jueves, 29 de marzo de 2018

Luz mediterránea frente a bruma germánica, el batallón literario de Charles Maurras

LUZ MEDITERRÁNEA FRENTE A BRUMA GERMÁNICA, EL BATALLÓN LITERARIO DE CHARLES MAURRAS

La vasta, variada y aunque en algún punto paradójica producción literaria de Charles Maurras tiene entre sus ejes vertebradores más señeros la búsqueda de un equilibrio estilístico y estético asentado en el orden filosófico y metafísico de la tradición clásica grecolatina. En parte como reacción al romanticismo imperante, de matriz germánica, en última instancia de inspiración protestante y generador en la práctica de las gran herejía política del totalitarismo[1] racista y expansionista[2].

"el romanticismo no es sino una continuación literaria, filosófica y moral de la Revolución" (Charles Maurras)

La idea latina había sido vigorizada durante la segunda mitad del XIX por los felibres, entre los que en justicia se ha de contar al propio Maurras. La estandarización liberal de la lengua d’Oi como “francés” fue una de las mayores aberraciones de la Revolución. Junto al cultivo literario culto y popular, trovadoresco, y su mayor riqueza léxica y musical las lenguas d’Oc eran habladas por más del 70% de los franceses antes de la Revolución, a pesar de la usurpación de esas tierras tras la batalla de Muret y las continuas jugarretas de la monarquía de París contra la misma. En la recuperación de las mismas tuvo un puesto destacado Maurras, así como en la configuración junto a Mistral de un armazón teórico, la Latinidad, que acabó trascendiendo el ámbito estrictamente provenzal y sobre el que convergieron felibres y escritores empeñados en la recuperación del orden clásico. Paradójicamente en el maltratado Mediodía, tierra de tauromaquia y vino cuyo destino natural debería haber estado en la Hispanidad, encontró la decadente Francia postrevolucionaria razones para su renacimiento ante el avance triunfal del pangermanismo tanto en el campo de Marte como en la batalla de las ideas, con el kulturkampf como paradigma de una filosofía y unos universos conceptuales que rompían con la tradición latina.
Es este impulso de regeneración estética sustentado en la postulación de la necesidad de reencontrar unas formas estéticas propias del espíritu meridional occidental, clásicas por ello mismo, y genuinas en todo el arco mediterráneo, lo que desembocará en un movimiento más profundo de regeneración moral que será la Acción Francesa.

Jean Touchard señalará como Maurras sustituye el tradicionalismo romántico de Chateaubriand o de Barrés por un pensamiento clásico, apasionado por la razón y la medida, mediterráneo: "Ese pensamiento de Maurras que siente el pino y el olivar, el sol y la cigarra". Nacionalismo ateniense, dice Thibaudet, que subraya igualmente la influencia del orden romano sobre su doctrina.

Este impulso se proyecta en una inmensa influencia sobre algunos de los intelectuales y artistas más sobresalientes de la primera mitad del siglo XX, no solamente en Francia sino particularmente en el mundo hispánico, con Eugeni d’Ors, José María Salaverría, Manolo Hugué, Joaquín Zuazagoitia, Josep Vicenç Foix, Josep María Junoy (que en sus apologéticas disertaciones del pensador provenzal lo catalogó como “el Gran Latino” y “el pensador actual de la Mediterraneidad por excelencia”), Joan Estelrich, Josep Pla y el llamado Noucentisme o la Escuela Romana del Pirineo liderada por Ramón de Basterra. Y en última instancia sobre la confluencia de diversas opciones antirrevolucionarias en Acción Española, de la que el Carlismo no estuvo al margen. Sobre la asunción de la idea de Latinidad por el Carlismo ya la hemos apuntado en algunos artículos específicos (PULSAR AQUÍ)

Por tanto comprender al Maurras político, condenado injustamente al ostracismo de la corrección tras la inmoral represión física gaullista, requiere una aproximación preliminar a una cosmovisión que no es sólo estética ni estilística sino integral. Maurras recorre un itinerario intelectual desde la crítica literaria hacia la militancia política y la elaboración doctrinal. El romanticismo estético y literario, cuyo origen se encontraba en Rosseau, suponía una reacción contra la autocomprensión del clasicismo francés, sustituyendo el concepto aristotélico de orden y perfección por el de creación personal y progreso. Los románticos ponían en cuestión la imitación de los modelos antiguos con argumentos individualistas y sentimentales, relativizando los criterios de belleza objetiva sustraída al paso del tiempo, convirtiéndose en sinónimo de anarquía social y política[3].

