el enemigo de los pueblos libres

No seguirás en el mal a la mayoría
Éxodo 23:2

En su chispeante crítica de la democracia ateniense Aristófanes censuraba que dicho régimen había transformado al ateniense de antaño, vigoroso, austero, frugal, entrenado para los deportes y la guerra, cerrado a especulaciones disolventes, duro en el trabajo y vigoroso en las diversiones en un “rábula” débil, malsano, pedante, parlanchin, enredador, preocupado sólo por gozar e interesado. Denigra la demogogia, que ha entregado el poder a una criatura tan inestable y ciega como Demos, así como las innovaciones filosóficas que ponen en peligro las virtudes tradicionales y la depravación de las costumbres políticas.

Aquella democracia ateniense tenía bastantes deficiencias estructurales, pero no deja de ser alabada como “inspiradora” de las modernas partitocracias. Pese a todo las diferencias son esenciales: la especulación política del ciudadano se hacía sobre la base del ejercicio de una acción pública entendida como virtud y a la que los mismos se encontraban íntegramente consagrados, por mor de la existencia de un modelo social de base esclavista que permitía el cultivo absoluto de dichas virtudes. Por tanto el bien común no se veía tan preso de banderías ideológicas, y aún así la demagogia no dejaba de hacerse presente.

El régimen actualmente institucionalizado en España encierra lo peor de ambos modelos. No puede ser más actual la descripción que hace Aristófanes de la depravación a la que los paradigmas democráticos han conducido al antaño sano pueblo español, limitado en su horizonte vital a la satisfacción de lujos pequeño burgueses cada vez más vulgares. El parlamentarismo genera pseudogobiernos débiles, esclavos de poderes ocultos, al tiempo que deja a la sociedad sin instrumentos de defensa de su propia libertad y autonomía. La ficción de la voluntad popular como única fuente de legitimidad del poder genera potestades arbitrarias en el orden temporal, sin auténtica auctoritas, y que interfieren y violentan la vida de los cuerpos intermedios y aún de los propios individuos, anestesiados por libertades abstractas de perdición.
Si los carlistas han participado excepcionalmente en procesos electorales han sido sin fe en los mismos y sin reconocer su legitimidad. La deriva electoral hace que cada año que pasa más se acentúen los vicios que ya hace más de 2500 años denunciase Aristófanes. Se vota sin criterio y al servicio de la demagogia más sangrante; se votan programas fuera de la realidad para la satisfacción de los instintos más elementales, se vota por miedo o por mera emotividad burdamente manipulada. Si en la imperfecta democracia ateniense la acción política aún se elevaba al rango de las mayores virtudes el parlamentarismo liberal ha degradado la política al charco de los más hediondos vicios.

El juego electoral del parlamentarismo es una burda farsa de dominación política por parte de las élites económicas de la plutocracia. El control social ejercido desde los mass media capitalistas y el voto inorgánico y manipulable del pueblo reducido a masa individualizada y desarraigada, mera Opinión Pública, imposibilita toda representación social y política real. En palabras de Francisco Elías de Tejada; Es la actitud que en realidad desconoce qué sea el pueblo, porque lo reduce a la noción amorfa y pulverizada de lo que Francisco Suárez llamaría "multitud", coexistencia inorgánica que nada tiene de común con la sociedad independiente y membrada, integrada por comunidades autárquicas y libremente constituidas que es la verdadera calidad del pueblo.

El historiador carlista Melchor Ferrer, en el tomo I de su magna obra Historia del Tradicionalismo español, dejó consignada la verdadera dicotomía entre el parlamentarismo liberal y la representatividad política tradicional, evitando la falsa y manipuladora dicotomía liberal entre democracia y dictadura.

"No ha de admitirse que sea el individuo suelto, disgregado, el punto de arranque de la sociedad, porque el individuo es ser sociable, pero no social, hasta que no se asocie, constituyendo la familia. No es el individuo, sino la familia la primera célula social. Es la familia la que contrae las primeras obligaciones, los primeros deberes; por eso le corresponden derechos. El individuo solo no es nada, y de la nada, nada sale. No es concebible el hombre aislado, y en cuanto, por inclinación o por necesidad, abandona su aislamiento, ya es ser social, porque de algún modo se ha asociado, al relacionarse, y toda relación es referencia, trato, enlace, concordancia. La sociedad, por tanto, la Nación ha de fundamentarse sobre núcleos vivos y efectivos, que son los núcleos sociales, los que, con acción social, deben y pueden influir y actuar en su propia atmósfera, en la sociedad nacional. El voto aislado, el voto suelto, el voto universal inorgánico es contrario a la naturaleza del hombre pensante, porque se deja en cierto modo a la casualidad, a lo que salga; el voto corporativo, por gremios, por profesiones, por clases, por organismos, que tienen, cada uno, su ser y su razón de ser, su interés, su aspiración, es un voto lógico y consciente, además de ser natural, porque resulta conforme con la naturaleza de la sociedad, que es un conjunto de grupos sociales, con causas y efectos propios"

Charles Maurras, autor del conocido y tajante apotegma La democracia es el mal. La democracia es la muerte, ya advirtió de lo letal que significaba el parlamentarismo burgués para la vida de los pueblos. Hoy la democracia liberal-parlamentaria sigue manipulando y envileciendo a las naciones, mientras las grandes decisiones políticas y económicas se deciden en gabinetes ocultos de organismos transnacionales y en los feudos financieros apátridas, muy lejos de la voluntad de los pueblos. El parlamentarismo cumple la función de demoler todo cimiento social, político, o moral que se pueda oponer al poder del Dinero. Los corsés de las estructuras y castas partitocráticas corruptas a su servicio, los convierten en agentes de una verdadera dictadura de los partidos políticos, utilizados para el medro personal y la total absorción de la vida social.

El parlamentarismo es hoy el paradigma dominante, el sagrado dogma impuesto por el nuevo totalitarismo tecnocrático liberal del pensamiento único, al que incluso todas las pretendidas izquierdas se han rendido.
El carlismo se ha opuesto en toda su historia, con la pluma y con las armas, a esta nueva tiranía, que destruye a los hombres, sus libertades reales, sus tradiciones y culturas. En defensa del sentido comunitario y el bien común frente al individualismo burgués. El parlamentarismo engendra gobiernos títeres entre facciones del mismo sistema liberal, que perpetúan el idéntico proceso disolvente y se reparten el poder entre sus castas políticas partidistas. Juan Vázquez de Mella, el Verbo de la Tradición, nos lo sintetizó para memoria perenne de los hombres libres.

