María Rosa ingresó en las margaritas y
aceptó liderar la Agrupación de Tradicionalistas Vascas, comenzando una carrera
como propagandista que la haría famosa durante el primer bienio republicano. El
11 de mayo, al asistir a una reunión de ACM en la bilbaína parroquia de San
Vicente, fue detenida por la policía, junto al resto de sus compañeras, acusada
de promover una reunión clandestina contra la República. Ella argumentó que
habían sido convocadas mediante un engaño, pero el gobernador le impuso una
multa de 500 pesetas, abriéndose una suscripción popular de 10 céntimos por persona,
en la prensa carlista para abonarla. Finalmente, la multa fue retirada y el
dinero recogido se ingresó en la beneficencia; María Rosa, desde ese momento,
se vio «colocada en una plataforma frente a la República». En sus discursos
afirmó que muchos votos que habían convergido en las candidaturas republicanas
habían esperado otro tipo de régimen, ya que el presente se alejaba de la
esencia y del ser de España, al atacar a la Patria, la Religión y la Familia.
El carlismo comenzó a resucitar de sus
cenizas a partir de esos años, comenzando un proceso de reunificación, entre
sus escisiones mellistas e integristas. Tras la muerte del Marqués de Villores,
el Rey Alfonso Carlos I nombró una Junta Suprema Nacional, cuyo presidente fue
el Conde de Rodezno, partidario de la participación parlamentaria y de la unión
electoral con otros grupos afines, como los monárquicos no legitimistas. La
Comunión Tradicionalista Carlista relanzó sus agrupaciones femeninas
convirtiéndolas de asociaciones católicas caritativas en secciones de un enorme
activismo político y militante. El origen de las margaritas debe retrotraerse
al periodo cronológico (1872-1876) en el que tuvo lugar la Tercera Guerra
Carlista, y a una figura específica que sirvió como referente, tanto como símbolo
como en la adopción del nombre con el que fueron denominadas: Margarita de
Borbón, primera esposa de Carlos VII, quien desempeñó labores de asistencia
sanitaria a los heridos en los hospitales de campaña y organizó centros de
beneficencia por lo que fue tildada como Ángel de la Caridad. Las mujeres de
destacados carlistas habían creado en esa época Juntas de Damas
Católico-Monárquicas, pero sin el carácter popular y llano que tendrían las
asociaciones de margaritas.
No solo las circunstancias exteriores favorecieron
el papel de las tradicionalistas —como la concesión del voto a la mujer,
apoyado por los diputados tradicionalistas y combatido por los izquierdistas—
sino que surgió un importante número de mujeres católicas que se distinguieron
como propagandistas por la Causa, beneficiando el crecimiento de la Comunión de
tal manera que los líderes carlistas reconocieron e impulsaron su trabajo.
Entre ellas —Mercedes Quintanilla, Carmen Villanueva, Clinia Cabañas, las
hermanas Balaztena— destacó María Rosa Urraca Pastor. Pronto se unió a la
Agrupación de Defensa Femenina que, en la zona vasconavarra, asoció a
margaritas, mujeres de Renovación Española como su gran amiga Pilar Careaga
–que sería la primera mujer que obtiene el título universitario de ingeniería
en España y de patrón náutico; tras la transición sufrirá un atentado de ETA
que le dejó severas secuelas, fruto de las cuales moriría al poco tiempo- y,
durante un tiempo, a las emakumes del Partido Nacionalista Vasco. Esta
asociación de mujeres católicas fue creada en Bilbao y en su primer acto
público, celebrado en noviembre de 1931, se encargó a María Rosa la explicación
de su programa inicial. El verdadero peso, tanto cuantitativo como cualitativo
de la organización lo llevarían las margaritas.