Thomas Molnar señaló a este respecto:

El ideal griego le acompañaría hasta el fin como signo de perfección, cima de plenitud, punto de referencia, y una especie de control interior. (…)
Para Maurras, los germanos eran los “otros” por excelencia (protestantes, románticos, sentimentales y bárbaros), y frente a ellos el positivismo que representaba la racionalidad francesa (greco-latina), la lucidez y políticamente la mejor organización partiendo de un principio. El clima ideológico para esta visión fue la claridad del aire mediterráneo, el sol en lo más alto del mediodía, el silencio y equilibrio celebrado por el gran poema Le cimitière marin de Paul Válery —oscuridad germana frente a luminosidad francesa. La sabiduría de los sabios pre-socráticos fue cercana a esta visión “provençal”.

Charles Maurras, modelador de una época. Thomas Molnar. Págs. 371 y 372. Verbo, 385-386.
Esta cosmovisión se concretó antes que la Acción Francesa fundamentalmente en la Escuela Románica, pese a que Maurras desechase todo protagonismo en la misma.

El proyecto de Escuela Románica no es sólo poético, sino que plantea también la cuestión del comportamiento del ser frente a la existencia: ¿es la vida un exilio, una maldición (idea romántica) o una morada y contemplación basada en un cierto ordo mundi (idea clásica)?
Charles Maurras. El caos y el orden. Stéphane Giocanti. Pág. 125. Para su versión en español Editorial Acantilado, Barcelona 2010.

Este círculo de jóvenes escritores, surgido como reacción al Simbolismo dominante en las letras francesas, reclamó la vuelta a la estética clasicista. Maurras expuso sus ideas estéticas en su obra Anthinéa (1901), un recorrido por el arte clásico a través de un viaje imaginario por Grecia. En 1925 publicó su ensayo Barbarie et poèsie, en el que expuso una visión crítica del romanticismo y una vehemente defensa del clasicismo literario. Este mismo año publicó su poemario Musique intérieur.

Las líneas básicas del idearium estético serían:

Sometimiento del sentimiento y la razón al orden; con su secuencia de orden, forma y belleza, propia de la tradición mediterránea, con la transposición de la proporción aurea a las formas literarias, frente al desorden de la tiranía del deseo desmedido y sentimentalismo, propio de la estética germánica, y frente a la tiranía de la razón, característica de la Francia decadente posrevolucionaria.

Realismo organizado en la inteligencia, desde el tradicionalismo y clasicismo en busca de armonía y serenidad clásicas. Esa organización del realismo era la medida exacta de idealismo oportuno: ni naturalismo ni abstracción.

Equilibrar las pasiones en torno a una medida y un orden.

Seguramente donde mejor se haya expresado esta dimensión sea en el célebre poema de Ioannis Papadiamantopoulos, Jean Moréas:

No digáis que la vida...

 No digáis que la vida es un festín alegre;
 Lo dice un alma tonta o bien un alma baja.
 No digáis sobre todo: es desdicha sin fin;
 Lo dice un alma débil que temprano se cansa.

 Reíd como las ramas en primavera agítanse,
 Llorad como los vientos o la ola en la playa,
 El placer y el dolor padeced y gozad; y decid:
                         Es mucho todo esto y es la sombra de un sueño.



[1] Al totalitarismo fascista italiano lo calificó de “falso, negativo y delirante”.
[2] La animadversión al nacionalismo era mucho mayor incluso que al fascismo. El nacionalismo era para Maurras “heredero de Kant, Rosseau y los jacobinos”.
[3] Por ello resulta un tanto contradictorio el juicio de Nicolás Gómez Dávila al señalar que: «Al identificar romanticismo y democracia, condenando así el romanticismo, Maurras cayó en un terrible error. Al condenar el romanticismo, Maurras condenaba el pensamiento reaccionario y adoptaba una ideología revolucionaria en nombre de la contrarrevolución».

martes, 27 de marzo de 2018

Similitudes y diferencias entre el carlismo y el pensamiento de Charles Maurras

Aviñón 21 abril 2018. Homenaje a Charles Maurras (1868-1952). Bajo la presidencia de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón. Organiza: Amitié et Action Française

Charles Maurras se opuso con firmeza al "monstruo de las tres cabezas", de las tres "R", que invadían Europa: Reforma, Romanticismo y Revolución, provenientes de las brumas norteñas del germanismo. Subjetivismo y sentimentalismo, en suma, provenientes de la Prusia bárbara, oponiendo con fuerza la afirmación latina: católica, clásica y monárquica; orden, claridad, racionalidad, de estirpe greco-romana. Su recio combate desde la Acción Francesa contra la disolvente República y sus principios laicistas y secularizadores, con la afirmación de que "la única base para la latinidad lo constituye el catolicismo" y  su afán por la restauración monárquica en Francia. Lo sitúan, sin duda, como un oponente lúcido al curso político decadente nacido desde la Revolución francesa.

Su enfrentamiento teórico y práctico contra el sistema parlamentario liberal, del que denunció sus mitos y sofismas, y contra el centralismo jacobino, con su  aferrada defensa de la lengua occitana y del regionalismo, son rasgos puntales de su trayectoria vital y política contra-revolucionaria.

