sábado, 5 de agosto de 2023

Valle-Inclán, carlista "de raza"


Ahora cabe preguntar y la pregunta la impone la lógica más rigurosa: ¿Cómo Valle-Inclán ha pasado de esa actitud puramente intelectualista, "espectacular", "desinteresada" a su actual actitud de combatiente por una idea, de propagandista de un dogma y de un credo político? 

El tránsito es muy lógico; no existe solución de continuidad ninguna entre el Valle Inclán de las Sonatas y el de La Guerra Carlista. Ese aristocratismo de Valle-Inclan de que he hablado más arriba implica un tradicionalismo, un hondo y profundo tradicionalismo. 

Valle-Inclan no podía ser en ningún momento demócrata; al no serlo, al abominar de la democracia, el autor de Cuento de abril tenía que percatarse de que su aristocratismo necesitaba una base sólida, fuerte, fecunda. Esa base no podía dársela sino la tradición, y una tradición particular, la española, lo mismo que una nación, un pueblo y una raza.  

Así al volver los ojos hacia esta base obligada e ineludible de su obra, Valle-Inclán ha ido derecho, con una lógica admirable e inflexible, a escoger el "momento" en que esa tradición, base de su obra, se ha puesto de relieve, en España, por modo más notorio, realista, vivo y tangible: nuestras guerras carlistas. Y Valle -Inclan ha tomado partido en estas luchas, no por los novadores, por los que batallaban en favor de una fórmula abstracta, "doctrinaria", igual aquí que en Francia, en Italia o en otro país sino por aquellos -los carlistas- que representaban, a su entender, más fiel y vigorosamente todas las esencias de una raza, de un pueblo y de una historia ¿Se comprende cómo todo está íntimamente ligado en la obra de Ramón del Valle-Inclán? ¿Se ve cómo toda su obra es perfectamente lógica y coherente? 


Azorín.  "Un embajador en América", La Vanguardia 10-8-1910 pág 4.


En el fondo, ¿quién sabe lo que piensa Valle acerca de nadie ni de nada? Le he oído sostener, siempre con brillantez y muchísima gracia, las opiniones más contradictorias. Realmente, Valle es por inclinación natural un tradicionalista. Su carlismo no fue una posición estética, como se ha dicho después. Cuando no está muy sobre si (casi siempre lo está), me divierte sorprender aquella inclinación 

Manuel Azaña. Diarios, 15 de junio de 1927

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