María Rosa Urraca Pastor oradora en el mitin carlista de Guernica
La dirigente católica pronto incidió en
la vida política nacional por su enorme capacidad de trabajo y su labor como
propagandista, llegando a realizar 50 mítines en cuatro meses. Participó en
grandes concentraciones organizadas por la Comunión Tradicionalista, como la
realizada en el Frontón Euskalduna de Bilbao, el 17 de enero de 1932, ante más
de 10.000 carlistas, junto a Marcelino Oreja y Joaquín Beunza. Militantes
socialistas provocan a los asistentes al mismo, produciéndose incidentes,
saldándose la jornada con tres socialistas muertos por heridas de bala. Más de
treinta carlistas son detenidos y las izquierdas convocan una huelga general en
Vizcaya donde son incendiadas varias iglesias y se llama a la violencia contra
los carlistas. La propia María Rosa sufre un tiroteo. Asimismo, fue invitada
por Círculos locales y regionales, cuya organización y difusión animó a
intensificar, hablando ante mujeres, obreras y jóvenes, en conferencias
diferentes. Entre marzo y junio de ese año, Acción Católica de la Mujer en
Andalucía organizó diversos actos públicos en protesta por la política
antirreligiosa del Gobierno republicano-socialista, a los que invitaron a
actuar como oradoras a Pilar Careaga y a María Rosa. También fue invitada a
hablar en locales de Acción Nacional, hasta que se produjo la ruptura con los
seguidores de Ángel Herrera Oria, a los que los carlistas acusaron de
accidentalistas, cuando directamente de republicanos o vendidos.
Su manifiesto antirrepublicanismo y su
importancia como oradora motivaron que las izquierdas la tuvieran en su punto
de mira político. Indalecio Prieto, en un artículo publicado en El Liberal,
anunció que «los cavernícolas ya han encontrado su miss». Las multas
gubernativas a asistentes a sus mítines, por motivos de altercado público
ocasionado por las luchas entre sus detractores y sus defensores —con muchos
enfrentamientos armados de por medio— fueron continuas durante el quinquenio
republicano. Los insultos en la prensa, tildándola de urraca, carcunda y
retrógrada, también abundaron. En una ocasión, con motivo de una de sus
conferencias, hubo un altercado entre margaritas y un grupo de mujeres liderado
por la diputada Clara Campoamor, que finalizó con la detención de dos
carlistas. Los requetés la recibían con gritos de «¡Viva Miss Cavernícola!» en
sus actos públicos, tomando son sana guasa las invectivas de la izquierda,
afirmando que la caverna era la decencia, la honradez, la virtud, la vida
ejemplar y la defensa de la religión y la tradición. Ella afirmó su convicción
monárquica continuamente, llegando a visitar a los reyes legítimos en varias
ocasiones, manteniendo sobre todo con la reina María de las Nieves, cierta
correspondencia. Precisamente por ello, en varias ocasiones sus mítines fueron
prohibidos por las autoridades republicanas, bajo la excusa de que no se podía
ceder locales municipales a enemigos del régimen. Ella no se amilanó, y en
Sanlúcar la Mayor proclamó públicamente el convencimiento general de numerosos
españoles de que Azaña y su gobierno eran moralmente —si no legalmente—
responsables de Casas Viejas, lo que le valió una fuerte multa.
Urraca Pastor en el centro con la boina blanca de las margaritas carlistas
Su preocupación por las mujeres, además
de la necesidad de aclarar su postura ante la nueva coyuntura que a las mismas
se les ofrecía, hizo que en numerosas conferencias aludiera a la posición que
debían tener ante la República. En Gijón afirmó que las españolas no estaban
representadas en las Cortes y resultaba evidente que hacía falta que
estuvieran. Las tres diputadas existentes entonces no tenían «alma española»,
por lo que no contaban, resultando evidente que las futuras candidatas
tradicionalistas, al poseerla, eran las que debían ser llevadas por las mujeres
al Parlamento. Las españolas auténticas eran católicas, por lo que, ante la
política antirreligiosa republicana, debían asumir su papel y votar en
conciencia. En Santander afirmó que había llegado el momento de que las mujeres
descendieran de las gradas del templo y salieran a la lucha política. Por ello,
resultaba necesario que las mujeres se unieran a los hombres para levantar y
hacer resurgir España, pueblo bueno y honrado envenenado por propagandas
malsanas . No querían puestos ni mandos, pero estaban dispuestas a amparar y
proteger a sus hijos. Y en esa marcha emprendida, ya nadie las había de
contener. En Santander no dudó en animar a sus oyentes a dejarlo todo —el
hogar, las comodidades— como sacrificio necesario, para proclamar la verdad
entre las mujeres del pueblo sobre las infamias republicanas que, a la larga,
las convertirían en esclavas de todos los apetitos masculinos. En Madrid afirmó
que varias coronas ceñían la frente de la mujer: la de profeta —su intuición—
que preveía el porvenir, al ver más allá que los hombres, ya que su corazón les
anticipaba los acontecimientos; la del ángel tutelar, al ser madre de familia y
madre de la sociedad. En ese mismo discurso, defendió el voto femenino en las
futuras Cortes tradicionalistas, que debían elaborar una legislación adecuada
para la mujer.
