sábado, 12 de marzo de 2016

Don Sixto Enrique de Borbón en los Mártires de la Tradición 2016 en El Pardo

SAR Don Sixto Enrique presidió la Santa Misa por los Mártires de la Tradición celebrada (según el inmemorial rito romano) en la Iglesia del Cristo del Pardo, repleta de carlistas
Imposición de boina, por parte del Príncipe, a una joven carlista albaceteña
 Imposición de boinas a jóvenes carlistas
Don Sixto rodeado de leales de todos los rincones de las Españas
Al quedarse pequeño el Salón de Acto, unos grupos de carlistas han tenido que comer en el salón adyacente
 D. José de Armas
Paula Gambra habla en nombre de las Margaritas carlistas
Maurizio Di Giovine, delegado de la Comunión Tradicionalista en la Península Italiana
Intervención de don Miguel Ayuso Torres, Presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, frente cultural de la Comunión Tradicionalista
Finalmente dirigió unas breves palabras a los asistentes S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, agradeciendo la presencia y buen espíritu y dando razones para la confianza en la restauración de las Españas.
S.A.R don Sixto de Borbón Parma y el Padre García Gallardo, junto a varios miembros de la ACT Fernando III el Santo de Palencia

viernes, 11 de marzo de 2016

Tradición encarnada en un Pueblo: Mártires de la Tradición 2016 en Pichi Mahuida

 Pichi Mahuida, febrero/marzo 2016. [Corresponsal]. Entre los días 16 y 21 de febrero se realizó en Pichi Mahuida (Argentina) la ya tradicional Cabalgata y Misa en honor de los Mártires de la Tradición.

En esta su decimoctava edición, sesenta y tres cabalgantes, acompañados de un grupo de ínclitos servidores, comenzaron su marcha inspirados en las resonancias del Combate por la Tradición, que fue el tema de reflexión de este año. Al nuevo capellán Pbro. Luiz Claudio Camargo FSSPX, lo acompañaron otros tres jóvenes sacerdotes, quienes colaboraron con la asistencia espiritual de los cabalgantes durante los cinco días de travesía.

La Misa diaria era secundada por diversas pláticas doctrinales, en las que se expusieron los lineamientos del combate por la Tradición y sus fuentes, en especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.

El día domingo, cerca del mediodía, los cabalgantes arribaron a la Estancia San Genaro, propiedad de la familia García Gallardo y alma de la cabalgata y Misa, y allí realizaron la Consagración Cordimariana a los pies de la imagen de la Virgen de Fátima que los acompañó durante todo su periplo. Seguidamente, el Padre Camargo celebró, con el Rito codificado por San Pío V, la Misa en sufragio de los Mártires de la Tradición, tal como fuera instituido por S.M.C. Don Carlos VII hace ya ciento veinte años. Acompañaron la celebración con su fervorosa asistencia numerosos amigos llegados de diversos puntos de la Argentina.

Finalizada la Santa Misa, los miembros de la Hermandad Nuestra Señora de las Pampas, organizadora de la celebración, realizaron su tradicional Consagración al Purísimo Corazón de María, para finalizar con un gran asado de camaradería.
 Un año más —y esperamos que esta constancia no decaiga— los carlistas hispanoamericanos abrieron con piedad, entusiasmo y brillo, las conmemoraciones de los que murieron, sin ceder, por Dios, la Patria y el Rey legítimo. (Crónica de la Agencia Faro)
Llegada a Pichi Mahuida el domingo 21 de febrero
 Luis García Gallardo portando la bandera durante la Misa por los Mártires de la Tradición. En la santa Misa por los Mártires de la Tradición participaron alrededor de trescientas personas, que posteriormente se reunieron en un fraternal asado criollo.
TRADICIÓN-COMUNIDAD-HISPANIDAD
 La Tradición es la Esperanza
Panorámica de los cabalgantes en la estancia San José de la Noria (La Pampa)

lunes, 7 de marzo de 2016

Boicarent el "Montejurra" del Reino de Valencia

Carlismo valenciano
Juventud carlista valenciana
Acto carlista en Boicarent en los años 80, organizado por la Comunión Tradicionalista
 Los actos religiosos siempre presentes en las celebraciones carlistas, Dios en el centro de la vivencia carlista
 Acto de los Círculos carlistas valencianos en Boicarent,  el 6 de marzo de 2016
 Carlismo popular, pueblo carlista, celebrando la Festividad de los Mártires de la Tradición, instaurada por SMC Don Carlos VII
 ¡¡¡España Vive, El Carlismo continua!!!