“La del parlamentarismo, o, concretando más, lo que llamamos ahora, antiguo régimen; es decir, el conglomerado de grupos y partidos, o, más claro, la gusanera, que, bajo ese parlamentarismo, soportaba y odiaba el más sufrido de los pueblos. Durante medio siglo se repartieron los distritos, Ayuntamientos, Diputaciones y el presupuesto único, porque era el modelo y la regla a que había de ajustarse el de los Municipios y provincias. Ni un cartero, ni un caminero podían moverse en la última aldea sin su permiso. Los grupos y su clientela eran los amos absolutos. Los abusos de ese centralismo monstruoso fueron innumerables; pero también fue enorme el reparto de beneficios a los amigos que formaban la casta privilegiada, el patriciado de esa tiranía”

"Los partidos doctrinarios y radicales de la Revolución no han tenido más que un programa: demoler, desde los cimientos a las bóvedas, todo el edificio que con sublimes y seculares esfuerzos habían ido levantando generaciones católicas y monárquicas sobre un suelo amasado con su sangre; oponer a cada empresa histórica una catástrofe, a cada gloria una ignominia, a cada derecho una licencia, a cada virtud cívica una corrupción, y, finalmente, a la comunidad de creencias, de sentimientos, de instituciones fundamentales, de tradiciones, de recuerdos y de aspiraciones comunes que constituían el espíritu nacional, un solo principio: el de negar ese espíritu, y una sola libertad: la de romper esas unidades y de disolver la Patria. Eliminar los partidos parlamentarios no es cercenar el ser de la Patria; es aliviarla de un peso que la oprime, es remediar a un cautivo y levantar del suelo a una reina desfallecida y humillada"

viernes, 24 de junio de 2016

Brexit: El pueblo no teme al Leviatan

BREXIT: EL PUEBLO NO TEME AL LEVIATAN

La motivación mayoritaria de los partidarios de la salida del Reino Unido de la UE ha respondido a un puro nacionalismo británico muy arraigado entre las clases populares fundamentalmente inglesas. Sin embargo los pequeños grupos tradicionalistas de las islas también han tomado partido por el Brexit por los mismos motivos por los que lleva luchando el carlismo contra la europeización de España. El propio Don Sixto Enrique de Borbón ha mantenido esa relación entre carlistas y jacobitas que tuvo su momento más acentuado durante la III Guerra Carlista. Primero por su sangre, por ser descendiente de los Estuardo por su abuelo el Duque Roberto de Parma. Y por su presencia en diversas actividades jacobitas, como la Cena de la Rosa Blanca de la Royal Stuart Society en 1989, cuando la misma era mucho más combativa y a ella pertenecían varios carlistas. La misma tuvo lugar en el Brown’s Hotel, donde en el siglo XIX se habían alojado varios miembros de la Dinastía legítima española.

El Brexit supone una gran noticia, pues demuestra que las estructuras políticas de la postmodernidad son débiles, pese a su apariencia de leviatanes. Pone de manifiesto además las contradicciones intrínsecas del paradigma democrático. Y pone a la vista muy claramente el carácter antipopular de las estructuras burocráticas de la UE. Sus principales defensores, en los oscuros centros de poder financiero de la City, demuestran que la burocracia europeísta está controlada por élites dependientes del dinero. Las cuales se abrazan con el pensamiento débil y líquido del progresismo multiculturalista. El peligro de islamización anejo a estos paradigmas ha pesado mucho en la opción mayoritaria por el Brexit.

El modo en que se produjo la integración británica en la UE hace que este golpe no haya sido lo suficientemente letal. Los carlistas llamamos al pueblo español a que se movilice para vencer al leviatán y recuperar nuestra dignidad nacional, nuestra independencia y nuestro tejido productivo. En 2005 la Comunión Tradicionalista realizó un gran esfuerzo de agitación propagandística contra el proyecto de Constitución europea, que a la larga quedó frustrado por el voto negativa de franceses (nuevamente tuvo mucho peso la acción de los tradicionalistas) y neerlandeses. Las razones de aquel NO siguen siendo plenamente actuales. Los acontecimientos demuestran que el proceso plutocrático no es irreversible, que las resistencias y reacciones nacionales son posibles y viables.
La oposición tradicionalista a la Unión Europea tiene sus razones en la perversa implantación de las estructuras europeístas y los fines que las sustentan: El avance de las organizaciones supranacionales con la voladura de las patrias y de los Estados, que a pesar de su génesis antitradicional custodian mejor la policitidad humana que los entes mundialistas. Imposición de la laicidad y el laicismo (que no son sino dos versiones de una misma ideología)  que están inscritos igualmente en el corazón de la "construcción europea". El déficit de la participación que supone la tecnocracia de las instituciones europeas, haciendo que el poder, su ejercicio y su control sea cada vez más oculto. La violación del principio de subsidiariedad que aparece en una versión desnaturalizada y administrativizada, el falso federalismo funcional que en realidad esconde un centralismo en manos de la Comisión europea, y la censura sistemática que desde diversas instituciones de la Unión se hace contra cualquier iniciativa de influencia católica. En este contexto se inscribe nuestra radical oposición al europeísmo por todo lo que tiene de vehículo de imposición del liberalismo y del capitalismo. La UE  se configura así, como un gran mercado a las órdenes de la finanza internacional, que desconoce las tradiciones y las culturas.
Acto en Madrid contra la Constitución Europea, de la Comunión Tradicionalista,  presidido por S.A.R Don Sixto Enrique de Borbón

Crónica del acto: Pulsa Aquí
Madrid, 29 enero 2005Más de 500 personas, la mayoría jóvenes, llenaron hasta la bandera el aforo del memorable acto carlista contra el europeísmo antihispánico, plutocrático y demoliberal. Las Españas frente a las tentativas de “construcción europea” basada en la coexistencia laica de pareceres, la postergación del papel político y económico de España y la persecución de la religión católica, al servicio de la masonería y los poderes ocultos.
En España  los partidos del régimen son unánimes en su cipayismo europeísta. Incluso el partido de extrema izquierda Podemos ha hecho campaña por el "sí" a la Unión Europea en Gran Bretaña, demostrando así que, como buenos trotskistas (aunque su táctica inicial haya sido espartaquista), son fieles aliados del gran capitalismo transnacional.

Sólo la Comunión Tradicionalista se ha mantenido en todo momento contraria a la Unión Europea, a la OTAN y a los demás organismos transnacionales que impiden la independencia y libertad de la Patria y hurtan la prosperidad a los españoles.

miércoles, 22 de junio de 2016

Montejurra 1976. Tradición contra Revolución

Montejurra 1976, los hechos y su contexto


Un análisis desapasionado del contexto de los sucesos de Montejurra 1976, permiten valorar quienes fueron los verdaderos responsables de aquellos hechos y quienes sus verdaderas víctimas, Montejurra 76 no se puede desvincular de la traición doctrinal de Carlos Hugo, y de la subversión de la entrega de Montejurra al marxismo. Junto a ello, el papel jugado por el separatismo de ETA en su intento de copar Navarra y el País Vasco para su estrategia de hegemonía social y política, a la cual Carlos Hugo sirvió de comparsa. (Pulsa en la imagen)

