viernes, 19 de marzo de 2010

Declaración de monárquicos polacos contra Juan Carlos el usurpador e infanticida.


Lodz/Breslavia, marzo 2010, mes de San José. Hace unos días Faro informaba de algunas reacciones suscitadas ante la firma por parte del Jefe de Estado constitucional, Juan Carlos, de la nueva ley del aborto. Frente al intento de justificarlo por parte del portavoz de la Conferencia Episcopal Española, así como de ciertas organizaciones "pro vida" --bien por despistadas por las falacias episcopales, bien porque en realidad les importa más defender esta república coronada que las vidas de los no nacidos-- los juicios autorizados (por ejemplo, el de Human Life International/Vida Humana Internacional, desde su sede romana) constataban que el Usurpador había incurrido, una vez más, en excomunión.

En la misma línea de condena desde las filas verdaderamente monárquicas (y por lo mismo sin ninguna relación con Juan Carlos y los suyos), nos llega la traducción al español de la Declaración del Club Conservador de Lodz y la Organización de los Monárquicos de Polonia:

Don Juan Carlos de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, quien en la "coronada" democracia atea se llama y es llamado "Juan Carlos Primero", como el Jefe de Estado constitucional, firmó el 5 de marzo del presente año (con fecha del 3 de marzo) una nueva ley del aborto promovida por el gobierno socialista, que aún más que hasta ahora amplía las posibilidades de matar los niños no nacidos en el seno materno.

Con esta decisión D. Juan Carlos (quien aún no intentó resistir ante esa terrible ley, aunque la Constitución de España no le obliga unívocamente a firmar cada ley aprobada por el parlamento) particularmente "adornó" una serie de traiciones, las que ha cometido desde cuando --tras la muerte del General Francisco Franco-- por su voluntad fue proclamado por las Cortes el Rey de España. Recordemos brevemente las más significativas:

- Violación del juramento de fidelidad (hecho como el Príncipe de España designado para tomar el poder) a Las Leyes Orgánicas del estado católico y los Principios del Movimiento Nacional, por el permiso a la transición hasta la monarquía parlamentaria y firma de la Constitución atea en 1978;
- Firma de la ley del divorcio;
- Firma de la primera ley del aborto;
- Firma de la ley de los "matrimonios" entre aberrosexuales;
- Firma de las leyes de educación que han convertido a los colegios e institutos españoles en antros de perversión.

A pesar de todos los delitos contra la Fe, contra la moral, contra el derecho natural, contra los intereses de España y de los españoles, el Jefe de Estado actual todavía utiliza, entre otros títulos que pertenecen a los reyes de España, el título de Rey Católico. En realidad mancha el trono de España y suprime el patrimonio de los reyes verdaderamente católicos, como Recaredo, Pelayo, Alfonso VII, Fernando III El Santo, Alfonso X El Sabio, Isabel la Católica, Carlos I y Felipe II. Con su permiso repetido al mal menosprecia en público la advertencia de la autoridad más grande de la tradición cristiana monárquica, del Doctor de la Iglesia Santo Tomás de Aquino: Hoc igitur officium rex suscepisse cognoscat, ut sit in regno sicut in corpore anima et sicut Deus in mundo, y dum considerat ad hoc se positum ut loco Dei iudicium regno exerceat (De regno, 13.4).

Mientras que a él, quien no se dirige por el derecho divino y la justicia, no se le debe llamar "el rey", sino "el tirano". Ya que los reyes (reges) --como esribió San Isidoro de Sevilla-- "toman su nombre del buen comportamiento (recte agendo), entonces el título de los reyes pertenece a los que hacen bien y no a los pecadores" (Sententiae, III, XLVIII, 7); y el tirano --dice el Aquinate-- es como una bestia, quia homo absque ratione secundum animae suae libidinem praesidens nihil differt a bestia (De regno, 4.12).

Los tiranos anteriores, como el asesino de los Inocentes Herodes o Nerón, se distinguen de los modernos, como Juan Carlos Infanticida, por una cosa: la tiranía de aquellos, los que gobernaron verdaderamente, resultaba de su vanidad; la tiranía de "los reyes títeres" en la democracia resulta de su cobardía. El impulso a las indignidades que aceptan es el miedo, que la oligarquía partidista que gobierna en el nombre del "pueblo soberano" no les quite de los restos de su función simbólica y representativa, que hasta ahora benévolamente les deja.

Tampoco podemos no expresar nuestra extrañeza por la actitud de la Conferencia Episcopal Española, que --por boca de su portavoz, Juan Antonio Martínez Camino-- se apresuró con garantías, que D. Juan Carlos, al contrario de los políticos que votaron a favor de la ley del aborto, no está excomulgado, ya que los reyes no están sometidos a las mismas valoraciones morales. Hay que decir claramente, que la opinión, que expresó el obispo Martínez, no es cristiana, sino que es una visión enteramente pagana de un "rey-dios", quien está presuntamente por encima del bien y del mal. En realidad es totalmente al revés: los reyes no sólo están sometidos, como todos los mortales, a las mismas normas morales y los mismos códigos de derecho canónico, sino que llevan aún una responsabilidad más grande, por causa de su dignidad. "A quien se le encomienda más, más se le exige" (San Isidoro, Sententiae, III, L, 5); ya que la Sagrada Escritura dice: "A los fuertes espera un castigo fuerte" (Sabiduría 6, 6). Firmando la ley que permite matar a sus inocentes, potenciales súbditos, el Jefe de Estado constitucional indubitablemente ha incurrido en una excomunión latae sententiae, y su recepción de la comunión sería un sacrilegio y depravación horrible.

En el mismo orden de la legitimidad de origen dinástica, los derechos de D. Juan Carlos al trono no fueron demasiado fuertes; su entronización agradeció más a la voluntad del General Franco y su equivocación trágica, que el designado no se manifestaría como liberal. Ahora, tras la mencionada serie de traiciones contra las obligaciones del Rey Católico, especialmente en la última participación en el crimen legislativo del infanticidio, debe ser claro, que no tiene moral derecho en el orden de la legitimidad de ejercicio. El único socorro para España sería la concentración de todos los españoles honestos en torno al Príncipe, que no es sólo el depositario del legitimismo monárquico y el Abanderado de la Tradición, sino que continuamente demuestra por su vida, que es el verdadero Príncipe Católico, que seguro no promulgaría la ley infanticida: Don Sixto Enrique de Borbón y Borbón Busset, Duque de Aranjuez, Infante de España, el Regente de la Comunión Tradicionalista.

¡Abajo el Usurpador, Juan Carlos!¡Viva el Rey legítimo, Sixto Enrique!

El Presidente del Club Conservador de Lodz, Dr. hab. Jacek Bartyzel
El Presidente de la Organización de los Monárquicos de Polonia, Adrian Nikiel

Lodz - Breslavia, el 6 de marzo A.D. 2010

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