No solo recorrió España participando en
mítines y conferencias, sino que escribió numerosos artículos en El Pensamiento
Navarro, El Pensamiento Alavés, La Voz de España de San Sebastián, El Norte de
Castilla, La Unión de Sevilla y el Boletín de Orientación Tradicionalista,
entre otras publicaciones tradicionalistas y católicas. Ya en el verano de
1932, la destacada labor política de Urraca Pastor fue reconocida por los más
importantes líderes carlistas del momento, como Lamamié de Clairac, Víctor
Pradera y Salaberry que elogiaron su figura en el banquete-homenaje que organizó
el Centro Femenino Tradicionalista de Madrid, el 12 de julio. Asistieron, no
solo la cúpula de las margaritas madrileñas, sino también el Conde de Rodezno,
Torre Letieri, Chicharro, Senante, Ansaldo, Arauz de Robles, entre otros. Era
el «símbolo de las mujeres españolas que salen a la lucha política cuando hacen
falta». Días más tarde, la prensa tradicionalista continuaba adhiriéndose al
homenaje, calificándola de «don providencial de la España genuina», semejante a
Agustina de Aragón, síntesis de la «belleza moral inmarcesible de la mujer
española, corazón vivo de la fe y la tradición de la patria». Desde la Reina
Margarita, no había habido una mujer que fuera halagada y encumbrada por los
tradicionalistas de esta manera. La revista femenina y monárquica Ellas —unión
de damas alfonsinas y carlistas— se unió, igualmente, al homenaje a la oradora.
Al igual que otras figuras del carlismo,
Urraca Pastor no olvidó referirse al problema social en sus conferencias,
muchas de las cuales se dirigieron exclusivamente a obreros. Criticó al
liberalismo, por haber convertido al trabajador en una máquina y a su trabajo
en mercancía, defendiendo la vuelta a la tradición como solución para sus
males, aplicando la doctrina social cristiana. En ese sentido, al igual que otros
oradores, insistió siempre en animar a los empresarios a cumplir con sus
deberes cristianos, y a los más ricos a emplear su dinero socialmente. Criticó
la nueva legislación laboral, al ser incompleta para las obreras, pues, a pesar
de la conquista de 8 horas de trabajo, cuyo primer precedente en la historia
venía en la legislación social de los Reyes Católicos, extendida al Nuevo Mundo
a través de las Leyes de Indias, resultaba falsa la pretendida igualdad con el
hombre, ya que este, tras la jornada laboral, pasaba a la de ocio, mientras la
mujer continuaba trabajando en el hogar y la familia. Manifestó a los
trabajadores que el tradicionalismo era enemigo de la lucha de clases y, de
esta manera, se unió a los esfuerzos de otros dirigentes, como el diputado
ferroviario Ginés Martínez, por impulsar las secciones obreras carlistas.
En el primer trimestre de 1933, las
actividades de la Comunión Tradicionalista aumentaron al calor del debate de la
ley de Confesiones y la proximidad de elecciones municipales. Se organizaron
grandes conferencias, que se transformaron en auténticas concentraciones
masivas, como la del diputado Lamamié de Clairac en el Monumental Cinema de
Madrid, el 29 de febrero, y la de María Rosa Urraca en el cine Ópera de la
capital el 5 de marzo. En la misma volvió a insistir en la identificación de la
República con la antiEspaña —pues había destruido el patriotismo—, con el
engaño—los republicanos habían mentido a los obreros y ahora estos reclamaban
las promesas incumplidas— y, en consecuencia, con el desorden social y moral,
pues estaban intentando destruir los pilares de la nación: la religión, la
familia y la propiedad, fomentando la revolución social. Atacó igualmente a los
católicos posibilistas, accidentalistas y moderados, confiando en el Gobierno
de minorías selectas, en la doctrina tradicionalista y exhortando al
cumplimiento de la doctrina social católica.