Don Francisco Javier de Borbón y Montejurra 1976


La escisión ideológica liderada por Carlos Hugo, ha intentado la más mezquina manipulación de la figura de Don Javier de Borbón, con el objetivo de apuntalar y dar una cobertura de continuidad histórica y política a su engendro político de los años 70, el llamado partido carlista. Nada más lejos de la verdad histórica. (Pulsa en la imagen)

Montejurra 76 se enmarca en todo un proceso político, donde el nacionalismo intentaba monopolizar para el separatismo y el marxismo Navarra y el País Vasco. El Carlismo y especialmente Montejurra, con su neta significación católica, española y tradicionalista, era un obstáculo para dicha estrategia. ETA y todo su entorno pretendía y pretende, absorber toda la tradición carlista en su mitología. (Pulsa en la imagen)

El fracaso estrepitoso de la candidatura electoral huguista de Montejurra-Autogestión-Federalismo, en las elecciones de 1977, es una prueba empírica e histórica incontestable, de la falsedad da la versión de Carlos Hugo sobre los sucesos de Montejurra 76, presentados como una agresión externa a un cohesionado pueblo carlista que respaldaba su alocada evolución política. La realidad es bien otra. (Pulsa en la imagen)

Tres de los grupos maoístas más importantes de España, la ORT, el PTE y el MCE, fueron invitados por Carlos Hugo al aquelarre frentepopulista marxista organizado en Montejurra 1976. El maoísmo fue igualmente el principal  aliado del huguismo entre los años 1974 y 1978 e influyó en gran manera en el llamado partido carlista en los primeros años de la transición. (Pulsa en la imagen)

Documento gráfico de interés sobre Montejurra 1976. Las imágenes fueron tomadas en su día por uno de los carlistas que allí aclamaron a Don Sixto Enrique de Borbón como Abanderado de la Tradición. (Pulsa en la imagen)

La verdad de Carlos Hugo...un hombre contra el carlismo (en diez breves puntos)


La biografía política de Carlos Hugo, lo caracterizan como un verdadero aventurero y oportunista, al viento de las modas ideológicas del momento y de sus ambiciones e intereses personales. Carente de firmeza y formación doctrinal embarcó al carlismo en una deriva letal y trágica. (Pulsa en la imagen)
Documentación y textos sobre Montejurra 1976

Textos de la época que documentan todo el contexto político de los sucesos de Montejurra 1976. (Pulsa en la imagen)

Carlos Hugo o la colaboración con el liberalismo: Sí a la Constitución de 1978


El partido carlista de Carlos Hugo apoyó explícitamente la Constitución Española de 1978, haciendo campaña por el SI en su refrendo. Con ello, irónicamente, colaboraban con el Estado del que se decían atacados y agredidos en Montejurra 1976, y apuntalaban la usurpación, en cuya defensa se habían organizado ,supuestamente, los hechos de 1976, según argumentaban en su versión. Hecho que desmiente, en la práctica, la veracidad de la versión huguista de los sucesos de Montejurra 1976. (Pulsa en la imagen)

martes, 21 de junio de 2016

Tradicionalismo o conservadurismo (IV)

"El conservadurismo demuestra ser el peor enemigo de la Tradición" 
(Don Sixto Enrique de Borbón, en Trieste, 17 de Julio de 2009)

“Todo el mundo moderno se divide en Progresistas y Conservadores. La labor de los Progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los Conservadores es evitar que los errores sean arreglados” (G.K. Chesterton)

De la magnífica entrevista de Jorge Santoveña en La Soga. Revista Cultural al Profesor don Miguel Ayuso Torres, Presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, frente cultural de la Comunión Tradicionalista: 

Al intentar explicar ese viejo pensamiento, trasladándolo a la realidad, usted dice que es tradicionalista pero no es conservador y, sin embargo, seguramente parte de sus adversarios le sitúen como alguien conservador. Me gustaría que me explicara la diferencia entre ser un defensor de la tradición y ser un conservador.

El conservatismo es un producto de la revolución liberal. Una vez que se produce ésta, hay dos corrientes: una que desde el inicio, igual contra su voluntad, pero desde el inicio, la acepta y pacta con ella, y por tanto lo que pretende es al principio moderarla y luego conservarla; y hay otra que lo que pretende es radicalizarla, exasperarla y llevarla a su término. Por eso, hay un texto famoso de Balmes, refiriéndose al partido que en la década de los treinta lo bautizaron sus instintos y se llamó moderado, y en la década de los cuarenta (se está refiriendo al siglo XIX), lo bautizó su sistema y se llamó conservador. Es decir, que el partido conservador, de alguna manera, lo que conserva es la revolución. El conservatismo no es sino una corriente al interior de la revolución liberal, que pretende moderarlo, restringirlo, encauzarlo, pero conservándolo.

Esto me recuerda una anécdota de José de la Riva Agüero, un famoso pensador tradicional peruano de la primera mitad del siglo XX. Cuando un colega le pregunta, dando por hecho que es conservador, le responde que él no es conservador sino reaccionario: « ¿Usted cree que en el Perú de hoy hay algo que conservar? ¿Y no cree, en cambio, que hay tanto contra lo que reaccionar?». El conservatismo implica la conservación de la revolución, mientras que la tradición implica naturalmente una reacción contra el régimen liberal, para la restauración, instauración en parte, de un orden de cosas que sea ajustado a las leyes de la naturaleza.

Ortega y Gasset afirmó lo siguiente: «los tradicionalistas no aman el pasado, porque lo quieren como presente y no como pasado».

Los tradicionalistas no aman el pasado. Lo que quieren es que los elementos nucleares de lo que vivificó el pasado, puedan seguir haciéndolo en las circunstancias de hoy, en el presente. Ortega y Gasset es el paradigma del liberalismo conservador y por tanto era incapaz de comprender lo que era el verdadero tradicionalismo.

Para leer la entrevista completa al profesor Miguel Ayuso PULSAR AQUÍ

Conservadores, revolucionarios...y tradicionalistas





lunes, 6 de junio de 2016

El factor maoísta en la escisión ideológica del carlismo

EL FACTOR MAOÍSTA EN LA ESCISIÓN IDEOLÓGICA DEL CARLISMO

In memoriam de los tres millones de asesinados por la revolución cultural en su cincuenta aniversario.

La escisión ideológica de Carlos Hugo tuvo un carácter genérico de rendición ante los dogmas de la modernidad y claudicación ante un progresismo que no significaba otra cosa que la radicalización del liberalismo primigenio contra el que los carlistas lucharon a sangre y fuego. Sin embargo se puede explorar la mayor o menor influencia de diversas corrientes ideológicas, de donde se vislumbra una auténtica estrategia de infiltración e instrumentalización de los secuaces huguistas, usados como tontos útiles por otras fuerzas políticas que eran lo más absolutamente opuesto al carlismo histórico y auténtico. Hoy día, en que el mismo Partido Comunista Chino pide perdón por la revolución cultural de Mao y sus terribles consecuencias, podemos contemplar con mayor perspectiva la aberración ideológica en que quisieron transformar el carlismo.