El gran movimiento intelectual  creado por su influencia es de gran interés para el tradicionalismo hispánico, con las salvedades contextuales de su origen en el positivismo y allende de los Pirineos, donde la devastación moderna había arrasado los rescoldos de la sana filosofía y la Tradición. Su postrera estigmatización personal, verdadera venganza política, tras la II Guerra Mundial, es una verdadera infamia, injusta a todas luces, impuesta por los poderes plutocráticos vencedores en la contienda y deseosos de acallar cualquier resistencia cultural al avance de la Revolución liberal y marxista. Un intento de criminalización intelectual de la disidencia al mundo moderno, que el gran pensador provenzal tuvo que sufrir.

"Nuestra fase de nacionalidades, abierta por la Reforma y la Revolución, es una decadencia. No hay que ilusionarse, el género humano no ha progresado desde que está encerrado en los marcos estrictamente nacionales. La humanidad civilizada tenía en otro tiempo, por límite y garantía la Cristiandad Católica...Dicha garantía y dicha frontera se han estrechado a la medida de las nacionalidades. Es una pérdida".

Charles Maurras. L´Ordre et le Désordre

El agnosticismo personal, el positivismo filosófico y el contexto francés, sin luda, alteran cuando no invierten la perspectiva. No podría haber sido de otro modo. Así, resaltan las convergencias tanto como las divergencias entre el planteamiento carlista y el maurrasiano. Cuando los pensadores y los reyes carlistas insistían en que la “unidad católica” constituía el fundamento del tradicionalismo y su defensa el primer principio político, decían algo semejante sin duda a lo expresado por el gran escritor provenzal, pero también algo sensiblemente distinto. Pues detrás de la postura hispánica se encontraban el tomismo y el magisterio pontificio (indubitado en este punto hasta el II Concilio Vaticano en la adhesión a la constitución cristiana de los Estados) que, de consuno, concluyen: salus animarum suprema lex. Mientras que desde el ángulo francés se combinaba el positivismo y el nacionalismo: salus reipublicae suprema lex. No sé si se ha tenido suficientemente en cuenta lo anterior a la hora de motejar de “nacional-catolicismo” la postura del tradicionalismo hispano. 

Un segundo ámbito en el que pueden seguir rastreándose las diferencias es el de la articulación de las sociedades. Para Maurras la génesis de la sociedad se realiza en dos tiempos o procesos independientes que responden a dos causalidades diferentes: la formación propiamente tal de la sociedad, de la familia hasta la nación, es un proceso natural y casi biológico, desarrollado según leyes científicas; sobre el que la acción del espíritu, regido por la libertad y la moralidad, tiende a elevar la vida colectiva a un nivel más alto de espiritualidad y de cultura. Tesis que difiere profundamente de la concepción aristotélica y clásica de la sociedad, en la que no cabe esa disociación entre orden de la naturaleza y orden del espíritu, entre sociedad y civilización. Si se parte de la unidad sustancial del hombre y su sociabilidad natural la sociedad es un producto de la naturaleza humana entera, de modo que en la más pequeña y primitiva célula social ha de reconocerse ya el sello del espíritu y, con él, de la moralidad.

Lo anterior podría llevarse hasta los ámbitos más diversos, de la concepción de la nación, del “fuero” y de la propia monarquía.

El nacionalismo "integral" de Maurras no era intencionalmente un nacionalismo revolucionario. Pero otra cosa es que quizá a la larga lo haya podido reforzar, pues después de 1789, en Francia, lo que quedaba del viejo patriotismo tradicional ha sido engullido por el nuevo revolucionario, ideológico y humanitarista surgido de la Revolución francesa, quid pro quo al que la escuela maurrasiana finalmente habría contribuido. Esa distinción entre las “dos patrias” conserva también todo su valor en España. Sin embargo, entre nosotros, a diferencia de lo acaecido ultrapirineos, el pensamiento tradicional no ha contribuido a la mixtificación denunciada, ya que desde siempre y hasta hoy ha separado la tierra de los padres y la “ideología” nacional, con distingos terminológicos o conceptuales más o menos afortunados pero siempre netos.