Escarapela de las Margaritas carlistas
En los meses siguientes, el Gobierno
perdió las elecciones municipales y las del Tribunal Constitucional. Ante las
elecciones a Cortes, María Rosa fue propuesta e incluida inicialmente en la
candidatura Católico-Agraria de La Rioja, con el objetivo de atraer el voto
femenino, pero el intento quedó cortado por el veto del cacique Tomás Ortiz de
Solórzano. Finalmente, María Rosa se integró en la candidatura Unión
Regionalista Guipuzcoana, junto a Ramiro de Maeztu, Antonio Paguaga Paguagua y
Agustín Tellería. El diario republicano La Voz de Guipúzcoa bautizó a la misma,
el 20 de noviembre de 1933, con el mote de «candidatura de la Edad Media,
típicamente troglodita» por incluirse a don Ramiro y doña Urraca. Las
elecciones otorgaron la victoria a los candidatos del Partido Nacionalista
Vasco que obtuvieron 5 escaños, siendo el sexto y último para Ramiro de Maeztu.
En séptimo lugar se situó Urraca Pastor, la cual obtuvo 31.618 votos, a solo
1.702 de su compañero de candidatura. Su reflexión personal sobre el resultado
fue comunicada a la reina María de las Nieves de Braganza, a los pocos días, en
carta particular:
«Yo no quería ir a las elecciones. Creo
que nuestra postura más gallarda y más consecuente hubiera sido la abstención.
Pero se dispuso lo contario. Y yo, aunque pensaba que a la Comunión no le
convenía en modo alguno que a mí me derrotasen, y que de presentarme debían
hacerlo con todos los respetos y con todos los honores, por disciplina, como
siempre, me puse sin condiciones a disposición del Secretariado. Mientras todo
el mundo, censurando el egoísmo de los hombres, afirmaba que yo debía ir en la
candidatura de Navarra o en otra de absoluta seguridad, mi nombre rodaba como
el de una bailarina por todas las candidaturas de España, oponiéndose el veto
de los amigos de Gil Robles y sin que los tradicionalistas tuvieran el valor de
mantener mi derecho… Por fin, me incluyeron en la candidatura de Guipúzcoa.
Íbamos cuatro en la seguridad de que, a
lo sumo, podríamos salir dos y habiendo garantizado previamente los
tradicionalistas a Renovación Española que saldría su candidato Ramiro de
Maeztu porque ellos traían el dinero. Así ha sido; yo he ido en la candidatura
(colocada en último lugar) de comparsa y de reclamo. Con nuestro trabajo, con
nuestra propaganda —ha sido agotadora— y con los votos de los carlistas, ha
salido el Sr. Maeztu, gracias, naturalmente, a determinadas combinaciones que
han hecho posible que un intelectual, al que nuestros ideales (el grueso de la
votación) no querían oír hablar porque le consideran liberal, tuviera más votos
que yo. Es decir —Señora— que la Comunión Tradicionalista me ha vendido por
unas miserables pesetas. Y mientras al Parlamento irán una porción de señores
desconocidos (…) la única mujer que les convenía haber mandado se queda sin
ir».
En esa misma misiva, María Rosa ya
solicitó abiertamente a la Reina que influyera en Alfonso Carlos I para reorganizar,
cuanto antes, la Comunión. El peligro de que se consolidara la República con el
triunfo de los accidentalistas católicos de la CEDA resultaba evidente, y en
caso contrario la nación caminaría hacia el fascismo, sobre todo su juventud.
Acusó del desastre a los jefes carlistas, a los que tildó de indolentes y
pesimistas; resultaba necesario hablar a los jóvenes de corporativismo y
todavía no se había organizado la gran asamblea de Juventudes Tradicionalistas
en Madrid. Basaba sus críticas en la experiencia directa con las masas
carlistas de los dos últimos años.
Doña María Rosa en otro acto carlista
En los siguientes meses continuó su
labor propagandística, visitando Cuenca —abandonada a la Causa desde la Tercera
Guerra Carlista— donde logró organizar un núcleo de requetés y margaritas;
continuó en la primavera por el Levante, confirmando el resurgimiento de
centros legitimistas en Castellón, Valencia, Alicante y Murcia, asombrándose de
la cantidad de afiliados en localidades como Orihuela. A sus conferencias a los
obreros solicitaron asistir incluso algunos comunistas, sindicalistas y
anarquistas locales, ante el asombro de María Rosa. En Valencia fue enorme la
masa trabajadora que la recibía en la Casa de los Obreros San Vicente Ferrer.