Hemos dejado analizada la utilización que la estrategia separatista hizo de los desvaríos huguistas. Sin embargo también fue notable la confluencia que en esta infiltración protagonizó el comunismo, y más concretamente el maoísmo. Para la posteridad han quedado las definiciones que con afán científico hiciese Carlos Hugo de su escisión ideológica, como socialismo autogestionario. Esta definición en un primer momento se sitúa en la onda del régimen de la Yugoslavia de Tito, cuyos espantosos frutos llegan hasta nuestros días. Pero tuvieron más peso en la misma una serie de grupúsculos radicalizados por la revolución cultural de Mao.
Carlismo y socialismo. Questio disputata?

Procede dejar apuntada una explicación lo más definitiva posible sobre el carlismo y el socialismo, no tanto por la inexistente rémora de aquella escisión ideológica sino de los que legítimamente opuestos a la misma puedan incurrir en cierta tentación derechista o conservadora. La escolástica invita a clarificar los términos antes de iniciar una discusión, sin embargo la eclosión nominalista vino a sembrar el subjetivismo y el relativismo en los significantes; por eso una de las características de la política en la modernidad es el puro voluntarismo en el que los términos valen lo que el más poderoso quiere. Así, socialismo en un sentido estricto y común tuvo una acepción original que remitía al sistema económico que quería repartir la riqueza entre la sociedad. En el mundo anglosajón por ejemplo se podía hablar de Tory Socialists, Guild Socialists, Christian Sociaclists, Traditionalist Socialists, etc. Desde ese punto de vista existía una oposición al individualismo capitalista. Por tanto sí podría entenderse que el carlismo tuvo elementos socialistas por su decisiva oposición a la política económica del liberalismo. Sin embargo pronto el término fue cautivo de la violencia de las internacionales y de la filosofía del materialismo histórico y dialéctico del marxismo, para a posteriori ser usado por los fascismos, pasando de designar una mera posibilidad de organización económica a convertirse en una burda ideología, por lo que nunca el carlismo lo usó como parte de su acervo doctrinal. Dentro de la literatura carlista proliferaba cierta animadversión al mismo. Recordemos como por ejemplo Antonio Navarro Villoslada en su célebre escrito El hombre que España necesita, de 11 de diciembre de 1868, que encumbró políticamente a SMC Carlos VII:

cuando ruge el socialismo en Andalucía y gruñe en el resto de la península... ¿no ha de haber un hombre que nos saque de la anarquía?… 

SMC Jaime III, el Rey que afirmó que daría hasta la última gota de su sangre para luchar contra el comunismo pudo llegar a afirmarse puntualmente como socialista en el sentido primigenio señalado. Lo usaban todos los que entendían el sistema capitalista como inviable y moribundo (hasta la I Guerra Mundial, que lo salvó, casi todos los hombres inteligentes pensaban así). Siendo uno de los Reyes con más preocupación por los temas sociales jamás en ningún documento político usó el término socialista, intuyó muy rápidamente el equívoco en que podría incurrirse pues las izquierdas lo habían ideologizado. Interesa señalar este dato, por el intento de manipulación de Don Jaime por la escisión huguista (destacados carlistas han señalado que seguramente S.A.R. Don Sixto con el rey de la dinastía legítima que más afinidades políticas y caracteriológicas sea precisamente con el propio Don Jaime).
                       El libro rojo de Carlos Hugo, para inventar su carlismo socialista

Otro argumento que usan para justificar su demencial desvarío es un texto de un libro que publicó J. M. Múzquiz en 1870 titulado Consulta a los electores de Estella y por el cual fue expulsado del carlismo, comenzando a militar en el foralismo liberal de Yanguas Iracheta. Sin embargo está muy lejos de justificar su escisión, y simplemente usa una referencia descriptiva que después desarrollaría Vázquez de Mella. Señala Múzquiz:

Hay que pensar sobre todo en que a la raza latina, eminentemente socialista, se le ha arrancado la idea de Dios; y hay que pensar, en fin, en el inmenso peligro que amenaza a la sociedad española el día en que las masas carlistas, que son socialistas, lleguen a perder toda esperanza de restauración.

Precisamente la tesis de Múzquiz y de Vázquez de Mella expresa como la perdida de todos los elementos unitivos de la doctrina deriven en una escisión de los mismos y a una deriva ideologista, que fue precisamente lo que pasó con los huguistas. La Comunión Tradicionalista expulsó a Múzquiz del carlismo no por esa tesis, sino por una serie de consideraciones erradas sobre el sentido de los fueros.

Hasta aquí llegan las menciones al socialismo dentro del carlismo. Si podría ser legítimo considerar al carlismo histórico como una suerte de socialismo blanco antimarxista, por oposición al socialismo rojo internacionalista y al socialismo fascista nacionalista, jamás el carlismo se etiquetó así. Si el factor socioeconómico era importante dentro del carlismo jamás fue el decisivo, por lo que sería poco acorde a la realidad limitar el carlismo a ese aspecto. El carlismo se caracterizaba y singularizaba por la defensa de unas banderas que nadie más defendía: tradicionalismo y legitimismo.

Por último recordemos cómo los años inmediatos a la Victoria se produce una deriva fascista del régimen y los carlistas denuncian precisamente el carácter socialista del mismo. El 25 de julio de ese año se celebró una Misa en la parroquia de San Vicente Mártir de Abando (Bilbao) por los Reyes de la Dinastía Legítima y los requetés muertos en la Cruzada a la que siguió una enorme manifestación por las calles con gritos contra Franco, de Viva el Rey y Abajo el socialismo de Estado. En venganza por esos lemas que se daban al salir de las misas casi clandestinas que aquellos años se organizaban un grupo de falangistas lanzó bombas de mano el 16 de agosto de 1942 contra los carlistas que celebraban otra Misa por los Reyes carlistas y los requetés muertos. De nuevo se escucharon gritos de Abajo el socialismo de Estado contra los falangistas.
Años sesenta del siglo XX, cuando la Esperanza se convierte en utopía. Cuando la realidad es la voluntad del partido.

En los años 60 se produce la irrupción de una nueva izquierda urbanita, hija de la pequeña burguesía, procedente de un mundo de cultura católica que precisamente cambia el espacio social de la religión por el paradigma de la liberación. Se agrava el carácter ideológico del socialismo. En realidad cada vez se habla menos de economía o de reformas sociales, lo que se esconde tras la coartada de socialismo son típicas reivindicaciones progresistas de la fase débil o decadente de la modernidad: ataque a cualquier autoridad de orden natural, abortismo, legalización de las drogas, homosexualismo, feminismo, etc. Y frente al supuesto alejamiento del comunismo soviético de su pureza marxista tras la muerte de Stalin se levanta un nuevo mito: el de la China comunista y su revolución cultural.

