Un preámbulo
Que limitaremos a tres
peticiones, respectivamente, de orden dogmático, antropológico y moral y
finalmente político.
Se trataría en primer lugar, de
partir nuevamente desde el dogma de la Redención, una de cuyas consecuencias
principales, la realeza social de Cristo, no pertenece tan sólo a una época
específica –suponiendo que tal hipótesis hermenéutica esté fundada-, sino que
responde a la naturaleza misma de la obra redentora, según la argumentación tan
claramente presentada en Quas Primas.
Hay que reconocer que la conveniencia de
hacerlo constar ad extra a tiempo y a destiempo, con una insistencia machacona
o de manera más discreta, depende de la elección pastoral. Pero ninguna opción
de este tipo justificaría su degradación. Una es la cuestión de la paciencia, y
por tanto de la tolerancia, que puede conducir a situaciones de espera más largas o más breves, y otra la adhesión
de fe que no puede emprender un camino diverso del desarrollo homogéneo. Es
cierto que la distinción entre tesis e
hipótesis, presentada en este sentido en 1865 por el obispo Dupanloup, ha
podido ser retomada en este punto y servir para transformar situaciones de
hecho en situaciones de derecho. Cualesquiera que sean los términos empleados,
es de la esencia de la política, como forma superior de ejercicio de la virtud
de la prudencia, tratar de comprender lo que es posible y, por consiguiente
jerarquizar los objetivos intermedios, sin renunciar por ello al principio, ni
practicar la doble conciencia. El examen retrospectivo de los defectos del
pasado (política eclesiástica de tipo oportunista conducente a conciliaciones)
debería servir para evitar las del presente (el mal menor como opción
preferencial, el irenismo, la objeción de conciencia antes que el testimonio
público de la verdad).
A continuación, figura una
exigencia moral basada en un dato antropológico, en este caso la necesidad de
prestar gran interés a las mediaciones naturales, y efectuar una crítica
correlativa de las estructuras sociales y políticas contrarias a la naturaleza.
Jean Daniélou ideó una fórmula acertada, utilizada como título de un pequeño
libro. L´oraison problème politique,
queriendo decir con ello una verdad muy general: la vida interior no sería
posible a la mayoría sin la ayuda de estructuras sociales sanas, sin el arraigo
en esta multitud de bienes que, ordenados a su fin supremo, constituyen
conjuntamente el bien común de una sociedad. Se trata de un dato del hombre,
considerado tanto en su naturaleza como en la vida sobrenatural a la que está
llamado. En esta óptica, es inaceptable cualquier escisión entre el hombre y él mismo, entre el individuo miembro de un cuerpo
social y la persona espiritual, al igual que la escisión jansenista, que
desemboca, bajo apariencia de elevación espiritual y de indiferencia respecto
al mundo, en un respeto –según la expresión pascaliana- de las "grandezas
convencionales" muy cercano a una práctica de la doble
conciencia.
Por último, conviene rehabilitar
la política. Una de las consecuencias del llamado "final
de la política" es la respuesta comunitarista, que concluye lógicamente en la aceptación de la
privatización de la religión. Se comprende como huida o toma de distancia hacia
el carácter invivible de una gran comunidad sin fronteras definidas, sin pasado
y sin ideal común, aunque participe lamentablemente del mismo fenómeno de
destrucción si se define sin otra pretensión que ella misma, en nombre de una
identidad privada. Por otra parte, hay que ser conscientes del hecho de que, si
hoy el terreno propiamente político ha sido prácticamente abandonado
por las jóvenes generaciones de católicos occidentales, es en gran parte
porque ante el fenómeno de destrucción de los marcos culturales e
institucionales nacionales que caracterizan
a la fase actual de la modernidad, el mundo católico más “occidentalizado”
ha seguido sus pasos, sin dejar otra opción que el repliegue a un espíritu desencarnado.
En este caso, el colmo del comunitarismo se alcanza cuando al refugiarse en la " sociedad
civil" y la pérdida del sentimiento de pertenencia
nacional vuelven a los hechos a un
encierro en formas de sociabilidad religiosas (reuniones, peregrinaciones,
grupos de oración), sin duda buenas en sí mismas, pero muy alejadas de la
implicación de los laicos en la primacía que hay que conceder al bien común,
comenzando por el servicio de su patria y a las cristiandades amenazadas de
extinción.
Iglesia y política. Cambiar de paradigma. Dirigido por Bernard Dumont, Miguel Ayuso y Danilo Castellano
Efectivamente tres puntos para empujar una verdadera Restauración Católica y enfrentarse con éxito al paradigma postmoderno:
ResponderEliminar- Claridad doctrinal. Recuperar como centro de la doctrina Social de la Iglesia, la Realeza Social de Cristo, que en España se concreta en la Unidad Católica. No hay pueblos cristianos sin instituciones cristianas. Hay que desterrar todas las ilusiones maritenianas del catolicismo liberal, que han destruido las energías cristianas.
_En segundo lugar: "efectuar una crítica correlativa de las estructuras sociales y políticas contrarias a la naturaleza". Es decir romper con la cautividad que padece la Iglesia actual del discurso y el paradigma liberal moderno. Romper con sus mitos y sofismas. No sólo criticar los efectos sino una crítica a las Causas de los males sociales, cuestionar el paradigma moderno desde su raíz. Sólo a esto se le puede considerar un "pensamiento fuerte" en esta época de "modernidad líquida" y "pensamiento débil".
-Relanzar la Política como la búsqueda del Bien Común. "La política primero", en frase célebre de Charles Maurras, prioridad cronológica que debe conducir a un marco de defensa de la Ley natural y de la Patria. La privatización de la religión y el subjetivismo destruyen el Orden natural de la Creación.
No necesitamos "políticos cristianos" o "acción cristiana en la vida pública", sino un Política católica con firmes principios doctrinales en la Tradición, en la recta filosofía . En el Orden natural y el Derecho público cristiano.
"No se puede defender la vida humana sin la Gracia Divina y es inútil volver por los fueros de la cordura social, cuando se ha perdido de vista el carácter sagrado de la autoridad.
ResponderEliminarSi la revolución es religiosa en su profundidad, la contrarrevolución también tiene que serlo y es perfectamente inútil luchar contra una falsa religión si no se esgrime la fuerza de la Religión Verdadera".
RUBEN CALDERON BOUCHET.- Nacionalismo y Revolución. Huemul 1983 pag 181.-
CÓMO RESISTIR AL PODER CIVIL TIRÁNICO SEGÚN VÁZQUEZ DE MELLA
ResponderEliminar“Cuando no se puede gobernar desde el Estado, con el deber, se gobierna desde fuera, desde la sociedad, con el derecho. ¿Y cuando no se puede gobernar con el derecho sólo, porque el poder no lo reconoce? Se apela a la fuerza para mantener el derecho y para imponerle ¿Y cuando no existe la fuerza? Nunca falta en las naciones que no han abandonado totalmente a Cristo, y menos en España. Pero, si llegara a faltar por la desorganización, ¿qué se hace? ¿Transigir y ceder? No, no. Entonces, se va a recibirla a las catacumbas y al circo, pero no se cae de rodillas, porque estén los ídolos en el Capitolio”
VÁZQUEZ DE MELLA , Obras completas, o. cit. v. I, pág. 69-70