Pasemos al “fuero”. Maurras citó en una ocasión la fórmula, que dice haber oído en castellano a un nacionalista (francés), “un césar con fueros”, como expresiva del régimen ideal. Donde "césar" significa "una autoridad enérgica". Y “fueros”  “libertades municipales y provinciales”. Y añade: “Pero este nacionalista hablaba español y latín. Hablando francés hubiera dicho, poco más o menos, como el conde de París: "Estado libre, municipio libre" [...]”. Aunque también es cierto que, en otra ocasión, a propósito de estudiar la descentralización, marcó con claridad las insuficiencias de ésta de ésta en relación con el federalismo, que —al menos en una de sus versiones— podría aproximarse al “fuero”. Este, sin embargo, no sólo implica mucho más que las libertades municipales, sino incluso que el federalismo. Pues pertenece a un contexto que no es el del Estado moderno, sino el de la comunidad política del medioevo. Que en el mundo hispánico se prolongó en la monarquía de la Casa de Austria, mientras que en Francia desapareció precisamente por la centralización regia. El pensador francés, pues, se aproxima una vez más al universo conceptual del carlismo, pero también aquí quizá quede nuevamente distante de su comprensión última. 
Lo anterior alcanza también a los caracteres identificadores de la monarquía, que para Maurras no eran otros que tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y descentralizada. Y que, de nuevo, tienen una menor densidad teórica que los de tradicional, social, representativa y foral propios del pensamiento carlista. Pues lo que en aquél se presenta en términos puramente negativos, de oposición al parlamentarismo y a la centralización, en éste aparece formulado positivamente. En efecto, hallamos el valor y sentido de la monarquía hereditaria (aristocrática), de la representación corporativa (popular) y del proceso de integración histórica (federativo o foral) en la formación de la nacionalidad española. La imagen conductora de la monarquía, caracterizada como social, tradicional y representativa, encaja pues en la gran tradición del régimen mixto y del gobierno templado. La monarquía entraña, en primer lugar, y como punto de partida, la idea de un gobierno personal -aunque cohonestado, como acabamos de ver, en ciertos sectores con los principios aristocrático y democrático—, y también la de un poder en alguna manera santo o sagrado, es decir, elevado sobre el orden puramente natural de las convenciones o de la técnica de los hombres, ideas que la hacen incompatible en el fondo con el régimen parlamentario liberal nacido de la teoría de la soberanía popular. Finalmente no ha de olvidarse que Maurras, en pro de fusionismo dinástico, también de origen nacionalista, sostenía la restauración en los Orleáns. Lo que para los carlistas resultaba doblemente odioso, pues al regicidio y a la usurpación sumaban el desconocimiento de los derechos de los príncipes carlistas como sucesores del Conde de Chambord.
Puede concluirse, pues, que el carlismo vive y explica una tradición intelectual y política, que es la de la monarquía hispánica heredera del régimen de Cristiandad de la Edad media, en lucha contra la modernidad en cualquiera de las metamorfosis de ésta. Se trata de un tradicionalismo integral y esencial al tiempo, deudor del tomismo, sobre el que se injerta el legitimismo estricto. El universo conceptual de la Acción Francesa, por el contrario, se mueve en las coordenadas de la pérdida de la tradición metafísica de la filosofía escolástica, que tuvo lugar en Francia, y de la pura reacción contra los desastres de la época de las revoluciones. Las múltiples contaminaciones modernas que es dado encontrar, sin embargo, no quitan los numerosos elementos de salud para una reconstrucción política. Pero nada de ello, muy apreciable en Francia, había de sentirse como ejemplar en España, donde la tradición carlista custodiaba con mayor ortodoxia y rigor un riquísimo patrimonio. Si acaso, en un momento en que el carlismo se hallaba en horas bajas, intelectual y políticamente hablando, hasta la reemergencia en tiempos de la II República, podía verse con envidia el bullicioso mundo intelectual que la Acción Francesa había logrado articular en su torno.

sábado, 24 de marzo de 2018

Soluciones tradicionales para la España vacía (o vaciada por el liberalismo)

El Concejo del Roncal.
Joaquín Sorolla, Visiones de España. Hispanic Society of New York. 1913.

SOLUCIONES TRADICIONALES PARA LA ESPAÑA VACÍA (O VACIADA POR EL LIBERALISMO)

Despoblación y Abandono de la España Rural. El imposible vencido (Valencia, 2018) es el último estudio publicado del geógrafo y activista contra la despoblación valenciano Luis del Romero. Sus líneas de investigación están colectivamente desarrolladas desde el grupo Recartografías, que propone un diagnóstico y una terapéutica de la problemática despoblación en sintonía con la tradicionalista. Así en el comentario de la obra hecha por la propia Universidad de Valencia se señala

La investigación del profesor de Geografía demuestra cómo la construcción y configuración del estado nación español como proyecto liberal “se ha hecho a expensas de la explotación, desarticulación y a veces destrucción física de las culturas rurales”.