No pudo buscarse un referente más burdo ni un régimen más dogmático y criminal. La imposición de un mundo abstracto sobre la realidad, que es lo que prefiguró la primera revolución liberal, alcanzó su mayor grado de paroxismo con el proceso sistemático desarrollado por Mao Tse-tung entre 1966 y 1976. La excusa era eliminar todos los residuos de la contrarrevolución que en su concepto quedaban aún en China y posibilitar de este modo el pleno desarrollo marxista. Para ello emprendió en una verdadera depuración contra todo sospechoso de contrarrevolucionario. Muchos funcionarios del gobierno en el ámbito central y periférico fueron destituidos o despojados de su autoridad. Se persiguió a las autoridades académicas reaccionarias  y los cuadros del Partido fueron reorganizados sin contemplación al tiempo que se procedía a un radical cambio en las estructuras sociales.

Al frente del Partido Comunista y después de una dura y larga guerra de guerrillas Mao Tse-tung conquistó el poder en China en 1949. Persiguió con mano de hierro no solamente a sus enemigos ideológicos sino también a los renegados revisionistas de sus propias filas. En ese contexto retomó el viejo concepto leninista, luego desarrollado por Gramsci, de la revolución cultural destinada a cambiar la percepción de las personas respecto de las injusticias de la organización social y generar en su ánimo las condiciones subjetivas de la revolución.
La represión de la Revolución cultural maoísta

La revolución cultural promovió la denuncia indiscriminada contra todo lo que era o parecía elitismo y se desmandó en toda suerte de manifestaciones iconoclastas. Las guardias rojas, que fueron las encargadas de ejecutar la tarea, cometieron toda clase de tropelías contra el arte, la literatura, la música, la educación y la cultura de China so pretexto de purgarlas de las influencias occidentales e irrogaron graves humillaciones a los supuestos responsables de la contaminación contrarrevolucionaria. Los estudiantes de las guardias rojas se alzaron incluso contra sus propios profesores, a quienes humillaban e incluso asesinaban; algunos hasta se hicieron servir carne humana en la cantina o se comían los órganos de los ajusticiados. Visceralmente antiintelectuales, estudiantes comunistas sádicos y fanáticos obligan a profesores, técnicos, científicos, escritores, artistas, etc. a hacer durante horas el “avión” (mantenerse con los brazos en cruz y el pecho hacía adelante mientras el tórax se mueve imitando el vuelo de un avión) hasta el agotamiento, mientras los insultan; les hacen desfilar por las calles, con orejas de burro, mientras los golpean. Algunos mueren por esa causa, otros se suicidan. 

En todas partes del país, hasta en la aldea más pequeña, la policía política abre mazmorras improvisadas, y el hacinamiento y las condiciones son de una dureza sin precedentes: hasta 300 detenidos en una celda de 100 m2.; raciones alimenticias de hambre, agotamiento por el trabajo; disciplina inhumana, con violencias físicas constantes, torturas variadas y sádicas. Las revueltas terminan en masacres.
Lo poco que quedaba de catolicismo es exterminado. Los misioneros hace años que han sido expulsados de China, pero el catolicísimo ha penetrado fuertemente entre grandes capas de la población. En un primer momento, con la intención de fortalecerse y evitar más enemigos, el comunismo crea la llamada Iglesia patriótica para distanciarse de Roma y controlar a los creyentes. Son pocos los que la aceptan y comienzan los primeros mártires. Pero la revolución cultural arrasa con todo, con los católicos auténticos, romanos, y también con los patrióticos. Iglesias y catedrales son profanadas, se destruyen los sagrarios, se pisotea el Santísimo Sacramento. Los católicos son golpeados y sometidos al escarnio público. Se oponen a blasfemar tal como les exigen los jóvenes guardias y entonces son martirizados de forma horrible; son mutilados, quemados vivos, etc.

Muchos templos budistas son destruidos y manuscritos antiguos quemados. Se terminan con los pocos vestigios que quedaban a la vista de las civilizaciones imperiales. Ni siquiera se salvan muchas piezas de museo. La Gran Muralla es destruida en parte, se incrementa la xenofobia, está mal visto que la gente plante flores en los propios jardines, se les corta por la fuerza a quienes llevan el pelo largo o engominado, se destrozan los pantalones apretados, se arrancan los tacones altos, se detienen a los transeúntes para obligarles a recitar una cita de Mao...

Paradójicamente, cuando Mao ve que la Revolución Cultural está perjudicando al país y envolviéndolo en un caos, ordena al ejército que actúe contra los fanáticos jóvenes guardias, ocasionando con ello una guerra civil larvada. La segunda mitad de 1968 está marcada por el control generalizado que logra el ejército y las milicias a las órdenes del partido, por la disolución de los guardias, por el envío de millones (más de cinco hasta 1970) de aquellos jóvenes a centros de rehabilitación semicarcelarios. A los que se rebelan se les ejecuta en masa. La China de 1969 y de los años siguientes está sembrada de violencias, de campañas, de consignas...
El comunismo en China lleva ocasionados de seis a diez millones de víctimas directas, incluidos miles de tibetanos (unos ochocientos mil). Además, decenas de millones de los llamados contrarrevolucionarios pasaron un largo período de su vida en el sistema penitenciario (laogai) y tal vez 20 millones murieron sufriéndolo, de los 50 millones de individuos que hasta mediados de los años ochenta estuvieron presos.

Los tres años de catástrofes naturales, como los definió el régimen, no eran tan naturales; fueron los resultados de una política errónea. Los campesinos contaban que, en 1959-60, era tanta el hambre que no tenían fuerza siquiera para recolectar el arroz maduro, y ese había sido un buen año. Muchos habían muerto de hambre viendo cómo los granos de arroz caían en el campo, impulsados por el viento. En ciertos pueblos, no se encontraba nadie para ir a recoger la cosecha. 
 
(...) Delante de mi vista, entre las malas hierbas, surgió de pronto una escena que me habían contado: la de familias que intercambiaban entre ellas a sus hijos para comérselos (...) Mao había iniciado el gran salto adelante y obligado a millares y millares de campesinos aturdidos por el hambre a abatir a golpes de hoz a sus antiguos compañeros y a salvar de este modo su propia vida gracias a la carne y a la sangre de sus compañeros de infancia.”  

(Wei Jingsheng, de la aldea de Anhui) 

Por último la principal secuencia en el continente asiático de la revolución cultural fue el genocida régimen de los Jemeres Rojos en Camboya. Llevada al extremo el visceral odio antiintelectual el mero hecho de llevar gafas era considerado contrarrevolucionario, causando la muerte entre 1975 y 1979 de cerca de dos millones y medio de personas en una población de ocho.
El genocidio camboyano de los Jemeres Rojos maoístas

Maoísmo en Europa.

