Es muy propio de nuestro tiempo el dotar a las cosas y conceptos de atributos ajenos a su naturaleza, y el lenguaje es la punta de lanza de este combate contra el orden de las cosas que no persigue otra cosa que dar el tiro de gracia a la cristiandad.
Es muy común escuchar a conservadores y progresistas, como cosa asumida e interiorizada aquello de “la interrupción legal del embarazo”, unos a favor y otros también pero con matices, cuando todo el mundo sabe, inclusive el más bobo de los conservadores, que nada que no puede reanudarse puede interrumpirse. Puede reanudarse un partido de fútbol, incluso un sacrosanto Consejo de Ministros, pero no una vida, ni siquiera el hombre endiosado que acabó con ella es capaz de reanudarla. Los partidarios del asesinato de una criatura esgrimen que aun no es una persona. Y no lo es, dicen, porque aún no ha nacido. Pero si no ha nacido es porque acostumbran a descuartizarla en el vientre de su propia madre. Porque si asoma es persona y sino no, no lo es, y así encadenan una nueva falacia del lenguaje: ellos deciden como y cuando alguien es persona, esculpiendo el lenguaje para lubricar una realidad abrupta que incomoda la conciencia de progres y conservadores.
Y es que el hombre necesita, y es propio a su psicología, justificar sus actos por despiadados que estos sean, necesita estar en paz, y sino es con Dios, estarlo consigo mismo y con sus semejantes, por eso construye sus propios mecanismos psicológicos de auto-justificación, y por eso vivimos encadenados a la socio-dependencia, probablemente la más acentuada de la historia, una sociedad dependiente de la opinión de los demás, dependiente de los like de las redes sociales, una sociedad repleta de respetos humanos y acomplejada de sí misma.
También esgrimen los defensores del asesinato de una criatura que la mujer tiene “derecho a decidir” , que es libre de hacer lo que crea conveniente con su cuerpo, a lo que algún bobo conservador suele replicar “bueno, derecho de los dos, ¿no?”, con lo cual entra de lleno en la trampa de la dialéctica hegeliana que como de costumbre, nada tiene que ver con la realidad ni con la verdadera premisa argumental, y es que cuando el conservador mete el pie en el fango que le prepara el nuevo ilustrado, goza en él como un gorrino.
Ni mujer, ni hombre son libres ,tienen ese derecho, y me explico. La libertad, no es aquella bobada que repiten hasta la saciedad conservadores y progres “mi libertad acaba cuando comienza la libertad del otro”, eso no es más que una expresión hortera aceptada en catecismo de lo políticamente correcto, que no tiene fundamento alguno, y que además, en la praxis, sólo intentan aplicar los conservadores, pues la izquierda, que es mala pero no idiota, cuando legisla, lo hace defendiendo sus axiomas, véase por ejemplo la vergonzante coacción económica de los conciertos económicos en las escuelas, que han aceptado vergonzosamente las escuelas católicas, o esta idea marxista que transitaba en el subconsciente de la ministra Celaá de que los hijos no son nuestros sino del Estado, ¿no comenzaron aquí mis derechos?, pues parece ser que no.
La libertad sólo es lícita para hacer el bien, otra cosa es el libre albedrío, que es cosa bien distinta, pero la libertad como tal, es solo para obrar el bien, y es el uso habitual y consciente de la ella es lo que se convierte en virtud y al hombre, por ende, en mejor persona.
Si subes a un coche, eres libre para ir a Murcia o León, pero no para conducir en dirección contraria, o para saltar un disco en rojo, como tampoco eres libre de quitar una vida en el seno de una mujer. Por eso, los carlistas, y aquellos que siempre defendieron la Tradición y las libertades, hablaron de eso, de libertades, y jamás de aquella fulana llamada Libertad, expresión con la que los hijos de Napoleón violaron a nuestras mujeres y quemaron nuestros templos, -¿lo suyo era libertad y lo nuestro intolerancia?-, supongo que por esa razón cuando no nos toleran y nos quieren legislar para amordazar pensamientos, ellos hablan en su justificación de “tolerancia cero”, otra falacia más del lenguaje, y es que la ingeniería lingüística no tiene límites cuando quien tienen delante es un católico, o un mínimo rescoldo de lo que fue la Christianitas.
Pero al títere del Congreso le da igual la libertad, defienden mezquina y vergonzosamente todos por igual las ideas de la Revolución ilustrada, que antes de violar a nuestras mujeres y quemar nuestros templos hicieron lo propio con los suyos, tal como relata el propio general Westermann en su carta al Comité de Salvación Pública:
“La Vendée ya no existe, ciudadanos republicanos. Ha muerto bajo nuestro sable libre, con sus mujeres y sus niños. Acabo de enterrarla en los pantanos y en los bosques de Savenay. Siguiendo las órdenes que me habéis dado, he aplastado a los niños bajo las herraduras de los caballos, he destrozado a las mujeres que, al menos aquéllas, ya no parirán más bribones. No tengo un solo prisionero que pueda acusarme. Los he exterminado a todos. Un jefe de los bribones, llamado Désigny, ha sido ejecutado por uno de mis oficiales. Mis húsares tienen todos en la cola de sus caballos pedazos de sus estandartes. Los caminos están sembrados de cadáveres. Hay tantos que, en muchos sitios, forman pirámides. En Savenay hay fusilamientos constantemente, pues en todo momento llegan bribones que pretenden rendirse como prisioneros. Kléber y Marceau no están allí. No hacemos prisioneros. Haría falta alimentarlos con el pan de la libertad, y la piedad no es revolucionaria.”