Una denuncia clásica del tradicionalismo, sobre la que actualmente Agencia FARO viene realizando una impecable labor de documentación y recopilación de datos históricos. Pese al que el carlismo no tuviese una única dimensión rural el liberalismo atacó a ciencia y conciencia esos núcleos por lo que suponían de custodia de las libertades populares y dimensión comunitaria de la transmisión de unas creencias seculares. Dejando sin vida lo rural se podía consolidar un sistema caciquil desde el centralismo de las capitales de provincia (muchas sin fundamento histórico o geográfico) que fuera desplazando la tradicional ortodoxia pública por la nueva ideología liberal. Esta pretensión plenamente ideológica tuvo una secuencia en el orden social, económico y demográfico. La instauración del capitalismo en España se hizo igualmente a expensas del campesinado y mundo rural, que tuvo que aguantar la reforma fiscal con la imposición monetaria y la desamortización de las tierras eclesiásticas y comunales en beneficio de una minoría liberal beneficiada por su sostenimiento del ejército isabelino. Caso por el ejemplo de los marqueses de Larios, título creado por Isabel (II) para premiar a unos industriales malagueños que actuaban como defensores de los intereses mercantiles de Inglaterra en Andalucía. Los mismos adquirieron cerca de Albacete unas tierras desamortizadas de un convento franciscano donde fue hallada la imagen de la Patrona de la ciudad a las que se unieron las comunales de los municipios cercanos como Pozohondo. La secuencia fue letal, pues pasaron a manos privadas unas extensiones enormes, desroturando tierras de labranza para convertirlas en coto de caza y privando a los pueblos de sus recursos naturales, con el correspondiente atraso económico y social, miseria donde antes había futuro, emigraciones de generaciones enteras y analfabetismo.

El ladino argumento desamortizador del marrano Méndez (alías “Mendizábal”) se demostró falaz, las tierras desamortizadas fueron mucho menos productivas que durante el Antiguo Régimen, lo que como patrimonio común era por su propia naturaleza indisponible quedó al arbitrio de la especulación.

Por lo que respecta a posibles soluciones el autor aborda la restauración de muchos métodos de vida tradicionales:

El investigador valenciano apuesta por la recuperación y nuevo uso de los bienes comunales, aquellas tierras en forma de bosques, prados, sendas y caminos, molinos, estructuras de piedra en seco o vedados, la gestión de los cuales tradicionalmente ha pertenecido a la colectividad de los individuos del municipio y que ahora suelen estar en manos privadas o de la Administración.
Caricatura de Juan Méndez (alias Mendizábal) en la prensa de la época. En el pie de la misma se leía:

¡Ah, muchachos, al hebreo!
Tira del rabo Juanillo. Aprieta tú, Periquillo.
Fuera, fuera el fariseo que a los templos entró a saqueo.  

Es decir, se trataría de revertir en lo posible la situación injustamente creada por la Revolución, con las actualizaciones necesarias. Sin la base de esa riqueza material que por orden natural corresponde a la comunidad -o en su caso correspondía a la Iglesia- y por ello mismo no puede disponer de ella cualquier programa de actuación sobre las zonas despobladas es una mera quimera. Las administraciones podrán mostrar ufanas carteles de inversiones con el correspondiente escudo a efectos publicitarios, pero no dejarán de recoger los frutos de lo engañoso de lo público como panacea, una opción falaz y que acabará sufriendo la sociedad (recordemos el desastroso PlanE de la última época de ZP). Es precisamente la sociedad la que se ha de dotar de instrumentos adecuados para poder organizarse por sí misma, evitando la especulación fruto del afán de lucro individualista del liberalismo y los ridículos parches socialdemócratas, dinero de todos gastado de forma cortoplacista y sin sentido. En esta línea crítica con el papel de las administraciones públicas:

El experto cita como principales causas de la despoblación existente en España “el entramado jurídico” y “la arquitectura institucional del Estado Español”, con diferentes administraciones poco coordinadas, realidades territoriales muy diferentes y una superestructura como la Unión Europea que (…), “no ha ayudado a aquellas no competitivas. Además, existen procesos históricos como por ejemplo la privatización de todo tipo de bienes comunales desde el siglo XVIII con varias reformas legales, que se han convertido en todo un mecanismo de expulsión de población, especialmente la más humilde”. 

Los tradicionalistas hacemos votos por vencer al imposible, como se señala en el subtitulo del libro propuesto. Se necesita legislar poco pero bien. Como también propone el autor la vuelta a una Carta Puebla, institución entrañable de nuestro Derecho Histórico. Promoviendo las Villas Francas como núcleos de atracción de mercados de los productos actualmente llamados de proximidad. Dignificando infraestructuras (aspecto este que ocupó muchos desvelos de Eloy Landaluce a través de sus escritos en Lealtad). Apostamos por la revitalización de los núcleos rurales como base de un desarrollo armonioso de la Patria sobre la preservación de los oficios tradicionales (otra de las propuestas de Luis del Romero), la vuelta a los comunales y a las libertades populares, al modo tradicional de autogobierno municipal (puede ser un buen ejemplo reciente de esto la época al frente del ayuntamiento de Belmonte de San Juan del tradicionalista Roberto Gonzalo Bayod en los 90, cuando restauró una suerte de Senado municipal) y devolviendo el protagonismo a la sociedad bien organizada frente al medro de los políticos del sistema, herederos de los causantes del vaciamiento de España.