El mito de los jóvenes guardias chinos luchando por una revolución marxista prístina deslumbró a muchos pequeño burgueses europeos, persuadidos y extraviados mentalmente por la colorista propaganda maoísta. Pero también fue utilizado por los agentes de la CIA en Europa para dividir al comunismo exaltando sus dogmatismos. Además Estados Unidos había reconocido a la China comunista, con la que mantenía importantes relaciones comerciales, llegando un presidente republicano como Richard Nixon a realizar una visita oficial a la misma. Una operación que curiosamente fue tolerada por los agentes de la KGB, pues ya Estados Unidos y la Unión Soviética habían llegado al acuerdo de los espacios de influencia mutua que culminarían con la Ostopolitik. Desde el propio Moscú se aceptaba que los partidos comunistas tenían que coexistir con los capitalistas y no tenía interés en que se llegasen a ganar elecciones, bastaba con que las influencias culturales del marxismo se impusieran, algo que aceptaba perfectamente el capitalismo liberal.
El grupo maoísta por excelencia del mayo francés fue el llamado Gauche Prolétarienne, fundado por maestros del estructuralismo y el psicoanálisis, la mayoría de origen hebreo. Todos los indicios apuntan a que recibió abundante financiación americana y llevó los derroteros de la izquierda hacía la defensa de paradigmas de pensamiento débil, lo que generaba grandes desencuentros con la izquierda clásica más atenta a la problemática social. El maoísmo en Europa por tanto jugó un papel de disidencia controlada dentro del sistema, no poniendo en tela de juicio el sistema económico capitalista, sino atacando las instituciones tradicionales de orden natural que forjaron la Cristiandad. Uno de sus mayores exponentes será Daniel Cohn-Bendit, judeoalemán estudiante de la Sorbona, que trabajaba en una denominada guardería autogestionada en la cual realizó, según propia confesión de sus memorias, tocamientos a los niños a los que invitaba a explorar su propia sexualidad. Y no faltaron las principales exponentes de la llamada liberación de la mujer, Françoise Picq o Nadja Ringart, mientras en la China maoísta la mujer estaba absolutamente relegada a un papel doméstico y no había ni una entre los dirigentes del Partido.
En Italia los maoístas adaptaron en un determinado momento una posición más contestataria. En ningún otro Estado de Europa occidental se había hecho tan patente la entente capitalista-comunista (o “clerical-marxista”). La doctrina maoísta sedujo particularmente a los jóvenes izquierdistas, pues la idea de un obrerismo antiintelectual que apelase a la acción directa resultaba para algunos más interesante que el sovietismo que proponían los partidos comunistas. La Revolución Cultural China fue propagada en Europa como una revuelta de jóvenes comunistas, organizada espontáneamente por ellos para eliminar a los funcionarios estatales corruptos que, buscando el beneficio propio, perjudicaban a la población. Esta falsificación de los acontecimientos resultó ser exitosa, ya que muchos jóvenes de la época se sintieron atraídos por la idea voluntarista de que el desarrollo de acciones revolucionarias protagonizados por ellos mismos podía cambiar el curso de la historia.

Los maoístas italianos no está tan claro que participasen de la financiación americana, pues su origen fue más proletario y una respuesta ante la indolencia del PCI ante la democracia cristiana, sobre todo tras su IX Congreso. Esto les llevó a protagonizar alianzas con los grupos neofascistas extraparlamentarios, principalmente con Avanguardia Nazionale, con los que ocuparán la Universidad de La Sapienza durante 1970. Como las consignas de ciertos grupos neofascistas eran furiosamente antisoviéticas, antinorteamericanas y antisionistas –similares a las que promocionaban los maoístas de la época–, la prensa italiana inventó el apelativo "nazi-maoísta" para caracterizar  a algunos de estos grupos, los jóvenes neofascistas estaban dispuestos a recurrir a estrategias de acción directa, similares a las que los maoístas empleaban. La principal agrupación sobre la que pesó ese calificativo fue la Organizzazione Lotta di Popolo, grupo neofascista radical nacido en 1969 y disuelto en 1973 y definida como nazi-maoísta. En aquella época el neofascismo italiano se encontraba muy influenciado por las teorías de Julius Evola, sobre todo por las vertidas en Gli uomini e le rovine, libro donde  Evola convoca a una reacción general radicalizada en contra del mundo moderno.

Las Brigadas Rojas italianas, organización terrorista fundada en 1969 y responsable de numerosos asesinatos durante dos décadas, fue sin duda la  organización armada en Europa más próxima al maoísmo e influenciada por el.

En la Alemania Occidental la Liga Comunista junto a la exigencia de la dictadura del proletariado hace bandera principal de los cambios sociales en las relaciones familiares y se muestra especialmente combativa contra el papel de la religión, particularmente contra el catolicismo romano. Su papel es especialmente interesante, pues por su cercanía al Muro representa una oposición a determinados dictados soviéticos, lanzando frente al llamado “Muro de protección antifascista” (el llamado Muro de Berlín) la consigna dogmática de que “con Stalin no había Muro”.
Maoísmo en España.

En España el maoísmo entró por Francia, con lo que adquirió sus principales características: subordinación de lo social y la dictadura del proletariado al estructuralismo. Apenas había maoístas en las fábricas, se trataba de un combate de bandas en las calles y en las universidades. Por las organizaciones maoístas pasaron entre otros Federico Jiménez Losantos o la ex ministro de educación del PP Pilar del Castillo (a la que Carlos Hugo en un gesto deleznable entregó parte del Archivo Carlista que custodiaba la Familia Borbón-Parma en 2004). 

El primer partido maoísta en España es el PCE (marxista leninista), a cuyo amparo nace el grupo terrorista FRAP. En el mismo militarán entre otros el eterno presidente de “Movimiento contra la Intolerancia” Esteban Ibarra o el que fuera conseller del gobierno valenciano del PP y hoy implicado en graves escándalos de corrupción Rafael Blasco, así como el padre del dirigente de Podemos, Pablo Iglesias. Su presidente y fundador fue el francmasón y Comisario de Guerra (cargo durante el cual se cometieron cientos de asesinatos en el contexto de la represión roja) Julio Álvarez del Vayo.
Junto a él en 1975 se forma el PTE (Partido del Trabajo de España), como evolución del PCE (i), plenamente integrado en el complejo de la llamada oposición democrática. Su fundación y financiación planteó muchos interrogantes desde el primer momento, siendo denunciado como una creación americana con la que hacer participar al comunismo dentro de la oposición. Sus juventudes, emulando plenamente la experiencia de la revolución cultural se denominarán Joven Guardia Roja. Constituían auténticas bandas de delincuentes juveniles que simultaneaban la política con el trapicheo de drogas o los robos a pequeños comercios.

Al PTE se uniría la ORT, Organización Revolucionaria de los Trabajadores, la ORT se constituyó en 1969. Tenía su origen en medios católicos y buena parte de su militancia inicial procedía de la radicalización de la Acción Sindical de Trabajadores (AST), un movimiento sindical católico nacido en las HOAC, y fue dirigida por el rico terrateniente manchego José Sanroma Aldea. En esta formación se da especialmente la modificación de la Esperanza por la utopía, pues sembró las consignas de la confusión marxista principalmente entre los sindicatos de la Acción Católica. Cuando la Justicia se transforma de virtud a ideología los efectos sobre la Fe acaban siendo devastadores, y los frutos de descristianización resultan claros. Sus juventudes se hicieron llamar, Unión de Juventudes Maoístas. El PTE y la ORT acabarían fusionándose en el Partido de los Trabajadores de España.