Esa libertad de la que se sienten herederos peperos y podemitas, exterminó sólo en la región de la Vendée, a más de 250.000 hombres, mujeres, niños, ancianos, y a pesar de ello, lo contrarios a la Revolución, no claudicaron y muchos de ellos prefirieron el martirio a la capitulación.
Pero si necesitan un ejemplo más cercano sobre cual fue verdaderamente la idea de libertad de la izquierda, podemos citar al propio Largo Caballero, Presidente del PSOE, y secretario general de la UGT, la cita es del 20 de noviembre de 1936.
“La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo y, como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”.
O esta cita del 1934, también de Largo Caballero, en la que pone de manifiesto lo que verdaderamente piensa de su libertad que ellos mismos proclaman.
“No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”.
El derecho con mi cuerpo. Otra falacia más, el derecho, para comenzar, no es ni de la mujer ni del varón, y si de alguien fuera, lo sería de la criatura que está por nacer, además, hoy la genética concluye, que desde el mismo momento de la concepción, aquella criatura tiene AND propio, y ajeno al de los progenitores.
He comenzado este artículo señalando que es muy propio de nuestro tiempo el dotar a las cosas y conceptos de atributos ajenos a su naturaleza, a lo que el progre suele decir que sus axiomas argumentales se reafirma precisamente en la naturaleza, un ejemplo muy manido suele ser las alegres prácticas sodomitas de algunos primates, pues bien, cuando se habla de naturaleza, no se habla de lo que está en el campo, ni el la selva amazónica, ni siquiera en aquel mito panteísta de Walt Disney de “El libro de la selva”, sino de lo propio de cada ser, en este caso del hombre, (para los hijos de la LOGSE, indicar que cuando digo hombre, incluyo también a la mujer). Pero pongamos un ejemplo para entender mejor qué es eso de la naturaleza. El estiércol, diremos de él; que se trata de un abono compuesto de naturaleza órgano-mineral, ¿se entiende?, no obstante, hemos visto numerosísimas veces como los escarabajos hacen de él grandes pelotas, por eso se llaman escarabajos peloteros, porque hacen con las heces unas grandes bolas que van desplazando graciosamente de un lugar a otro, para en algún momento darse un gran festín de sabrosos nutrientes tolerados por su naturaleza intestinal, ahora bien, ¿qué pasa si un progresista ingiere pelotas de estiércol?, pues que tristemente, acabaría sentado en el inodoro con tremendos apretones y ardores estomacales, para terminar expulsado aquellas sustancia que su naturaleza intestinal no tolera, o mejor dicho, a las que tiene tolerancia cero.
Y es que el progre, no sólo es falaz en el lenguaje, sino que además es cursi, porque cuando juntan en su lenguaje tan ingente cantidad de bobadas, (la última que se me ocurre es lo de la “nueva normalidad”), no solo manifiesta su estulticia, sino también una gran ñoñería. No obstante, cuando esas mismas artimañas lingüísticas las usa el conservador, no podemos hablar de falacias, pues para ello hay que ser inteligente y original, y estos, no son más que replicadores y herederos del lenguaje de sus propios verdugos, por eso son conservadores, porque como diría Juan Manuel de Prada, conservan los avances, y yo añadiría cursilería, de esta izquierda de salón que se atiborra a maricos y putas con el dinero de los ERES, mientras te dice como debes de hablar, y que debes pensar, léase “lenguaje inclusivo” o “memoria histórica”.
Así que si Vd. es un buen católico, un hombre de virtud, y el cansancio, o las fuertes corrientes de cursilería “cultural” le desesperan, no desfallezca, no se rinda, y no deje de llamar a las cosas por su nombre, pues ni la RAE, ni un ilustrado de turno, llámese liberal o podemita, pueden decirle a Vd. cómo debe hablar, ni menos cómo debe pensar, pues hablando de tal modo, se acaba pensando de tal manera.
Y si un día el hartazgo es tal que piensa que esta sociedad ha perdido el norte, y que está todo perdido, únase a la causa de la Tradición, la Tradición de la Monarquía Hispánica, la Tradición de los mártires de La Vendeé, la Tradición de nuestros hermanos Cristeros, pues en la Tradición defenderemos siempre a la realidad, que como decía Aristóteles es al fin y al cabo la única verdad, y es que no existe mejor antídoto contra la falacia del lenguaje que la confrontación con la propia realidad.
Ferran G. V.