La España vacía, el carlismo y sus confusiones

lunes, 12 de marzo de 2018

Sobre la "derecha nacional", el caso italiano. Una profecía de Elías de Tejada

"A primera vista las circunstancias parecen distintas, ya que en la península Ibérica existen grupos leales a la Tradición activa, cosa que en Italia no sucede. Más bien mirado, no son tantas las distintas circunstancias. Tanto en Italia como en España existe un partido de cuño o herencia fascistizante, la Falange y el Movimiento Sociale, con vocación tradicional aunque sin ideales tradicionalistas. El destino de la Falange en un régimen liberal sería parecido al del Movimiento Sociale en la Italia republicana. Ambos están bajo la tenaza del dilema ineludible: o hacen suyos los ideales de las respectivas tradiciones españolas e italianas, con todas sus consecuencias, o entran en el juego de los partidos para constituir un grupito parlamentario más, condenados a tristes apéndices de las correspondientes democracias cristianas. Ya de hecho el Movimiento Sociale está condenado, apenas concluyan  las añoranzas fieles de sus miembros actuales, a desaparecer en el seno del mayor partido liberal, una vez agotadas sus posibilidades prácticas de sostener un Gobierno Tambroni más o menos transitorio.

Solamente podrá salvarse de tan triste destino llenar el vaso de sus recuerdos con los ideales tradicionalistas corrigiendo los errores de Mussolini acerca de la auténtica Tradición italiana. Si continúa en el empeño centralista, risorgimentale y liberaloide que hoy le caracteriza, igual al partido liberal en doctrina cuanto en táctica, acabará dejándose absorber por éste, que siempre resulta más cómodo porque sustenta idénticos programas sin suscitar los recelos que su neofascismo provoca. Reencontrando la verdadera tradición italiana reencontraría su destino histórico, el que intuye con el corazón y se empeña en enterrar en el lodazal de los parlamentos democráticos.

Por lo demás, las empresas no se miden por el éxito. Dios no abandonará a los suyos. Y en el peor de los casos, si nos niega ver el triunfo con los ojos de la carne, siempre resta la paz de la conciencia de haber cumplido el deber del día nuestro, muriendo como murieron nuestros abuelos: sin ceder".

La Tradición Italiana. Francisco Elías de Tejada. 1963
El Movimiento Social Italiano más tarde denominado Movimiento Social Italiano-Derecha Nacional, fue un partido político italiano de ideología neofascista o post-fascista.​ Formado en 1946 por seguidores de Benito Mussolini, y sobre todo de la experiencia de la República Social Italiana, el partido se convirtió en el cuarto partido de Italia por la década de 1960. El MSI dio apoyo local y, ocasionalmente, nacional a la Democracia Cristiana en los años 40 y 50. Defensor en los años 70 de lo que se llamó la Derecha Nacional sosteniendo posturas nacionalistas, atlantistas (defendió la permanencia en la OTAN) y esencialmente anticomunistas. En 1970 en su IX Congreso aceptó la democracia y limó muchos aspectos de su nostalgia fascista. Su líder fue Giorgio Almirante desde 1969 hasta 1987.

El partido se transformó finalmente en Alianza Nacional (AN) en 1995 de la mano de Gianfranco Fini, integrando a su vez a algunos sectores conservadores de la Democracia Cristiana (DC) y del Partido Liberal Italiano, ambos disueltos en 1994 después del escándalo de corrupción del proceso Manos Limpias. En una evolución directa hacia posturas cada vez más moderadas, liberales y electoralistas, y en un expreso arrepentimiento por el origen y pasado político del M.S.I.

En noviembre de 2007 Silvio Berlusconi anunció que Forza Italia se transformaría en el Pueblo de la Libertad (PdL). Alianza Nacional se fusionó con la nueva formación del corrupto y populista Berlusconi en el 2009. Cumpliéndose completamente así, la profecía de Francisco Elías de Tejada sobre el futuro político del M.S.I, anunciada en 1963, siendo engullido literalmente por el liberalismo más feroz del sistema corrupto partitocrático italiano. 

Los grupos disidentes de este proceso degenerativo del MSI, no han salido de la marginalidad política, fracasando recientemente en las últimas elecciones italianas, demostrando que las tendencias más ideológicas surgidas en su seno  en los años 70, del tipo evoliano o nacional-revolucionario, o simplemente neo-fascistas no pasaron de influenciar a algunos sectores juveniles sin más recorrido cultural y político.