También se declararon maoístas los integrantes del Partido Comunista de España (reconstituido), brazo político que impulsó al grupo terrorista GRAPO, grupo donde militó Pió Moa, hoy celebrado historiador en la órbita de la derecha conservadora.

Por último en línea maoísta estaba el Movimiento Comunista de España, sector salido de la V Asamblea de ETA. Pese a que fue expulsado por excesivamente obrerista y supuestamente poco nacionalista nuevamente su preocupación principal no fueron las condiciones del obrero ni las relaciones laborales, por el contrario protagonizó las primeras campañas públicas anticatólicas y anticlericales en muchos años en España. Especialmente violenta fue su oposición a la visita del Papa Juan Pablo II a España y sus campañas abortistas.
El diario La Voz de España de San Sebastián, el 10 de febrero de 1976, daba la noticia de una pancarta-bomba trampa para la policía de la moaísta ORT

Los maoístas protagonizaron innumerables actos violentos. En el transcurso de los graves incidentes ocurridos el miércoles 10 de mayo de 1978, en Pamplona, a la finalización de la manifestación tras el funeral por el alma del guardia civil Manuel López González, que murió víctima de un atentado terrorista de ETA en la madrugada del día anterior resultaron heridos un subteniente de la Guardia Civil y un miembro de la Policía Armada. El subteniente, Juan Manuel Eseverri Chavarri, de 51 años de edad, natural de la localidad de Aibar (Navarra), fue cosido a puñaladas y pateado en la calle Chapitela de la ciudad de Pamplona, por varios individuos del grupo maoísta Movimiento Comunista Iraultza, procedente de ETA VI-Asamblea, y así conocido por su lema: Iraultza ala hil (Revolución o muerte). Presentaba 10 incisiones por arma blanca, la más grave a la altura de un costado, otras le afectaban en el cuello, mano y tórax. Siendo trasladado a la residencia Sanitaria Virgen del Camino, donde ingresó sin perder el conocimiento fue intervenido quirúrgicamente, días después, sobre las cuatro de la madrugada del miércoles 17 de mayo de 1978, falleció a consecuencia de dichas heridas.
Infiltración e instrumentalización de Carlos Hugo por el maoísmo

Todos estos partidos van a aprovechar la brecha abierta dentro del carlismo por Carlos Hugo para ocupar los espacios que el pueblo carlista iba dejando. La infiltración de maoístas en los actos carlistas desde los que lanzan sus consignas progresistas y sus alabanzas al genocidio de la revolución cultural iba a provocar el estallido violento de 1976. Incluso hubo medios informativos que afirmaron que una de las víctimas de Montejurra 1976, Ricardo García Pellejero, que no era miembro del partido carlista, era militante o simpatizada con la maoísta ORT. De hecho la propia ORT fue una de las invitadas y tuvo un cortejo propio en aquel aquelarre de la extrema izquierda que organizó Carlos Hugo en Montejurra.

En el país Vasco y Navarra, el partido carlista-EKA, participó en la Euskal Erakunde Herritarra (Organización Popular Vasca), organismo electoral de la izquierda revolucionaria con la intención de presentar candidaturas en las elecciones de 1977. Estaba compuesto por los partidos de la Koordinadora Abertzale Sozialista, (EHAS, LAIA, EIA, LAB y LAK), junto con los maoístas, ORT, PTE, y EMK. La candidatura no prosperó finalmente por la postura de la KAS de boicotear el proceso electoral antes las presiones recibidas de ETA (m).
Será, sin embargo, con el Movimiento Comunista de España con quien el partido huguista tendrá más estrechas y profundas relaciones. Se crearán alianzas estables en muchas regiones. En Valencia se constituyó el Bloc Autonómic Valencia d´Esquerres (BAVE), el pacto se rompió antes de las elecciones generales de 1977 por divergencias partidistas. En otras regiones la alianza si llegó a las urnas de 1977, como en Cataluña donde se formalizó la candidatura CUPS o Zaragoza con el Frente Autonomista Aragonés. En Madrid el partido carlista apoyó la lista de la Candidatura de Unidad Popular, impulsada por los maoístas. El MCE fue el principal aliado de los huguistas en estas elecciones, como lo habían sido en los años precedentes en los organismos de la oposición como la Plataforma de Convergencia Democrática o la posterior Platajunta. Se firmaron numerosos documentos, declaraciones y manifiestos conjuntamente en toda España. En el Informe sobre las elecciones legislativas del 15/6/1977 del partido carlista elaborado por Miguel Álvarez Bonald, responsable de la Comisión Federal electoral huguista, se refleja claramente la seducción producida por el maoísmo en el partido carlista:

se manifiestan también en el seno de los propios militantes tendencias encontradas. Desde los que proclaman que nuestra línea debe de estar en la más pura ortodoxia marxista, y que el partido es el único que en España puede llevar a cabo lo que Mao realizó en China, hasta los que -sin haber entendido casi nada- siguen por una devoción ciega
Cartel común huguistas, con los maoístas del MC y los independentistas

También se constituyó en el seno de las Comisiones Obreras, CC.OO., la llamada Corriente Unitaria, que agruparía a los huguistas y maoístas del MCE en una misma táctica sindical dentro del sindicato. La participación en todo este maremágnum por parte del partido huguista fue siempre de mera comparsa y de segundones, el peso real siempre lo tuvieron los maoístas. Como consecuencia de estas extrañas alianzas la prensa nacional empezó a llamar con cierta frecuencia al partido huguista, “carlistas de Carlos Marx” y a su ideología como “carlo-maoísta”. Ya el domingo 30 de octubre de 1966 el periódico Informaciones publicaba un artículo titulado Ayer en el Cerro de los Ángeles donde comparaba al huguismo con Mao.  Jon Juaristi afirma en su libro El bucle melancólico

Luego cuando desde ETA comenzamos a colaborar con los Grupos de Acción Carlista- un grupúsculo de seguidores de Carlos Hugo de Borbón Parma- hice amistad con algunos jóvenes pistoleros carlomaoístas de la comarca.