En sus cartas a María de las Nieves, volvió a insistir en la necesidad de
buscar nuevos dirigentes y anular puentes políticos con los cedistas y
agrarios:
«La región levantina, en general, está
bien para nuestra Causa. Derecha Regional Valenciana es un partido político
más, al servicio de la soberbia de Lucia que, a su vez, sirve a Cambó y domina
a Gil Robles. Yo estoy convencida de que de ellos, como de todos los afiliados
a la CEDA, tenemos que prescindir. Están todos de la manía de la accidentalidad
de las formas de gobierno y terminan todos, indefectiblemente, en republicanos,
si la República da enchufes… Son vulgares conservaduros. Nosotros atravesamos
allí —sobre todo en Castellón— como en toda España, por una crisis de cabezas,
y, como consecuencia, desorganización. Pero confiemos en que Dios, que nos da
la masa, inspirará también a los dirigentes».
A partir de esos momentos, la dirigente
de las margaritas se unió a quienes ya, desde hacía tiempo, dentro de la élite
carlista solicitaban un cambio en la dirección del movimiento, atacando
directamente la política pactista, parlamentaria y lenta del Conde de Rodezno y
de viejos dirigentes locales. A esas alturas y tras la expansión lograda en los
dos últimos años, los críticos —a la cabeza el diputado Lamamié de Clairac—
alzaron sus voces definitivamente, pues la estructura organizativa semejaba una
confederación de jerarquías locales, escasamente controladas desde un poder
central, por lo que resultaba inoperante para un movimiento político de
implantación nacional. Los líderes legitimistas del sur comenzaron a criticar
el monopolio político de los del norte, presionando directamente ante el Rey,
al que mostraron la fortaleza de sus juventudes, a las que se unieron los
jóvenes legitimistas navarros, los cuales se declararon saciados de legalidad y
de una dirección de ancianos junteros. Precisamente, por esos meses habían
comenzado las primeras actividades conspirativas, enviando a Roma una
delegación de carlistas y alfonsinos que recibieron instrucción militar en las
academias militares fascistas, pero el movimiento crítico exigió la destitución
del Conde de Rodezno como líder político, especialmente por haberse doblegado,
a su entender, ante los partidarios de Alfonso (XIII). El Rey Alfonso Carlos
aceptó el cambio generacional y estratégico, nombrando a Manuel Fal Conde como
secretario general de la Comunión Tradicionalista el 3 de mayo de 1934.
Fal Conde, en abierta sintonía con
Urraca Pastor, intentó fomentar especialmente la participación de las
margaritas en la Comunión, frente a la labor de las ramas femeninas de Acción
Católica, más ligadas, en su opinión, a la CEDA y al proyecto posibilista de
Herrera Oria. Se les encomendó la captación de mujeres católicas pero también
su formación como féminas tradicionalistas, por lo que debían ser monárquicas y
fervientes propagandistas. María Rosa continuó su infatigable periplo por
España, participando en las inauguraciones de Secciones Femeninas de los
Círculos Tradicionalistas. Las actividades de las margaritas, de una práctica
católica innegable, debían ayudar a evitar la condena de la Comunión por parte
de Roma, a semejanza de la de Acción Francesa, uno de los temores de algunos
dirigentes de la organización a partir de esos momentos. Más allá del
oportunismo electoral de un primer momento, la mujer llegó a ser presentada, en
manos de la jerarquía de la Comunión, como la única capaz de salvar la Patria
amenazada y la Religión perseguida. De ahí que se ansiara buscar en ella a la
perfecta propagandista —a imitación de Urraca Pastor—, que en la prensa, tribunas
públicas, trabajos de organización y actos de propaganda defendiera los altos
intereses morales y materiales, contribuyendo en la medida de sus fuerzas a la
salvación de España, contra la ola secularizadora y revolucionaria.
Precisamente, Fal Conde había declarado, tras las elecciones de 1933, que no
habían sido las derechas sino las mujeres quienes habían triunfado en las
urnas, llegando a decir a los
tradicionalistas que debían votar como las mujeres, si querían comportarse como
hombres.