sábado, 5 de marzo de 2016

Antonio Arrúe Zarauz: Carlista y Euskaltzale

ANTONIO ARRÚE ZARAUZ, CARLISTA Y EUSKALTZALE

Agradecemos a don Alberto Ruiz de Galarreta las valiosas informaciones y correcciones a este artículo de homenaje.

Se cumple este año en XL aniversario de la muerte de un gran carlista y euskaltzle, Antonio Antxon Arrue Zarauz. Nacido en 1903 en el barrio Elizmendi de Asteasu, municipio cercano a Tolosa. Cuna, como tantos otros de Guipúzcoa de esforzados y destacados servidores de la Monarquía Hispánica[1]. Antonio y sus dos hermanas, Eleuteria y Dolores, se criaron en un ambiente profundamente católico. Estudió el Bachillerato en el colegio de Lecároz, dirigido por los capuchinos y posteriormente en la Universidad de Oviedo cursó la carrera de Derecho, con gran brillantez.
Caserío familiar de Arrúe

Su primera militancia política la hizo en el seno del integrismo, que tenía sus plazas fuertes precisamente en los distritos de Azpeitia y Tolosa. Su tío Anastasio Arrúe era el jefe de la junta integrista de Tolosa, y su otro tío Pedro Arrúe fue el tesorero. Antonio comenzó a finales de los veinte a colaborar con La Constancia, el periódico integrista de Guipúzcoa, escribiendo en su sección en vascuence. Juan de Olazábal Ramery, jefe integrista de la provincia, fue el gran artífice de la reincorporación a la Comunión Tradicionalista, no pidiendo condición alguna y entregando gratuitamente a la Editorial Tradicionalista de San Sebastián la propiedad del periódico El Siglo Futuro (que le había legado Ramón Nocedal); siendo nombrado miembro de la Junta Provincial de la Comunión, manteniendo el cargo hasta la fecha en que fue asesinado por los rojoseparatistas en la prisión de los Ángeles Custodios de Bilbao. Con el retorno de integristas y mellistas al seno de la Comunión Antxon Arrúe se empezó a destacar por toda Guipúzcoa como orador fogoso, contrario a la II República y a sus políticas laicistas, defensor de los Fueros y de los caseríos frente a la urbe y furibundo opositor al nacionalismo[2]. Nombrado secretario de la Junta carlista de Guipúzcoa trabaja desde ella en la preparación del alzamiento armado contra la república. Presidente de la Junta Carlista de Guerra de Guipúzcoa pronto se enfrentará al totalitarismo falangista que copó la llamada unificación, trabajando activamente al lado de Don Javier para restaurar la independencia de la Comunión Tradicionalista, con visitas por el frente y las zonas liberadas de Castilla y Andalucía, con las correspondientes multas y detenciones. Arrúe tuvo el honor de tomar juramento de los fueros del Señorío de Vizcaya a Don Javier ante el roble de Guernica, que anteriormente había sido puesto a salvo por un piquete de requetés mandado por Jaime del Burgo.
Euskalherria católica y foral

El desenlace de la guerra resulta desolador, con un carlismo en Guipúzcoa cansado de la dura campaña bélica y por ello acomodado al nuevo régimen, cuya confesionalidad católica apacigua reivindicaciones mayores, y muchos carlistas empiezan a ocupar alcaldías y puestos en la Diputación. No obstante Antonio Arrúe siempre rechazó cualquier puesto público y reúne a un pequeño grupo de colaboradores, entre los que destacará Ignacio Ruiz de la Prada Unceta, con los que apoya la política de Manuel Fal Conde y del propio Don Javier. Mientras tanto reabre su despacho profesional en San Sebastián, especializado en rentas rurales y herencias, y contrae matrimonio en 1941 con Teresa Salazar, natural de Tolosa. En uno de sus muchos enfrentamientos con falangistas (o rojos advenedizos que se habían puesto la camisa azul, pues con la Falange de Guipúzcoa de antes de la guerra Arrúe tenía buena relación, especialmente con el arquitecto José Manuel Aizpurúa, que como casi todos los militantes falangistas guipuzcoanos había sido asesinado o muerto en el frente[3]) es acusado de simpatizar con los aliados y por orden gubernativa es desterrado a Gijón.