Eduardo Uriarte miembro de ETA y uno de los fundadores de Euskadiko Ezkerra, coalición entre el Euskal Iraultzarako Alderdia (EIA) y los maoístas del Euskadiko Mugimendu Komunista EMK, para las elecciones de 1977, en Vizcaya, Guipúzcoa y Alava, en su libro, 1833, La insurrección de los vascos, publicado por la editorial Hórdago en 1978 y escrito desde la cárcel, intenta otra delirante comparación entre los carlistas y los maoístas. Esta comparación ya no pone a los carlistas como reaccionarios, sino como verdaderos predecesores de la “Guerra Popular” al estilo maoísta, en cuanto a una guerra donde la población se implicó de forma masiva, como fue la de 1833. Uriarte enlazaba en su libro a Zumalakarregi con las guerras anticoloniales desde la comprensión de la mecánica de la Guerra Popular aplicada por los movimientos revolucionarios. Como se ve, la tesis del miembro de ETA está en plena sintonía con los elucubraciones de Carlos Hugo y su entorno de aquellos años.
Fraseología y retórica filo-maoísta en las FARC huguistas

En su libro sobre las llamadas FARC, Fuerzas Activas Revolucionarias Carlistas, (tendencia extremista dentro del hugismo), Javier Onrubia Rebuelta, exfalangista reconvertido en ferviente huguista, confirma la apreciable influencia maoísta en el grupo:

La figura de Mao Tse-tung en su doble condición de guerrillero triunfante y destacado teórico. Sus ideas sobre democracia popular, la importancia dada al campesinado, la guerra popular y prolongada, la lucha de clases en la sociedad socialista, las contradicciones y muy especialmente, el aspecto "ético" de su obra, hicieron de él un líder revolucionario muy admirado (...) se hicieron de obligada lectura, igual que el ya legendario "Libro Rojo". Sus ideas calaron muy hondo entre la juventud de todo el mundo.

Seguidamente señala la composición ideológica de las FARC hugistas:

Según el testimonio de un miembro de la Coordinadora de las FARC, Burgos y Valladolid representaban la tendencia marxista más ortodoxa, Vizcaya y Navarra la troskista y el resto la maoísta.

El partido carlista llegó a editar un cuaderno interno de formación titulado, China un Estado Revolucionario, de 58 páginas que analizaba la China maoísta y la comparaba críticamente con el proyecto huguista. Lo que demuestra la atención que mostraban los huguistas por el maoísmo chino.

La aceptación del marxismo por parte del Partido Carlista, quedaba clara, sirva como botón de muestra, las declaraciones de Laura Pastor, lider del huguismo en Valencia, en enero de 1976:

Nosotros partimos del principio de lucha de clases y no aceptamos un tipo de democracia formal, salvo como vía de tránsito, ya que aspiramos a un estado socialista
La prensa maoísta española en apoyo del partido hugista en los sucesos de Montejurra 1976

En la transición la política y táctica de Carlos Hugo fue un mero seguidismo de los presupuestos del maoísmo más demencial. El propio Carlos Hugo llegó a visitar China en 1975 invitado por el propio Mao Tse-tung. Allí fueron siguiendo nuestra curiosidad revolucionaria como afirmó de estos viajes a paraísos socialistas, como Cuba o la propia URSS, la denominada Princesa Roja, María Teresa, hermana y verdadera mentora ideológica de Carlos Hugo.

Este alegre periplo en 1975 por la China maoísta, un régimen que sólo durante el periodo concreto de la revolución cultural asesinó según las cifras más bajas a tres millones de personas, fue relatado en el libro de José Carlos Clemente: Carlos Hugo de Borbón Parma: Historia de una Disidencia, Planeta, 2001. Las conclusiones del mismo son absolutamente delirantes, ensalzando un modo de producción que había conducido a la ruina y a la hambruna a las masas campesinas, así como el dirigismo de las fábricas, en las que la obligación de recitar durante veinte minutos los credos comunista y maoísta le resultaba muy simpático a Carlos Hugo. Aún así reconoce la absoluta falta de libertad con la que se encontró en las fábricas y en las calles, así como la que reinaba entre los propios cristianos “patrióticos”, aunque el libro está escrito en 2001, cuando el comunismo estaba totalmente fracasado, por lo que esas críticas se les guardó a su vuelta del viaje. Si inmediatamente después del viaje tenía la impresión de esa absoluta falta de libertad ello no fue óbice para uncirse a los mismos que reclamaban la aplicación de dicho régimen en España.
La Unión del Pueblo, Órgano del Comité Central del maoísta Partido del Trabajo de España (PTE), nº 27, 10-16 de noviembre de 1977. Nazario Aguado en representación del PTE interviene en la clausura del congreso del partido carlista, y saluda en su nombre a Carlos Hugo

En el congreso que el mal llamado Partido Carlista celebró en 1977 en Madrid, quedó patente una vez más el influyo maoista. En el mismo intervinieron Jordi Jaumandreu de la LCR troskista y los principales dirigentes maoístas en España: Eugenio del Río del MCE, Avelino Hernández de la ORT y Nazario Aguado del PTE. Para que quedase más claro el total apartamiento de cualquier posicionamiento carlista también participó en dicho congreso Eduardo Prada de la Agrupación Republicana Democrática Española, ARDE, una formación que se decía heredera de Manuel Azaña, compuesta por masones confesos y radicalmente anticlerical. Y Joaquín Satustregui, de Alianza Liberal. De una familia donostiarra de acomodados partidarios de la dinastía liberal pasó del alfonsinismo fascistizante de Renovación Española, a participar en el conturbenio de Munich siguiendo órdenes del llamado "conde de Barcelona" hasta fundar la ultraeuropeísta y ultraliberal Alianza Liberal.
En contraposición los carlistas prestaron atención preferente a los acontecimientos acaecidos en China, haciendo propaganda denunciando las mentiras del maoísmo. Los carlistas denunciaron el ignominioso cese de relaciones diplomáticas de España con  la República China libre (Formosa) en 1973, despidiendo al embajador junto a cientos de españoles que rendían homenaje a la misma. Los carlistas protestaban por la rendición del franquismo ante el comunismo. En agosto del mismo año se abre el Centro Sun Yat-Sen, que actuaría como oficina económica y cultural de la China libre en España. El director de dicho centro reconoció la labor de los carlistas, y a sus expensas incluso se pagó una campaña de propaganda de la Agrupación de Juventudes Tradicionalistas.

El gran pensador tradicionalista don Francisco Elías de Tejada ya había afrontado el pensamiento político tradicional chino en múltiples estudios. Señalando que las ideas políticas y morales constituyen un aspecto esencial de la filosofía clásica china. El arte del bien gobernar y el desprendimiento místico inspiran sus ideas que se recogen en un orden natural común al del tradicionalismo hispánico. Elías de Tejada estuvo en Formosa como profesor universitario y hablaba el chino mandarín. Francisco de Guinea Gauna, Requeté, fue condecorado con la Cruz de Oro de Taiwan, una alta condecoración  del gobierno de la China libre.

Por último, en una audiencia mantenida hace tres años en Madrid con jóvenes tradicionalistas, S.A.R. Don Sixto daba cuenta de cómo había recibido en aquellos días en el Castillo de Lignières a una delegación de la familia imperial china. La misma le había asegurado que en China una vez visto los colapsos capitalista y comunista estaba empezando a despertar un renacimiento espiritual como respuesta a las ideologías materialistas. El Abanderado de la Tradición hacía votos para que pronto así sea, y una China renacida espiritualmente y restaurado su régimen tradicional, pueda ser, junto a Rusia, un contrapeso a la prepotencia del orden mundial anglosajón.