En estas Secciones Femeninas se mantuvo
el espíritu de continuidad en el fomento y defensa de los principios esenciales
que sirvieron de pilares de la Comunión, al igual que los padres transmitían a
sus hijos varones. Su nuevo reglamento, surgido a finales de 1935, reconoció
como jerarquía política a la de la Comunión, encargada del nombramiento de
todos los cargos directivos.
En el mismo, se estipuló como fin la
promoción de la formación femenina, bajo los principios de la Tradición,
prestando apoyo moral y material a todos los afiliados, preparando su
organización en forma que pudiera contribuir en cualquier momento a su lema
Dios, Patria y Rey. De esa manera, según el Boletín Oficial de la Comunión
Tradicionalista, a las mujeres carlistas se les confió una Gran Cruzada
Espiritual: educar a los hijos, difundir propaganda de los santos ideales,
formar grupos de estudio en los círculos, dirigir escuelas nocturnas para los
obreros, organizar actividades caritativas entre los pobres y los desempleados,
regentar el Socorro Blanco para consuelo de los carlistas perseguidos o
encarcelados y a sus familias.
La misión educativa fue reconocida como
el deber más importante de las margaritas, ya que uno de los campos de batalla
entre el comunismo y la civili-zación cristiana más importante era la escuela.
Se debían encargar, por lo tanto, de la educación de los hijos de los
carlistas, por lo que se recomendó que ejercieran actividades como la visita a
la familia donde naciera un futuro requeté o margarita, regalándoles una boina o
una margarita. Con ello el pequeño quedaba dado de alta como aspirante en la
asociación correspondiente. Todos los años debían felicitarle por su cumpleaños
y, cuando la edad lo permitiera, se debía fomentar su reunión diaria o
periódica con otros hijos de socios y amigos, organizando juegos diversos,
orfeones, cuadros artísticos, grupos de baile... Pretendiendo, de esta manera,
mantener vivo el culto a la Tradición, conservando lo típico y castizo de cada
región. En octubre de 1934, María Rosa animó a las margaritas a adoptar a los
huérfanos que había dejado la Revolución asturiana, comprometiéndose a
educarlos en una familia católica que les proporcionara carrera, profesión u
oficio conveniente.
Conforme la situación política comenzó a
radicalizarse, la actuación del Socorro Blanco fue más importante, la cual fue
fomentada en escritos y discursos por Urraca Pastor. Fue una institución creada
para la asistencia material y espiritual a los carlistas perseguidos o presos,
y a sus familias, con visitas a las cárceles, tarjetas y cartas de adhesión a
los atropellos por venganzas políticas.
La institución fue encomendada a las
Juntas Locales Femeninas, cada una de las cuales debía tener su sección de
Socorro, dependiente todas ellas del Secretario Central Femenino. Para lograr
una dotación económica especial para sus gastos, se ordenó que —además de
cuestaciones y donativos— se divulgaran los «sellos de cotización»,
obligatorios en la correspondencia oficial, y que todos los carlistas debían
utilizar en sus cartas. Durante la Guerra Civil, esa estructura les serviría
tanto para organizar la participación de la mujer tradicionalista en la España
nacional, como para facilitar redes de apoyo clandestinas en la zona del Frente
Popular, respondiendo, en la medida de sus posibilidades, a los efectos de la
represión política. Paralelamente, ejercieron, como ejemplo de católicas, la
caridad cristiana, materializada en roperos, cocinas económicas, oficinas de
colocación, reparto de juguetes para niños pobres, visitas domiciliarias… en
muchas de las cuales participó Urraca Pastor. Organizaron veladas de oración a
la Virgen y los Santos, rosario en los salones de las Asociaciones, recogida y
distribución de limosnas.
Paralelamente a esta labor social, las
margaritas protagonizaron una Cruzada Espiritual de oración, sacrificio y
penitencia, impulsada desde la prensa por Urraca Pastor. En abril de 1936, se
aconsejó a las damas tradicionalistas que intensificaran de manera especial los
actos de culto y piedad a raíz de la gravedad de las circunstancias por las que
atravesaba la patria. El Vía Crucis fue el acto público más organizado, además
de los rosarios y novenarios, a los que se sumaron los ayunos, penitencias y
visitas al Santísimo de carácter particular.
