miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Deber de votar?

Las urnas electorales son los
contenedores de basura del sistema liberal partitocrático.

El deber de votar: he aquí un tema muy central de la Moral política de hoy, en el que el magisterio episcopal no ha dejado de pronunciarse en la España anti-cristiana de hoy, invocando, aunque no sea de manera expresa, la doctrina del “mal menor” (…).

Desde nuestro punto de vista (…) la participación en las elecciones implica, ante todo, una aceptación de los principios del sistema. Como hemos dicho ya, y hemos explicado en otras ocasiones anteriores, el voto se compone de una opinión –la opción personal- y un acto de voluntad, que no tiene por objeto esa misma opinión, sino, -y esto es lo más grave- la aceptación del resultado del escrutinio. Quien emite el voto –sea electivo sea legislativo –viene a decir: “yo opino que esto es lo mejor, pero en todo caso acepto y quiero lo que del resulte del escrutinio”. Esa es la “volonté générale” del liberalismo. Es decir, votar es aceptar el sistema impuesto, como, en cualquier competición deportiva, el que toma parte en ella, aunque pugne por vencer, acepta las reglas del juego y acepta el resultado que declare el árbitro. Quien no quiera aceptarlo, no debe participar en el juego.

Así pues, también en esto lo que debe tenerse en cuenta es la consideración de la prudencia. Toda la cuestión del llamado “mal menor” debe plantearse como cuestión de prudencia, y, por tanto, casuísticamente, por las diferencias prácticas entre una actuación positiva o una abstención (…) es cierto que la actitud de abstención, perfectamente lícita, tiene un alcance mayor, por cuanto equivale a una repulsa del orden establecido por el poder constituido. En otras palabras: no participar en el sufragio es una oposición no solo a un acto concreto de la potestad, sino a todo el orden establecido por ella. Con todo, no implica un desacato a la potestad misma y, por ello, es lícita la abstención. Esto, aparte de que, como se dice conclusivamente en el estudio antes citado, “la política del mal menor es la política del mal mayor”, por los efectos actuales de la claudicación de principios que tal “política” siempre supone. Solo por el afán de adhesión a las corrientes dominantes de un momento histórico puede explicarse la obcecación doctrinal que ha llevado a una declaración de autoridad que grava tan innecesaria e indebidamente la conciencia de los fieles con el nuevo y supuesto deber de participar en las elecciones, cuando en otras ocasiones moralmente más apremiantes se optó por un desorientador silencio. En el fondo, sería como si se hubiese impuesto a los cristianos de la época de Nerón el deber de participar en los actos oficiales del culto imperial, siempre en virtud del “mal menor”, porque, en efecto, el dominio del emperador romano era “menos malo” que la anarquía que podría ser la consecuencia de la insubordinación contra el orden oficial de la época. Pero es claro que el deber de acatar la potestad de Nerón no conlleva la de aceptar el orden oficial por él impuesto, pues, como hemos recordado, hay que obedecer a Dios más que a los hombres (Hechos V, 29) y no hay diferencia esencial entre la potestad de Nerón y la de los nuevos gobiernos democráticos, cuyo anti cristianismo es, desde luego, mucho menos disculpable que el del ignorante Nerón.

Álvaro d´Dors
"La violencia y el orden". 1ª edición Pamplona 1987.

11 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. Hace poco abordé el tema desde una perspectiva parecida:
    http://firmusetrusticus.blogspot.com/2010/08/mitos-de-la-modernidad-el-voto-como.html

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  2. El sistema partitocrático es una completa estafa, donde bajo la apariencia de la pluralidad se perpetúa la dictadura de la plutocracia económica del neo-liberalismo. Las supuestas reglas de juego están totalmente amañadas: el sistema electoral, la financiación de los partidos, el control económico de los medios de comunicación.

    La destrucción de los fundamentos culturales de nuestra civilización, de las bases éticas y morales de nuestro pueblo; de sus estructuras pre-políticas...todo ello se lo debemos al sistema demo-liberal. La ruina de España, convertida en un apéndice de tercera de la europa mercantilista.

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  3. La democracia liberal es el sistema político del capitalismo financiero. En este sistema se secuestra la verdadera representatividad.

    Hay que denunciar esta falsa libertad.

