S.A.R. DON SIXTO, PRINCIPE
LEGIONARIO
El pasado 12 de marzo S.A.R. Don Sixto recibía en El
Pardo un reconocimiento legionario más, con la imposición de la insignia de
honor de la Hermandad de Caballeros Legionarios de Sevilla, de manos de una
insigne familia carlista y legionaria, como tantas ha habido. Vale la pena
recordar los pormenores de su paso por el Tercio.
La Familia Real se había destacado en los años sesenta
del siglo pasado por un increíble activismo en acciones humanitarias. Para la
familia rival el listón era demasiado alto: la Infanta María Francisca había
servido en la Cruz Roja en auxilio de los húngaros durante la represión
soviética de 1956; la entonces infanta María de las Nieves había realizado el
Servicio Social en el Castillo de la Mota en Medina del Campo, y la entonces
también infanta Cecilia se había volcado en intentar paliar el desastre
humanitario de Biafra. En enero de 1964 José Arturo Márquez de
Prado, jefe nacional adjunto del Requeté, impulsó el alistamiento en la Legión de
S.A.R. Don Sixto. La iniciativa partía en gran parte de su hermano mayor Carlos
Hugo y contaba con el apoyo entusiasta de Don Javier. En una operación
totalmente reservada el Comandante Sixto Barranco, delegado del Estado Mayor de
Requetés, jefe carlista de Melilla y del Banderín de Enganche de la Legión y el
Capitán de la Legión Morán Carapeto –ambos habían combatido en la Cruzada en el
Tercio de Requetés sevillano de Nuestra Señora de los Reyes y mantenían vivo el
entusiasmo y los ideales de aquellos días-- realizaron las gestiones oportunas
para el alistamiento de S.A.R. bajo el nombre supuesto de Enrique de Aranjuez. Dentro
del estamento militar sólo ellos dos conocían su verdadera identidad, y nunca
se le dispensó trato de favor alguno, realizando la instrucción como un soldado
más. Junto a Don Sixto se alistó otro joven carlista bilbaíno, Juan Carlos
García de Cortázar, que dejaba sus estudios de cuarto curso de la carrera de
ingeniería industrial, para estar junto al Infante. Finalmente a finales de
1964 Don Sixto empieza su periodo de instrucción en Melilla, en el Tercio Gran
Capitán, I de la Legión, jurando bandera en una fecha tan significativa como el
2 de mayo de 1965. A la jura acudieron varios carlistas andaluces y
valencianos, manteniendo en secreto la identidad del Infante de España. El
juramento a la bandera fue el siguiente:
·
¿Juráis a Dios y prometéis a España, besando
con unción su bandera, respetar y obedecer siempre a vuestros jefes, no
abandonarlos nunca y derramar, si es preciso, en defensa del honor e
independencia de la Patria y del orden dentro de ella, hasta la última gota de
vuestra sangres?
Enterados los juanistas
de la presencia de Don Sixto en la Legión empezaron a presionar a los mandos
más altos, más sensibles al poder constituido y algunos de ellos seguidores de
la rama liberal alfonsina. Pero entre la oficialidad legionaria y el pueblo
carlista la presencia de Don Sixto despertaba grandes simpatías.
La pretensión de Don
Sixto era la de realizar sus tres años de servicio militar. Sin embargo la
llamada Secretaría Técnica de Carlos Hugo entendió que era más propicio
explotar publicitariamente su presencia, filtrándolo a los medios de
comunicación y dedicando reportajes en la prensa carlista. El franquismo
licenció anticipadamente al legionario Enrique de Aranjuez a los once meses e
intentó amortiguar el impacto propagandístico de su presencia, que era todo un
contraste con la de los miembros de la dinastía liberal (el llamado Conde de Barcelona sirvió bajo bandera
enemiga en la Royal Navy y a Juan Carlos se le dispensó una instrucción entre
algodones en las academias generales, con un expediente más que mediocre).
Desde entonces Don Sixto ha mantenido una relación estrecha con la Legión,
recibiendo reconocimientos por parte de diversas Hermandades y manifestando
públicamente su disposición y espíritu legionario, como en aquel manifiesto “A
los Navarros” de noviembre de 1977, que no puede estar más de actualidad:
·
(…) Yo pido a todos los navarros que por
encima de actitudes partidistas y bajo
la Bandera de España, que como soldados todos hemos jurado, en esta hora
triste y de prueba en que parece que se quiere castigar a Navarra su glorioso
sacrificio en la Cruzada del 36 y su valor —con los que logró para su Escudo,
que con los de Castilla, León y Aragón forman el real y nacional de España, la
Gran Cruz Laureada de San Fernando—, formen en derredor de sus Instituciones
naturales para defender las legítimas libertades que constituyen sus Fueros.
Otro hecho destacado es
que la República francesa reclamó a Don Sixto para la realización del servicio
militar, como ya hiciera su hermano Carlos Hugo. Don Sixto había nacido en el
exilio, en Pau, ciudad occitana, en puridad hispana, pero uncida a Francia. Sin
embargo, como Infante de España, Don Sixto comprendió que no podía jurar la
bandera de la Revolución francesa y no acudió a la llamada del servicio militar
francés. Por este hecho fue condenado a un año de prisión por el Tribunal
permanente de las Fuerzas Armadas, el cual dispuso asimismo el embargo de sus
bienes.
Tras ser licenciado de
la Legión contra su voluntad y contra derecho, Don Sixto pasó a Portugal, donde al amparo de amigos y parientes de la Familia Real estuvo en los principales ámbitos de la administración
civil y también en el mundo de las finanzas junto a la familia Espíritu Santo.
Visitó asimismo las provincias portuguesas de África, a cuyo servicio puso su
instrucción militar.
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