Al mes siguiente, la respuesta de la
Juventud Femenina de Acción Católica fue la preparación de una Gran Semana del
Evangelio, en donde se implicaría a la mayor parte de la población posible,
pero las autoridades prohibieron tal acontecimiento, así como la celebración de
su III Asamblea Nacional.
Finalmente, la formación de una mujer
tradicionalista como educadora, orante ferviente y generosa samaritana se
completó con la faceta de propagandista de los santos ideales. Las margaritas
organizaron actos públicos, fomentaron los círculos de estudios y la
divulgación del ideario en impresos, desplegando la palabra oral o escrita como
arma de combate en la lucha política y social declarada, con el fin de que sus
ideales fueran siempre Cruz, Bandera y Corona.
Carta al director de La Vanguardía de Barcelona, de Urraca Pastor, del 5 de noviembre de 1982, reafirmando su inquebrantable carlismo
A comienzos de 1936, se realizó un
recuento de las asociaciones de margaritas, saldándose con la cifra de 23.238
integrantes, aunque debe subrayarse la ausencia de datos de muchos centros, por
lo que el número de margaritas total pudo ser un poco mayor. Se apreció tres
grandes grupos de provincias: aquellas con un gran número de militantes y de
agrupaciones, con la excepción de Alicante, que a pesar de contar con tan solo
3 agrupaciones tenía 913 afiliadas. Un segundo grupo lo formaban aquellas
provincias en las que existía cierta implantación de las agrupaciones femeninas
carlistas, aunque raramente superaban las 10 agrupaciones. Y, por último,
aquellas provincias sin apenas afiliadas y con menos de 5 agrupaciones,
añadiéndose la circunstancia de que muchas de ellas aparecieron señaladas como
«en periodo de formación»: caso de Gerona con 4 agrupaciones en toda la
provincia y 3 de ellas (Olot, La Sellera y Bañolas) en formación. Las
provincias con mayor militancia y número de asociaciones de margaritas fueron
Navarra —4.923 mujeres y 33 agrupaciones—, Vizcaya y Guipúzcoa —4.350 asociadas
y 50 agrupaciones—, la región valenciana —6.555 militantes y 60 agrupaciones— y
Barcelona, con 1.647 mujeres y 28 agrupaciones. Reiteradamente la geografía
tradicional del carlismo se impuso a la hora de calibrar la militancia
femenina, aunque en algunas regiones los datos todavía no están debidamente
estudiados, pues en Andalucía se calcularon 590 afiliadas sin contar, por
desconocidas, las cifras de Almería y Cádiz.
En mayo de 1934, apareció en algunos
periódicos tradicionalistas una circular animando a abrir una suscripción —con
cuota única de una peseta— de todos los carlistas y simpatizantes, para costear
los gastos que ocasionara la candidatura de Urraca Pastor en las siguientes
elecciones generales, publicándose la lista de donantes en cada provincia. La
iniciativa partió de Elisa Hidalgo, presidenta de las margaritas de Huesca, la
cual reclamó reciprocidad, después del triunfo electoral que habían
proporcionado las mujeres a los hombres, enviando una de sus representantes al
«desacreditado Parlamento». La revista Tradición, órgano del Consejo de Cultura
Tradicionalista, apoyó la iniciativa, encargando a todas las secciones
femeninas la organización de la suscripción:
«Todo lo que se haga por María Rosa nos
parecerá poco: se lo debemos en justicia y en devoción. Y hasta en galantería».
En febrero de 1936, la oradora fue
elegida candidata única por los tradicionalistas de Teruel, iniciando un
intenso periplo por los pueblos de la provincia para lograr el voto. Sin
embargo, nuevamente, no logró obtener el ansiado escaño, por lo que Fal Condele
encomendó directamente la organización del Socorro Blanco. Ella manifestó que
si bien habían perdido un acta habían ganado una provincia . Al comenzar la
Guerra Civil, María Rosa trabajó como enfermera en las trincheras y hospitales
de vanguardia, simultaneando la labor asistencial con la propagandística, pues
no dejó de ser la principal líder de las margaritas. Tras el decreto de
Unificación —19 de abril de 1937— fue nombrada delegada nacional de asistencia
de Frentes y Hospitales, consejera nacional en el primer Consejo Nacional de
Burgos y, con la victoria, fue condecorada con la cruz roja del mérito militar,
por los servicios prestados en el frente de Somosierra como enfermera «y
atendiendo a las necesidades de los combatientes con gran espíritu de
sacrificio y desprecio del peligro, habiendo sufrido los efectos de
preparaciones artilleras y bombardeos de la aviación enemiga». Alfonso Carlos I
le había concedido la cruz de dama de la Legitimidad Proscripta. Su experiencia
durante el conflicto le llevó a escribir Así empezamos. Memorias de una
enfermera, recopilación de artículos, discursos y crónicas que fue publicado en
1940.