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  4. ¿Actuó bien la Comunión Tradicionalista cuando se presentó en las distintas contiendas electorales de la llamada Restauración y de la II República? ¿No era participar y por lo tanto legitimar los sistemas?

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  5. La Comunión como tal no se ha presentado a contiendas electorales,porqué no es un "partido político". Lo que ha hecho históricamente es presentar candidatos a diferentes elecciones (que no es lo mismo) y siempre de forma táctica y denunciando el sistema de forma clara y expresa.

    Una cosa es poner como único camino de actividad política el juego electoral y dejarse atrapar por la mentalidad electoralista, que acaba supeditando hasta la doctrina a los intereses y tácticas electorales y otra utilizar en momentos puntuales el juego electoral, enmarcado siempre en un contexto y lucha mucho más general. La Comunión Tradicionalista, repito, no es un "partido político", y no se presenta a elecciones, puede eso si incluir candidatos tradicionalistas en candidaturas coyunturales.

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  6. ¿Cuál es el mejor sistema? Económicamente hablando el "distributismo" (¿no me equivoco no?)... Pero, ¿políticamente hablando? La Teocracia espero que no. En parte estoy de acuerdo con vosotros, porque por ejemplo, autores como Tolstoi, recomiendan "no votar" porque el sistema es injusto y no "participando en él" es el mejor modo de provocar su ruina. Pero en fin, la pregunta para mí sigue abierta: ¿cuál es el mejor sistema?

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  7. ¿El mejor sistema político?

    La Monarquía federativa,católica, social y representativa.

    Es decir el sistema tradicional de las Españas. El Orden Social Católico, según la ley natural y el derecho público cristiano.

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  8. Es la AUTORIDAD LEGÍTIMA (la Secretaria Política de Don Sixto Enrique de Borbón), la que debe juzgar si debemos ir a votar o no en un momento concreto.
    Lo importante es recordar que no hay ninguna "obligación moral" de hacerlo por un supuesto deber cívico y lo que no cabe de ninguna forma es el llamado "voto útil" o "mal menor", trampas para meter a los católicos en la maraña del sistema y sus sofismas.

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  9. Hola, perdonad mi "torpeza", pero no entiendo por qué tiene que ser una "Monarquía"... ¿Eso que significaría? (Supongo y espero que no se trate de un rey tipo Fernando VII [al fin y al cabo fue el último "tradicionalista" que la pifió en el asunto de la sucesión, pero hasta entonces había sido el "ojito derecho" [Sexenio y Década absolutista fue gracias al apoyo de este sector tradicional que se opuso a las Cortes de Cádiz] y no su hermano Carlos (VI))...

    ¿Cómo sería ese gobierno del Rey? ¿División de poderes? Es lo que no me termina de gustar es que haya alguien "de una familia exclusiva" (¿por qué Borbón y no Habsburgo? (que esos sí que eran Monarcas católicos de tomo y lomo) o ¿por qué no dinastía Pérez Gutiérrez (por decir algo?) a la que haya que "tragarse si lo hace mal" ya que su cargo es "vitalicio"...

    Muchas Gracias por contestar las dudas :)

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  10. Lo trabucaire del Vallès16 de octubre de 2010, 11:09

    Vazquez de Mella (diputado carlista) lo tenía muy claro: "Y cuando nuestra causa adquiere numerosos prosélitos, en estos días sombrios, en que la revolución se cierne sobre el horizonte y todo tiembla y vacila, hasta los altares, entonces, ¿sabeis la recompensa y el galardón que nos espera a los que venimos aquí a combatir? Una voz imperiosa que resuena en nuestra conciencia, nos dice:<>"

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  11. El artículo critica la consideración del voto como "deber cívico", de lo que necesariamente se deriva una crítica al injusto sistema parlamentarista. Pero no es una crítica a la decisión concreta de concurrir o no a unas elecciones. El propio Álvaro d´Ors fue candidato de la lista que la Comunión Tradicionalista presentó en las elecciones al parlamento europeo de 1994 (cuando casi todos los carlistas estabamos unidos). Hay razones tácticas o propagandísticas que pueden aconsejar la concurrencia electoral, dejando claro siempre que se concurre sin conceder legitimidad a las urnas. Por contra, consagrar toda una acción política exclusivamente a la acción electoral es anticarlista.

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