En los cincuenta la represión se afloja mínimamente y se constituye una junta carlista semiclandestina, presidida por Antonio Arrúe, con Pablo Iturria e Ignacio Ruiz de la Prada Unceta de secretarios. Arrúe mantiene muy buenas relaciones con Fal, compartiendo la intransigencia en temas dinásticos, mientras que Fal compartida y apoyaba las acciones de Arrúe para promover la identidad vasca. La Junta de Guipúzcoa se enfrentará a la nueva política colaboracionista de Valiente y Zamanillo, esta Junta aspirará a agrupar a los carlistas vascongados y navarros y una estructura más o menos paralela de Junta de las Regiones para actuar con cierta autonomía. Como miembro nato de la nueva Junta de la Comunión también tuvo ocasión de mostrar sus desavenencias, que desembocaron en el nombramiento de José Aramburu como nuevo jefe de Guipúzcoa en 1962. Sin embargo Arrúe seguía gozando de un gran prestigio y autoridad moral. En este periodo se intensifica su colaboración con la Academia de Lengua Vasca y sigue hablando por toda Guipúzcoa. Por ejemplo el 15 de noviembre de 1965 en Azcoitia Ramón Baglietto y José Larrañaga –ambos serían asesinados en 1980 y 1984 respectivamente por la banda terrorista ETA- organizan una conferencia de Arrúe sobre “Carlos VII y la poesía popular vasca”, dictada en vascuence y con gran éxito de asistencia. En 26 de junio de 1960 también fue muy celebrada su intervención en Cegama en el homenaje al General Zumalacárregui junto a Francisco Elías de Tejada y Melchor Ferrer Dalmau. En 1964 su trayectoria profesional se ve reconocida con la concesión de la Orden del Mérito Civil.
Arrúe con Baroja y Caro Baroja, en 1955

A finales de 1967 Arrúe se presentó como carlista a elecciones semi-libres a Cortes por el Tercio Familiar, derrotando a los candidatos gubernamentales en Guipúzcoa. En 1969 se lanzó una campaña para restaurar el concierto económico, que contaba con el apoyo del presidente de la Diputación de Guipúzcoa, Juan María Araluce Villar[4] aunque la iniciativa quedó sólo en pequeñas alteraciones a la ley de abolición inicial, sin afectar a la parte sustantiva del texto. Arrúe se unió a los procuradores que, incapaces de conseguir una audición adecuada en la cámara, desarrollaron sesiones informales en todo el país; estas “Cortes trashumantes” fueron prohibidas por orden gubernamental en 1968. A principios de 1969, junto con los procuradores carlistas navarros José Ángel Zubiaur y Auxilio Goñi, Arrúe protestó por la expulsión de la Familia Real.

El 22 de julio de 1969 Arrúe registró el segundo de sus dos momentos más emotivos de su carrera política: en un proceso abierto, uno por uno, en las Cortes votó delante de Franco expresamente en contra de Juan Carlos como el futuro rey instaurado por el régimen. Paradójicamente, en ese momento él y los otros procuradores carlistas se estaban distanciado cada vez más, por el giro pro-democrático, de Carlos Hugo. Aunque cuando en 1970 Carlos Hugo estableció su Gabinete ideológico, Arrúe se unió a su comisión foral, permaneció en ella sólo hasta 1971, en el que la abandonó horrorizado, mostrando su tajante desavenencia con la escisión impulsada por Carlos Hugo, señalando que su traición era peor que la de Maroto. Nunca dejó de ser fiel a Don Javier, cuyo retrato siempre presidió su despacho. Junto a él decenas de miles de carlistas se alejaban de la escisión ideológica de Carlos Hugo, sus puestos los copaban advenedizos izquierdistas que instrumentalizaron el patrimonio y el prestigio del carlismo.

Su súbita muerte en noviembre de 1976 impidió una mayor implicación en la reconstrucción de la Comunión Tradicionalista, en la cual estaban comprometidos sus más cercanos colaboradores, como Ignacio Ruiz de la Prada.