Memorias de María Rosa Urraca Pastor
En la posguerra eligió Barcelona como
residencia, ejerciendo como profesora de expresión oral y dicción, dedicándose
a tareas culturales y de apostolado religioso. Tras los años de vertiginosa
acción política y social de la II República y la guerra atendió su desempeño
profesional, entendiendo que se había salvado lo fundamental, que era Dios y la
Patria, pese a que se mostró muy crítica con los esquemas totalitarios, entre
ellos el encuadramiento en la Sección Femenina, en la que siempre rechazó
participar pese a las generosas invitaciones en ese sentido. Leal a la Dinastía
Legítima recibió en Barcelona a las hijas de Don Javier, y solía mandar correspondencia
a Doña Magdalena. También colaboró con María Teresa Angulo, la Catedrática de
Madrid preceptora de Don Sixto. Con Don Javier y Doña Magdalena coincidió en
las simpatías con la obra apostólica del arzobispo Mons. Lefebvre, por cuya
postura tomó partido, organizando las visitas del mismo a Barcelona. También en
los años de la transición fue reclamada por destacados intelectuales catalanes
para unirse a la firma de manifiestos contra la proscripción de la lengua
castellana en Cataluña, nociva política lingüística ampara por los partidos
políticos cuyos efectos se padecen hasta la actualidad. Asimismo, en plena
crisis del carlismo por la escisión ideológica de Carlos Hugo se adhirió al
manifiesto que en 1973 los requetés elaboraron denunciando la escisión
ideológica del mismo. Colaboró activamente en la revista Fuerza Nueva y en el
partido posteriormente fundado, así como en las coaliciones de Alianza Nacional
del 18 de julio y Unión Nacional, en cuyas campañas electorales, presentándose
como carlista, realizó sus últimas intervenciones públicas como oradora. Y como
carlista se siguió manifestando hasta el final de sus vidas, en todos sus
intervenciones públicas y privadas.
Varias décadas más tarde, escribió sus
memorias y un libro de tema mariológico, que quiso ser la obra de mayor entrega
de su vida, pero ambos manuscritos no fueron finalmente publicados. Tras un
largo proceso postoperatorio de una doble intervención quirúrgica a causa de
una peritonitis, María Rosa Urraca Pastor falleció en la Ciudad Condal el 19 de
marzo de 1984.
Addenda: Se nos quedó en el tintero referirnos a un episodio poco conocido y de un entrañable fondo moral.
ResponderEliminarMaría Rosa Urraca Pastor había llegado a ser amiga de la dirigente comunista Dolores Ibárruri, con la que coincidió en su juventud en Vizcaya. Esta era hija de un minero carlista, de orígenes muy humildes, hasta el punto que había nacido expósito en la anteiglesia de Ibárruri, de la que tomó su apellido. Su madre era una mujer sencillamente católica originaria de Soria.
La atención y preocupación por los temas sociales hizo que María Rosa y Dolores Ibárruri confluyeran en múltiples ocasiones. Ambas coincidían con el diagnóstico de los problemas sociales, fruto de un capitalismo liberal atroz, aunque discrepaban en la terapéutica a aplicar. Pese a la tensión de la época, donde los tiroteos y muertos estaban a la orden del día (ya hemos señalado como en represalia a las muertes de tres socialistas que atacaban un mitin carlista en el frontón euskalduna a María Rosa la intentaron tirotear al día siguiente) ambas mantuvieron cierto contacto y María Rosa rezaba mucho por su conversión, al tiempo que no perdía ocasión para intentar atraerla a la Fe y a las ideas políticas de sus padres.
Tras la vuelta a España de Dolores en 1977 ambas se reencontraron y esta volvía poco a poco a abrir su corazón endurecido por el materialismo comunista a la Fe. Es un hecho contrastado que Dolores Ibárruri murió confesando y comulgando.