Caso análogo puede suceder en Francia con Marine Le Pen tras la ruptura con su padre y fundador del partido. Marine Le Pen acaba de proponer el cambio de nombre del Frente Nacional, para “refundarlo” de manera “más abierta”, con una “nueva organización”, con “nuevos estatutos, más adaptados a una organización política de nuestro tiempo”. Se trata de un intento de “coqueteo” nada encubierto con las familias más conservadoras de la derecha liberal para ser aceptado en el marco parlamentario del sistema. Tumba de cualquier doctrina sana y honrada. Las pretendidas "derechas nacionales" siguen todas el mismo camino y demuestran ser únicamente una pata del régimen liberal al que han servido dentro del juego partitocrático.

domingo, 11 de marzo de 2018

Mártires de la Tradición 2018: El carlismo rinde homenaje al Rey Javier I y al General Sanjurjo

 La Comunión Tradicionalista celebró la Festividad de los Mártires de la Tradición en el Pardo (Madrid), con la presidencia de S.A.R Don Sixto Enrique de Borbón
Santa Misa por los Mártires de la Tradición en la Iglesia del Cristo del Pardo, según el rito tradicional de la Iglesia Romana
Mesa presidencial en la Comida de hermandad carlista
Los carlistas abarrotaron el salón, unos 200 tradicionalistas participaron en los actos programados el 10 de marzo
El año recién terminado de 2017 conmemoramos en distintas formas el cuadragésimo aniversario de la muerte del Rey Don Javier. La Comunión Tradicionalista ha querido que dicha memoria se perpetúe y ha mandado acuñar en un prestigiosísimo taller del antiguo Ducado de Parma, una medalla que, al estilo de los Reyes precedentes, marca la continuidad, en este caso con su hijo Don Sixto Enrique. Encarna Romero ha sido la correligionaria valenciana encargada de diseñarlas.
 La familia del General Sanjurjo asiste al acto

La profanación de los restos de José  Sanjurjo Sacanell, que descansaban en la cripta del Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, es una afrenta execrable a la Historia de Navarra y de España. Acto ideológicamente totalitario, mediante la “stalinista” “memoria histórica”. El carlismo ha cumplido con su deber homenajeando al glorioso General Sanjurjo en su familia. Deber moral y deber político, frente a la rendición vergonzosa de toda la pretendida "derecha" ante el escarnio de nuestra historia, "derecha" castrada históricamente y políticamente. En la memoria del General Sanjurjo reiteramos la necesidad y legitimidad del glorioso Alzamiento del 18 de Julio, como de intentonas anteriores sólo secundadas por el carlismo,  frente a la República masónica y el marxismo totalitario (Pulsar Aquí)
 "Si todo falla, Yo me levantaré con el Requeté"
 (General Sanjurjo)
Pulsar Aquí
Maurizio Di Giovine, delegado de la Comunión Tradicionalista en la Península Italiana
Toma la palabra don Miguel Ayuso Torres, Presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, frente cultural de la Comunión Tradicionalista
Sigue la lucha por la Religión, la Patria y el Rey frente a esta república coronada que padecemos, su partitocracia corrupta, su plutocracia oligárquica y su degeneración moral y social

martes, 6 de marzo de 2018

Mártires de la Tradición en Villarrobledo 2018

El Círculo Carlista Marqués de Villores de Albacete, ha celebrado brillantemente la Festividad de los Mártires de la Tradición 2018, en Villarrobledo.
Ermita de San Cristóbal, en cuyas faldas tuvo lugar la batalla de la Primera Guerra Carlista.
Representación de Cabrera ante la Ermita de San Cristóbal de Villarrobledo. Obra de Javier Martínez Arenas
Con Jesús Sacramentado en el Convento de Santa Clara; visita a la Hermandad del Stmo. Cristo de los Mártires; a sus imágenes titulares en la parroquia de San Blas; al monumento de los mártires de Villarrobledo en el parque homónimo, de gran valor artístico, llamado Vidas Truncadas y salvado a pesar de la stalinista "memoria histórica" por los desvelos de la Hermandad con el apoyo del abogado tradicionalista, de Albacete, Juan Pablo López Torrillas, presente en los actos. Posteriormente a la ermita de San Cristóbal, en cuyas faldas tuvo lugar la batalla de la Primera Guerra Carlista.
El historiador local y hermano del Stmo. Cristo de los Mártires, Antoniano Santos, glosó la batalla, señalando cómo los carlistas fueron recibidos como libertadores por el pueblo de Villarrobledo y la batalla se decidió por el bando liberal debido al factor sorpresa aprovechado por los liberales, cuyo ejército estaba compuesto mayoritariamente por franceses y británicos. Junto a la ermita se rezó un nuevo responso en latín y se cantó el Oriamendi. Por último se visitó en el camposanto la zanja donde fueron martirizados los católicos en julio de 1936 y el Santuario de Nra. Sra. de la Caridad
Monumento de los mártires de Villarrobledo
Los actos  acabaron en una comida de hermandad con productos típicamente manchegos y vino de Villarrobledo en Casa Félix, a los que se unió el jefe delegado de la Comunión Tradicionalista José Miguel Gambra.
  Imposición de la insignia de hermano honorífico por el hermano mayor, Pascual de la Cruz, a don José Miguel Gambra
A los postres hubo vibrantes discursos de los correligionarios llegados de Alicante, Murcia -con alusión al importante periodista murciano y también mártir Francisco Martínez, que fuera director del diario La Verdad, en tiempos el más importante de Murcia, y Albacete; cerrando el jefe delegado con una aplaudida intervención llamando a completar la piedad que supone esta conmemoración piadosa de los que derramaron su sangre por la Fe y la Patria con la adhesión al ideal pleno de la restauración del orden tradicional. 