XXX aniversario de la muerte de don Antonio Arrúe Zarauz


[1] Como Juan de Lagarrola, Capitán en Flandes y sargento mayor de la plaza militar de Fuenterrabía o José Antonio Larrumbide, Secretario de Estado de Gracia y Justicia con Fernando VII. También dio Asteasu grandes clérigos como Juan de Iturriata, Pedro de Iturrieta; o María de Urdinaran, mujer que vivió y murió con gran fama de santidad.
[2] Sin ser exhaustivos critica al nacionalismo en la inauguración del Círculo de Berastegui: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000552817&page=20  o en el acto del frontón Uremea, junto a Esteban Bilbao Eguía, Zamanillo y Hernando de Larramendi ante más de 15.000 carlistas
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001170525&page=3 http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000569192&page=7
[4] Había sido requeté en la guerra y representante del carlismo acomodado en el nuevo régimen, pero siempre firme defensor de la foralidad vasca. Fue asesinado por ETA, junto a cuatro personas más, en octubre de 1976.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Virtudes y limitaciones de una visión libertaria del carlismo: la síntesis de Félix Rodrigo Mora

Virtudes y limitaciones de una visión libertaria del carlismo: la síntesis de Félix Rodrigo Mora

En el capítulo IV de su libro “Naturaleza, ruralidad y civilización” el pensador –inscrito en las corrientes libertarias, a la vez que criticado por las mismas, —Félix Rodrigo Mora brinda un sugestivo análisis del primer carlismo bajo la rúbrica “El pueblo y el carlismo. Un ensayo de interpretación”. 

Félix Rodrigo Mora alcanza en su obra la conclusión de que el primer carlismo fue el conducto utilizado por el pueblo para canalizar su rebelión contra el liberalismo que es, afirma, “un fanatismo de importación”, constituido por unas clases medias “mentalizadas por una ideología liberal excepcionalmente soez, ramplona y desalmada, sólo atentas al medro, al lucro y al goce”. Su síntesis es la siguiente:

·         "El programa implícito con que el pueblo se incorpora a la acción armada contra la dictadura liberal española era diferente hasta el antagonismo al propugnado por la dirección del carlismo. En los estudios históricos se suele resaltar, según la ideología de cada autor, este o el otro componente, cuando lo esclarecedor es considerar el conjunto. 

Puede sintetizarse en 11 puntos:
·        
1) comunitarismo convivencialista, con preservación de los patrimonios comunales y sin ampliación de la propiedad privada;
·        
2) mantenimiento de la autonomía parcial del municipio existente, particularmente en las aldeas y pequeñas poblaciones, con salvaguarda de la expresión primordial de la democracia popular tradicional, el concejo abierto;
·        
3) comunidad de las formas ancestrales de intercambio y tributación, sin ampliación de la función del dinero ni la del mercado, sin modificación en la cantidad y en el modo de tributar;
·        
4) mantenimiento del clima espiritual tradicional, con el convivencialismo y la hermandad como valores mayores, con exclusión de la competitividad, individualismo, desigualdad, insociabilidad y agresividad propias del liberalismo y de toda la modernidad;
·        
5) supervivencia de la cultura y los saberes populares en las diversas esferas de la existencia, incluidas las lenguas vernáculas;
·        
6) rechazo del centralismo, expresión del dominio creciente de la gran urbe, Madrid, sobre los demás territorios, en particular el universo aldeano, entonces tan importante; 
·        
7) negativa intelectual, emocional y vital al trabajo asalariado, tenido como expresión muy letal del envilecimiento y deshumanización de las personas;
·        
8) rechazo de las quintas y matrículas de mar;
·        
9) en los territorios forales, adhesión a la institución foral, tenida acertadamente por manifestación histórico-concreta de la propia identidad como pueblo diferenciado, y como cosmovisión, cultura e idioma singulares:
·        
10) desdén por las riquezas y deseo de una vida frugal, centrada en la satisfacción de las necesidades inmateriales del ser humano, lo que está en aguda oposición con el productivismo y consumismo liberal;
·        
11) repudio del despotismo constitucional y parlamentario, que se propone “mejorar” la situación de las masas sin contar con éstas, lo que contiene la afirmación de que cualquier medida, para ser emancipadora, ha de resultar de la acción popular, no de la dudosa benevolencia de una minoría iluminada y verbalmente redentorista que opera desde el aparato del Estado, como era el liberalismo.
El Matiner siempre ha puesto el acento en el carácter popular y mayoritariamente rural del carlismo, por lo que se congratula por el interés de la observación del mismo desde los más plurales enfoques. Se comprueba además que se hace desde un acercamiento sin prejuicios, con solvencia intelectual manifiesta y sin la pretensión de reconstruir una explicación ad hoc del carlismo como hicieron los periodistas al servicio de la escisión ideológica de Carlos Hugo desde un dogmatismo acientífico.

Sin embargo su planteamiento adolece de notables carencias interpretativas y axiológicas. No deja de inscribirse dentro de estrechos contornos inmanentistas, con lo que se incurre directamente en la aporía del mundo moderno que se pretende criticar. Rodrigo Mora es víctima de ciertos condicionantes libertarios, que niegan toda apertura a la trascendencia y aunque se revelen contra los excesos del materialismo dialéctico contraponen al mismo una suerte de naturalismo optimista para explicar el “clima espiritual”, el “deseo de vida frugal” y la satisfacción de las “necesidades inmateriales”. Resulta más sencilla y acorde a la realidad señalar que todas estas circunstancias brotaban de una firme Fe en la religión. Derivado de esa omisión no se encuentra por ningún lado la referencia al orden civilizacional de la Cristiandad, que no operó en el mundo de las ideas, sino que fue una realización concreta, no nacida de un puro espíritu natural, sino condicionada por las enseñanzas de la Iglesia, que generaron una civilización determinada; forma de civilización de alcance universal, pues sobrepasó los límites de índole de cultural, racial o geográfico y alcanzó a todos los pueblos que ponían el centro de su convivencia sobre el templo y el palacio, ambos rematados con la Cruz del Redentor. Esta civilización, que al fin y al cabo no pretendía otra cosa que asentarse sobre la virtud, aunque no siempre lo consiguiera, precisamente por la naturaleza caída del género humano, vino a ser suplantada por un psudoorden que consagraba la ley del más fuerte, aquí sí naturaleza pura, al rechazar cualquier clase de condicionamientos y fundamentos morales sobre la comunidad política. No es de extrañar por ello que la vida del campesinado se viese rápidamente devastada mediante la imposición dineraria frente al pago en especie del diezmo y la primicia sobre las tierras señoriales o comunales, que hacían a toda la comunidad, con independencia de la jeraquización social, coparticipes con la suerte de la cosecha.
Al respecto de las jerarquizaciones sociales nos encontramos la segunda gran limitación del análisis. El liberalismo insiste sobre las supuestas miserias de una sociedad estamental. Los filósofos clásicos la definen como la sociedad perfecta, y la ejecutoria histórica la reveló como aseguradora de los derechos concretos, frente a las inseguridades que ofrece la sociedad masificada igualitarista. Es en los fundamentos filosóficos donde liberales y libertarios se dan la mano con sus axiomas de libertad, igualdad y fraternidad; no es por ello tan extraño esa pretensión neocon de hablar de anarcocapitalismo. En la sociedad tradicional existió una jerarquización sin la cual es imposible entender la, en general, acertada caracterización que hace Rodrigo Mora. Bien es cierto que el absolutismo y su deriva regalista vendrían a introducir efectos terriblemente distorsionadores. Aún así jamás se puede hablar en puridad de antagonismos sociales, ni entre unos estamentos y otros, ni, como correlativamente parece insinuar, entre la dirección del carlismo y sus masas. Al revés, el carácter interestamental y posteriormente interclasista del carlismo, con prevalencia del elemento campesino porque era el mayoritario en la España de entonces --el carlismo al fin y al cabo vendría a ser así un reflejo casi perfecto de aquella sociedad—explica esa armonía que duró, no exenta de tensiones puntuales, durante siglos.

Campesinos, aristócratas, funcionarios, artesanos; ricos o pobres, todos se alzaron, siquiera inconscientemente, en defensa de un orden civilización que era en el que venían conviviendo secularmente sobre firmes bases y fundamentos morales.