Tras las intervenciones el Oriamendi puso el broche a la jornada formal continuada en animada tertulia con habanos, pipa y licores.

jueves, 1 de marzo de 2018

¿Qué hacer? (II): Preámbulo

Un preámbulo

Que limitaremos a tres peticiones, respectivamente, de orden dogmático, antropológico y moral y finalmente político.

Se trataría en primer lugar, de partir nuevamente desde el dogma de la Redención, una de cuyas consecuencias principales, la realeza social de Cristo, no pertenece tan sólo a una época específica –suponiendo que tal hipótesis hermenéutica esté fundada-, sino que responde a la naturaleza misma de la obra redentora, según la argumentación tan claramente presentada en Quas Primas. Hay que reconocer que la conveniencia  de hacerlo constar ad extra a tiempo y a destiempo, con una insistencia machacona o de manera más discreta, depende de la elección pastoral. Pero ninguna opción de este tipo justificaría su degradación. Una es la cuestión de la paciencia, y por tanto de la tolerancia, que puede conducir a situaciones  de espera más largas o más breves, y otra la adhesión de fe que no puede emprender un camino diverso del desarrollo homogéneo. Es cierto que la distinción entre tesis e hipótesis, presentada en este sentido en 1865 por el obispo Dupanloup, ha podido ser retomada en este punto y servir para transformar situaciones de hecho en situaciones de derecho. Cualesquiera que sean los términos empleados, es de la esencia de la política, como forma superior de ejercicio de la virtud de la prudencia, tratar de comprender lo que es posible y, por consiguiente jerarquizar los objetivos intermedios, sin renunciar por ello al principio, ni practicar la doble conciencia. El examen retrospectivo de los defectos del pasado (política eclesiástica de tipo oportunista conducente a conciliaciones) debería servir para evitar las del presente (el mal menor como opción preferencial, el irenismo, la objeción de conciencia antes que el testimonio público de la verdad).

A continuación, figura una exigencia moral basada en un dato antropológico, en este caso la necesidad de prestar gran interés a las mediaciones naturales, y efectuar una crítica correlativa de las estructuras sociales y políticas contrarias a la naturaleza. Jean Daniélou ideó una fórmula acertada, utilizada como título de un pequeño libro. L´oraison problème politique, queriendo decir con ello una verdad muy general: la vida interior no sería posible a la mayoría sin la ayuda de estructuras sociales sanas, sin el arraigo en esta multitud de bienes que, ordenados a su fin supremo, constituyen conjuntamente el bien común de una sociedad. Se trata de un dato del hombre, considerado tanto en su naturaleza como en la vida sobrenatural a la que está llamado. En esta óptica, es inaceptable cualquier escisión  entre el hombre y él mismo, entre el individuo miembro de un cuerpo social  y la persona espiritual, al igual que la escisión jansenista, que desemboca, bajo apariencia de elevación espiritual y de indiferencia respecto al mundo, en un respeto –según la expresión pascaliana- de las "grandezas convencionales" muy cercano a una práctica de la doble conciencia.

Por último, conviene rehabilitar la política. Una de las consecuencias del llamado "final de la política" es la respuesta comunitarista, que concluye lógicamente en la aceptación de la privatización de la religión. Se comprende como huida o toma de distancia hacia el carácter invivible de una gran comunidad sin fronteras definidas, sin pasado y sin ideal común, aunque participe lamentablemente del mismo fenómeno de destrucción si se define sin otra pretensión que ella misma, en nombre de una identidad privada. Por otra parte, hay que ser conscientes del hecho de que, si hoy el terreno propiamente político ha sido prácticamente  abandonado  por las jóvenes generaciones de católicos occidentales, es en gran parte porque ante el fenómeno de destrucción de los marcos culturales e institucionales nacionales que caracterizan  a la fase actual de la modernidad, el mundo católico más “occidentalizado” ha seguido sus pasos, sin dejar otra opción que el repliegue a un espíritu desencarnado. En este caso, el colmo del comunitarismo se alcanza cuando al refugiarse en la "sociedad civil" y la pérdida del sentimiento de pertenencia nacional  vuelven a los hechos a un encierro en formas de sociabilidad religiosas (reuniones, peregrinaciones, grupos de oración), sin duda buenas en sí mismas, pero muy alejadas de la implicación de los laicos en la primacía que hay que conceder al bien común, comenzando por el servicio de su patria y a las cristiandades amenazadas de extinción.

Iglesia y política. Cambiar de paradigma. Dirigido por Bernard Dumont, Miguel Ayuso y Danilo Castellano

¿Qué hacer? (I): La situación actual